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4830 Words
—¿Te perdiste? —bromeó por mi tardanza. Sonreí. —De hecho, si, estaba en la habitación donde conservas las pinturas y objetos valiosos —me miró divertido. —¿La encontraste? Debiste ver el cuadro de da vinci que me robé hace algunos años de un museo. Me eché a reír. —Si, me llamó la atención. Pero quiero llevarme a casa esos juguetes sexuales que guardas en el cajón. Abre los ojos sorprendidos. —¿Los encontraste? Parece asustado. Dejo de reír ¿es enserio? —¿Enserio guardas juguetes sexuales en tu cajón? Trago saliva y palidezco. Esto ya no es divertido. Explota en carcajadas, y siento como mis hombros se relajan. —¡No puedes estar jugando así conmigo! —regaño —creí que era cierto. —Hubieras visto tu cara, me hubiera gustado tener una cámara para poder tomarte una foto. Le enseño mi lengua. —No es divertido. —Si lo es —sigue riéndose, me acerco a él y le golpeó en los brazos y pechos para que deje de burlarse de mí. Es entonces cuando sus manos atrapan las mías y se me queda mirando, mi respiración se atasca en mi garganta, sus ojos bajan de mis labios a mi mirada y hay algo en el aire que se siente electrificante. ¿Qué es esto? Mi pulso se acelera y mi respiración igual, veo como en cámara lenta comienza a inclinar su cabeza. No puedo hacerle esto. —Huelo a quemado —suelto. Perdemos la conexión y él me suelta de las manos. Gira sobre sus talones y mira el arroz que ha sido quemado. —Joder —quita la olla del fuego y la pone en el lavabo, donde deja caer un chorro de agua fría. —Es un desastre. Muerdo mi labio. —Lo es. —él se gira y me da una mirada conocedora. Sabe que lo digo por lo que acaba de pasar. —He fallado —responde, sé a lo que se refiere. Sonríe. —Pidamos alitas ¿te parece? —asiento con la cabeza. Mientras esperamos nuestra cena, le ayudo a limpiar el desastre en la cocina. Él estaba preparándome paella. —Espero probarlo en otra ocasión, quiero saber si tienes un gran sentido culinario. —digo mientras lamo mis dedos de la salsa dulce de las alitas. —Te invitaré de nuevo, y esta vez no será un desastre —comenta. Sonrío. El resto de la noche pasa sin comida quemada y ni momentos electrificantes. Solo somos Alex y yo, dos grandes amigos. **** —¿Estáis ocupados el fin de semana? —Cami aparece en nuestra mesa y se sienta. —Diana dará una fiesta en su casa, me dijo que invitara a personas que pensaba eran divertidas. —Luis arquea una ceja y sonríe. —Eso suena a mucha cocaína y marihuana. —No olvides el cristal y metanfetaminas, —asiente sonriendo Cami. —Y sexo descontrolado —ese fue Gustavo. A mi amiga le brillaron los ojos ¿Qué mierda? —¿Quién se apunta? —terminó diciendo ella. Todos alzaron la mano, excepto yo. Cami me tiró una mirada amenazadora, puse los ojos en blanco y levanté la mano. ¿Cómo podría decir que no a otro shot? Fue una buena idea venir, después de todo. La casa está llena, Cami anda perdida con Gustavo, creo que fueron por una llave (véase aquí la referencia de cocaína) me ofrecieron, pero decliné. Tal vez mas tarde, nunca he consumido cocaína o alguna otra droga que no sea marihuana, soy algo estúpida con ello porque tengo miedo de quedarme en el viaje, aunque siempre he tenido la curiosidad. —¿Otro? —Alex me ofrece otro shot, lo tomo dejando el anterior en la mesa que tengo a mi lado. Hay una alberca donde la mayor parte está en ella, y otros dentro de la casa, he de imaginar que algunos están ocupando las habitaciones sin seguro para hacer lo que les