D O S

2897 Words
¿CUÁNTOS SECRETOS ESCONDES, FOREST? Si hay algo que tienen los Kandall es que son: muy buenos manipuladores, tienen el mundo a sus pies y tienen dinero, mucho dinero. Han tenido todo lo que ellos quieren en la palma de la mano. Cuando piden algo, lo tienen. Cuando quieren algo, lo consiguen. Siempre ha sido todo tan fácil para ellos. La familia Miller y los Kandall eran o son socios, ambas familias han trabajado juntas para resolver casos difíciles, casos en los que hasta los acusados creían que no podían salir de ello. Por ello, tanto Scarlet, como los hermanos Z, Zev, Zac y Zyab, se conocían perfectamente, sabían quién era quien. Sabían que tan poderosa era la familia de cada uno. Sabían los trapos sucios de ellos. En pocas palabras eran amigos-enemigos. Scarlet no los soportaba, los odiaba, pero más odiaba a Zac. Lo odiaba a muerte. No lo soportaba. No lo podía ver a la cara. No podía tenerlo cerca. Nunca supe muy bien que fue lo que hizo que ella se alejara de él. No hablaba de él y yo nunca quise saber de aquello. Zev me observa desde el otro lado de la habitación con esa expresión que dice: no sé qué hacer. Sigue pensando en la respuesta, no quiere traicionar a su hermano, sin embargo, sabe lo que le conviene y lo que no, sabe que le conviene decirme toda la verdad, pero no quiere. Pasa su mano por su boca para después llevar el cigarrillo a ella, se nota nervioso, como si ocultara algo. —   No puedo, Jennifer— su voz sale en un murmullo—, no puedo traicionar a Zac. —   Pero él si puede… —   No es eso, hay algo más. Hay algo que nos involucra a los tres. —   ¿Ustedes mataron a Scarlet? —sus ojos conectan con los míos, frunce su ceño. —   ¿Qué? ¡No, claro que no hicimos eso! No sé para qué haces tanto drama si ella ya no está aquí, Black. —   Es mi amiga. —   La misma amiga que traicionaste— responde una voz masculina detrás de mí. Sonrió hacia Zev, mientras él tiene la mirada puesta en su gemelo, con miedo. Giro poco a poco en mi lugar hasta poder observarlo a la cara. Si no los conociera, podría decir que no son gemelos, ya que, mientras los ojos de Zev son azules, lo de Zac son marrones, Zev tiene cara de niño y él, él tiene cara de ser tu próxima pesadilla. Me fijo en sus manos, no tiene ningún tatuaje en ella, ni en su cuello. Me observa con el ceño fruncido, los brazos cruzados, haciendo que sus músculos se marquen. Camisa larga y negra y pantalón del mismo color. Su cabello castaño y largo, tapando la pequeña cicatriz que tiene en la ceja derecha. —   ¿Qué quieres, Black? —su tono de voz sale como si no quisiera que este ahí con ellos y lo entiendo, soy una amenaza para ellos, para todos en general. —   Sabes lo que quiero, Zac, no puedes hacerte el inocente ahora. Sé todos tus secretos. —   Y yo sé todos los tuyos. Mejor cierra la boca que tú terminarías peor que nosotros— secunda una voz detrás de Zac. Zyab hace acto de presencia detrás de su hermano, con ese porte que los distingue como familia Kandall. Es el menor, pero el más poderoso de los tres. Sabe los secretos de todo el mundo, sabe quién soy, sabe quién era Scarlet. Él es más maldito de los tres. —   No sé por qué te metes, Zyab, si el problema no es contigo, es con tus hermanos— contraataco. Él me regala una sonrisa malévola, de esas que él solo sabe sacar, haciendo que mi piel se erice y un escalofrío recorra todo mi cuerpo. —   Te metes con mi familia, te metes conmigo. Ahora lárgate de mi casa. No te quiero cerca de nosotros, mantente alejada, Black. Observo una última vez a Zev sobre mi hombro para sonreírle, él se gira sin querer cruzar mirada conmigo. Con el mentón en alto camino hacia la puerta del despacho, tomo el pomo y lo giro, para después salir de ahí. Se escuchan gritos de reclamo al otro lado de la puerta, pero no le tomo importancia. Camino por el gran pasillo, tratando de recordar por