Ancel.
Se toma su tiempo para aparecer. Está disfrutando jugar con mi paciencia con su falta de puntualidad, sabe cuánto me molesta el incumplimiento del tiempo, me irrita haciéndome perder los estribos. Muevo mis pies de un lado a otro, me pongo la capucha mirando de un extremo al otro viendo mientras meto mis manos en los bolsillos de mi campera para darles un poco de calor, están heladas por el viento que corre.
—Esto es inesperado —escucho su voz a mi espalda. —, además me parece totalmente desagradable citarme en el lugar donde casi me matas —formo una ligera sonrisa antes de girarme y quedar frente a frente. —. ¿A que tu inesperada llamada? —me exige una respuesta.
Mi silencio lo impacienta, frunce su ceño.
Todos estos años culpé a un hombre inocente por la muerte de mi hermana, y en el proceso perdí a la persona que consideraba mi hermano, aun cuando lo conocía el dolor me tuvo cegado; me imploró perdón y no se lo concedí. Año tras año guardaba rencor y prometí hacer que pague por sus pecados, pero tiempo después me enteré que no tuvo nada que ver con ese incidente, todo lo que hizo fue para proteger a la mujer que amo.
¿Cómo puedo mirarlo a la cara?
Doy un paso adelante, retrocede otro. Le tomó desprevenido mi acercamiento aún más cuando envuelvo mis brazos alrededor de su espalda, abrazándola y aferrándome. Las lágrimas aparecen y recorren todo mi rostro. No reprimo mis emociones, dejo que siga su paso para calmar el dolor en mi ser, necesito desahogarme porque no me siento bien.
—Ancel, ¿todo bien?
Niego con mi cabeza, agotado.
—Todo está fuera de control—susurro. —, y es jodido saber que soy el responsable de todo este caos. Tengo miedo Clark, tanto miedo de perderla a ella también. —cierro mis ojos controlando mis lágrimas. Retrocedo, desenvuelvo mis manos de su cuerpo y pestañeo un par de veces, veo con claridad.
A veces tenemos que luchar contra nosotros mismos para salvar a la única parte que te mantiene con las ganas de seguir avanzando porque sumergirte no es una elección.
—Perdón —pronuncio liberando mi alma. Sus ojos se abren con exageración mientras pestañea confundido. —. Perdón —reitero mi palabra asombrándolo. —. Quizá me tarde en pedirte perdón. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de la verdad, se que mis acciones no fueron las correctas, que no merezco tu perdón. Si deseas no me perdones, pero necesito tu ayuda.
—¿Por qué?
Paso saliva y suelto un suspiro cansado.
No está preparado para saber la verdad, menos cuando tiene la posibilidad de chocar contra su realidad, pero tiene que tener ese conocimiento para entender la magnitud de la situación, así sea dolorosa. Empiezo desde el principio de mis inicios, le relató detalladamente cómo me convertí en alguien diferente aunque oculto una que otra información; tengo claro que no me juzgará por mi elección, pero su mirada recriminatoria me dice que no lo aprueba. Cuando llegamos al tema de mi hermana, todo se vuelve turbio y puedo ver el profundo sufrimiento en el que se encuentra sumergido, aparta su mirada.
Desde su partida tenemos vacíos. Ella decidió abandonarnos, nos dejó solo en medio de la nada, esperando obtener ese descanso que tanto necesitaba, sin embargo, fue egoísta en no pensar en cómo nos sentiríamos luego de saber todo lo que tuvo que pasar. A veces me siento un poco culpable por su muerte, por no darme cuenta de sus intenciones, pero, también sé que era lo que anhelaba.
—¿Eres responsable de lo que pasó con Chelsea? —me preguntó titubeando.
—Sí.
—Ancel… —su voz se apagó lentamente.
—Sé lo difícil que es de asimilar todo lo que he logrado, arruine su vida y aunque me arrepienta no puedo regresar al pasado, pero tengo la oportunidad de enmendar mis acciones, tal vez, no le devolveré su brillante vida, sin embargo, le daré la tranquilidad que merece.
—¿Qué estás tratando de decir?
—La persona responsable logró escapar y no dudara en regresar para acabar con su vida, está dispuesta a todo porque no me dejara salir con la mía. No es cualquier criminal, todo esto va mucho más allá de lo que imaginas porque estás tratando con personas relacionadas con la mafia.
