El mujeriego y la prófuga

2309 Words
El destino es un cruel adicto a los juegos de azar; dirían algunos tomando en cuenta las coincidencias que me ocurrían con aquella muchacha torpe, pero yo no estaba dispuesto a dejar que hechos como estos me tentaran a caer en mis propios hábitos. Exhalé profundamente y recosté mi cabeza en el espaldar del asiento mientras mis ojos divisaban volver a la joven causante de mis últimas calamidades, decidí levantarme y cederle paso para evitar otros inconvenientes; ambos regresamos a nuestros puestos, pero la doncella a mi lado no deseaba que la ignorasen de nuevo. — Enserio lamento todo o que ha pasado — justificó — le prometo que no era mi intención llegar a molestarlo, soy Carmela. Inevitablemente respondí con un halago hacia un nombre tan dulce y a la vez elegante como ese; mi naturaleza atrevida era incontrolable, aun así, preferí mantener silencio por un tiempo prudente antes de responder con mi nombre. Era extraño, de pronto la joven a mi lado lucía sorpresivamente radiante como si mi nombre fuese fuente de alegría descomunal para ella; aclaré mi garganta un momento e indique que dejara de observarme a lo que respondió con que mi nombre tenía un significado genial y maravilloso, por varios segundos aquella respuesta me dejó perplejo al considerar que un solo nombre bastaba para irradiarla de ese modo, de pronto mis recuerdos me llevaban por un breve paseo con mi madre y su delicada sonrisa poco antes de morir. — Puedo preguntar el motivo de su viaje — interrumpió— si no es mucha molestia saber por supuesto. — De vacaciones. — ¿De vacaciones a Ecuador? — cuestionó— no me lo tome a mal, pero usted no luce como si fuera a vacacionar— ojeó brevemente mi vestimenta. — ¿Tiene algún problema con mi elección de ropa?, las apariencias engañan ¿sabía? — respondí sarcásticamente mientras me acomodaba en mi asiento. Finalmente conseguí que la muchacha quedara en silencio al menos por un par de horas; parecía tan ansiosa por hacer amistad conmigo, pero yo no estaba interesado en esa idea. Mis respuestas a sus preguntas se limitaban a revelar solo lo necesario sin involucrar nada personal, así fue hasta que su voz sacó la propuesta de hacerme pasar por su pareja en Ecuador. Inconsciente acepté semejante oferta, pero luego de unos instantes volteé impresionado. — ¿Qué fue lo que dijiste? — interrogué — ¿Te volviste loca?, está claro que soy mucho mayor para ser el novio de una mocosa como tú— repliqué tratando de mantener mi voz lo más baja posible. — No eres tan mayor, tengo 20 años — explicó— además, si quieres puedo pagarte. — Primero que nada, no estoy tan necesitado económicamente, tengo 27 años, así que sí, soy mayor y no tengo ansias de fingir ser el novio de una desconocida. — Escucha, solo tienes que decir que eres mi pareja hasta encontrar a mi abuela y a cambio te daré lo que sea que necesites. Mi voz comenzó a tener un tono aún más agresivo en respuesta a sus insistencias, así fue hasta que la sobrecargo llamó la atención de todos los pasajeros. Tal parecía que mi suerte no iba a mejorar ya que una tormenta amenazaba con realizar un desvío en la navegación. Recuerdo la voz de mi madre susurrando que todo sucede por un motivo, nada en la vida está previsto; pero tampoco es un juego de azar en el que te arriesgas sin obtener ganancias, ella tenía paciencia para casi todo lo que sucediera alrededor, incluso en situaciones de alto riesgo mantenía siempre una serena expresión que la hacía lucir un tanto espeluznante, por el contrario su hijo era ansioso y a veces colérico cuando algo no salía como deseaba, al vernos cara a cara era como ver dos personalidades ajenas a pesar de su vínculo sanguíneo; de hecho la impavidez de mi madre solo conseguía enervarme hasta darme completamente vencido por la ira. Estoy seguro que en ese momento mi mente me pedía gritar a los mil demonios por una solución, y colérico maldecía que ese imprevisto no fuera a retrasar mi llegada con la mujer que amaba. Lamentablemente la suerte no me favorecía desde hacía ya mucho tiempo; me encontraba agobiado hasta que el teléfono de la joven comenzó a sonar, se trataba de su padre quien rogaba por su localización como su sí vida dependiera de ello. La discusión entre ellos subía de tono cada vez más mientras yo escuchaba por el altavoz nuestra parada improvisada en Bogotá, tan cerca y a la vez tan lejos. Bajamos en el aeropuerto con la noticia de