CAPÍTULO I

3857 Words
Cuatro años después… Roma, Italia.  Ancel. —Acelera. Ordeno exasperado, con una mirada severa e inexpresiva.  Sus ojos me escudriñan divertido, miró por el retrovisor dando un vistazo mientras su risa inundó el coche. Piso el acelerador, giró el volante haciendo unos giros más precisos y perfeccionados cambiando la orientación del vehículo en su marcha. Logró esquivar algunos coches que se posicionan delante estorbando nuestro pase; no dudo en seguir aumentando la velocidad, tampoco me rehusé a ese cambio, es primordial perderlos de vista porque si no lo hacemos, estaremos en serios problemas.  Un suspiro cansado abandono mi boca. Abro un poco la ventana permitiendo el ingreso del aire contaminado, aunque me disguste, me ayuda a respirar. Elevo mi mirada, veo por el retrovisor que aún nos siguen, deseando llegar a nosotros. Resoplo aburrido.  —Como te gusta meternos en aprietos —recalco agotado por su comportamiento. Acomodó el cinturón de seguridad. —. No puedo perderte de vista porque armas todo un alboroto, ¿Cuándo dejarás de causarme problemas?  —No me culpes por algo que no eres capaz de manejar.  Es mejor no responder. A veces tiene sus momentos bastantes perturbadores. Si no llegaba a tiempo, Roma ardería en llamas y estaría sumergida en sangre.  Ver como disfruta estar ensuciado con manchas rojas me hace esbozar una sonrisa y hago memoria, recordando porque lo escogí para que me ayudara; a pesar de conocer poco, pude apreciar esa sed en su alma, esas ganas de querer quemar el mundo para cumplir su venganza, lo sentí tan profundo, que desde entonces su propósito se convirtió en el mío. No tiene límites aunque intente trazar una línea, es imposible que cumpla las reglas. El miedo no tiene dominio sobre él, es quien controla el miedo. Sus movimientos siempre son analizados y no es precipitado, pero cuando pierde el control se desata el caos y nadie es capaz de detenerlo; tiene una manera perturbadora de llevar a cabo sus propósitos, no es principiante como mucho lo titulan, sabe cómo moverse y poner el mundo en llamas.  No duda en ir al peligro porque junto a él encuentra su alivio.  —¿Planeabas dejar los cuerpos por toda la ciudad? —le pregunto mirando como los tipos aún nos persiguen. — No puedes poner en riesgo nuestra existencia, necesitamos estar con vida para poder ayudarla. Su familia piensa que estamos muertos, es mejor que siga de esa manera para planear una emboscada, además, si desatamos el caos no tendremos quien nos respalda, estamos solos.  —Estoy preparado para asumir las consecuencias.  —¿En serio? Porque no solo eres tú, también existe ella—la mencionó, hace una mueca. —. Sé que tienes ganas de matar a cada hombre de esa familia, pero no puedes, ya di mi palabra.  —¿Quieres atarme las manos? Sabemos que están a pasos de encontrarla.  —¡Pero si estás muerto no podremos salvarla! —me exaspero. —Te recuerdo que no eres el único que los quiere asesinar.  —Bien.  Escucho cómo sus dientes crujen.  Los De Santis son una familia poderosa que gobierna en tierras italianas y otros lugares de Europa. Pero Italia es su territorio, por ende nadie puede involucrarse en sus asuntos ni mover hilos sin su consentimiento; están implicados en la política, son unos bastardos con bastante poder, que no tienen piedad. Unas basuras más para este brutal mundo.  Es factible este tipo de crueldad, lo he presenciado estos últimos años, pero no es correcto que justos paguen un precio por pecadores.  Hace unos meses tuvimos la suerte de cruzarnos con un ser despreciable, que no dudo en mostrar su verdadero rostro cometiendo algo atroz. Mirar esa escena me hizo retroceder en el tiempo y volver a experimentar ese desespero de detenerlos, fue recordar sus gritos y dolor.  