plazca. Cami debe ser una de ellas, ya tiene rato que se fue con Gustavo. Luis anda coqueteando con dos chicas dentro de la alberca y Alex está a mi lado, cuidando de mí, según dice él. —¿No piensas ir a divertirte? —intento hacer que el chico vaya a conquistar a alguna mujer aquí en la fiesta, pero no cede. Ahora que me doy cuenta. Alex, permanece a mi lado cuando salimos a tomar. Mientras los demás andan cazando a su presa. Sacudo mi cabeza tratando de alejar el pensamiento que se estaba formando en mi cabeza. —Estoy divirtiéndome ahora, Adel —señala entre nosotros —estoy bien contigo aquí. —Solo estoy bebiendo mientras miro a mis alrededores ¿de qué diversión hablas? —De estar contigo, para mí eso es suficiente —Su mirada es tan intensa cuando me dice esas palabras, que tengo que tomar mi shot demasiado rápido y termino tosiendo por lo fuerte que es. Él dice que irá por agua para que me reponga. Tomo ese momento para ir al baño. Encuentro a Leslie cuando abro la puerta del baño. —Oh, disculpa. Creí que estaba libre. —No pasa nada, entra. Solo estoy empolvándome la nariz. Y sí que lo hacía. —Solo haré pis. —Pasa. —Entro y cierro la puerta detrás de mí. Bajo mis pantaloncillos cortos y me siento en el inodoro. —¿Andas con Alex? —la pregunta me toma desprevenida. —¡No! ¿Por qué? —Parecen que son pareja. Sacudo la cabeza. —Es un amigo muy cercano. —¿Te gusta? Pienso la escena de la cena en su departamento, como mi pulso se aceleró y nuestras miradas conectaron. —No. —Enarca una ceja, frunzo el ceño. Sonríe. —¿Quieres un poco? Aún queda. —me abrocho los pantaloncillos y voy al lavabo donde lavo mis manos. Miro el polvillo blanco allí. Muerdo mi labio. —¿Qué sensaciones te da? ¿es mejor que la marihuana? —asiente con la cabeza. —Es mejor que eso, chica. Es como si estuvieras viendo todo, pero en otra dimensión, tus pensamientos están más claros que nunca, tu pulso se acelera, es como cuando ves al chico que te gusta. Te sientes relajada. —Interesante. —¿Has tomado? Asiento. —Solo unos tres shots. —Bueno, esto eliminará eso de tu sistema, por así decirlo. Tus sentidos estarán alertas. —lame sus labios. Muerdo el interior de mi mejilla. La curiosidad mató al gato. Me incliné e inhalé una línea. Mi nariz se sentía rara, pero pasó. —Espera a que pase el efecto. —tocaron a la puerta. —Me iré ahora. —dije. —Vuelve cuando quieras otra línea —me da un guiño antes de abrir la puerta e irme. Voy a la cocina, tengo sed. Mi cuerpo se siente relajado y alerta, como si tuviera mucha energía para bailar. Me sirvo un trago y lo tomo todo de un sorbo. —¿Adel? —Caleb está a mi lado. —Caleb, ¿Qué tal? —no esperaba encontrármelo aquí de todos los lugares. Frunce el ceño. —¿Sucede algo? —pregunto. —No, es solo que quería disculparme. —¿Por qué? —me sirvo otro trago. —Por los rumores. Lo siento, no sé en qué estaba pensando al decir esas cosas. —baja la mirada, parece arrepentido. —oh, habla de ese rumor estúpido que inventó solo porque lo rechacé. Niño tonto. —No importa. Hay música de fondo demasiado energética. Quiero bailar. —¿Me perdonas? —intento no reírme de lo idiota que se ve. Difundió rumores de mí porque lo rechacé, era obvio que había herido su orgullo. Antes de irme de allí, serví otro trago en mi vaso. —¡Que te perdoné, Dios! ¡Idiota! —grité mientras me iba dando pinta hacia la pista, su rostro se endureció. Di en el clavo. Lo enojé. Mi cuerpo se sacudió con la música que sonaba de fondo, otros cuerpos que no conocía se juntaron conmigo e hicimos un