CAP. 17 - EL ENCUENTRO
Funes es una ciudad floreciente, al oeste de otra: la pujante Rosario, agrícola por excelencia, quién lleva su nombre por la Virgen del Rosario; en su historia hay Jesuitas, puertos, curas y más tarde, prostíbulos varios. También se la conoce como la Chicago Argentina, a pesar de que la tasa de homicidios a nivel nacional ha descendido, Rosario se convirtió en una de las ciudades más peligrosas del país. Con mucha inseguridad, lo que provocó que muchos de sus habitantes, emigren a ciudades de los alrededores.
Funes es la predilecta. Su población es mayoritariamente de clase media. Fundada por Tomás de la Torre allá por 1874, hoy se la conoce como “El jardín de la provincia”
El clima es templado la mayor parte del año. Tiene alrededor de 40000 habitantes.
Una extensa arboleda y el suelo elevado, le otorgan particulares condiciones ambientales que son altamente requeridas en la búsqueda de nuevas residencias. Resulta muy atractiva para los nuevos residentes que demandan mejores condiciones de ida urbana, barrios más seguros para el esparcimiento de los niños, terrenos de grandes dimensiones que permitan contar con jardín, piscina y patio, áreas arboladas y bajas tasas de criminalidad. FUENTE: WIKIPEDIA
Hay un poema dedicado a Funes de una autora local, Graciela Medina, que concluye diciendo:
… yo que llegué como un cóndor
Sobrevolando a ver si me quedaba
Hoy soy un cándido conejo
Feliz en mi cubil.
Ése era el sentimiento de los recién llegados. Desconfianza inicial y al poco tiempo relajación total. Podías dejar el coche abierto y las bicicletas en la calle. Nadie tocaba nada.
Vivir en Funes era glorioso y eso atrajo a Pedro. Su casa estaba aislada del ingreso aún dentro del country. Bonita austera, de varón solitario. Sólo el despliegue de aromas y color, apabullaban al ingresar al jardín, detrás de la propiedad. La noche estaba impecable, cómo siendo cómplice de la cita. Él, igual. Queriendo parecer informal en su bermuda color caqui, con la remera fuera de la cintura en tono de naranja, zapatillas negras de primerísima marca, que obvio no mencionaré.
¡Olía tan rico! Alto, hermoso, con ése gesto con el que arreglaba el terco mechón de su flequillo. ¡Oh, qué hombre grandioso! La mesa puesta, nos dijo que Alba era su mano derecha en los quehaceres de la casa. Que le había dado la noche libre, que el asado estaba en marcha, y nos besó a todas con ímpetu, con fuerza, como queriendo hacernos sus cómplices. Le dio la mano a Lucio y puso su mano en el hombro de Liz, casualmente. Ella estaba callada, hablaba poco, observaba todo. Luego confesó que la desconfianza aún la roe por dentro. Lucio y Pedro nos atendieron a todas, era grato. Nosotras habíamos hecho las ensaladas y, Amelié, encargada del postre, trajo una tarta de coco y dulce de leche.
Ya saben, si quieren la receta, comenten al final, ¿Sí?
Buenos vinos de Salta, Mendoza y San Juan y algún bonarda riojano, regaron el acontecimiento.
En mi país somos muy carnívoros y nos vanagloriamos de tener las mejores carnes del mundo. Y los vinos, y la gente. Aquella noche no fue distinta, somos amigables, lo saboreamos todo. Rociamos con vino, risas y un sentimiento amoroso, álmico, que nos vuelve únicos en el universo. Así somos.
Liz se mantenía distante. Él la miraba todo el tiempo.
Pedro, como anfitrión fue un as. Soberbio en su lindura, y humilde en su forma de dar. Todas nos enamoramos un poco de él. Ni les cuento cuando sacó el instrumento. Una guitarra española que vi grande en relación con otras, pero habrá sido la emoción y los alcoholes. Interpretó temas de flamenco, blues, rock, incluso. Alguien mencionó haber visto un arpa y si sabía tocarla. Nos hizo pasar a la sala, donde también había un piano y la hizo sonar. Cantó en portugués, afirmando admirar a Vinicius; luego música instrumental paraguaya. Cantó en francés y todas desvariamos al oírlo, mucho, cuando emuló a Jacques Brie. El idioma francés suena seductor siempre, sobre todo cuando interpretó Ne Me Quitte Pas
Y cantó:
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Yo te ofreceré, perlas de la lluvia
Que vienen de países en donde no llueve
Cruzaré la tierra hasta después de mi muerte
Para cubrir tu cuerpo con oro y luz
Voy a hacer un dominio
Donde el amor será rey
Y el amor será la ley
Y tú serás reina
¡Por Dios! Un presagio.
Este último tema lo hizo en español, sin quitarle los ojos de encima. Si algo faltaba para que Liz lo viera, esto lo consiguió. Él también pudo notarlo, ¡un winner! Como también debe haber visto la celeridad con que lo atendía Nelly, la falta de disimulo en su coqueteo. El resto de nosotras horrorizadas. Siempre supo que todo era por la peque. Pedro sonreía y tenía ojos sólo para Liz. Un porteño que no era engrupido, que parecía estar económicamente desahogado; lindo y mejor cantor - ¡Completito ¡- le decíamos a Liza cuando ya dejábamos la casa. Pedro, que venía detrás con Lucio, se apuró a acompañarla al auto. Ella había ido con el dorado, el Mini ja. Todas estábamos alertas, impacientes por saber de qué trató aquella despedida.
La belleza es una parte clave de cómo entendemos el mundo, e interactuamos con él. Contemplar la belleza activa la producción de oxitocina, la hormona del placer y del amor. La hormona que puede aumentar la autoestima, reducir el estrés y reforzar el sistema inmune.
La sensación que nos transmite la belleza, sea lo que sea aquello que entendamos por bello, nos produce placer, y por tanto evita, ahuyenta o suspende el dolor
Liza se sentía extraña. Esa vez no podía evadirse detrás de su asistente, de nada ni de nadie. Había sido protagonista. Evaluaba temerosa esta nueva experiencia. Pedro apareció en su vida con buenas referencias. Y se plantó decidido a conquistarla.
Le dio su teléfono, le pidió que lo llamara, si quería. La próxima iniciativa era e ella. Jamás le pasó, porque esta vez sí quería. Con las manos, con el alma, con las entrañas. Recordaba la boca, la espalda, los brazos cuando tocaba la guitarra, apoyándola en ésa piernas bien formadas. ¡Gracias, God! ¡ Estoy viva! Prestó atención a su interior y descubrió que un deseo furioso la carcomía. Y supo que lo disfrutaría. ¡Mucho!