No fuimos capaces de soportar tal atrocidad y nos involucramos en asuntos que no eran de nosotros, desatando la furia de la inmundicia italiana por qué resulta que matamos al hijo menor de esa familia.   Y no me arrepiento.   —¡¿Cómo es posible que no me avises?! ¡¿Acaso quieres morir?! Si eso deseas, avísame, estoy dispuesto a cumplir ese propósito sin dudar. Tu inexistencia me daría un respiro.  —Eres muy lento —me dice, con una pequeña sonrisa burlona. —, además aun deseo seguir con vida. No te preocupes aún continuaré con vida para salvarte la espalda como últimamente lo he hecho.  Ruedo los ojos.  —Solo fue una maldita vez.  —Tranquilo, niño. Cierro mis ojos y tomo un respiro. Muy pronto se me agotara la paciencia que me queda, entonces suplicara no haber hecho que pierda los estribos.  —¡No me llames niño! ¿Cuándo me llamarás por mi nombre? Como te gusta hacerme perder la poca gratitud que me queda—ríe. —. Tienes veintiocho años y te comportas como un niño queriendo llamar la atención.  —Y tú como un viejo.  Suspiro.  Es imposible hablar con él.  Levanto mi mirada dándome cuenta que aún nos persiguen, no se dan por vencidos como espere. Imaginé que luego de tantas vueltas se cansarán, pero son más resistentes de lo que supuse. Supongo que es mi turno de entrar en acción, están a punto de hacerme perder la última pizca de piedad que me queda, una lástima que lo desgastare con inmundicias inservibles.  —Haz lo que te ordene.  Mi frialdad nos envuelve. Descubre lo que se avecina, una sonrisa encantada se extiende en sus labios cuando se da cuenta de mis intenciones, que le resulta fascinante.  Me quito el cinturón de seguridad. Giro mi cuerpo dando con el asiento trasero y busco con mi mirada el objetivo. Lo encuentro entre sus juguetes, tomo el maletín y regreso a mi posición bajo su atenta mirada perspicaz, no pasó desapercibido el brillo de fascinación en sus ojos.  Abro el maletín. Ya saboreo ese sabor de victoria.  Tomo en mis manos esta hermosura, me encuentro seducido por su modelo. En mis manos tengo un calibre 9 mm, Smith & Wesson M&P; un arma de alta capacidad con una corredora de acero, un marco de polímero, y un gran cargador interno. Tiene un buen aspecto agresivo, y a pesar de ser una pistola antigua, sigue siendo una de mis favoritas.  —Aumenta la velocidad.  Observó alrededor, analizo la situación. No hallo ningún coche por el lugar, todo está despejado dándome la facilidad de completar mi objetivo. Por suerte la autopista es extensa y solitaria, es casi improbable que un coche llegue a tiempo para ayudar.  El coche y la motocicleta se van acercando, poco a poco, sin saber que vienen directo al final de su propio destino. La muerte.  Le explico con minuciosidad lo que tiene que hacer. No me toma mucho tiempo argumentar mi orden porque es bueno interpretando y realizando movimientos imprevistos, es un experto. Los ejecuta intachablemente.  Quito el seguro del calibre.  —Sujétate. —me advierte.  Frena repentinamente inestabilizándome. Me sujeta cuando gira el coche a una intensidad dándome la oportunidad de prepararme. Soy más rápido y abro toda la ventana mientras veo como la motocicleta viene a toda velocidad.   Extiendo mi mano, miró con claridad y tiró del gatillo.  Los disparos van directo al cuerpo del hombre, que pierde el equilibrio y termina estrellándose. Veo cómo su cuerpo se eleva al aire y cae al suelo, herido.  Sonrió. —Mi turno.  