dónde venimos, pero me doy cuenta que estoy yendo por un camino en el cual no habíamos venido. Frustrada, trato de recordar, los cuadros no son los mismos, las paredes menos. No puedo llamar a nadie con los que he venido, porque Olivia no me ha dado su número telefónico, ni Deaken y mucho menos Sheri. —   Mierda… Se oye el eco de dos voces hablando a los lejos, me quedo quieta mientras espero que se acerquen para que puedan ayudarme a salir de seste maldito laberinto. —   … si por lo menos me hicieras caso, Jafet, no estaríamos lidiando con la maldita culpa…— se queja una voz femenina. —   Fuiste tú quien nos metió en todo esto, Joy, no vengas ahora a decirme que es mi culpa… Pongo más atención de la que debería porque siento que hablan de Scarlet, me pego aún más a la pared como si pudiera esconderme de ellos. —   No tenías que haberte metido con ella… Scarlet no tenía que haber estado contigo—y como si el universo no estuviera a mi favor, una araña se posa delante de mí, haciendo que yo me mueva en mi lugar y causando que una escoba se mueva y provoque que un trapeador caiga al suelo. Haciendo que ellos se detengan en medio del pasillo y guarden silencio. —   ¿Oíste eso? —pregunta el tal Jafet. —   Hay alguien… —   No me digas— se burla Jafet. —   Cállate, idiota. Nos pudo haber escuchado… Se escucha como empiezan a caminar hacia donde yo me encuentro. Respiro hondo. Si me descubren, si me descubren, moriré. Ni siquiera llevo veinticuatro horas en este lugar y ya estoy por morir. El teléfono de alguien suena, avisando de una nueva llamada con el tono de llamada una canción de Olivia Rodrigo: traitor. —   Es Zac— avisa la chica, Joy. —    Mierda, contesta. —   Es lo que estoy haciendo, estúpido— silencio—. ¡Bueno! ¿Qué mierda, Zac? Ya vamos para allá. —   ¿Qué dice? ¿Qué quiere? —curiosea Jafet. Hay un momento de silencio, hasta que ella vuelve a hablar en un murmullo entendible, ya que el pasillo hace eco: —   Jennifer Black ha llegado… —   Mierda, ¿la asesina…? —   Shhh — lo interrumpe—, vámonos. Ahhh, con que conocen mi identidad, nuevos enemigos. Sus pasos cada vez se hacen menos audibles mientras yo salgo de mi escondite —ni tan escondite—. Observo por donde he venido, en donde creo que ellos se han ido para después empezar a caminar por donde ellos llegaron. Miro a cada nada hacia atrás vigilando que nadie me venga siguiéndome, hasta qué… choco con un gran cuerpo. Alzo mi mirada un poco, para poder ver a la otra persona y reclamar. —   ¿Dónde estabas? —es Deaken quien me observa con el ceño fruncido y observa detrás de mí. Giro un poco mi cabeza para ver qué es lo que está viendo, aunque, después de un segundo me arrepiento. Los hermanos Kandall y, ahora que los veo bien, sé quiénes son las personas del pasillo: los mellizos J., ambos me observan con odio, mientras yo trato de hacer lo mismo, hasta que observo la mano derecha Joy, la cual tiene el collar de Scarlet, collar que le regalé cuando fueron sus dieciocho años. Ella sonríe con burla, al igual que los demás. El único que no lo hace es Zev, que se mantiene detrás de ellos. Como el cobarde que es. —   Las preguntas para después, ¿va? Ahora, ¡vámonos! Tomo del brazo a Deaken para empezar a correr, aunque no sé si ellos me sigan como si fuera alguna película de acción. Deaken, como puede me sigue el paso, aunque en el camino me va preguntando por qué corremos. Al llegar a la puerta me encuentro con Sheri bailando con Olivia. —   Deaken, toma a Sheri, yo tomo a Olivia— él, con el ceño fruncido me hace caso y camina hacia donde está su hermana para cogerla en peso mientras ella grita diciendo que la suelte. Yo tomo a Olivia y los cuatro corremos hacia la salida. Observo hacia atrás para ver si viene y, efectivamente, vienen detrás nuestro, caminando, pero vienen… Al llegar a la camioneta de Deaken, mete a su hermana en la parte trasera