EMPORIO BERTRAM
EMPORIO BERTRAM
—Parece que el gran Vladímir Bertram está
preocupado —le decía en tono de burla el joven Nicolás Matrof a su malhumorado
amigo.
Vladímir Bertram no se dignó ni siquiera a
responder a su burla, seguía de pie frente al gran ventanal del Hotel Emporio B
de las Vegas. Tenía fija la mirada en algún punto, como si de un Halcón
acechando a su presa se tratase; sin embargo, el heredero de la billonaria
fortuna de los Bertram estaba sumido en sus pensamientos. Su abuelo, de quien
ya había heredado el nombre, tenía como condición, no entregarle el mando total
del gran Emporio Bertram hasta que contrajera matrimonio, una condición
demasiado anticuada al sentir del joven magnate, quien, aunque ya se hacía
cargo de los negocios familiares desde un par de años atrás, no era
completamente libre de su control debido a la absurda voluntad de su abuelo.
— Solo busca cualquier muñequita hermosa y
listo— seguía su atolondrado amigo balbuceando, esto hizo reaccionar al Joven
Bertram, cobijado con toda la arrogancia que su cuerpo poseía lo miro con
molestia, - Sabes que yo no socializo con cualquiera— respondió con ponzoña a
su amigo, - Contigo hice una excepción— añadió en tono de burla.
— Vamos, Vlad, sabes que tus comentarios no me
afectan, no puedes vivir sin mí —decía Nicolás sonriendo. Tenía Razón él y
Vladímir se conocieron durante la época de preparatoria, no porque estudiaran
juntos, fue más una casualidad de la vida, ambos formaban parte del equipo de
lucha de sus respectivas escuelas, les tocó enfrentarse en una competencia y
desde ese momento después de atizarse unos cuantos golpes se volvieron
inseparables, pese a ser de mundos totalmente opuestos, Vladímir un joven de
familia acaudalada, perteneciente a las altas esferas de la sociedad, mientras
que la de Nicolás era una familia promedio; pero trabajadora, Nicolás era un
hombre demasiado inteligente y malicioso, logró hacerse de una gran fortuna;
pero no de una manera muy honesta, además, tenía un sinfín de contactos que en
algunas circunstancias eran de gran ayuda.
— Eres un idiota sin remedio— señaló Vladímir—.
No me voy a casar con cualquier tipa que aparezca por ahí —aclaró.
— Por favor, te acuestas con todo lo que se
mueva —se mofó su amigo.
— Es diferente, esas mujeres no van a pasar el
resto de su vida a mi lado, la mujer que elija como esposa, madre de mis hijos
y compañera eterna, tiene que ser excepcional, no, mejor dicho, será
excepcional, no cualquiera merece estar a mi lado— explicaba con arrogancia y
el pecho inflado de orgullo el heredero Bertram-
Era bien conocido que Vladímir Bertram nieto,
era uno de los solteros más codiciados, no solo por su gran fortuna, que a
decir verdad solo adornaba su gran atractivo físico, este hombre de 1.80 de
estatura, tez blanca como la leche, cabello n***o azabache, ojos color azul
verde, cuerpo atlético bien formado con grandes músculos, y qué decir de su
rostro, facciones definidas, elegantes, mirada profunda enmarcada por unas
largas y tupidas pestañas, nariz respingada y esos labios carnosos, ponían a
toda mujer a sus pies, sin embargo, este adonis era famoso por gozar de una
personalidad, fría, algo ruda, egocéntrica, con solo una mirada ponía a temblar
a cualquiera.
Si bien Vladímir tenía sus amoríos por así
decirlo, jamás pasaba más de una noche, hasta el momento no había existido, ni
existía mujer que lograra ser dueña de su corazón, el joven Bertrán tenía
estándares muy altos en cuanto a la mujer que quería tomar como esposa.
No obstante, la vida es aún más caprichosa que
el propio Vladímir y le tenía preparada una gran sorpresa. Le daría un revés
con guante blanco a su arrogante actitud, voltearía de cabeza todos sus ideales
preconcebidos y sus estándares de la mujer ideal digna de él, estaban por irse
a la basura.
