No sabía por qué, pero no quiso mirarla en profundidad y apartó la vista. —¿Cómo puedes no saber por qué te divorciaste? —Solo sé que ella no era feliz. Y es verdad. No lo noté hasta el final, pero se apagó. Lo que no sé es por qué no me dio otra oportunidad. Empezó con todo eso de que… no era culpa mía, sino suya, y que lo que estaba roto no se podía arreglar, que éramos demasiado distintos. —Suena a excusa. —Yo también lo pensé. Pero cuando una persona llora como ella lloraba al despedirse… —Sacudió la cabeza—. Sabes que no era una excusa. Nunca la había visto llorar. En seis años jamás la vi derramar una sola lágrima. No me quería ni imaginar qué hice tan mal para provocar eso. El corazón le dio un vuelco al oírle hablar así, y más cuando dejó el portarretratos junto con las cosas