junto a Olivia, la cual nos observa con el ceño fruncido, al entrar, él enciende la camioneta y escapamos. No dejo de observar hacia atrás para verificar que no vienen y cuando ya estamos demasiado lejos para que decidan venir por nosotros me relajo en el asiento. Todos me miran mal por el espejo retrovisor. Lo sé, les he arruinado la noche. —   ¿Qué mierda, Jennifer? — cuestiona Sheri. —   ¡Estábamos en el mejor punto de la fiesta! Muevo nerviosa mis piernas, mientras trato de calmarme, mi respiración aún no se ha calmado. —   Los siento, chicas… yo, yo… —   ¿Por qué te seguían? —pregunta Deaken mientras no deja de mirar la carretera. No sé si tenía que decirles ya. Los conocía hace apenas… ¿cinco horas? No sé muy bien quienes eran y a qué se dedican o que hacían, solo sabía sus nombres y que estudiaban: medicina (Sheri), arquitectura (Deaken) y criminología. Tal vez decir una pequeña mentira no hacía daño, ¿cierto? Lo malo de las mentiras es que se volvían una costumbre. Una muy mala. La camioneta se quedó en un completo silencio mientras que ellos esperaban que yo dijera algo. La radio no estaba puesta, por ello, no había algo con que entretenerme. La ventana era una muy buena opción, aunque… lo más seguro era que me iban a presionar para que dijera algo. Carraspeé cuando nos quedamos en un semáforo rojo y me acomodé en el asiento, un poco incomoda con la situación. El trío de personas que estaban a mi alrededor, me observaron, impacientes para que soltara algo. —   Bueno… encontré a uno de los dueños de la casa teniendo relaciones sexuales con otra persona…— tartamudeé. Sheri se metió en medio de los asientos para mirarme fijamente a los ojos. —   ¿Quién de los tres? ¿el castaño ojos azules con tatuajes o al castaño con ojos marrones sin tatuajes? ¿o al más pequeño? Es un hijo de puta— dijo tan rápido que apenas le entendí. Deaken enarcó una ceja, mientras apretaba con fuerza el volante, haciendo que sus nudillos se volvieran blancos. —   Creo que fue el más pequeño, ya que no vi muy bien su cara… —   ¿Para qué te quería Zev, y donde se conocen? —mierda. Mierda y más mierda. —   ¿Zev? —me hice la loca, mientras veía como una gota de agua bajaba por la ventanilla del auto—, nos conocimos en la secundaria. Tiene mucho tiempo… —   ¿Hablaste con Zev Kandall? —por primera vez en toda esta conversación habló Olivia—, eso es algo, ¿raro? Él nunca habla con nadie, a mas que sea alguien conocido o con mucho dinero. —   Les dijo, lo conozco desde la secundaria. Ni Olivia ni Deaken parecieron muy convencidos con mi respuesta. Ambos compartieron una mirada mediante el espejo retrovisor. Y Sherí, ella solo se dedicó a preguntarme el cómo eran los hermanos Z en la secundaria. Preguntas de las que me inventaba las respuestas porque no sabía ni una mierda de ellos. Solo sé qué: Son guapos. Son peligrosos para mí. Mienten. Tienen a todos a sus pies. Tienen dinero, mucho dinero. Y quieren matarme. La ultima creo que es la más importante. No, no lo creo. ES LA MÁS IMPORTANTE. Al llegar a la aburrida residencia, Deaken se detiene enfrente de ella, yo bajo, pero Olivia se queda en la camioneta, Sheri baja y se sube en la parte del copiloto. Se baja la ventanilla de la parte trasera y Olivia asoma la cabeza y mueve las llaves que tiene entre los dedos. —   Voy a llegar un poco tarde hoy. No me esperes. —   Oh, está bien. Te veo mañana. —   Adiós, Jenni— se despide Sheri, sacando la cabeza de la ventanilla mientras la camioneta va en movimiento. Hago una mueca. Doy media vuelta para ver la residencia y después sacar un gran y pesado suspiro. Al llegar al lobby, todo está oscuro. No hay nadie cerca. Subo las mismas escaleras que subí anteriormente con Olivia, pero al llegar al segundo piso, una persona se coloca delante de mí. Me detengo brutamente, haciendo que falsee en el escalón. No puedo observar su cara ni