Un par de risas fuertes lo sacaron de sus pensamientos. Dos tipos jugando billar discutían por una jugada. El ambiente se tensó un segundo, pero enseguida uno soltó una carcajada y todo se relajó. Ethan los observó con un nudo en el estómago. Aquella pelea mínima le recordó lo absurdo de las cosas por las que la gente se enfadaba en el mundo real. Nadie allí sabía lo que era pelear por sobrevivir, por regresar vivo un día más.
Se llevó la botella a los labios, pero en su cabeza apareció la imagen de un convoy ardiendo en Afganistán. El rugido de la explosión casi lo hizo soltar la botella. Ethan respiró hondo, clavando la mirada en la madera de la barra, como si aferrarse a ese detalle lo mantuviera en el presente.
—Estás bien, hermano —se susurró a sí mismo. Pero ni él se creyó.
Pidió
