CAPÍTULO UNO

1979 Words
KABIL La oscuridad me engulle como infierno hambriento, hace quince putos meses que no siento el cuerpo, camino sin alma, me muevo y como por inercia. Quince meses en los que la única mujer que amo, se esfumó, Ana se deslizó de mis manos como agua. No la encuentro por ningún lado, no importa cuántos contactos tenga, es como si se la hubiera tragado la tierra. Y eso, me pone de muy mal humor. No soporto su ausencia, cada día es una quemadura que arde. Extraño su sonrisa, su voz, su cuerpo, su coño apretado, pero, sobre todo, extraño ese sentimiento que me demostraba cada vez que me veía. La amo, joder, la amo como jamás he amado algo o a alguien. Su piel, su cuerpo contra el mío, todo en ella era lo que me mantenía cuerdo. Es mi mundo, y la herí, desde ese maldito día en su casa no dejo de leer la carta que me dejó, ya se convirtió en mi mantra silencioso, uno que me mata por dentro. Es mi castigo, es un recordatorio del error que cometí. No solo me dejé llevar por la ira, la desilusión, en enojo y la rabia al saber que se había acostado con Alex. En ese momento me cegaron los celos, no quise escucharla o aceptar el hecho de que ella nunca tuvo la culpa, ahora, estas son las consecuencias que estoy pagando. Asesiné a todos los que le hicieron daño, uno a uno, ¿si lo disfruté? Por supuesto que no. No recuerdo nada, cómo inició, solo los resultados de sus cuerpos desmembrados, degollados. Cada vez que le quitaba la vida a alguien, mi cerebro apagaba todo, y solo reconocía lo que hacía, una vez terminado. Las lagunas mentales se hacen cada vez más constantes, más fuertes, es una habilidad nata que ya llevo en la sangre, una que corre por mis venas como veneno, y ahora el pueblo de Bermaunt es libre de tanta mierda, quedan algunas personas que siguen susurrando sobre “la chica que fue abusada y que era una puta” A veces pienso que debería replantearme cortarles la lengua. Viene a mi mente un incendio, sí, escuchar sus gritos mientras su carne se quema viva, sería música para mis oídos. Levanto la mirada, no hay luna y la noche parece un hoyo n***o a punto de tragarme. Estoy flotando en la cascada en donde la follé por primera vez, donde la hice sangrar delicioso. El ruido del agua cayendo, me hace pensar con claridad. —No deberías estar aquí, son las dos de la madrugada. Cierro los ojos un par de segundos. —¿Qué quieres? —intento relajar mi cuerpo. El agua cubre casi todo, solo mantengo la cabeza boca arriba. —¿Me seguiste hasta aquí? —Más que una pregunta, debería ser una afirmación, pero me siento un poco creativo esta noche. —Sí. La calma se acabó. Me incorporo y nado hasta la orilla, donde Marvin me recibe con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros. No me siento mucho mejor, de hecho, creo que mi mal genio va aumentando. Ana era la única que lograba calmar a la bestia; sin su presencia, todo es una mierda. —Vas a enfermarte —estudia cada uno de mis movimientos, mientras me pongo la ropa. —No sabía que era tu obsesión, Marvin, qué tierno —ironizo. Muevo el cuello con estrés. —¿Has hablado con Alex? —No, desde hace quince meses que lo mandé a la mierda. Lo sabes bien, ¿por qué preguntas cosas que ya tienen una respuesta pública? —paso de largo. —Kab —me detiene, colocando la palma de su mano sobre mi hombro—. Sabes muy bien a lo que me refiero. —Desde la graduación que no lo veo —me deshago de su agarre—. Es el director, tuve que verle la cara ese día, y ahora que solo me presento por la maestría y mi puta tesis, no es necesario que asista todos los días. Así que no. No lo he visto. —¿Es por eso que te matas trabajando en el hospital? —Su mirada se endurece y me quedo callado. Nada qué decir, es lo que es: haber obtenido mi plaza en el hospital central, me ayuda a canalizar toda esta rabia, y también me mantiene cerca de la muerte. Al final, ellos, tanto como yo, sabemos que solo es una fachada, como dicen, mente ocupada, psicópata retenido. —Me mato trabajando en el jodido hospital, porque de esa manera dejo de pensar unas horas en ella. —Fue tu error. —Uno que no pierdes tiempo en recordarme cada que puedes. —Intento ayudarte. —Nadie les pidió ayuda, estoy cubierto —me doy la vuelta y me adentro al bosque. Marvin me sigue de cerca, no soy idiota. Ozzian, Ian, ellos tres, en general, se han encargado de seguirme a todas partes, temen que vuelva a asesinar a alguien, temen que esa parte oscura que se sigue aferrando a mis entrañas, salga al mundo y lo incendie. —Te veré mañana, Kab —dice a mis espaldas, subiendo a su auto. —Si tú lo dices. Nos marchamos en direcciones opuestas. Desde el día en el que Ana se fue, me mudé a mi antiguo departamento, y pese a que Ian y Piper son mis vecinos, sobrellevo las cosas bien. Manejo acelerando, el agua no despejó mi mente, solo la mantuvo quieta por unos instantes. Joder. Necesito su cuerpo, necesito sentirla clavada en mi polla. Tocar su piel, besarla, me encanta besarla y pasarle mi saliva como muestra de poder, como una marca de posesión. La polla se me endurece cuando rememoro la última vez que la hice mía, precisamente el mismo día en el que ella se marchó. Tomó la decisión