círculo para bailar cada uno, echando porras. Mentiría que es la primera vez que me siento tan libre de hacer esto. Aunque me he divertido con mis amigos, es la primera vez que realmente siento que es por mí que lo hago. Tengo el control de esto. Fue mi turno pasar a la pista. Di mis mejores movimientos de caderas hasta el suelo, fue un perreo intenso, se me unió después un chico gay frotando su cuerpo con el mío, no le puse impedimento. Después de un rato, me alejé de ellos y fui por más suministro de alcohol. Es como si fuera la primera vez que tomara un trago, porque no siento que me atolondre. —¿Qué ha sido eso? —Félix me mira sonriente. —¿Me has visto bailar? —quiero cubrir mi rostro, siento como mis mejillas están calentándose de la vergüenza. Me he expuesto demasiado, creo que la cocaína se ha ido de mi sistema, siento como soy yo de nuevo ¿es así cómo se siente? ¿por eso es tan adictivo? —Si, lo he hecho. Te miras muy sexy perreando. Abro la boca para decir algo al respecto, pero cierro la boca y me sirvo otro trago. —Gracias, —articulo después de tomar un sorbo a mi vaso. —Parecía que eras alguien diferente allí en la pista. —Creo que lo era. —miro mi vaso y después a él —¿A qué hora has llegado? —no lo había visto en la fiesta desde que llegué. —Justo cuando estabas dando un baile muy sensual. Abro los ojos como platos y muerdo el interior de mi mejilla. Bebo de mi vaso hasta acabármelo. —No te preocupes, no te molestaré el resto del curso por ello. Aunque no estoy aliviada por escuchar esas palabras. Solo sonrío, necesito encontrar a Leslie. Quiero otra línea. —Necesito encontrar a alguien. —me disculpo abriéndome paso hasta dar con ella. —¡Leslie! —nunca me había emocionado tanto por encontrar a alguien. —Adel ¿Qué tal mi chica? —¿Todavía tienes una línea para mí? —susurro en su oído. Una sonrisa demasiado grande se extiende por sus labios. —Claro que sí, Cariño. —la tomo de la mano y la llevo al baño. —Parece que te gustó ¿es tu primera vez? Asiento con la cabeza. —Solo una, no más. Porque si te excedes de la cantidad te podrías quedar en el viaje ¿entiendes? —asiento con la cabeza. Me incliné y tomé mi línea con una llave. Revisé en el espejo que no tuviera nada blanco. —Gracias, te debo una. Sonrió. —Siempre puedes pagarlo con un beso, ya sabes. —le miré, ella hablaba enserio. No era lesbiana, pero ella estaba poniendo ese precio ¿Qué más da? Sabía que Leslie era de las que prefería a las chicas. Ahora entendía por qué tanta cordialidad. Sonreí. Era la primera vez que besaba a una chica. Sus labios eran urgentes, y sus manos estaban por mi culo y pechos. —Creo que esto será suficiente ¿no? —sus labios ladearon una sonrisa. —Claro que sí. —abrí la puerta y salí de allí. ¿Qué mierda había pasado en ese baño? ¿Cuándo comencé a besar a chicas a cambio de cocaína? Joder, estaba más que drogada. El pasillo se estrechaba con cada paso que daba. Joder, estaba en problemas. —¡Adel! —las manos de Alex me sujetaron de una caída inminente. —¿Dónde mierda haz estado? Te he estado buscando. Me reí. —Me perdí. —Adel ¿estas bien? No pareces ser tu. —Soy yo, solo que renovada. —empujé sus manos de mi cuerpo y me sostuve de la pared. —Soy Adel, la chica que nadie vencerá esta noche. Me abrí paso entre las personas amontonadas fajando, y fui a la pista de nuevo. Tenía mucha energía para gastar. Encontré a mi amiga Cami y la arrastré conmigo. —¿Adel? —estaba más que sorprendida por mi arrebatamiento. —Solo baila conmigo. —jalé su cuerpo hacia mí y