CAPÍTULO 2

909 Words
¡SI!, tengo un extraño poder que me permite manipular la naturaleza. Algunas veces pienso que ese es el motivo por el cual me encuentro en esta isla; otras, en cambio, pienso que este pequeño pedazo de mundo es el único que existe y que todo lo que nos rodea es el extenso océano salado. Muchas veces le pregunto a Eva el motivo por el cual solo nosotras dos vivimos aquí pero siempre dice lo mismo “porque aquí nacimos”, es por eso que he dejado de preguntarle. Todas las noches cuando vamos a dormir, Eva desaparece a mitad de la noche. No sé a dónde va, me da miedo seguirla ya que me aterra la oscuridad. Siempre le pregunto que a donde va pero ella simplemente me dice que jamás la siga. Yo la obedezco en todo  así que simplemente cuando veo que ella sale de la casa yo vuelvo a dormir. Mañana es un día como cualquier otro, iremos a la playa a pescar, luego iremos a la selva a cortar fruta y cuando la puesta de sol llegue regresaremos a la casa y comeremos lo que recogimos. Todos los días son iguales así que ya estoy comenzando a aburrirme. Mis expediciones a la selva solo son a la mitad ya que del otro lado  existen bestias que te devoran o eso es lo que Eva me ha contado. Yo le creo, ella no tiene la necesidad de mentirme, ¿Por qué lo haría?, confió en ella tanto que le cuento todos mis secretos. –Emma despierta–, dice Eva levantándose de su incomoda cama y moviendo la hamaca en la que yo dormía. –Es hora de ir a pescar–. Abro los ojos con dificultad, el sol  apenas está saliendo pero para ella este es el mejor momento para pescar –Ya voy–, respondo tallando mis ojos y levantándome con pereza. Me alisto, como siempre me pongo mi vestido favorito y el único que tengo, un vestido blanco con una rosa roja bordada en el pecho. Ambas salimos de la casa y ella toma impulso comenzando a correr –Vamos Emma–, dice adelantándose.  –Espera, siempre haces lo mismo–, digo corriendo tras de ella. Cuando al fin llegamos al agua ella remango su pantalón n***o y tomo aquella lanza para comenzar a pescar. Del agua logró sacar tres pescados uno demasiado grande y los otros dos pues, eran un tanto pequeños. –En serio, tres horas para esto–, dice deprimida. –Tal vez si no hubieras gritado hace un momento no habrías ahuyentado a los peces–, digo mirándola. –Vámonos, aún tenemos que ir a recoger fruta–, dice tomando su bandeja  y cargándola bajo su brazo. Entramos a la selva, el sol indicaba el medio día. Eva siempre iba al frente y siempre seguíamos ese largo camino hasta llegar a los arboles de plátanos, era la única fruta que, después de los cocos, comíamos. –Eva mira ahí–, digo señalando una penca de plátanos.  –Están muy lejos–. Dice agobiada –Es suficiente con los que hemos juntado–. Da la media vuelta y comienza a caminar –Vámonos o se nos hará de noche–. –Entonces vamos–, respondo con una risita –Pero antes bajare los plátanos–, digo comenzando a trepar. –Baja de ahí Emma, es peligroso–, dice con un tono de preocupación casi como si algo malo fuera a pasarme si caía del árbol. Corte la penca, baje del árbol y la recogí del suelo –Listo, podemos irnos–, digo caminando delante de ella.  Al llegar a la casa Eva comenzó a lavar los plátanos, los pelo y partió en rebanadas y los sirvió en los cocos partidos que había hecho platos. –Emma, es hora de cenar–, dice Eva acercándose a la hamaca en la que me encontraba leyendo aquel libro. –Espera un minuto, solo termino de leer esta página–. El libro fue un obsequio de Eva cuando cumplí seis, este era una enciclopedia con alrededor de 2000 páginas, pesaba mucho pero sabía cómo acomodarlo para que no me pesara. Hablaba sobre la flora y fauna de todo el mundo y, gracias a este, supe que la isla no era lo único que existía en el mundo sino que había una infinidad de ecosistemas diferentes al de la isla. Cuando termine de leer la página me dirigí a la cocina donde se encontraba Eva comendo –Y bien, ¿Qué aprendiste hoy?-, pregunta mirándome. –Una nueva forma de trepar un árbol–, respondo sonriendo. –No me  refiero a eso tontita, ¿Qué leíste en el libro que te obsequie?–. –Aprendí muchas cosas en especial  que todos los ecosistemas son diferentes a los de la isla. Hay desde nieve hasta un desierto con calor de día y frío de noche–. –Excelente, muy bien–, dice revolviendo mi cabello. –No hagas eso–, digo quitando su mano de mi cabeza. –Termina de cenar y ve a dormir–, dice levantándose y dirigiéndose a esa incomoda cama. Cuando termine de cenar me dirigí a la hamaca y la trepe para poder dormir –Descansa Eva–, digo cerrando los ojos y durmiendo profundamente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD