Convertirse

1385 Words
Mis últimos días en la montaña son bonitos. Lexi y Clari han crecido, están enormes. Vito y yo hemos madurado muchísimo en nuestra relación; me siento increíblemente cerca de él y hemos construido esta vida los cuatro que verdaderamente no quiero dejar atrás por nada del mundo. No por intentar encontrar a la persona que le hizo daño a mi primo, no por la policía o por mi carrera: quiero quedarme por Vito, quiero quedarme con estas niñas, quiero esta familia que tenemos. Clari me pregunta si creo que estaré bien. No lo sé, pero tengo claro el plan. Me he convertido en Margarita. La hija de Domenic, el competidor más grande de Staton. Es un hombre poderoso, un hombre peligroso, porque su fachada es la política: es un importante diputado, con acceso, con dinero legítimo y negocios que no te harían sospechar que en realidad no solo trafica drogas, sino personas; mujeres a otros países para ser prostituidas y asesinadas por gente que tiene el poder de comprarlas. Es una verdadera desgracia, pero su mano derecha era Margarita. Su hija era un señuelo para esas jóvenes, hasta que un día decidió que ese trabajo no era lo que quería y se fue, se escondió y ahora vive una vida tranquila y modesta. A cambio del silencio y la protección de los Staton, había dado toda la información para infiltrarse en los negocios de su familia. Las dos cosas que podían salir mal eran que me reconociera como policía o que su hija decidiera quitar a una usurpadora de la vida de su padre. La última vez que ellas se vieron, ella tenía 15 años: con sobrepeso, el cabello castaño oscuro natural y los ojos marrones, grandes como los míos. Yo había perdido peso, llevaba tres meses comiendo solo hojas y, los últimos días, había comenzado a deshidratarme. La versión que Domenic le dio a la policía para justificar la desaparición de su hija era que se trataba de una venganza de alguno de los mafiosos a quienes había jodido con su ley para registrar estados financieros en busca de irregularidades por lavado de dinero. Irónico, ¿verdad? Su hija y yo compartíamos edad. Vito ayudaría con las pruebas de ADN. Mi cabello estaba corto, reseco y descuidado, como el de alguien que había estado en cautiverio, y las marcas en mis brazos eran concluyentes. ¿Por qué creo que fue Domenic y no alguno de los tres Staton? Porque Paula, su hija, estaba dispuesta a ayudar a Beto a huir, entregando a su padre. Nosotros nos fuimos varios días después. Nos separamos de las niñas, quienes fueron enviadas con la madre de Vito; las dos prometieron volver a encontrarme. Las abrazo y les digo que las quiero; las dos, con timidez, reconocen que me quieren también. Luego se despiden de su primo con un beso y un abrazo, más la promesa de decirle a su madre cuánto la ama. Él y yo nos vamos a una especie de garaje enorme donde tienen a Margarita en contra de su voluntad. Ella parece molesta con Vito y se queda sorprendida con el parentesco entre nosotras. Vito le explica por mecánicas cuáles serán sus condiciones de salud. Margarita me examinó; no tenía cicatrices como ella, mis huellas habían sido borradas; teníamos la estatura muy similar. Ella ve a Vito y niega con la cabeza. —¿Mi papá caerá por esto? —pregunta. —Tu papá cree que estás muerta; si jugamos con sus emociones, no querrá nada más que “ponerte a salvo”. —Debiste haberme consultado. —No es parte del trato, Margarita —responde Vito—. Tú seguirás muerta; cuando ella acaba, tu nombre acaba. —Hay cosas que no saben y no estoy lista para compartir —responde ella. Vito saca un arma y la sostiene con la mano derecha; la apunta y la mira a los ojos. Ella aprieta la mandíbula y toma asiento. —Yo estoy muerta, tengo poco que perder. No sé cómo planeas que le explique a mi marido y a mi hija que me desaparecí para entrenar a una chica para que sea mi anterior yo. —Sé que te lo cogías —responde Vito—. Sé que eras el señuelo de esas mujeres, sé que follabas con él, sé que matabas a gente; era parte de una red de abusos y descontrol, Margarita, y estás muerta, pero Roger no sabe quién es la verdadera mujer con la que duerme, la mamá de una niña. ¿Has pensado en esto? No voy a matarte, voy a hacerte vivir con la culpa. Así que dime todo lo que no sé: los abortos, lo que le gusta, lo que hacías y lo que decías. Quiero saberlo todo porque de eso depende que mi chica sobreviva. Margarita es una mujer inteligente y parece dulce; en esta nueva vida es maestra de español para un niño de siete años, es la esposa del director y tienen una hija de tres años con la que juega en el jardín. Es la mamá perfecta, la esposa adorada, un m*****o activo y solidario de la comunidad. Pero la mujer que yo tengo que ir a interpretar es otra cosa. Me cuenta cómo se metió en la cama con Domenic, cómo ocupaba varios puestos en su vida y en su negocio, cómo participó en el asesinato de su madrastra, cómo se convirtió en la criminal que fue; todo lo que hacía, todo y más de lo que pensamos saber, la mujer lo dijo, durante horas, y Staton grabó todo: su miedo, su llanto, sus confesiones quedaron a nuestra disposición. La mujer acordó terminar de entrenarme con la condición de que Vito no la entregara a su papá y protegiera a ella, a su esposo y a su hija. Un mes con ella y me siento cada vez más cerca de ser Margarita; ella toma cada vez su papel: el de Alba, la madre amorosa, y yo el de la criminal asquerosa. No me reconozco ni al escuchar mi voz, porque su tono es más bajo y muy pausado. Sus manos se mueven ligeramente cuando está nerviosa; cuando está concentrada da un par de golpes al mesón, y cuando come, su estornudo es un solo sonido agudo. La he estudiado tanto como me es posible. Estamos todos comiendo en la misma mesa cuando Vito da por finalizada nuestra práctica, porque Domenic está tan nervioso como todos en el negocio; la policía los tiene arrinconados, haciendo decomisos, y hace poco uno de sus camiones con más armas fue detenido. El estrés y la sorpresa lo inestabilizarán mucho más. Margarita deja los cubiertos sobre la mesa y, en un susurro, dice: —Yo la maté. Vito y yo esperamos. —Él sabe que fui yo. —¿De quién habla? —De Paula. Ella iba a acusarme, a mí y a mi papá. Leí su diario y tenía todo registrado, cómo operábamos, todo. Él probablemente usaría su impunidad para huir, pero yo respondería ante la ley como cualquier otro de sus empleados. Se lo conté a mi padre; él dio el diario. Él me agradeció mi lealtad y me pidió que me encerrara en mi habitación. Entre los secretos de Paula especificaba su plan de escape: dinero, pasaporte. Nos parecíamos, entonces... decidí bajar, robarme el diario, fingir un robo en mi casa, me hice una herida y la sangre corrió por la casa en señal de combate. Después tomé la que sería la nueva vida de mi hermana. —¿Mataste a Beto? —pregunta Vito. —No, me fui esa misma noche. Yo no soy responsable de su muerte, pero con lo que decía en el diario sé que mi papá lo preferiría mucho más vivo que muerto, al igual que... —¿Quién? —la presiono para que diga el nombre. —Asher. —¿Asher? —preguntamos Vito y yo al unísono, y ella asiente. —Claro, mi papá le odiaba. Beto puso en riesgo su negocio, es la causa por la cual maté a su hija, pero Asher lo envidaiba muchísimo, habían dos asientos en la mesa, y tu tío te dio uno, pero el que quedabae staba debatiéndolo entre Asher y Beto. Tu primo tenía muy poco con qué competir.
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