nos rozamos con cada toque. —¿Estás bien? —Mas que bien. Ella me siguió el ritmo por un buen rato. —Me siento tan ligera esta noche, como si nadie pudiera contra mí. Puedo hacer todo lo que quiera. —susurré en su oído para que me escuchara por sobre la música. —¿Enserio? —respondió. —Si, como para hacer esto —tomé sus mejillas con mis manos y la besé. Al principio se rehusó por estar sorprendida, pero se relajó y respondió al beso. Parecía que no era su primera vez. Sonreí contra sus labios. Esa era mi chica. Nos separamos para seguir disfrutando de la música. *** —¿Qué hice qué? —grito a Cami en la sala. Me he levantado con una terrible resaca. No he podido dejar de tomar electrolitos para hidratarme, siempre quería más. —Me besaste. Sacudo la cabeza. —Estás loca. No pude hacer eso, no me gustan las chicas. Se echó a reír. —Eso creía igual. Pero ahora lo estoy dudando. —¡Camila! —le tiro un cojín del sofá. —Es cierto. Lo hiciste, todos lo vieron ¿Qué sucedió contigo? Abro la boca para responder, pero no lo hago. —Creo que se me pasaron las copas. —termino diciendo. —Eso creía. Entierro mi rostro en un cojín. No podré mirar a los chicos de esta forma ¿qué me ha pasado? No puede creer que lo haya hecho ¿Qué mierda me pasó? No volveré a hacer eso. *** Creía que esto iba a hacer superable. Pero no. Aquí estoy tratando de evitar a mis amigos. —¿De quién te escondes? —la voz de Félix me exalta. —¿Qué haces? —me encuentra tratando de esconder de mis amigos detrás de mi cabello y gorra. —¿A quién tratas de evitar? —A nadie. —¿A tus amigos? Sacudo la cabeza tan energéticamente que creo se me va a caer de los hombros. —Eso creí. —sonrió. —Creo que el fin de semana tomé malas decisiones. —No, solo lo que querías todo este tiempo. Le miro como si le saliera otra cabeza. —Me refiero a que tenías en tu interior a la verdadera tú enterrada. —¿Lo hago? —Si, te reprimes a ti misma. Sopeso su respuesta. Podría tener un punto a su favor. Tal vez por eso me sentía tan libre esa noche. —Pensaré en ello. —me alejé de él para ir al baño. Necesitaba retocar mi maquillaje. No comí en la cafetería, decidí mejor en no comer e ir a la biblioteca a estudiar. Fui una de las primeras en irme, cuando escuché a Alex seguirme hasta el estacionamiento. Si, sin duda debería no verlos hoy. Mi celular suena con un mensaje, es de Cami. C: ¿Estás bien? Pareces que estás evitándonos. A: No, para nada. C: ¿segura? ¿fue por el beso? A: No. C: Espero verte mañana. Cuídate. No respondí. La resaca moral, es peor que la resaca en sí del fin de semana. En la tarde voy por una botella de whisky. Me embriago sola, porque de alguna forma quiero pensar que todo va a estar bien. Llamo a Félix, no sé por qué, pero lo hago. —¿Adeline? —Félix, que tal. —su voz es como una terapia para mí. Es dulce pero sexy a la vez. Combinación perfecta. —¿Estás bien? ¿necesitas algo? —Solo hablar. —¿Estás ebria? Tu voz se escucha rara. Me río. —No —tomo otro trago. —Bueno, un poquito. —río. —¿Dónde estás? —En mi departamento. —pongo los ojos en blanco, aunque sé que no puede verme. —¿Por qué estás tomando? ¿hay alguien más? —escuché un deje de peligro en su voz. —No, estoy sola. —tomé otro sorbo de mi vaso. —Además ¿necesito una razón para emborracharme? —bufé. —Solo porque sí, y ya. —comenzaba a exasperarme. —Bien. Deberías dejar de tomar e ir a la cama ¿ok? —hombre demandante. Odioso. —Todavía está un poco llena mi botella. —alegué. —No deberías tomar mucho, Adeline. —escucho un deje de preocupación. —mañana