No escucho nada más, porque un fuerte estruendo resuena en mis oídos, dejándome aturdido y desorientado por unos segundos mientras mi cuerpo por la magnitud cae hacia adelante, y un violento viento choca contra mi rostro. Giro mi cabeza atontado descubriendo que el coche arde en llamas a centímetros de distancia. Volteo a mirarlo. —¿Quieres matarnos? —mi reproche le parece jocoso. Se encoge de hombros mientras mete su “juguete” por la ventana, lo deja en el asiento trasero y regresa a su posición. Meneo mi cabeza entre tanto abro la puerta del copiloto. Salgo del coche poniendo otro cartucho en el arma, quito el seguro y camino en dirección del hombre que se arrastra. Cuando se dio cuenta de mi presencia abrió sus ojos asustado y su expresión de pánico me hace intuir que me conoce porque ese temor en su mirada lo he visto muchas veces. Ladeo mi sonrisa mientras le permito que siga con vida por unos segundos más, después de todo, merece ese tiempo para que sienta dolor. Escucho como maldice y pide clemencia en italiano, me río al oír implorarme que le dé otra oportunidad, niego con mi cabeza oscureciendo mi mirada.  Me concentro en mis pensamientos porque su irritante voz me hace impacientarme. Acelero mis pasos porque ya me aburrió mantenerlo con vida; grita pidiendo ayuda y se arrastra continuamente. Pongo un pie sobre su pierna lastimada, soltó un sonido de dolor mientras apreté más su herida.  —Te advertí que no te volvieras a cruzar en mi camino porque encontrarías tu propia muerte.  Su mirada cargada de terror, me alienta a tirar del gatillo. Presiono un poco más su herida, me encanta escuchar los sonidos de dolor que suelta, formo una sonrisa en mis labios. Extiendo mi mano, y todos los recuerdos se hacen presente en mi cabeza. Aun puedo recordar cómo no tuvo la valentía suficiente para detenerlo, como disfrutó escuchar sus gritos implorando ayuda y no hizo nada.  Me descontrolo. —Ci vediamo all’inferno.  Disparó entre ceja y ceja, dejando un lindo adorno sobre su frente. Su cuerpo decae y la sangre se esparce.   * Bajamos del auto.  Luka se encuentra esperándonos en la entrada, por su expresión deduzco que tenemos graves problemas. Una mueca de desagrado se extiende en mis labios y mi enojo aumenta a medida que avanzamos. —Señor, ¿Ahora que hicieron? —me preguntó, agotado. —Nos han informado que tenemos que movernos, saben nuestra ubicación, además, también sobre su existencia.  Mi mirada cabreada se dirige a Oliver.  —¿Qué debemos hacer? El señor me dio órdenes de regresar, pero me rehusé porque prefiero quedarme con usted.  Suspiro.  —¿Cuánto tiempo nos queda? Miró sus relox.  —Solo unas horas para que lleguen a nuestro alcance.  —Bien. Pase por su lado furioso, escuche como me llamo, pero ignore sus gritos porque en estos momentos estoy perdiendo el control. ¿Cómo es posible que todo se saliera de nuestras manos? Se supone que debíamos ser precavidos para que no vinieran detrás de ella.  Paso mis manos por mi cabello, frustrado. Tiro todo lo que está sobre la mesa, desbordando furia. Su estúpido comportamiento hizo que nos descubrieran, ahora nos queda poco tiempo para preparar otro plan y huir.  Puedo sentir su presencia.  —¡¿Qué quieres?!  —Señor, debemos ser rápidos, no podemos dejar que nos atrapen porque nadie intercederá por ustedes.  —¿Qué sucedió, señor? Su pregunta me parece estúpida.  —Señor… Me giro sobre mis talones, con una expresión inexpresiva en mi rostro.  —No entiendo como haces preguntas innecesarias. No ves como ese imbécil está manchado de sangre—lo señaló cabreado. —. Fui a su rescate y me encuentro con muchos cuerpos dejados por toda la ciudad. Resulta que le fascina poner en peligro nuestras vidas para cumplir su maldito propósito. —mi tono es satírico.  Bufó.  —El señor Mikhailov dio órdenes estrictas, este individuo no puede salir sin autorización—su mirada cargada de indiferencia se dirigió en su dirección. Oliver puso una expresión aburrida y apartó la mirada. —. Quedaron en que se controlaría, no tenía permiso de hacer movimientos porque pondría en juego nuestro puesto en la organización.  Entiendo su molestia. Comprendo porque tanto odio hacia Oliver, sé que siempre está lidiando con resolver el alboroto que realiza ese psicópata cuando ansía sangre, incluso hasta yo me enfurezco por su comportamiento. La diferencia es que estamos en la mira de toda una mafia poderosa.  Doy un paso.  —Hemos hablado por meses sobre cómo sobrellevaríamos la situación, ¡Solo una vez! ¡Una maldita vez, pedí que se hiciera a mi manera! Pero disfrutas atraer mi atención desobedeciendo mis órdenes. ¡Gracias a ti, tendremos que huir, una vez más!  Cierro mis ojos y respiro profundo.  —¿Dónde está?  Miro alrededor esperando su aparición, es bastante sigilosa cuando se lo propone, pero parece que no tiene ganas de dignarse a mostrar su presencia.  —¿Para qué me necesitas? —cuestionó. Su melodiosa y dulce voz nos envolvió, nos quedamos en silencio y dirigimos nuestras miradas en su dirección. Su cautivadora mirada con un color especial me recibió, esbozo una pequeña sonrisa mientras se acercaba.  Nunca entenderé porque quiso cometer tal aberración, menos al saber que la chica que gritaba con desgarradora voz, era su hermana.  —Estaba meditando.  Una risa ronca resonó en la habitación. Su mirada peligrosa se dirigió en esa dirección, frunció su ceño y estuvo lista para tirar su veneno porque aunque parecía pequeña e indefensa, es muy buena defendiéndose de tipos como Oliver.  Me sorprendió ver como su expresión se ablandó. Oliver se percató de ese cambio, se aclaró la garganta, enderezó su espalda y comenzó a moverse.  —¿Qué te ha pasado? —le preguntó. Quiso tocarlo, pero con rapidez él retrocedió y le dio una mirada amenazante, que no la hizo inmutarse.  —Metete en tus asuntos, niña.  Ahí vamos de nuevo.  Sacando su lado hostil.  No entiendo porque desea ayudar, si cada vez que ambos están presentes en una habitación, saca su lado hostil. Son tan confusos, que no comprendo ese vínculo que formaron, luego de que él diera su vida para salvarlas de las manos de su hermano.  El pequeño torbellino rodó sus ojos y puso su atención en mí ignorando todo a su alrededor, prefirió no responder las palabras de ese idiota y esperar una respuesta de mi parte. Me sonrió.  —¿Por qué me buscabas? ¿Quieres que te ayude en algo?  —No es nada, ángel. Solo quería saber si te encuentras bien.  Asintió. —¿Por qué tienes esa mirada feroz? —desvié mi mirada en dirección de Oliver, una sonrisa burlona se extendió en sus labios. —Oh, de seguro toda Roma está inundada de sangre.  La miramos incrédulos y soltó una risilla divertida.  —Tan predecible—miró por el rabillo de su ojo, esperando un contraataque. Oliver se quedó en silencio procesando su comentario, sacudió su cabeza y retomó su camino ignorando sus palabras. Toda su atención recayó sobre mí, con un brillo diferente en su mirada.  —. ¿Lo arruino, verdad? Por eso está furioso. —intuyó, con tristeza.  Di un paso. —No volverás a caer en sus manos, ¿Me oyes?  Aplano sus labios y apartó la mirada. —Necesito que empaques todo lo necesario, dentro de media hora estaremos en marcha. No podemos quedarnos por más tiempo, es peligroso estar en esta ciudad, lo mejor será salir de su territorio porque así no le será tan manejable atraparnos.  —¿Qué te hace pensar que no nos seguirá? —levanta su mirada, con un profundo odio. —¿En serio crees que no irá detrás de ustedes? ¡Y todo por mi culpa! —pasó sus manos por su cabello, desesperada. Fijó sus ojos especiales en mí.  —No me iré, me quedaré para despistarlos. Meneo mi cabeza, molesto. Soltó un sonido de frustración.  —Si no me quedo, no podré salvarlos. Terminaran muertos y no soportare su pérdida, han hecho suficiente por mí, es justo que también me arriesgue.  —No te dejaré. —respondo con frialdad.  —¿Por qué? Solo he sido una carga más, han tenido que lidiar con una guerra que nunca fue suya, pero por ayudarme se involucraron e incluso mataron por mí.  —No está a discusión. —Ancel… —¿Quieres que te lo repita? —lo interrumpió Oliver, mostrando su presencia. Su semblante es serio. —No te dejaremos.  Su mirada feroz frenó en su dirección. Sus ojos en llamas lo observan con indiferencia chasqueando su lengua mientras dando pasos lentos se acercó. Oliver no se acobardó, mantuvo su postura rígida con una mirada amenazante, que a cualquiera haría retroceder; sin embargo, nuestro pequeño ángel no retrocedió, caminó con una sonrisa que nunca había visto en sus labios.  Se detuvo a centímetros. Sus cuerpos rozaron y esa tensión entre ellos se incrementó; por un momento me planteé irme de la habitación, pero compartí una mirada rápida con Luka, y con solo una mirada me detuvo.  Se puso de puntillas y curvó una sonrisa ladeada, con una expresión irónica en su rostro. La observó intrigado por su repentina actitud, más no lo demostró. —Eres el menos indicado para decir aquello—refutó. Entrecerró sus ojos y le dedicó una pequeña sonrisa inocente, ocultando su intención. —. Es difícil entenderte, eres tan complicado. Un día me odias y al otro me ayudas, ¿Por qué? ¿Qué estás buscando? —se quedó en silencio. Sabía lo que venía, su expresión de frustración lo decía todo. —¡Vamos! ¡Responde! ¡¿Por qué me ayudas?! Si es por lastima, no la necesito porque prefiero morir antes que recibir ayuda de un hombre desalmado. Si fueras el único hombre en este mundo, JAMÁS recurriría en busca de tu ayuda. Jamás —presionó su dedo índice en su pecho, empujándolo. —. ¡Dime! ¡Habla, no te quedes callado! ¡¿Por qué me ayudas si me odias?! ¡HABLA! ¡VAMOS, DILO! ¡DI QUE ME AYUDAS PORQUE TE DOY LÁSTIMA!... Su voz fue aumentando intensidad, su dedo seguía presionándolo e hizo que retrocediera unos pasos. La desesperación en su rostro fue reemplazada por ira, sus dientes rechinaron. Cerró ambas manos en los puños y golpeó su pecho, mientras las lágrimas gruesas empezaron a recorrer por sus mejillas teñidas de rubor. Oliver tomó sus manos dejándolas suspendidas en el aire, ella levantó su cabeza y esa impotencia en su mirada lo trastoco.  —¡Porque a ti puedo salvarte! —le respondió con un tono fuerte, lo miró confundida. —Y haré todo lo que esté a mi alcance para no soltarte.  Soltó sus manos y compartió una mirada significativa conmigo, retrocedió dándose media vuelta, alejándose. El ambiente pesado me hizo perder un poco el aliento, sus ojos me buscaron indagando respuestas, negué con mi cabeza.  —Prepárate, nos iremos muy pronto.  * Su gritó agudo y desgarrador, hizo que me levantara y saliera corriendo a su encuentro. Mientras más me acerqué, más lejos escuché sus chillidos, y un escalofrío recorrió por mi cuerpo al sentir como los recuerdos chocaron con fuerza robándome el aliento, no tuve tiempo de detenerme a pensar porque varios hombres me interceptaron en pleno camino, rodeándome. Intenté encontrar un escape, más no pude hallar una salida; a pesar de ser un buen luchador, conocía mis límites y la duda de que me ganarán se hizo presente. Un gritó más agudo resonó por toda la casa, ocasionando descontrol en mi ser.  Di un paso dispuesto a atacar, esperé que uno se viniera contra mí, pero alguien más se me adelantó. Cada uno de los hombres comenzó a desvanecerse, encontrándome con los responsables de su muerte.  Luka me entrega un arma y no perdimos más el tiempo, fuimos a su rescate. Oliver fue el primero en subir las escaleras, esa agonía comenzó a ser palpable en su cuerpo. Cuando llegamos a la segunda planta, un escalofrío atacó mi pecho al sentir el ambiente helado y pesado.  Caminamos mirando en ambas direcciones, y a punto de terminar el pasillo, encontramos una habitación con la puerta entreabierta, un ruido extraño provino de ese lugar. Me acerco, abro la puerta y me sorprendo encontrar algo inesperado.  Ella está sentada sobre su atacante; al cual reconozco su rostro, es uno de sus tantos agresores. Puedo sentir su dolor desgarrador, ese profundo infierno en el que se sumerge mientras apuñala al hombre por todo su cuerpo sin control. Emite sonidos de dolor, un grito ronco y doloroso brota de su garganta. Sus sollozos hacen su entrada y con voz entrecortada dice muchas cosas que remueven mi interior. Puedo sentir su rabia y sufrimiento, logró percibir como se sintió cuando la agredió; ese repudió en su alma se incrementa con cada puñalada al hombre yacido en el suelo, muerto.  Sus lágrimas amargas descienden por sus mejillas carmesí y sus gritos de dolor proclaman su venganza, pero nadie borrará los vacíos de su alma.  Aumentó la velocidad de sus puñaladas y sus gritos resonaron por cada rincón de la enorme casa, nadie la detuvo. Varias gotas de sangre salpicaron en mi rostro, hice una mueca de asco, aún pendiente de que desahogará todo lo que ha tenido que guardar este tiempo: Las lágrimas que emergieron desde lo más profundo de su ser, las súplicas de su interior y los traumas que generó esos momentos.  Su rabia se incrementó a cada paso exponiendo sus grietas.  Presenciamos su lado que forzó a mantenerse oculto, ese que muestra su verdadera careta, y por un segundo olvide que es el ángel que cayó del cielo. Miramos como nos enseña a descuartizar al tipo, incluso nos da clases de qué partes son más fáciles de extraer mientras grita muchas palabras en italiano; llega un momento en el que tengo que apartar la mirada, la escena es tan perturbadora, que tengo arcadas, y logró entender sus palabras. La sangre se esparce por toda la habitación. Y una pregunta cruza por mi mente, perturbándome.  ¿Así se sintió o fue mucho peor?  —DETENTE. El grito de Oliver me hizo salir de mis pensamientos, puse mi mirada al frente y noté como sus hombros subían y bajaban, las manos manchadas de sangre sostenían dos navajas que desconocía; por el rabillo de mi ojo mire a Oliver sospechando de que sea el encargado de esos objetos, regrese mis ojos en su dirección analizando su siguiente movimiento, pero solo obtuve una risa amarga proveniente de su garganta.  Se tomó unos minutos para respirar, cuando se puso de pie y giró su cuerpo tratamos de no mostrar una expresión sorpresiva, aunque fue un poco imposible. Ver todo su cuerpo manchado de sangre y esa mirada perdida, me hizo recordar como la encontramos. Sin embargo, la diferencia es abismal por qué mientras su mirada en ese entonces era asustadiza, ahora solo muestra fascinación y alivio.  Se detuvo a una distancia prudente, extendió ambas navajas en dirección de Oliver, quien mantenía una mirada analizadora.  —No necesito que me salves. —anunció y una sonrisa arrogante se asomó en sus labios, Oliver vaciló. Sus ojos distantes reflejaron altanería.  Colocó su mirada en mí esperando un comentario sobre su cambio de actitud, curvo una sonrisa ladeada, orgulloso. Se acercó, pero suspendió sus pasos y con mirada que reflejaba temor se posicionó detrás de mí, con rapidez me gire, encontrando a un tipo alto en el umbral de la puerta con una expresión neutra.  —¡Te encontré, Rea!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD