EL MÉTODO SILVA

1065 Words
CAP 21- EL MÉTODO SILVA Decidimos turnarnos para acompañar a Ro, que no tenía consuelo. La pérdida de su papá pareció destruirla. Andaba con paso cansino, había envejecido. Distribuimos las horas para apoyarla. De acuerdo a cómo trabajábamos. La familia en general lo sintió mucho, de modo que debíamos estar. No importa cuán ocupadas estábamos, la Reina lo merecía. No recordábamos haberla visto así. Lucio, su esposo, dijo que se ocuparía de la casa, las compras, la comida. Adoraba a Ro y temía por su salud. La encontré acodada en la mesa del comedor, con la mirada vacua. -No sé cómo seguir. Mientras estaba, yo sabía…¿Y ahora? ¿Te dás cuenta que no tengo dónde ir? – -¡Pero, Ro, tenés a tu mamá, a Lucio, a las nenas!- no me oyó, le frotaba la espalda para aliviarla, y preferí oírla. Hablar hace bien. - Mi primera muerte fue La flaquita, ¿La conociste?, la del Método Silva- no esperó respuesta y continuó. -Luego murió Mecha, mi linda Mechita- A ésa joven sí que la recuerdo, rememoré, tan joven, tan linda. Creo que se entregó. Venía sufriendo mucho. Bah, una vez la oí contar sobre su vida y lloré un río. También no podía recuperarse rápido por la falta de su padre, por entonces. Historias similares, como Ro, estaba muy cerca de su progenitor y no de su mamá. ¿Cuánto podes afectar a nuestros hijos, verdad? Tenemos una vida y en ocasiones nos priorizamos y dejamos de ser responsables. Uno de los dramas modernos es que, por falta de tiempo o por comodidad, los padres dejan a los más pequeños "conectados" largas horas frente a la televisión, las r************* y la tecnología. Son como 'niñeras' electrónicas que los cuidan por nosotros, pero eso que creemos positivo (distraerlos para que nosotros podamos hacer otras cosas) termina siendo contraproducente. Esto pasa hoy pero ya desde mi niñez había discrepancias entre padres e hijos. Y consecuencias. A los padres los considerábamos figuras de autoridad en el hogar, responsables de la educación y de nuestro bienestar. Hasta le temíamos. Cuando los padres empezaron a trabajar fuera del hogar, se alteró la dinámica familiar tradicional. A medida que las mujeres comenzamos a ingresar al mundo laboral, la paternidad se volvió más compartida, y los hombres comenzaron a involucrarse más en la crianza y el cuidado de los hijos. Una paternidad comprometida y afectuosa puede ayudar a la formación de individuos seguros y empáticos, mientras que la ausencia o abandono materno- paterno puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional y social de los niños. Por lo tanto, entender la paternidad en la historia es muy difícil pero esencial para abordar los problemas contemporáneos y fomentar un futuro más sano para las futuras generaciones. A Mechi siempre la vi alegre, con ésa picardía del que se permite decir y hacer, pero nunca ese permiso se extiende a sí mismo. ¿Qué no soy clara? Es posible. Era desfachatada en sus decires, de las que dejan alelado a su interlocutor. Adrede. Sin culpas. Pero cuando se trataba de ella, sufría mucho, no llegaba muy lejos con los permisos. Tan divertida como sufriente. Con ella te dolía la panza de la risa y llorabas un océano cuando te contaba los detalles de su pesar. Y siempre fue el mismo. Su esposo, lindo, canchero muy bastardo a la hora de ser fiel. Amén de que las mujeres con las que la engañaba también lo eran. Amigas cercanas, hermanas de la vida, desconocidas, cualquiera era buen bocado para el malnacido. Y qué decir de ellas… Ejercía un poder sobre Mercedes, que era preocupante. Tanto poderío y una falta de respeto que esgrimía con una semi sonrisa para los de afuera. Un personaje de novela, buen mozo, viril, pero en el bando de los “malos”. Mercedes, padeció sus traiciones, hasta que se la llevó un cáncer, siendo aún muy joven. Con ella también practicamos el tan mentado Método. Otra técnica que pusimos en práctica en tiempos de pandemia. Cuando echábamos mano a cualquier posibilidad que ofreciera no tener más muertos, tanto encierro, tanta soledad y tanto miedo. Nada como no saber con quién lidiamos. Con no ver la cara el enemigo. Uno que aparecía de pronto y te llevaba, sin respetar edad, vínculos amorosos, sin dejar que te despidas. Siendo sólo conejillos de India. De autoayuda y desarrollo mental, ideado por José Silva, un parapsicólogo estadounidense quién afirmaba mejorar el cociente intelectual y el desarrollo de habilidades mentales como la capacidad de clarividencia y hasta la sanación. Con Mechi, no alcanzó. ¡Dios! En una mezcla de técnicas de memorización, hasta ejercicios de visualización creativa, En definitiva, son ejercicios sencillos, donde hay que entrar en un estado de relajación profunda y desde ese nivel mental, ondas alfa, reprogramarse para mejorar. Por entonces no le temíamos a nada. Sin el respaldo científico, a quién le importaba, nos sometíamos a todo. Para algo éramos invencibles. Y a pesar de someter a Mercedes al método, con toda la confianza, igual se fue. Se agravó más o menos en el mismo tiempo de mi abuela. Yo estaba a cargo de cuidar a la nona. También era especial, y entonces la tecnología acercó las partes. Yo agotada, le escribía extensos mensajes al celu. Estaban plagados de buenas ondas y proyectos a futuro. Ella me agradecía y acompañaba con mi dolor por la abuela. Sabía cuán importante había sido en mi crianza, con la ausencia de mi mami, pero la presencia fuerte y afectiva de mi nona. Yo también pedía ayuda a mi instructora del Silva, no podía ver cómo el cuerpo de mi querida abuela se consumía. El deterioro avanzaba y ella sufría, pero no despegaba. Nos contábamos todo. Nos abrazamos tanto con emojis, claro, no podía dejarla. Ni tampoco ir a verla, pero estaba la comunicación e siempre, el decirnos todo con palabras, hasta que la voz se le agotó, y sólo podía escribir. Y yo, imbuida en mi propio dolor, no quería darme cuenta. Mechi sufría también con el cuerpo, tan joven, tan lacerada su piel, por el monstruo feroz que la devoraba. Y temía por los que dejaba, por lo mucho que dejaba sin hacer, hasta por mí. Y yo sin darme cuenta. Hasta que me avisaron. Que ya había despegado y sin darnos ese abrazo que tanto nos prometimos.
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