tendrás resaca. Tienes clases. —¿Quieres tomar conmigo? No creo acabarme la botella sola. —ofrezco esperando que tome mi propuesta. Hay silencio, pienso que no va a responder o me va a rechazar, así que termino la llamada. —Olvida lo que dije, debes estar muy ocupado. Iré a dormir, nos vemos mañana. Colgué y me hundí en mi miseria. ¿Por qué lo había invitado a beber conmigo? Me levanto del suelo y voy al baño, quito mi ropa, necesito una ducha. Me he cambiado a mi pijama y servido un trago. El agua fría ha hecho que mi mente se despabile, el alcohol también ha salido un poco de mi sistema. Pido pizza porque me ha dado hambre, ha oscurecido afuera. Después de mirar un rato la televisión el timbre suena. Debe ser mi pizza, tomo mi billetera y voy a la puerta. Cuando abro, no es el repartidor de pizza que esperaba ver. —Félix. —suelto. —¿Qué haces aquí? —estoy algo desconcertada por verlo en la puerta de mi departamento. Parece cohibido, tiene sus manos en los bolsillos delanteros de sus jeans, muerde su labio inferior y eso me causa algo extraño en el vientre porque se ve muy bien así. Todo desaliñado con un toque de timidez. —Colgaste antes de que respondiera. —dice. Oh, la llamada. —Supuse que estabas ocupado. —espeté cruzándome de brazos. —Bueno, sí, lo estaba. Pero ahora ya no. Por eso he venido. —lleva su mano izquierda hacia su cuello y lo frota, parece nervioso. Sus bíceps se dejan ver, es fuerte, aunque no se le mire a simple vista. —Pensé que estabas dormida, por eso dudé en si venir era buena idea. —Ah, bueno. —no sé qué decir, me ha tomado desprevenida. Nunca pensé que vendría aquí. —Creo que me iré —dice rápidamente. —De seguro estás cansada y estabas a punto de irte a dormir. —lo dice por mi pijama de helados, se da la vuelta, pero le tomo del brazo para detenerlo. —He pedido pizza ¿te quedas? Aún tengo la botella a la mitad. —sonrío tímidamente para que acepte. No sé si es buena idea, pero ha venido hasta aquí. —¿Pizza? Me gusta —asiente con la cabeza y me sigue mientras cierro la puerta. —No tarda en llegar, creí que eras el repartidor. —digo mientras voy a la cocina por nuestros vasos y sirvo. Le llevo el suyo y me siento en el sofá que está enfrente del suyo. —Espero lo disfrutes, —tomo un sorbo del mío y él hace lo mismo. —Está bueno. —Entonces… ¿Qué estabas haciendo cuando te llamé? —inquiero curiosa. Levanta la mirada de su vaso. —Negocios. —toma otro sorbo de su vaso. Alzo una ceja. —¿Qué tipo de negocios? —elevo una de las comisuras de mis labios en una sonrisa. —No puedo decírtelo. —¿Por qué? ¿es peligroso? —No, pero es mejor que no lo sepas. —me da una mirada significativa. Así que no pregunto más. —Sabes que eso me causa más curiosidad ¿lo sabes? Se encoge de hombros y toma de un trago el resto de su bebida. —No busques donde solo encontraras cosas que no te gustará saber ¿ok? —su voz se ha convertido ronca, con un deje de seriedad. Mi piel sintió escalofríos debido a la mirada fría que me envió. El timbre sonó haciendo que cortáramos miradas, tomé de un solo trago mi bebida y fui a abrir. —Es la pizza —voy por mi billetera y abro la puerta. Entrego el dinero y tomo la pizza, la llevo a la mesita que se encuentra en la sala, y le digo a Félix que puede empezar a comer mientras yo preparo otras bebidas. —De hecho, eso fue demasiado triste. Había pasado un día de mierda, pero nunca pensé en desmoronarme con ese chico. —estábamos en la conversación de los momentos más tristes que hayamos tenido con un extraño-amigo. —Solo