la suspensión de vuelos por las tormentas, de tantas coincidencias posibles en el mundo; quien imaginaría toparse con una joven con el mismo diseño de maleta que un hombre como yo. Esperar en un hotel hubiese sido lo más cómodo pero mi tiempo era muy poco para evitar una boda, aun así el destino volvió a jugarme una mala broma cuando al abrir mi maleta para sacar mi dinero en su lugar encontré un pequeño espejuelo y artículos desconocidos, mi maleta había sido confundida por algún otro pasajero de entre los miles en el lugar, desesperado intenté buscar con mi visión desorientada hasta visualizar mis pertenencias alejarse junto con Carmela; habiendo tantas personas en el aeropuerto y mi maleta fue a parar a manos de quien menos quería encontrarme. Comencé una persecución por mis cosas, mientras la mujer desaparecía entre la multitud, por un momento la perdí completamente y traté de pensar la posibilidad de poder encontrarla, hasta que la encontré en las puertas esperando un taxi, cerca de ella había un grupo de jóvenes; quizá una visita turística o algún grupo de estudio que se encontraba de paseo por el lugar y esperaban un transporte para su hotel. Aún me pregunto que hubiera sido si ese grupo de personas no esperaran justo cerca de ella, que hubiera pasado si por el jugueteo de aquellos jóvenes tiraran el letrero de piso mojado; quizá no hubiera resbalado por el pasillo y chocado con Carmela provocando que casualmente mi maleta terminara en el montón de mochilas y bolsos de los jóvenes para luego ser llevado en el autobús mientras estaba inconsciente. Desperté adolorido en una silla de madera mientras una silueta borrosa pedía indicaciones a un guarda de seguridad, traté de incorporarme para luego congelarme al no encontrar mis cosas, el dolor de cabeza era insoportable pero no era comparable a la idea de no encontrar mis cosas en un país que no conocía en absoluto. La joven fastidiosamente me cuestionó por haber tropezado con ella, explicó detalladamente como ambas maletas habían terminado entre la de aquellos estudiantes y como ellos se habían marchado en el autobús, por algún motivo Carmela se veía desesperada por encontrar sus cosas; traté de guardar calma y pregunté si sabía a donde se habían ido nuestras cosas. — El guardia dijo que el autobús iría a un hotel mientras que los estudiantes se dirigían a un museo — ¿Un Museo? espera ¿El autobús pertenecía a la agencia del aeropuerto? — No lo sé, creo que si tenía el mismo logo de la aerolínea. Suspire levemente y tome de la mano a la muchacha hasta encontrar la sala de atención al cliente, casualmente la encargada era una mujer de rostro deprimente y actitud reacia; notorio de alguien que tenía la obligación de ayudar hasta las más absurda de las peticiones, suponía unos cuarenta años y su físico notaba un mayor descuido por parte de su familia, aquella señora pronto se hartó de escuchar los pedidos de la muchacha y al no entender muy bien la situación, la alejó con un clásico fraseo de no ser capaz de ayudarla. Por su parte Carmela estaba por darse vencida mientras era mi turno de hablar con la estresada mujer, Alegremente saludé con un tono sumamente caballeroso y esperé los enunciados burocráticos de todo ser humano casado de trabajar. — Bienvenido al servicio de atención al cliente —continuó con tono casi automático mientras su atención se sumergía en una revista— ¿En qué puedo ayudarle? — ¡Pero que hermosísima dama!— explayé mi voz — puedo notar a simple vista su decidido y fuerte carácter, imagino que es natural proviniendo de tan majestuosa presencia. — ¿Disculpe? — levantó la mirada extrañada— dígame de una vez que es lo que necesita. — Por supuesto que puede ayudarme — me acerque para susurrar— dígame el secreto de su increíble fortaleza; ¡dama guerrera! — No es gracioso señor. — Jamás bromearía con algo así, apuesto a que un ídolo como usted es más que venerado por todos los hombres del país. — Le comunico que ya estoy casada. — Oh no, no intento incomodarla en absoluto, mis preferencias además van en la misma dirección que la suya — respondí mientras señalaba al modelo masculino de la revista— estoy seguro que su esposo debe tener el mismo talle que aquel adonis. — En realidad, es todo lo opuesto — indicó melancólica— aunque de novios era diferente. — No lo puedo creer, un hombre ordinario no debería hacer menos que tenerla sobre un pedestal, rogando al cielo todos los días sin falta