Mientras él y su amigo Nicolás se preparaban
para salir de fiesta por la noche, después de pasar casi todo el día visitando
los estands de la magnánima exposición de Bertram Cosmetic dentro de la cual se
reunían todas las empresas dedicadas al ámbito de la belleza para dar a conocer
sus productos. Esta exposición era tomada por este sector empresarial como una
oportunidad para subir de nivel, ya que el consorcio Bertram seleccionaba los
mejores proyectos para desarrollarlos en conjunto y así ganaba nuevas líneas de
productos y a su vez brindaban apoyo a las microempresas.
La joven Gea Omer seguía sin creer que al
primer intento había logrado obtener un estand dentro de la exposición, soñó
con ese momento desde que decidió formar su empresa dedicada a la elaboración y
promoción de productos cosméticos, cien por ciento naturales y artesanales. El
gusto por este tipo de productos fue heredado de su madre, quien desde pequeña
la enseñó a elaborar jabones, cremas, champús, entre otras cosas.
Gea obtuvo uno de los pocos lugares que son
sorteados por la compañía Bertram, aquellas microempresas que presentan buenos
proyectos son premiados con un estand dentro de la expo, sería casi imposible
para una pequeña empresa como la de Gea costear un lugar de aquellos, la joven
por poco y no logra contener su emoción al enterarse de que se había ganado
aquella oportunidad.
Era una joven con apenas 24 años; pero muy
entusiasta, disciplinada, persistente, se ponía un objetivo y no descansaba
hasta alcanzarlo, creía fielmente en visualizar sus sueños, proyectarse en
ellos y así llevarlos a cabo.
Algo que la joven Gea de largos cabellos color
chocolate hasta la altura de su estrecha cintura, piel blanca, estatura un
metro setenta, cuerpo curvilíneo de tipo reloj de arena, no era de mucho busto,
pero lo compensaba con sus grandes caderas y glúteos bien torneados, ojos color
miel, labios pequeños, pero carnosos, no había visualizado era que ese mismo
día pasaría a formar aparté de la vida de un arrogante joven.
— Ya muero por ir a sacar este estrés de mi
cuerpo —decía Gea impaciente a su madre Belinda Omer y a su amiga Nicole,
mientras mostraban los productos de su compañía a los visitantes que
transitaban de un lado para otro en la expo.
—Después de todo este arduo trabajo merecemos
divertirnos —la secundaba su amiga.
— Contrólense, todavía nos falta un poco más de
trabajo por hoy— señaló la madre de Gea. Una mujer de carácter noble y
tranquilo, contrario al de su hija, que era un poco más imperativa, le
encantaba bailar, disfrutar de los pequeños placeres que la vida nos puede
brindar.
— La responsabilidad no está peleada con la
diversión madre— decía mientras la abrazaba por la espalda cariñosamente, -
siento contracturado todo el cuerpo por los nervios y la presión de estos días,
ya estamos aquí nos podemos relajar un poco, me urge una buena dosis de baile
para refrescar mi cuerpo— explicaba la joven mientras contoneaba con ritmo sus
caderas.
— Lo harás, cariño; pero en un par de horas—
dijo su madre brindándole una cariñosa sonrisa—. Por ahora hay que seguir
trabajando, agregó.
— Lo sé, madre, mi empresa va a brillar en esta
exposición — aseguró Gea.
Después de algunas horas y de asegurar el
estand, Gea, en compañía de su madre y su amiga, se dirigió a la habitación del
hotel. La madre de Gea se dispuso a descansar, mientras que las chicas decidieron
arreglarse para salir a dar un paseo por el lugar y divertirse.
— La compañía ofrece una fiesta en uno de los
mejores centros nocturnos, vamos, Gea, todo es patrocinado por Bertram— animaba
Nicole a Gea.
— Bueno, hay que aprovechar lo que se nos ofrece,
amiga —dijo entusiasmada mientras se dirigían al lugar.
— Mira lo que he traído— dijo Nicole mientras
le mostraba a Gea dos diminutas pastillas sobre la palma de su mano.
— No, no, sabes que yo me divierto sanamente
—señaló Gea.
— Oye, no es nada malo ni te va a matar, solo
te relajará un poco más. Me las regalaron, no las podemos desperdiciar.
— Pues con quién te andas juntando, que te
regaló esa porquería— rebatió.
— Está bien, está bien, como quieras, señora
amargada —rezongó Nicole.