sus rasgos físicos porque tiene un pasamontaña y mucho menos puedo saber si es un hombre o es una mujer, ya que, la poca luz de luna no me permite ver mucho. Ella o él, coloca una mano en mi hombro, haciendo que observe la trayectoria de este, después, toma mi otra mano y coloca un pedazo de papel en ella, no dice nada y solo se aleja poco a poco. Pestañeo varias veces porque realmente no sé qué es lo que acaba de pasar, no entiendo ni paloma y lo único que quiero hacer en este momento es solo irme a mi cama y descansar. Pero sé que no lo haré porque le daré demasiadas vueltas a la situación. Subo los últimos escalones que me quedan hasta llegar a mi habitación. Las manos me tiemblan y cuando busco las llaves del apartamento en mi bolsa estas no aparecen. Miro para todos lados, esperando que nadie se aparezca. Aunque, eso será un poco complicado ya que una figura masculina se aparece a mi lado izquierdo. Busco más rápido las llaves, pero mi bolsa cae al suelo. —   Mierda—pronuncio. La persona se acerca a mí más rápido y coloca una mano en mi boca. —   Tranquila, Jennifer, soy yo, Zev. No grites, se supone que no debo estar aquí contigo. Asiento con la cabeza y él baja la mano poco a poco. —   Mierda, Zev, avisa— me aparto de él y recojo mi bolsa. —   ¿Qué buscas? —se acerca a mí. —   Las malditas llaves. Una persona se me ha acercado y me lo ha dado esta nota. —   ¿Qué nota? —pregunta, serio, mientras me entrega mis llaves y yo le doy la nota. No tardo ni cinco minutos en abrir la puerta y ambos entrar, él la lee y me mira con asombro. —   Eres un maldito cobarde— le reprocho. Él hace una mueca. —   Lo sé, pero no puedo hacer nada, Jennifer. No ahora que estamos en medio del huracán. Giro para ir hacia mi habitación y colocarme mi pijama y dormir, pero Zev me toma de la mano y me jala hacia la habitación de Olivia. —   ¿Qué mierda, Zev? —   Mira… Él entra a su habitación y camina muy seguro hacia donde está su tocador, toma un perfume de color azul y sonríe con victoria. Después de unos segundos, el tocador se desliza hacia la derecha, dejando ver un largo e iluminado pasillo. Zev me da la nota y en ella leo: Tocador de Olivia, perfume azul.   7011. Me acerco hacia un monitor y coloco el código que está en el papel. Automáticamente otra puerta se abre y ambos nos observamos mientras caminamos hacia su interior. Es angosto y frío. El mayor de los Kandall va delante de mí mientras me toma de la mano. No tardamos mucho cuando encontramos otra puerta café, tallada con dos letras: SM, cruzadas. No sé muy bien que es lo que estoy haciendo, pero abro la puerta sin dudarlo mucho. A simple vista, para muchos, parecerá una habitación normal y corriente, para mí, para todo Forest, es la misma habitación en donde murió/mataron a Scarlet Miller. Zev prende la lámpara de su teléfono y lo que veo me deja quieta en mi lugar mientras trato de asimilarlo, pero es algo complicado, porque, esa misma habitación en donde supuestamente mataron a Scarlet no hay nada, no hay indicio de que realmente la hayan matado ahí. No hay sangre como lo habían mostrado en varias fotos. No hay lámparas o vidrios, incluso cortinas rotas que griten que aquí hubo un asesinato. No hay nada. Nada… Me han metido. Me han engañado. Doy un paso hacia atrás, chocando con otro mueble el cual está lleno de fotos. Observo hacia atrás y es una foto de un grupo, un grupo que conozco muy bien. Deaken, Olivia, Sheri y Scarlet sonriendo hacia la cámara, mientras todos tienen un helado en cada una de sus manos. ¿Y si ellos la mataron? ¿Y si ellos se deshicieron de ella? ¿Y si le tenían envidia de toda la fortuna que poseía? Me niego, me niego completamente de ello. —   ¿Estás bien? —   Tengo que alejarme. Tengo que alejarme de todos ellos. Señalo la foto. Y él asiente con la cabeza.              

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