Madison regresó a la mesa con una charola equilibrada en sus manos. El aroma a café recién hecho y a tocino chisporroteante se esparció en el aire, llenando de calidez el rincón donde Ethan había escogido sentarse. Con una sonrisa amplia, dejó frente a él un plato humeante: huevos estrellados, papas doradas, pan tostado y un par de tiras de tocino crujiente. —Aquí tienes, el especial de la casa —dijo con voz suave, dejando también la taza de café frente a él—. Espero que tengas hambre. Ethan levantó la mirada, un poco sorprendido de que ella lo tratara con tanta cercanía siendo apenas un extraño. Notó el lunar junto a su boca, la forma en que aquella sonrisa iluminaba sus rasgos y, por un instante, el ruido del restaurante desapareció. Madison se acomodó un mechón de cabello detrás de l

