A menudo se invitaba al castillo a las personas más prestigiosas y codiciadas del pueblo londinense para las fiestas y eventos de Rosalie. Entre ellos, se encontraría el lord Jhon, un soltero empedernido con un poco de fama de mujeriego. El joven mantenía un aire señorial de todo inglés británico pero con una suave voz seductora más ronca que se perdía en el azúl profundo de unos ojos que seducían a las jovencitas de su misma edad. Aunque el joven Jhon lejos estaba de buscar casarse. Quería que su legado terminara con él.
Algunas malas lenguas comentaron entonces que el lord era más de quienes los preferían hombres o que la naturaleza no le había dado el poder de tener hijos. Peter, sin embargo, sabía la verdadera razón del lord y nunca la que comentaron porque en parte les aseguraba la presencia del lord codiciado por las señoritas más pretenciosas, aquellas que buscaban que los rumores no fueran ciertos y ganarse una buena vida, o ser las excepciones de éste y asistirían al baile de Rosalie solo para buscar conquistarlo. A Rosalie personalmente le parecía el lord muy afortunado, porque sin más él podía elegir libremente su soltería y no extender su propia sangre, elegir una vida en soledad y en cambio, no habrían miradas que lo acusaran más de los falsos rumores, para él no existían personas que lo forzaran a ser algo que no quisiera, y en realidad, en la oscuridad de Rosalie, envidiaba profundamente al lord porque hablaba demasiado con Peter y temía que éste le enseñara algo de valor a su esposo. Que no reclinara a la estúpida idea de que él podía hacerse responsable de las finanzas o la cruda realidad de cómo se podía poner en cinta a una dama, pero Peter le había comentado que el lord en realidad era muy malo con las finanzas y que se la pasaría todo el tiempo lapidando sus riquezas de no ser porque sus convicciones lo buscaban llevar por senderos mayores como la política. Rosalie guardó para sus adentros que en ocasiones, la envidia podía mezclarse con sensaciones menos oscuras, como la admiración.
Pero entonces, ella no buscaba engañar a Peter hasta que dos años después de su matrimonio, éste había vuelto enojado al castillo y ella atinó a pensar que lo estaba con el mundo. Pero su rostro se volteó con una fuerza inhóspita, desconocida entonces para ella. Y es que a Peter se le había revelado una verdad que lo llevó a desconocer a su esposa, ella permaneció dos segundos en aquella posición, viendo fijamente al suelo, hasta decidir que debía responder de la misma manera aquel atisbo de atrevimiento y le devolvió la cachetada con tal fuerza que el mundo había depositado según sus creencias e ideales.
''Tu nunca volverás a tocarme'' espetó ella sin sumergirse demasiado en los porqués de que su esposo le había propinado una cachetada en primer lugar.
''¿Porque no me lo dijiste?'' inquirió él.
''¿Decirte que cosa?''
''Que podías tener hijos, que estabas posponiéndolo''
Aquello era un secreto que creyó enterrar bajo la premisa de la intimidad, así que solo un nombre se le vino a la mente; El lord Jhon.
''No se que te han dicho pero el cuerpo de una mujer es muy distinto al de un hombre'' intentó excusarse Rosalie.
''¿Es eso realmente cierto o has interrumpido toda posibilidad de que alguna vez tuviéramos hijos?''
Rosalie tomó aire y cerró los ojos pensando en lo mucho que le molestaba seguir argumentando una mentira, lo nerviosa que le ponía llevar una conversación como aquella y como no quería profundizar ni mejorar su relación con su esposo, pero ineludiblemente, debía dar las explicaciones que se meritaban. Porque sabía en el fondo, que sin Peter, no tendría sus libertades ni sus riquezas.
''¿Cual sería el problema, Peter, si nos hemos casado por amor y no para engendrar?
Y Peter pensó, sabía que jamás le ganaría a su esposa en una conversación.
''No quiero que sientas que te presiono a tener hijos'' le contestó.
''Entonces no lo hagas'' espetó Rosalie camino a marcharse hasta que Peter la toma del brazo, pero Rosalie volteando su rostro, se encuentra con su reflejo lejano del tocador de la habitación en donde discutían. Y se detiene en su rostro, en su enrojecimiento.
Así que volvió a propinarle otra cachetada a Peter y agregó;
''Espero que no surja esta conversación de un comentario en un alardeo entre hombres sobre la intimidad con sus esposas''
Dijo por último antes de dejar a Peter realmente solo en la habitación. Esa noche, Peter se había dado cuenta que algo había cambiado en su esposa. Él jamás había buscado que ella le temiera, lo obedeciera o sintiera que le debía respeto alguno, pero sí había sentido que ésta le permitía acompañarla, y esa noche, sintió que había alejado totalmente a Rosalie.
Durmieron en habitaciones separadas, Rosalie decidió dormir en una habitación que había preparado para sus jaquecas y se llevó a la almohada un solo nombre; el de Jhon. Él, quien más, podría haber influido en su esposo, solamente un sujeto soltero y sin hijos sabría como no tenerlos. Pero ella no conocía a Penelope, que en el momento que arreglaban a Rosalie para sus mañanas y paseos de plaza, la sirvienta había contado que una de sus hermanas había tenido un aborto y que luego de eso, su familia solo esperaba su muerte. Y el lado bueno de que nadie se volteada a verla quizás era su infierno y su salvedad. Nadie la embarazaría y jamás moriría lentamente como sus hermanas, ni de abortos ni pariendo, aquello le sirvió que a diferencia de sus hermanas mujeres, ella sabía cómo ellas habían quedado en cinta sin haberlo experimentado. Y esa mañana, Peter preguntó cuál era esa manera, y ella, se lo confesó.
En realidad, aquella noche se habían evidenciado los hilos de los intereses tan distintos del matrimonio, que por supuesto ya no eran los mismos que aquellos que los habían instado a unirse en matrimonio inicialmente. Entonces, como sucede en la vida a veces y en los matrimonios, las cosas comenzaron a cambiar.