Un hermoso día soleado; todo iba de maravilla, hasta las posibilidades de que Jhon y yo nos volviéramos más cercano se hacia evidente, después todo se oscureció en un día completamente nublado y tormentoso, ustedes ya conocen la historia. Y ahora me encuentro aquí sentado en la parada del autobús, empapado, con mucho frío, además, de tener una rabia inmensa hacia el guardia de seguridad que me dejó afuera. Quien, por cierto, estaba adentro presumiendo lo genial que se sentía estar ahí adentro. Se había sentado del otro lado del vidrio con una bebida, que supuse era chocolate caliente de la cafetería y empezó a hacer gestos demostrando lo cómodo que estaba. Incluso me envió un saludo. “ Infeliz. Cuanto me gustaría que se le cayera el chocolate en los pantalones” En ese momento decidí

