Clínica privada. Oficina de administración. 08:30 Mara firmaba documentos con ese nombre. Ya no era Laura, al menos no a los ojos del mundo. Esa identidad quedó enterrada junto a la mentira que la obligó a morir en vida. Ahora, cada trazo de su firma era una declaración silenciosa: estoy viva, pero no para ustedes. Clara la observaba desde el umbral. —Te queda bien ese nombre. Mara levantó la vista. —No es el que me dieron. Es el que elegí. Y en ese gesto, la enfermera supo que estaba lista para lo que venía. Casa Valverde. Biblioteca privada. 09:45 Francisco hojeaba un libro con las manos quietas, pero la mirada extraviada. Las palabras desfilaban sin dejar huella. Era uno de esos días donde la luz se sentía lejana, incluso detrás de los cristales. Leandro entró sin anunciarse, c