para que no lo abandone. — De hecho, casi siempre estamos peleando. — ¿Pelean?; pero mi reina, un hombre debería idolatrarte y arrastrarse a tus pies para cumplir tus caprichos. Pero escucha hay algo que puedo hacer por ti, y créeme él se revolcara de amor cuando menos te lo esperes. — No creo que pueda haber algo que lo haga cambiar — bromeó un momento para luego acercar su rostro y musitar— pero ¿Qué es lo que debería hacer? Luego de un rato de charla la mujer lucia más confortada e ilusionada incluso con su cambio de ánimos se propuso a interceder y averiguar el hotel donde se encontrarían mis pertenencias y las de Carmela. Salimos del lugar mientras la joven no podía creer lo que había pasado, su mirada no dejaba de analizar cada cosa que hacia provocándome pedirle que dejara de analizar mis movimientos. — Lo siento, es que no puedo creerlo— de inmediato cuestionó incrédula— ¿Cómo lo consiguió? — Solo fui amable— contesté con desdén. — ¿Solo eso? — Quizá — sonreí coqueto mientras me acercaba a su rostro inocente— tal vez, la seduje… Reincorporé mi cuerpo mientras esquivaba mi rostro con seria expresión, estaba por adelantarme en la dirección que me habían indicado, pero me detuve un momento esperando a la joven que gracias a mis palabras estaba congelada ¿Qué tan inocente puede ser?, para que haya reaccionado a perseguirme segundos después, es probable que sea mucho más infantil de lo que creí. Conseguimos llegar al hotel, era un sitio bastante pintoresco que acompasaba su imagen a la de la ciudad; lleno de luces, colores y música por doquier, era un sitio muy animado. Al ingresar preguntamos por nuestras cosas, pero al parecer no podían ayudarnos hasta que el grupo de estudiantes llegase al lugar, supongo que en ese momento mi paciencia era la de un beato, ya que gentilmente me relaje en uno de los salones de estar y concentré mi vista en una de las revistas de la pequeña mesa. Por otro lado, la joven aún continuaba mirando mi forma de actuar, creo que me molestaba más su mirada silenciosa que cuando estaba hablando sin cesar. — Ya entiendo, eres de esos hombres de compañía —balbuceó impulsiva. Por alguna razón, esa frase me irritó aún más que cualquier otra palabra saliente de su boca, ciertamente disfrutaba de mis encuentros carnales con mujeres de todo tipo, y conociendo mi actuar era un mujeriego sin corazón, pero nunca antes me habían tachado de serlo. Me molestaba que me comparasen con un hombre cualquiera que se conformaba con cualquier mujer, ese no era yo, mis preferencias eran estrictas en cuanto al género femenino, no me metía con mujeres casadas, divorciadas, incluso aquellas que aún recordaban sus viejos amores me asqueaban. Aunque si había mujeres que gastaban sus ganancias con regalos a mi persona no me etiquetaba de estafador amoroso, pero sus palabras eran un puñal sin filo; mucho más doloroso, tan amargo y no entendía el por qué. — Creo que te confundiste de profesión —mencioné esbozando una sonrisa amarga— soy un simple escritor, nada más. De pronto su rostro se iluminó aún más, era como si le hubiera dicho que soy una divinidad que ha venido a salvar su mísera existencia. — ¡Qué maravilla!, entonces debes conocer al autor que busco. Por un momento su inocente respuesta me conmovió, rápidamente le expliqué que no todos los escritores nos conocemos; no mentía sobre ese hecho, pero no podía decirle que era mucho más obvio siendo un escritor de novelas eróticas. Era muy inusual que alguien reconociera mis trabajos y el respeto por ellos era criticado por muchos otros dado que exponía a la mujer en sus más íntimas reacciones y escenas salvajemente pasionales. Su rostro volvió a oscurecerse; se abatió demasiado rápido y extrañamente me producía culpa aquella mueca triste, suspiré agotado y reflexione en mis palabras, le indique que dependiendo quien era el autor podría ayudarla, pero a cambio debería pagarme el pasaje a Ecuador; notoriamente lo segundo era una broma para pasar el amargo instante, no esperaba que alguien como ella tomara mis palabras como si fuesen una orden incuestionable. Aun así, accedió entusiasmada e insistió en llevarme en autobús hasta nuestro destino, sorprendido intenté oponerme, pero ya era tarde, estaba atrapado por una simple broma que resultó completamente mal, ahora que lo pienso, siempre que estoy con ella; habrá una aventura nueva esperándome.
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