Centro de Rehabilitación Integral 08:00
El cielo estaba cubierto de un gris plomizo cuando Francisco llegó al nuevo centro. El aire olía a desinfectante, a control, a promesas dichas con voz baja y letra pequeña. Caminaba despacio, apoyado en el bastón, la herida aún reciente. La del cuerpo. Porque la del alma… esa no cicatrizaba.
Una mujer lo esperaba al final del pasillo. Su bata blanca impecable no tenía ni una sola arruga, y su perfume sutil hablaba de estatus más que de cercanía. Cabello recogido con precisión milimétrica, rostro sereno, y una sonrisa profesional que no tocaba sus ojos.
—Señor Valverde —dijo con tono suave, casi maternal—. Soy la doctora Garrido. A partir de hoy, su recuperación es mi prioridad. Bienvenido.
Francisco la miró en silencio. Había algo en su voz que l
