Epílogo

965 Words
Adeline… Lamento tanto haberte causado tanto daño desde que me conociste. Sé que has sufrido por mis indiferencias, las palabras que a veces decía sin pensar que te lastimaría. Nunca fue mi intención herirte. Desde el inicio fue un caos, y terminó como empezó. Trágico. Me di cuenta tarde sobre mis sentimientos. Estos que explotan por ser dichos, soy un tonto, ya te habrás dado cuenta de ello. Cuando me invitaste a ir a ese club que ustedes solían frecuentar los fines de semana la primera vez que nos vimos, me sentí excitado por compartir el mismo lugar que tú. Por eso te pregunté cosas, que tal vez te hicieron sentir incómoda. Lo siento. No era mi intención, solo quería llegar a conocerte mejor, sentía una atracción hacia tu persona que me embriagaba ¿sabes que tienes ese efecto en las personas que te rodean? Me imagino que no. No eres consciente sobre tu belleza misma. Por eso hice todo lo posible por estar junto a ti, invitarte al café fue la primera vez que me arriesgué a que me rechazaras, pero no lo hiciste. Eres tan genuina, tan inocente, no puedo soportar la idea de que alguien se aproveche de ti por eso. Los golpearía hasta dejarlos inconsciente en el suelo, porque tu eres una linda flor que debe ser apreciada y cuidada. Quiero ser esa persona que cuide de ti. Herí tus sentimientos muchas veces con mis acciones, sabía que te sentías celosa de Camila. Vi los celos en tus ojos esa noche en la pista, cuando bailábamos. También presencié esas miradas de fulminación que nos dabas a Camila y a mi en la casa de playa, y muchas más. La verdad que me gustaba verte celosa, te miras hermosa, a veces solo lo hacía para molestarte. Sabes, siempre estuve observándote, aunque tu pensaras que pasabas desapercibida. Tu eres mi centro de gravedad, el que me mantiene de pie. Camila y yo, solo somos amigos. Nuestra amistad comenzó extrañamente, sabes. Espero que algún día me des la oportunidad de contarte sobre ello y explicarte las razones por las cuales ella estaba viviendo en mi casa. No la culpes, perdónala. Ella nunca te traicionó, yo no hice nada con ella. Solo cuidé de una amiga que me necesitaba, como hubiera hecho contigo si estuvieras en la misma situación. Éramos tres personas en una escena demasiado mala. Espero que me des la oportunidad para explicarte todo sobre mí y por qué estoy enviándote esta carta desde la cárcel. Con amor, F. Doblo la carta y la meto en el sobre, pongo las estampillas. El oficial a cargo de las cartas pasa por mi celda. —¿Vas a enviar algo hoy? —mis manos sostienen el sobre pálido. Quiero dársela, enserio si quiero hacerlo. Pero el nerviosismo me vuelve atacar, siento un nudo en mi garganta, las manos me sudan, y mi respiración comienza a ser inestable. —No tengo tu tiempo. —está mirándome con aburrimiento. Ya quiere irse para seguir con su trabajo en las siguientes celdas. Bartol podrá ser gentil, pero no es paciente. Sus pasos vuelven a su camino, pero lo detengo. —Espera. —me acerco a la reja y respiro con dificultad. —¿Ya te decidiste? —le miro sintiéndome un idiota. Como si le enviara una postal de mi casa a la chica que me gusta. Cuando en realidad estoy en la cárcel, no soy un jodido adolescente, no puedo seguir haciéndome ilusiones de que ella está esperando algo de mí. Que piensa en nosotros, y que sonríe al recordar mi nombre. Sacudo mi cabeza, era un idiota. Ella me odia por haberle mentido, vi en sus ojos esa mirada vacía y fría. Adeline había cambiado, mi Adeline era otra persona. Como ella lo dijo ese día en mi casa. Ahora seremos dos extraños. —No, oficial. No habrá postal para enviar. Deja escapar un suspiro y revuela los ojos. —¿Hasta cuando te animarás a enviar esas cartas que guardas bajo tu cama? Llevas haciendo lo mismo desde que estás aquí. Han pasado varios meses, hijo. —comencé a escribir cartas para Adeline contando todas las cosas sobre mí que ella quería saber y yo siempre ocultaba. Muerdo mi labio inferior hasta sentir la sangre en mi boca. —No creo que mis cartas sean bienvenidas. —¿Y cómo lo sabrás si no las envías? —Bartol tenía razón. Él conocía mi historia, se había sentido piadoso por mi situación que pronto comenzamos a caernos bien. —Debes darte una oportunidad, y dejar de castigarte. Tal vez esa chica espera una carta tuya desde hace mucho tiempo. Volví a sentir el nudo en mi garganta. —Tal vez, pero no será hoy. —saqué la caja de zapatos debajo de mi cama y tiré en su interior otra carta no enviada, con esta ya eran cinco, le escribía por mes. Llevaba encerrado cinco meses, iba a cumplir condena de tres años. Esto fue porque no encontraron drogas en mi equipaje. Ellos pensaron que estaba transportando hacia otro estado. Lo único que me mantuvo en prisión fueron las fotografías que la DEA tenía de mi vendiendo drogas en los diferentes puntos de distribución. Y eso no era suficiente para darme una condena máxima. Devuelvo la caja en su lugar. Ella no querrá saber nada de mí, cada vez que intento enviar una carta me dan estos ataques de ansiedad, y me siento un estúpido por pensar que ella pudiera estar esperándome. Ella me odia. Camila intentó contactarse y hablarle, pero ella se negó rotundamente. Nos sacó a ambos de su vida y no quería saber nada de nosotros. Mi corazón palpitaba con dolor cada vez que recordaba su nombre. Era mi castigo. Y mi tentación.

Great novels start here

Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books

Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD