Ethan se subió a su vieja camioneta, aquella que había dejado guardada antes de irse a la guerra. El motor rugió con un sonido áspero, casi como él: desgastado, pero todavía en pie. No llevaba un destino claro, solo la necesidad de moverse, de no quedarse atrapado entre esas paredes que lo miraban con recuerdos que no podía soportar.
Condujo por las carreteras polvorientas de Texas, observando los campos que parecían interminables. El cielo estaba limpio, un azul abierto, tan distinto al horizonte sofocado de Afganistán. Sin embargo, no podía evitar sentir que lo seguía un peso invisible, como si cada kilómetro recorrido lo arrastrara más hacia adentro de sí mismo.
Paró en una gasolinera de carretera, pidió un café y se sentó en una mesa metálica afuera. La gente lo miraba, algunos con c