Gea era una mujer que le gustaba divertirse,
sin embargo, no era de las que disfrutaba de los excesos, bebía muy poco, a
decir verdad, su única adicción era el baile, mientras tanto Nicole era un poco
más atrevida en ese aspecto, le gustaba probar cosas nuevas, experimentar,
claro que conocía sus límites y jamás los sobrepasaba.
La música sonaba fuerte en el lugar. Vladímir y
Nicolás, se mantenían dentro de unos de los privados bebiendo whisky.
— Vamos, amigo, quita esa cara --- animaba
Nicolás a Vladímir.
— Solo esta tengo —rebatió Vladímir.
—¿Por qué no hacemos algo, olvídate de la tonta
condición de tu abuelo por esta noche, sal, búscate una buena muñequita,
llévala y hazla tuya, relájate, hermano?
— Estoy relajado, eres tú el que saca el tema
con insistencia —señaló el joven Vlad
— Lo hago por qué no puede ser que estés así
por algo tan insignificante Vlad, si no estuvieras terco en encontrar a una
diosa griega e inmaculada como esposa, todo sería más fácil, busca a una chica
más o menos guapa e inteligente, cásate, dale el gusto a tu abuelo y listo,
hermano jamás te he visto enamorado, no creo esas tonterías del amor a primera
vista, digo, si eso es lo buscas, amigo, mierda, te vas a quedar para vestir
santos-
— No es eso, no me voy a matar a cualquiera, —
era una explicación breve por parte de Vladímir, sin embargo, escondía más de
lo que dejaba ver, él quería un amor verdadero de esos que son para toda la
vida, como el que había visto en sus padres, no se conformaría con menos, en el
fondo el magnate arrogante era un romántico.
— Amigo ahí sentando no encontraras a nadie,
como piensas encontrar a tu Cleopatra, vamos levántate, es más hagamos esto más
divertido motivémonos— invitaba peligrosamente a Vladímir, este era un hombre
de retos Nicolás lo sabía bien, por ello no dudo ni un segundo en proponerle un
reto para sacar a su amigo de la presión que sentía en estos últimos días.
—¿Y ahora qué se te ocurrió? —quiso saber,
Vladímir.
— La primera chica, amigo, la primera chica que
señalé, intentarás convertirla en tu esposa.
— Estás loco, realmente loco— rebatió Vladímir
incrédulo.
— No, no, no digo que te casaras de verdad,
solo que logres que ella te diga que sí y listo --- explicó Nicolás.
— Pretendes, imbécil, que baje y le proponga
matrimonio a cualquier mujer —dijo Vladímir incrédulo.
— Exacto, nada es imposible para el gran
Vladímir Bertram ¿no? —decía Nicolás provocándole.
— Es más, ya encontré a tu chica, está ahí
mírala, tiene buen cuerpo para que veas que soy considerado— le dijo a su amigo
mientras señalaba a una joven que contoneaba su curvilíneo cuerpo en el centro
de la pista del baile, Vladímir dirigió su vista hacia donde señalaba su amigo,
por unos pocos instantes los movimientos de la joven que se encontraba de
espalda a ellos lo hipnotizaron, veía su bien formado cuerpo moverse con
sincronía a la par de la música, como si se tratase de los movimientos del mar;
pero no de aquellos violentos, sino de las aguas mansas, por un segundo sintió
la presión desaparecer de él, aquellos movimientos le traían paz, por increíble
que eso pareciera.
— Veo que te gustó mi elección —dijo Nicolás,
sacándolo de sus ensoñaciones.
— Nunca le he dicho que no a un buen cuerpo
—respondió petulante.
— Ella estará en mi cama esta noche, presumió
con una sonrisa de lado que haría quedar mal a cualquier dios griego de la
belleza.
— Vlad, no hables así de tu futura esposa,
respondió Nicolás a su amigo con un deje de sarcasmo en su voz.
—Cállate, demandó Vladímir, mientras se dirigía
a la pista de baile.
— Ve por ella, amigo —animó Nicolás, sonriente,
mientras se llevaba el vaso de whisky a los labios.
La noche apenas comenzaba y Gea concentraba
cada parte de su cuerpo a seguir el ritmo de las melodías, sin imaginarse que
Vladimir Bertram estaba al acecho.