lo miré a los ojos y comencé a llorar, el llanto fluyó hasta terminar de sorber mis mocos. Había hablado un par de veces con él mientras estábamos en la clase de arte. —¿Qué hizo él? —hace un rato hablábamos de las vergüenzas que habíamos pasado y ahora estábamos aquí hablando de las cosas tristes. Creo que era la manera en la que se daban estas cosas para hablar mientras uno se embriaga, es como se sinceran muchas personas y aquí estoy yo, hablando con Félix, contando cosas que ni le he dicho a Camila o a Alex. —Solo me consoló mientras lloraba. Hasta que paré. Me fui a casa, al día siguiente me lo encontré en los pasillos de la escuela y le abracé, él solo se quedó estático sin saber que hacer. Y le dije gracias, mientras le hice prometerme que a nadie le iba contar lo que había pasado entre nosotros. Él solo me aseguró que lo haría. —¿Y cumplió? —Si. Era así de lindo. Después nuestras clases dejaron de coincidir, él fue transferido a otra escuela y no lo volví a ver. Pero fue un extraño que consideré mi amigo de secretos. —Esa supera la mía, Adeline. —Félix había llorado cuando su perro se murió y él tuvo que enterrarlo solo porque no había nadie en casa. Hasta le hizo una cruz. Me rompió el corazón imaginándomelo. —Por cierto ¿por qué habías llorado? Vago en mis pensamientos de secundaria, y mi corazón se apachurra cuando logro entender por qué sucedió eso. El dolor está ahí punzante y vil, como si fuera la primera vez. —Unas chicas de mi clase me habían dicho que mi trabajo de arte era una porquería, había tomado mi trabajo y hecho pedazos enfrente de mí, después me tiraron al suelo donde había barro porque había estado lloviendo. Estaba toda sucia, y sentada esperando el autobús para ir a casa, estaba sola, y me sentía tan miserable, sentía el nudo en la garganta. Y fue cuando él pasó, me vio allí y preguntó por qué me encontraba así. Me desmoroné. —aprieto mis labios y siento cristalizar mis ojos, tomo de un trago mi bebida y trago el nudo que se había formado en mi garganta, como siempre lo hice. No es ni de cerca la verdad, lo que le he contado ahora. Hundí el dolor, no es momento para sacarlo. Porque es difícil de entenderse. Félix me mira con tristeza. Sonrío. —¡Deja de mirarme así! —me levanto para ir a dejar la caja vacía de pizza y preparar otras bebidas. Estoy en la cocina bebiendo un trago limpio para terminar de hundir ese dolor que saque a relucir. —Eres valiente, nunca lo olvides —está mirándome con esos ojos que hacen que me ahogue en el mar, sin poder descifrarlos. —ese día fuiste muy valiente. Presiento que sabe que le miento. —No lo creo. Era una niña tonta que lloró por nada. —espeto. —¿Puedo darte un abrazo? —su pregunta me sorprendió, pero asentí. Lo necesitaba. Su cuerpo se apretó con el mío incómodamente, olí su colonia a madera y briza refrescante. Pasó muchos minutos para que él se separara de mí. —Gracias. —dice. —¿Por qué? —Porque yo necesitaba más ese abrazo que tu —suelta una risita nerviosa. —¿Qué sucede? Sacude su cabeza. —Nada, no me tomes importancia. —deja escapar un suspiro. —Tengo que irme, ya es tarde. Gracias por la pizza y los tragos. —No hay de que, cuando quieras —lo acompaño a la puerta. —gracias por venir. No me hubiera acabado esa botella sin ti. —bromeo. —Si quieres compartir otra botella, estaré disponible. —Nos vemos mañana. Cerré la puerta y solté el aire que estaba reteniendo. ¿Qué está sucediendo aquí? Llevo mi mano hasta mi pecho donde se encuentra mi corazón. Tranquila, no hay nada de qué preocuparse. Todo son tonterías tuyas. *** Enfrenté a todos porque ya era hora, no iba a seguir revolcándome en mi miseria, además hice esas cosas por el alcohol. No estaba en todos mis sentidos. Nadie puede juzgarme ni odiarme por ello. —Decidiste aparecer —suelta Cami cuando me siento en la cafetería con ellos. Pongo los ojos en blanco. —Siempre vuelvo. —¿Qué ha sucedido contigo Adel? —ese es Luis. Lleva una botella de agua a sus labios. —Te nos has perdido mucho. —Pero aquí estoy, de nuevo. Chicos. —asiente. —¿Cómo haz estado desde ese beso? Se miraban calientes, chicas —Gustavo arremete contra mí. —¿Cuándo veré de nuevo ese beso entre ustedes? Cami y yo ponemos los ojos en blanco. —Déjalo ir, Gus. Llevo un trozo de sándwich a mi boca y saboreo la mayonesa con el jamón derritiéndose el queso en mi boca, delicioso. —Si así saboreas un trozo de sándwich, no me imagino como saboreas…—su boca fue cubierta con papas. —Cierra esa boca, Gustavo. Pueden salir muchas estupideces a veces —Alex se sienta a su lado y me sonríe. —¿Cómo estás? Le devuelvo la sonrisa. —Mejor ¿Y tú? —Se encoge de hombros y me guiña. Alex siendo Alex. El resto del día pasa bien, mi círculo de amigos no ha cambiado. Nadie más hace preguntas sobre lo del fin de semana y bueno parece que todo ha pasado al olvido, soy una exagerada por pensar que estarían haciéndome bullying por ello, estamos en el siglo 21 ¿Qué esperaba? Todos han madurado o la mayoría, haciéndome recordar las palabras de Gustavo. —Hola —Félix se deja caer en el asiento de al lado en mi clase de investigación avanzada. —Hola ¿Qué tal? —saludo. —Bien ¿cómo ha ido todo hoy? ¿mejor que ayer? —sonríe. —Si, mejor que ayer. Me ayudó mucho el beber contigo, ya sabes todas esas charlas hicieron hacerme sentir bien. —Me da gusto saber eso. Garabateo unos apuntes que se me han olvidado investigar ayer por estar bebiendo con Félix, antes de que llegue el profesor. —¿Quieres ir por un café después? Ya sabes para platicar un rato. —juega con su lápiz y hace unos movimientos con sus dedos que me doy cuenta son un tic de nerviosismo ¿está pidiéndome una cita? No lo creo, solo somos amigos. No te hagas ideas tontas, Adel. —Si, claro. Esta es mi última clase. —La mía igual. Perfecto. —sonríe y no puedo evitar sonreírle devuelta. —¿Eres alérgico a algo? —pregunto para iniciar la conversación. —No que yo sepa. —¿Tu? —sacudo la cabeza. —¿Tienes alguna cicatriz? —Si, de hecho, me hice una en la pantorrilla apenas visible. Me caí del columpio cuando era más pequeña. Sonrío ante el recuerdo. Intento mostrarle la línea blanca pálida que con el tiempo se ha puesto menos visible. —Eras tremenda Adel ¿Por qué no me sorprende? Me encojo de hombros con una sonrisa difícil de ocultar. La conversación se alarga más con anécdotas de cada uno, parece ser que soy la chica con más aventuras. Su vida se resume a que no vive con sus padres si no con su hermano mayor, y éste lo ha cuidado desde siempre. No cuenta mucho de su infancia, parece ser una persona demasiado reservada, y tampoco logro sacarle información sobre su accidente que lo dejó perdiendo un año en la universidad y repitiendo. Se tensa cuando toco el tema, y no responde cuando le pregunto a qué se dedica. Solo dice que tiene algunos negocios, y que, en su tiempo libre, que casi no tiene le gusta ir al cine a ver películas y dibujar un poco. —¿Algún día me mostrarás tus dibujos? —él sonríe llanamente. —Tal vez algún día.
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