equivocada, porque no he dejado de buscarla, y no lo haré, no descansaré hasta que ella esté de nuevo en mis brazos, hasta que Ana entienda que no me puede sacar de su vida tan fácilmente, que ella me pertenece. Es mía, mi maldita propiedad. La marqué de todas las maneras posibles. La hice sangrar, fui su primero, y seré su último. Sigo siéndolo. Aparco el auto y entro al edificio. Sandra, la nueva recepcionista, me espera con la misma sonrisa cínica de todas las noches, que es la del turno nocturno. —¿Mala noche? —ronronea. —No. Paso de largo, presiono el botón y espero los segundos. —Por cierto, sé que es noche, pero… Las puertas se abren y entro. —¡Kabil, espera, hay alguien! Las puertas se cierran. Enciendo un cigarrillo, esperando con ansiedad a que los números cambien de color hasta que indiquen mi piso. Sandra es igual de zorra que Karla, la del turno de la mañana. Todas quieren lo mismo, mi polla. En cuanto se abren las puertas, mis pasos aumentan la velocidad. Necesito una ducha de agua caliente, un emparedado y dormir un par de horas, antes de empezar mis turnos en el hospital. El problema es que, al entrar a mi departamento, un olor extraño se filtra en el aire. Uno que conozco bien, molesto, apago el cigarrillo, me dirijo a la estancia principal y ahí está ella. —¿Qué mierda haces aquí? Y ¿cómo carajos entraste? —La rabia incrementa. Marcela está sentada, con la mirada perdida, los ojos inyectados en sangre, huele a alcohol y parece una mierda humana, tiene el cabello desordenado, el maquillaje corrido debido al llanto y labial mal puesto. No es una bonita imagen para alguien que estudia medicina y aspira a ser doctora pediatra. —Kabil —susurra, dándose cuenta de mi presencia. —Te hice una jodida pregunta —mermo el espacio. —Tengo una copia de tu llave —me la muestra y se la arrebato. —Largo. —Kabil… Por favor, quiero hablar. Hace meses que me estás evitando, no me miras, no me hablas, en el hospital haces todo lo posible para no encontrarte conmigo, ¿crees que no me doy cuenta? —Intenta ponerse de pie, pero está tan ebria, que cae de rodillas y se queda ahí, en el suelo. Ella alza la mirada y estira su brazo, esperando a que la ayude. Me quedo en mi lugar, viendo lo patética que es. —Quiero que todo vuelva a ser como antes —balbucea—. Tú, yo, amigos… —Jamás fuimos amigos, nunca fuimos nada —la cabeza me comienza a punzar. Deshacerme de este olor me va a costar trabajo, joder. —Te amo. —Yo no, vete. —Me follaste, podríamos… repetirlo… —No sabes la mierda que dices. —Pero tú estuviste dentro de mí. —Ni siquiera pude tener una puta erección bien, Marcela, largo. —Ella se fue. —No es tu problema. Pierdo la poca paciencia que tengo y tiro de su brazo con fuerza. La levanto del suelo como a un trapo sucio y la arrastro a la salida. —¿Dejarás que me vaya sola? —No eres mi problema, no me importa cómo o qué hagas, solo desaparece de mi puta vista —rechino los molares. Hay una razón por la cual la detesto, y es porque ella es en carne viva, el recordatorio del error que cometí, es la razón por la cual Ana me odiará el resto de su vida. Confió en mí, no solo la engañé, la traté como basura. Le dije cosas hirientes, maldición, y yo mismo le di el golpe final al haberme tirado a Marcela. —Fuera —la saco de mi departamento. —Ella nunca te perdonará —dice y le cierro la puerta en las narices. La odio, la detesto tanto, incluso en los momentos en los que estuve con ella, fue Ana quien siempre estuvo en mis pensamientos, no es justificación, soy un hijo de puta, y sé que aunque la recupere, no habrá nada en el mundo que haga que borre aquellas imágenes, pero a partir de aquí, juro que todo lo que haga, es para ella, es por ella. Voy a la nevera, agarro una botella de agua y la bebo como si no hubiera mañana. Mi móvil comienza a timbrar, por un segundo se cruza en mi cabeza la idea de dejarlo pasar, sabiendo que debe ser Ozzian. A Ian lo descarto, él es la rata chismosa que le cuenta todo a todos. «Tal vez debería tomar en serio mudarme de aquí, también» Su nombre parpadea en la pantalla, rechazo la llamada, Ozzian vuelve a marcar y enseguida, entro a mi habitación, al tiempo que atiendo. —Marvin, te fue con el chisme, ¿ahora qué me dirás? Hay un breve silencio al otro lado de la línea, que pone mi cuerpo tenso. —No se trata de eso, Kab. —Habla. —La encontramos. Mi pulso se acelera, el jodido mundo se detiene, sonrío, mierda, sonrío de oreja a oreja, con la mirada fija en un punto ciego de la pared, en el enorme retrato que cuelga sobre la cabecera de la cama. Una foto que mandé pintar con un profesional, una en donde estoy yo, abrazando por detrás a Ana, mi maldita chica, no, tacha eso, mi mujer. Porque ella es mía, solo mía. —¿Sigues ahí? —Repite lo que dijiste. —Encontramos a Ana. Cuelgo, ella está bien, está viva, y es toda mía. De algo estoy seguro, y es que no importa el infierno al que me tenga que someter, ella va a regresar a mi lado, cueste lo que me cueste, porque esta vez, es la bestia quien se pone a sus pies, el cazador que se convirtió en presa, y ella… la puta muñeca rota que pienso volver a marcar.
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