6 La tarde de Daniel

1136 Words
Capítulo: La Tarde de Daniel Esa noche, mientras cerraba la aplicación de lectura en mi teléfono, mi mente seguía atrapada en el capítulo que había terminado. Mi amiga escritora ecuatoriana me había recomendado su libro y, aunque no esperaba engancharme tanto, la historia me atrapó. En Anhelo de Navidad ,el protagonista, un hombre fuerte y peligroso, hacía lo impensable para proteger a la mujer que amaba. Sus métodos eran cuestionables, pero la intensidad de su amor era innegable. Cerré los ojos con la esperanza de soñar algo parecido, un amor valiente, decidido, capaz de cambiar el rumbo de cualquier vida. Como si, al anhelar algo con suficiente fuerza, pudiera hacerlo realidad. Pero el insomnio se instaló en mi habitación, como lo hacía últimamente. Me removí en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda, pero entre la incomodidad física y el torbellino emocional, sabía que dormir sería un desafío. No pasaron muchos minutos antes de que escuchara golpes en la puerta. —¿Mamá? —La voz de Daniel era suave, casi temerosa. Me incorporé lentamente y le abrí. Apenas me vio, me abrazó con una intensidad que me tomó por sorpresa. No dijo nada al principio, solo me sostuvo como si necesitara asegurarse de que estaba ahí. Sentí su respiración agitada contra mi hombro, su pecho subiendo y bajando con fuerza. Algo dentro de él estaba a punto de desbordarse. Finalmente, se separó un poco y me miró a los ojos. —Papá está triste —murmuró—. Sabe que te falló, que nos falló a todos, pero está tratando de cambiar. Mi corazón se tensó. Daniel hablaba con una madurez que no esperaba. Me contó que Ale había empezado a cuidarse, que estaba comiendo mejor, que había salido a caminar por primera vez en mucho tiempo. Pero lo que más me sorprendió fue su última frase. —Dice que va a recuperarte, mamá. Había una esperanza honesta en su voz, un anhelo genuino de vernos juntos de nuevo. Lo miré sin responder. Le acaricié el cabello, besé su frente y lo abracé nuevamente. No podía fingir que no me conmovía escuchar eso. No podía negar que una parte de mí aún quería creer en esa promesa. Pero también sabía lo mucho que dolía aferrarse a expectativas rotas. Esa noche, soñé con algo que hacía años parecía imposible: una familia unida, risas en la mesa, Ale siendo el hombre que alguna vez amé con todo mi ser. Cuando desperté, la luz del amanecer se filtraba por la ventana. Me di cuenta de que Daniel aún dormía a mi lado, con el rostro relajado, como si en su sueño también hubiese encontrado paz. Lo observé en silencio. Mi hijo tenía tanto de su padre… El mismo espíritu protector, la misma nobleza. A pesar de todo lo que Ale había hecho, lo mejor de él vivía en Daniel. Eso era algo por lo que siempre estaría agradecida. *** Después del liceo, Daniel decidió visitar a su padre en la empresa. No fue una decisión impulsiva. Había pensado en ello durante todo el día. A pesar del resentimiento que todavía guardaba en su interior, una parte de él quería darle una oportunidad. Quería comprobar por sí mismo si el cambio en Ale era real. Antes de ir, pasó por la casa de Melany. Siempre habían sido cómplices, unidos por la misma preocupación por la situación familiar. Mientras caminaban por el parque cercano, hablaron sobre los cambios que veían en su padre. —¿De verdad crees que pueda cambiar? —preguntó Melany con una mezcla de esperanza y cautela. Daniel respiró hondo antes de responder. —Quiero creer que sí —admitió—. Creo que esta vez es diferente. Está haciendo cosas que antes ni pensaba, como cuidar su alimentación o salir a caminar. Me parece que está entendiendo lo que realmente importa. Melany asintió, pero su mirada seguía reflejando dudas. Era difícil confiar después de tantas promesas rotas. Después de un rato juntos, Daniel se dirigió a ver a su padre. Cuando llegó, lo encontró revisando documentos, con un semblante más relajado que de costumbre. Aunque siempre había admirado la capacidad de Ale para trabajar sin descanso, era evidente que ahora intentaba no refugiarse únicamente en el trabajo. —¿Tienes un minuto? —preguntó Daniel al asomarse por la puerta. Ale levantó la vista y al verlo, sonrió con sinceridad. —Siempre —respondió, dejando los papeles a un lado. Daniel entró y se sentó frente a él. Hubo un momento de silencio, pero no era incómodo. Era una pausa en la que ambos parecían medir las palabras antes de hablar. Finalmente, Daniel sacó su teléfono y mostró algo en la pantalla. —En el liceo escuché que están buscando un ayudante de técnico para un club deportivo que estoy yo . Es algo sencillo, asistir a los entrenamientos y ayudar con tareas básicas. Ale arqueó una ceja, sorprendido. —¿Y por qué me cuentas esto? Daniel apoyó los codos sobre la mesa y lo miró con seriedad. —Porque creo que sería bueno para ti. Siempre te ha gustado el fútbol,sos bueno enseñando y esto te obligaría a moverte más, a salir de la empresa. Ale bajó la mirada, pensativo. No recordaba la última vez que había hecho algo por puro placer. La idea de volver a conectar con el fútbol le emocionaba, aunque también lo llenaba de dudas. —¿Crees que podría hacerlo? —preguntó, como si necesitara la aprobación de su hijo. Daniel sonrió levemente. —Estoy seguro de que sí. Hablaré con mi amigo para que te den más detalles. Ale se quedó en silencio un momento antes de asentir. —Gracias, hijo. Daniel se levantó y antes de irse, se acercó y lo abrazó. Fue un abrazo sincero, sin resentimientos, sin reproches. Solo un gesto de apoyo, de confianza en que aún había una oportunidad para cambiar. —No nos falles esta vez, papá —susurró antes de marcharse. Cuando Daniel llegó a casa esa noche, su expresión irradiaba esperanza. Me abrazó con fuerza, como si quisiera transmitirme la emoción que él mismo sentía. —Papá va a intentarlo, mamá. Esta vez de verdad lo hará, estoy seguro. Lo miré con atención. No quise romper su ilusión con mis miedos. Solo asentí y le sonreí. Era increíble cómo Daniel había crecido. Se parecía tanto a su padre… Pero a diferencia de Ale, él había aprendido de sus virtudes, no de sus errores. Esa noche, mientras dormíamos abrazados, pensé que quizás los sueños de una familia unida no estaban tan lejos como había creído. Tal vez, si Ale realmente estaba decidido a cambiar, había una posibilidad de reconstruir lo que el tiempo y los errores habían destruido. Tal vez, después de todo, el amor aún tenía una oportunidad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD