KABIL
No he dormido, nada. Desde que recibí la llamada de Ozzian, no he descansado, no puedo. La ansiedad me mata, aniquila todo mi sistema nervioso. La tráquea se me cierra mientras manejo, presionando el volante con ambas manos, ejerciendo la fuerza necesaria como para que mis nudillos se pongan blancos.
La cabeza me estalla. Antes de salir del departamento, tomé algunos analgésicos; no funcionan como quiero. El auto de Ian viene detrás de mí. No entiendo por qué tanto maldito drama, tan fácil era darme toda la información y listo. Pero olvidé el detalle más importante: ellos están tras mis pasos desde que se fue Ana. Me tratan como a un drogadicto que en cualquier momento puede recaer.
Tener una reunión con todos, es exageración, el hijo de perra de Ozzian no quiso decir nada. Lo que me obliga a pisar el acelerador. Le había dicho a Marvin que no tenía tiempo para estas mierdas, pero, como siempre, no escuchó. De mi cabeza, no saco el hecho de que Ana apareció, ya no será un fantasma que me visita por las noches, no tendré que masturbarme más. No, porque ella es mía, me pertenece.
Estoy tan perdido en mis pensamientos, que no me doy cuenta de que he llegado, a lo lejos diviso la casa en la que antes vivíamos todos, con Marie. Estaciono, ni siquiera estoy apagando el motor, cuando ya estoy abriendo la puerta del auto. En la entrada está Ozzian, con los brazos cruzados, me planto delante de él, quiero las cosas sin rodeos.
—¿En dónde está? —inquiero sin tacto.
Ozzian me lanza una mirada seria, de esas que solo muestran los padres cuando quieren intimidar a sus hijos.
—Primero tenemos que hablar.
—Eso estamos haciendo —esbozo una sonrisa ensanchada, sin gracia—. No me hagas perder el tiempo, no sé qué es lo que estén planeando, pero quiero que me digas en dónde está lo mío.
Marvin se asoma enseguida, su aire es peor que el de Ozzian, y pienso que quizás esos dos han estado pasando demasiado tiempo juntos.
—Kab, entra.
—No me das órdenes, Marvin.
—No —da un paso adelante, Ozzian se aparta con los brazos cruzados y la preocupación latente en su celeste mirada—. Pero a menos que quieras escuchar lo que tenemos para ti, sobre Ana, entrarás, te comportarás y mantendrás la calma.
Río por lo bajo.
—Si se trata de Ana, la paciencia no viene incluida.
—Lo harás —una tercera voz a mi espalda, llega—. Hemos perdido mucho tiempo; lo menos que merecemos al ocultar tus mierdas, es esto.
Ian pasa por mi lado, de la mano de Piper, dándome un empujón.
«Bastardo»
Entro a la casa, lo primero que veo es a Elaxi bebiendo té, actuando como ha hecho desde que supo que había metido la polla en el agujero equivocado. Dice que no somos amigos, pero es ella quien ha mandado a un detective privado a seguirme. Es tan tierna, cree que no me di cuenta.
—Hola, Ela —ladeo una sonrisa de media luna.
No me responde, ni siquiera me mira.
—También te extraño —ironizo.
Ozzian toma asiento a su lado, Ian y Piper también toman un lugar. Los únicos que permanecemos de pie, somos Marvin y yo. Todos se miran entre sí y borro de mi sistema, todo atisbo de broma o sonrisas estúpidas.
—¿Y bien? ¿Alguien va a hablar? —siento el tic en el ojo que me advierte un nuevo ataque de rabia interna—. ¿O les falta preparar café, galletas y dulces?
—Encontramos a Ana —es Elaxi quien rompe el silencio, sin mirarme, por supuesto.
—Dime algo que no sepa, gracias, Ela, por tu atención —bufo.
—Eres un imbécil —se pone de pie y esta vez me fulmina con ojos envueltos en llamas, esta es la primera mirada que me regala desde aquella bofetada, aquí mismo—. Soy yo quien tiene la información, pedazo de mierda.
Tenso el cuerpo.
—Ela —gruñe Ozzian a su lado, mirándola con deseo.
Sin embargo, ella no le presta atención, se suelta de su agarre cuando él sujeta su brazo, camina hacia mí, antes de que lo haga. Lo veo venir, sus ojos son un libro abierto, podría esquivarla, no lo hago. La palma de su mano vuelve a estrellarse en mi mejilla, con más fuerza que hace quince meses.
—No debería decirte nada, heriste a Ana, le rompiste el corazón, te quiero, no sabes cuánto, pero ella se merece a alguien mejor.
Son sus últimas palabras las que me crispan. El ambiente se vuelve hostil y sé que todos se dan cuenta de ello, mi paciencia se agota, el tic de mi ojo no mejora y mi genio se pudre. Imagino que de mi rostro se debió haber borrado toda la amabilidad, porque enseguida Ela vuelve a su asiento, como si nada hubiese pasado.
—Habla —demando.
Ela me lanza dagas de fuego por los ojos. Se está tomando el tiempo para hacerme sufrir. Y es Ozzian quien, con una sola mirada y un apretón en el muslo, la empuja a abrir la boca.
—Vale, la misma Caroll me dijo que ellas ya venían en camino, al parecer, aterrizaron hace media hora en Bermaunt, el vuelo fue…
Dejo de escuchar, ella está aquí, joder, por fin. Después de quince malditos meses ella ha regresado, siento que la respiración se me agita, que todo mi cuerpo reacciona de forma brutal. Tengo que verla, tengo que sentirla. Los segundos pasan y ya tengo en mente la cantidad de cosas que le quiero hacer en su cuerpo.
—¿Me estás escuchando?
Salgo de mi ensimismamiento y observo con una dura mirada en Elaxi.
—¿Qué?
—Te dije que Ana y Caroll ya llegaron al aeropuerto hace poco más de media hora, seguro que ahora mismo ya deben estar en…
Me doy la media vuelta y camino apresurado hacia la puerta. La polla me palpita, cada uno de mis músculos se ponen rígidos, hay tanto que debemos hablar, tanto que tenemos que aclarar. Sobre todo, tanto que le debo decir. Incluso ahora mismo, en este momento, la carta que me dejó está en uno de los bolsillos de mis pantalones. Giro la perilla y esta no abre.
—Lo siento, Kab —dice Marvin a mis espaldas.
Volteo a verlos a todos por encima del hombro, justo cuando Ela es quien me inyecta algo en el cuello. Le tomo la muñeca antes de que termine y la empujo, Ozzian se pone de pie inmediatamente.
—Es por tu bien.
Me quito la maldita jeringa del cuello y sonrío, estaba tan adentrado en mis propios pensamientos hacia Ana, que olvidé que estos imbéciles se sienten mis padres.
—Un sedante, muy inteligente —rechino los molares al tiempo que los mareos me atacan—. Van a necesitar dosis más altas para que permanezca dormido todo el puto día.
—Esto es por ella, no tanto por ti, no queremos que le hagas más daño —la voz de Piper se une.
—Entonces hubieran cerrado la maldita boca —me tambaleo y es Marvin quien me sostiene—. En lugar de hacer todo este drama.
—Solo queremos que les des tiempo de instalarse, aún no sabemos por qué ha regresado —arguye Marvin a mi oído.
Quiero asesinarlos a todos, Ana está en Bermaunt, aquí, y ellos me quieren mantener encerrado en la jaula de la inconsciencia. Joder. Poco a poco cada una de mis extremidades se sienten pesadas, el hormigueo invade cada vena, cada arteria y hago un conteo mental, ladeando una sonrisa como promesa de que, cuando despierte, me las van a pagar. Luego, todo se vuelve oscuridad y mi pecho se comprime. Mi respiración se vuelve más pesada, lenta, estable.
[…]
—Lo quieres, admítelo.
—Es un cabezota, lo adoro, pero juro que desde que hirió a Ana, lo único que he querido hacerle todo este tiempo, es cortarle la polla.
—¿Crees que ella lo perdone?
—¿Tú perdonarías a Ian si se folla a otra?
—Jamás.
—Lo mismo me pasa con Ozzian.
—No creo que Ana lo perdone, no después de que Kabil la tratara como basura, no la quiso escuchar, y por cómo sonaba Caroll hace rato cuando le llamamos… dudo que haya venido en plan de hacer amigos.
—Su padre sigue siendo un socio muy importante del banco, estuvieron cerca y a la vez lejos, es obvio que allá no les fue tan bien, me parece que si regresaron, fue más por el asunto de su padre.
—Pobre Kabil, Ana no quiere hablar con nosotras, dudo que lo haga con él.
—Kabil es mi mejor amigo, pero tal vez lo mejor para los dos es que él se aleje de ella. No son buenos para ellos mismos.
—Conoces a Kabil, Ela, él nunca la va a dejar libre.
Abro los ojos de golpe y me incorporo más rabioso que nunca.
—Algo en lo que por primera vez estamos de acuerdo, Piper —mi voz se escucha ronca y pastosa—. Jamás voy a dejar libre a Ana.
Me tomo solo dos segundos en ponerme de pie, la cabeza me da vueltas y soy consciente de que es Piper quien sale de la habitación, seguro para avisarles a los demás que he despertado. Miro por la ventana, mierda, las farolas están encendidas, por lo que es de noche. Reconozco mi antigua habitación.
—¿Cuánto tiempo llevo dormido? —le pregunto a Elaxi, quien ha mantenido toda la distancia posible de mí.
—Un par de horas —me responde en un tono altanero.
—Ela —sentencio.
—Son las once de la noche, haz las cuentas.
Le lanzo una mirada cargada de amenazas y salgo de la habitación. En cuanto lo hago, Ian me espera con una botella de agua que le arrebato de mala gana.
—Por fin despiertas —Marvin está bebiendo con Ozzian.
—Váyanse a la mierda —espeto con firmeza.
—¿Qué piensas hacer? —Ozzi levanta una ceja con incredulidad.
—Ir por lo que es mío.
—¿Cómo sabes que sigue siendo tuyo?
—No hay manera de que no lo sea. —Muevo el cuello con estrés—. ¿Algo más que deba saber?
—Sí, ella estuvo en el supermercado hace veinte minutos, con su familia, su madre incluida —esta vez es Ian quien habla, dejándose caer de manera desganada, sobre el sofá.
Todos lo miran con desaprobación.
—¡Ian! —Piper le da un empujón con el codo.
—Kabil no es un idiota, dejen de tratarlo como un crío, sabe lo que hace, y si no, por lo menos deben hablar ellos dos —me mira con seriedad—. En todo caso, es bueno que Ana Verly, lo mande a la mierda de frente, y no por medio de una carta.
Mi sonrisa se desvanece.
Ozzian niega con la cabeza, Marvin se mantiene callado, siento la presencia de Elaxi a mis espaldas.
—Bien, agradezco toda la maldita preocupación de su parte, queridos amigos. Si me disculpan, tengo una rubia de ojos grises que debo enfrentar.
Diciendo esto, antes de que a alguno se le ocurra otra idiotez, salgo de la casa. El aire gélido solo es una bofetada contra mi rostro, me despierta, acelero mis pasos, escucho a mis espaldas que me llaman, los ignoro, ya nada me puede detener. Entro al auto, los demás hacen lo mismo. Manejo a toda velocidad en dirección de su casa, el que Kester Verly esté con ellos, me da mala espina. Un presentimiento que no me abandona hasta que puedo verlos a lo lejos.
Diviso a su padre bajando algunas bolsas del supermercado, y a su esposa, Kester, ayudándole, Caroll baja como la loca que es, vestida de manera llamativa con una blusa amarillo chillón, grita algo y sigue a sus tíos, entonces ahí está, la segunda puerta trasera se abre y freno de golpe, rechinando las llantas de mi auto, al ver a Ana bajando del auto. Lleva unos pantalones demasiado ajustados, color n***o, una blusa blanca y una chamarra de invierno abierta, también lleva un gorro y su cabello suelto, en conjunto con unas botas invernales. Hace frío, no lo había notado, llevo meses sintiendo frío interno, clavado en mis huesos. Bajo del auto, ella voltea a verme y el mundo se me cae encima.
