—Buenos días, soldado —lo saludó con una sonrisa divertida, notando su porte recto incluso fuera del uniforme.
—Ya no soy soldado —respondió él, un poco serio, aunque luego suavizó el gesto—. Buenos días.
Madison le hizo un gesto para que la siguiera.
—Mi abuelo dice que si empiezas hoy, lo mejor es que conozcas el terreno y no te lances a ciegas. Te haré un pequeño tour.
Caminaron juntos hasta el corral de las vacas. El olor era fuerte, pero no desagradable. Madison se detuvo frente a la cerca y apoyó los brazos en la madera.
—Aquí es donde comienza casi todo. A las seis de la mañana se ordeñan y se alimentan. No es un trabajo glamuroso, pero es esencial. ¿Alguna vez lo has hecho?
Ethan negó con la cabeza.
—No, pero aprendí a desarmar y armar un fusil en treinta segundos. Supongo q