—¿Y cómo puedo ayudarte? —balbuceo, perdido.
—Necesito que hables con alguien, vendrás conmigo, pero antes de que te presentes a esa persona te tengo que comentar quien es para que puedas comprender.
—Bien.
Se levantó de la banca, tomó su brazo. Gira su cabeza, me aclaro la garganta.
—Quiero pedirte perdón por lo que pasó en el hospital y cementerio, no debí actuar de esa forma. No justifico mis acciones porque soy culpable, pero me es importante pedirte perdón.
—Ancel, todo está perdonado. Las cosas que están pasando es por tu elección, no puedo reprocharte porque en tu lugar hubiera hecho lo mismo, sin embargo, permitiste que lastimaran a nuestra persona especial y eso no puedo perdonarte.
*
Ese dolor en su mirada me hace dudar de mi elección. Se detiene en medio del pasillo perdido en sus pensamientos, puedo distinguir el sufrimiento que lo consume, saliendo a flote exponiendo sus grietas.
Vuelve a caminar.
Ambos esperamos este momento por muchos años, deseamos encontrar a la persona responsable de su muerte, lo anhelamos, pero saber que tenemos nuestras manos cruzadas para no cometer un error nos lastima y hunde. Este dolor que hemos guardado, cada día nos ha ido consumiendo, quebrantando, y llegó a un punto donde nos está quitando el sentido de nuestra existencia porque no vemos el valor de estar con vida.
Se detiene repentinamente, su respiración se entrecorta mientras luce destrozado a cada medida que avanza, quiero impedir que siga caminando, pero tiene el derecho de enfrentar su gran temor.
El reflejo de su sufrimiento me hace retroceder, me pierdo en su dolor que penetra mi alma. Aprieto mis puños al sentir esa sensación indescifrable extenderse por mi pecho dejándome sin aliento.
—¿Por qué tienes que vivir? —susurró, su voz me partió el alma. —¿Por qué no tomaste su lugar? Mereces morir, eres un ser despreciable. —Oliver descendió de las sombras, confundido por sus palabras. Le tomó unos segundos darse cuenta de quien tenía al frente.
Me miró buscando una explicación, aparto mi mirada.
—No tuve la oportunidad de conocerte, aunque escuché mucho sobre ti. Pensé que estar contigo sería la decisión correcta, cuando solo la estaba condenando, ya que tu amor no fue suficiente, es por eso que cometiste el peor error de tu vida al matarla —coloca sus manos en los barrotes. —. Me arrebataste a la mujer que amo por tu ceguedad, cuando fuiste el amor de su vida. Yo anhelaba borrar cada recuerdo tuyo, arrancar cada momento de su corazón porque la lastimaba, pero fue imposible, ya que ella los mantenía vivos.
Clark clava sus ojos en Oliver.
—Ella te amó, aun cuando la lastimabas. Se quedó a tu lado sabiendo que tu amor la consumiría, pero tomó esa decisión por qué te amaba, ¿Y como pagaste ese amor? —escupió con odio, Oliver agachó su cabeza. —En sus planes nunca estuvo alejarse de ti, solo quiso tomar un respiro porque la vida le sorprendió. Ese día que nos fotografiaron juntos, ella me estaba comentando sobre cómo solucionaría la situación contigo, me dijo que volvería a ti porque no podía estar alejada del hombre que amaba, además…
Detiene sus palabras, se lo que confesara. Es algo que guardé por mucho tiempo, lo enterré en lo más profundo de mi alma para que no doliera más.
—Ella esperaba un hijo tuyo—confiesa en un murmuro. No miro. —¡ELLA ESTABA EMBARAZADA! —escucho cómo golpeó los barrotes. —PERDIÓ SU BEBÉ LUEGO DE FUERA VIOLADA Y ESO LO LLEVÓ HACIA SU PROPIA MUERTE, PORQUE LO ARREBATARON A SU BEBÉ.
Levanto mi mirada, —¡Mataste a tu propio hijo!
10 de enero, 2021.
—No puedo hacer lo que me pides, hijo.
Cruzo mis brazos.
—Didier es importante, ¿No entendiste la situación? —pregunté, irritando. —Tienes que sacarla de este país, no es seguro este lugar.