—¡Kabil, espera!
—¡Kab!
—¡Maldición!
Las exclamaciones de mis amigos quedan en un segundo plano, porque solo estoy enfocado en ella, mientras camino hacia esos ojos color humo vacíos, Ana me mira y al mismo tiempo no, no veo ninguna emoción en ellos, no hay rabia, odio, amor, nada, me ve como si estuviera viendo un fantasma, a un desconocido. No se mueve, se mantiene expectante hasta que estoy frente a frente de ella.
—Ana —susurro su nombre.
Quiero tocarla, mierda, quiero follarla aquí mismo. Su olor a fresas y al bosque inunda mis fosas nasales. Ana, no dice nada, sigue viéndome.
—Te extrañé —intento tocar sus manos.
Ella me deja hacerlo, están frías, tiro de ella y la estrecho contra mi cuerpo. Envolviendo su cuerpo entre mis brazos, la polla se me pone dura, mi corazón late frenético, pero el de ella no.
—¿Terminaste? —dice de repente.
Tenso el cuerpo y me aparto solo unos centímetros.
—No, ni de cerca, no hasta que te folle —entrecierro los ojos—. Cambia esa expresión de muñeca muerta, tenemos que hablar.
—¡Suelta a mi hija en este preciso instante! —la voz de Kester Verly, me hace mirar hacia la entrada de la casa.
La mujer viene caminando con firmeza.
—Suéltame —espeta Ana y se aparta de mí.
La dejo ir, solo porque no quiero presionarla. Los chicos llegan hasta mí, detrás de la loca de su madre, aparece Jonathan Verly, quien se queda en la entrada, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones. La mirada dura, pero veo en sus ojos lástima cuando hacemos contacto visual.
—¡Largo! —llega la madre y se planta delante de ella, como si tratara de protegerla de todo, algo que nunca hizo. No le queda el papel de buena madre ahora—. Llamaré a la policía si no se largan en este preciso momento.
—No me voy a ir hasta hablar con Ana.
—Mi hija no tiene nada de que hablar contigo —sisea la mujer.
—Kabil, regresaremos en otro momento —Ozzian pone su mano sobre mi hombro.
—¡Y una mierda! —gruño—. No me voy hasta hablar con Ana.
—Sobre mi cadáver —insiste la mujer, demostrando un desprecio insano.
Esbozo una sonrisa.
—Eso lo podemos arreglar.
—¡Oh, mierda! —Caroll sale de la casa—. ¡Chicos! ¿Qué hacen aquí?
La dramática actúa como si no supiera nada, como si ella no hubiese sido quien le dio la información a Ela. Los únicos que han permanecido en silencio son Jonathan y Ana.
—No lo voy a repetir, váyanse, Ana no va a hablar contigo, con ninguno de ustedes —Kester saca su móvil—. Llamaré a la policía.
Ana se pone a su lado y baja su mano antes de que marque. La mira en silencio y esta parece entender algo que la hace callar.
—Está bien —afirma mi chica.
Joder, hay algo en ella que me sigue atrayendo, y no es solo físico, es su aura, su magnetismo. Sus labios, muero por probarlos, por tocarla de todas las formas que existen.
—Hablaré con Watson.
Es justo ahí donde algo en mi pecho se quiebra. Ella me mira con esos ojos muertos, con ese rostro ilegible que no muestra emoción alguna, ni rabia, ni odio, solo nada. El tono de su voz, al llamarme por mi apellido y no por mi nombre, duele, ella ni siquiera parece feliz de verme.
—Ana.
—Entra —gira sobre sus talones y la sigo.
Descubriendo una cosa nueva: duele una mierda el que ella no muestre su felicidad al verme. Solo muerte y vacío.