VAl punto se trató de resolver en consejo de familia lo que debía hacerse; pero deseando yo conferenciar con el buen cura para decirle lo que Inés no debía oír, rogué a esta que nos dejase solos, y hablamos así: —¿Será usted capaz, Sr. D. Celestino, de consentir que Inés vaya a vivir con ese ganso de D. Mauro, y la lechuza de su hermana? —Hijo —me contestó—, Requejo es muy rico, Requejo puede dar a Inesilla las comodidades que yo no tengo, Requejo puede hacerla su heredera cuando estire la zanca. —¿Y usted lo cree? Parece mentira que tenga usted más de sesenta años. Pues yo digo y repito que ese endiablado D. Mauro me parece un farsante hipocritón. Yo, en lugar de usted, les mandaría a paseo. —Yo soy pobre, hijo mío; ellos son ricos: Inés se irá con ellos. En caso de que la traten mal,