—No puedo irme sin ti—recalca apretando sus dientes. —. Me estas pidiendo que me lleve a mi familia, pero tú también lo eres.
Niego con mi cabeza.
—¿Cómo puedes pedir que un padre deje a su hijo? No puedo perderte y no quiero arriesgarme.
Desvío mis ojos. Mirarlo sería arruinar toda mi fuerza de voluntad.
—Es mi camino, son mis decisiones y consecuencias. Tengo que enmendar mis errores, así pierda la vida porque desde un principio sabía que terminaría muerto—su calidez se ve envuelta con mi frialdad. Viene en mi dirección, pero levanto mi mirada, que lo detiene a centímetros de distancia. —. Es mi elección, no tienes derecho de meterte.
—Eres mi hijo.
Suelto una risa.
—¿Cuándo me ibas a decir que no eras mi padre biológico? —Mi pregunta lo tomó por sorpresa. Trata de tocarme, pero retrocedo, reemplazando mi frialdad con dolor. —¿Cuándo me dirías que no llevo tu sangre? ¿Acaso esconderías el secreto por siempre? —cuestiono, menea su cabeza. —Perdón por arruinar su familia, señor.
—¡¿Qué estás diciendo?! —preguntó desesperado.
—Sé que mi madre te ha estado chantajeando, pidiendo dinero—agacho mi cabeza, avergonzado. —. No logro entender como todo este tiempo has estado soportando mi comportamiento, cuando ni siquiera por mis venas corre la misma sangre—sus ojos me buscan, levanto mi mirada. Trato de no romperme porque saber que no soy su hijo tambaleo mi mundo. He estado guardando mis problemas para solucionar los problemas que ocasione, pero ya no puedo; sin embargo, tengo que mantenerme fuerte. —. Desde ahora en adelante, no serás responsable de mis acciones. Dejaremos esta relación de padre e hijo, no merezco este trato.
—Ancel…
—¡No eres mi padre ni yo tu hijo!—declaró fingiendo desprecio. Su mirada destruida colapsa mi mundo. —. Ya no hace falta que te compadezcas de mí, solo te he traído problemas a tu vida. Perdón por ser una decepción, por no demostrarte que merecía quedarme, pero ahora solo pienso en que tengo que irme.
—Hijo…
Mi alma se partió al ver el dolor que le está causando mis palabras.
—Didier, prométeme que la sacaras de este lugar, por favor—le suplique con mi mirada, empecé a caminar, pero me detuve y giré mi cabeza. —. No permitas que sucumba en su dolor, ayúdale a seguir adelante, no dejes que se hunda como Bella, no dejes que suceda papá—giro mi rostro cuando una lágrima cae sobre mi mejilla. Mi pecho me arde. —. Y te pido que no le digas la verdad, haz que piense que la abandone porque no quiero que viva con miedo.
—¿Qué harás?
—Erradicar.
11 de enero, 2021.
—¿Cuál es tu decisión? —le pregunté.
Aún podía cambiar de opinión, pero no despreciaría mi último recurso. La decisión estaba tomada. Iré detrás de ella con o sin su ayuda, no dejaré que culmine su propósito porque para ese momento estará muerta; esta vez no me tomará de sorpresa, no esperare su regreso porque seguiré sus pisadas directo al infierno. Una cosa es segura, ambos nos quemaríamos, pero solo uno obtendría la victoria. No dudaré en tirar del gatillo.
—Lo haré, te ayudaré. —respondió con seguridad.
Hice una seña a uno de los hombres, apareció de inmediato y siguió mi orden. Abrió la puerta, se hizo a un lado y me dio espacio para entrar. Oliver me miró esperando un acontecimiento, saqué mi arma favorita y lo extendí en su dirección.
—Toma.
Dudo tomarlo.
—¿Por qué me das?
—Es nuestro pacto.
Me giré sobre mis talones y caminé sin temor a que me disparara. Aunque, aun no confió del todo, sé que su palabra tiene peso por eso no se atreverá a retractarse.
Elevo mis cejas en dirección de Lera, que rueda sus ojos.
—¿Y ahora que pasara? —me preguntó siguiendo mis pisadas.
Me detuve y giré mi rostro. En mis labios se asomó una sonrisa peligrosa
—Iremos tras de ella—contesté. —. La cazaremos y esta vez se inclinará ante mí suplicando por su vida.