Kara e Ivonne no opinaban igual, a las que se encontró sentadas en el borde de la mesa de secretaría, tan silenciosas que no costaba deducir que se estaban quedando para oír la historia. En cuanto vieron a Meg , le hicieron un gesto para que se acercara.
—En realidad, tengo que ir al archivo a sacar unas…
—Shh, no hables tan alto —masculló Ivonne, aireando la mano—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que estábamos solas. Son más de las ocho.
—Bennett me ha pedido que me quede a adelantar trabajo.
Kara e Ivonne intercambiaron una cómplice mirada.
—No me digas… Siempre está pidiéndote que te quedes, ¿no? A lo mejor le gusta cómo le sientan las luces lejanas de Miami a tu rubio natural —comentó, distraída—. Por las noches mostramos nuestra mejor faceta… Más descarada, atrevida.
—Y tan descarada —
