Nuevo hogar

3059 Words
- ¿Quiénes son ustedes? -. Preguntó de forma agitada uno de los camioneros de la zona. Los chicos se encontraban tan sorprendidos por los últimos hechos que no supieron que responder. Tal vez, pensaron, lo más conveniente no era decirles que se habían fugado de un orfanato, eso sería casi como una condena a regresar a aquel lugar del que les había costado tanto salir. Por otro lado, Rata estaba sumamente herido y no parecía mostrar signos de conciencia aparente, no eran capaces siquiera de verlo a la cara que estaba cubierta de sangre y con cortes alrededor de la boca y la nariz. El hombre los observaba con una mirada intimidante. -Aquellos hombres nos estaban atracando, pero terminaron golpeándonos-. Contestó Sambrano tratando de actuar con naturalidad. -Necesito que llamen a sus padres-. Respondió el hombre al tiempo que sacaba su teléfono celular. -Voy a llamar a una ambulancia, sino este chico se nos muere acá. -Usted no entiende, ellos no saben que estamos acá-. trató de justificarse El perro al tiempo que trataba de reanimar a su amigo. -Eso no importa, después habrá tiempo para los castigos, por ahora hay que salvarle la vida a ese chico. Sambrano se había quedado sin más excusas que pronunciar y estuvo a punto de ceder a las insistencias del hombre y del público que se estaba formado a su alrededor. Así mismo, lo que más importaba ahora era la vida de sus compañero y aquella primera noche les había demostrado que ellos no estaban hechos para esa clase de mundo. Sambrano miró a sus compañeros mientras estos parecían darle la aprobación con los ojos. -Verá, nosotros… -Nosotros solo pretendíamos ir a la plaza a conseguir flores, pero nos atracaron-. Héctor se había sobre puesto y hablaba con dificultad. -Vera, señor, no quiero sonar irrespetuoso, pero esto es nuestro pan de cada día y no queremos hacer que nuestros padres paguen un hospital cuando apenas tenemos qué comer. Las palabras salían con facilidad de la boca de Rata y su voz era tan convincente que sus compañeros quedaron sin palabra una vez más. Estando sentado, lograron ver la cara inflamada y un largo corte que iba desde la nariz hasta la barbilla de sus compañero. Sobre su ojo derecho también había un largo corte, aunque no tan profundo, que llevaba desde la ceja hasta el pómulo. Con tales herida era imposible que siguiera hablando con tal elocuencia. -Debemos salir todos los días a ver como ayudamos en nuestras casas a comer. Buscaremos un centro de salud para que me curen y luego seguiremos con nuestro día-. Terminó por sentenciar Rata al levantarse y apoyarse sobre Sambrano. -Pero esas heridas se ven muy serias, y no sabemos que esos malandros estén por ahí-. Respondió el camionero impactado por la historia de Héctor. -Pues tendremos que lidiar con ellos de nuevo, usted sabrá que si queremos comer no podemos parar por miedo. La gente miraba a los chicos con una gran admiración y asombro, pasaron a ser las víctimas de unos ladrones a las víctimas de una sociedad desigual. El camionero terminó por ceder y colgó su teléfono celular al tiempo que la multitud se fue separando. - ¿Dónde viven? Al menos creo que los puedo llevar-. Una mujer que llevaba pijama debajo de un grueso abrigo se dirigió a ellos con preocupación. -Vivimos en distintos lugares y un poco lejos de acá. Ya estamos acostumbrados a caminar hacia allá, no se preocupe-. Respondió Rata al tiempo que hacía amagues revisándose los bolsillos. -Lo que más me duele que es que perdimos todo el dinero que reunimos esta noche lavando carros, pero no importa, al menos estamos vivos. El camionero continuaba mirando el rostro de Héctor con terror y al escuchar el desenlace de la conversación sacó su billetera y saco unos billetes que le entregó a Sambrano con bondad. La mujer hizo lo mismo y tras ella unas cuantas personas reunieron una cantidad bondadosa de dinero que entregaron a los chicos deseando una buena fortuna. -No sabemos cómo son las cosas, pero espero que les vaya muy bien, chicos-. Dijo la mujer al tiempo que se alejaba de nuevo hacía su auto. -Dios bendice a las personas sinceras, espero que ustedes lo sean. La multitud se fue alejando poco a poco hasta que de nuevo los chicos estuvieron a solas, y cuando comprobaron que los tipos no estaban ya observándolos contaron el dinero. Era una muy buena cantidad y el camionero les había dado una suma que incluso superaba los ahorros que ellos habían hecho en un principio. -Con esto no tendremos que preocuparnos por lo que nos robaron, podemos seguir con el plan-. Gil levantó la voz con emoción. -Ni tanto-. Tomo la vocería Sambrano arrebatando el dinero. -Primero tenemos que buscar un lugar donde le arreglen la cara a Cruz, que ahora sí va a quedar como una Rata. Los amigos rieron al unisonó ante el comentario de Sambrano. Sim embargo, el silencio se hizo de repente al caer en cuenta de la realidad de la situación, los matones los habían amenazado por una tontería y la paliza se la había ganado su compañero. Habían ganado dinero, sí, pero a qué costo. A pesar de que era bastante temprano lograron encontrar una pequeña farmacia abierta a esas horas del día. La atendía un hombre viejo y con una mirada bastante dura y cansada. Al observar a los chicos entrar, y en especial a Héctor con la cara tapada tratando de disimular la paliza, salió de su escaparate y se dirigió directamente al niño. Sin siquiera mediar palabra apartó a sus compañeros y llamó a su hija, una joven a penas menor que los chicos, y lo llevaron a una camilla instalada en una zona apartada del local. -Pásame la gasa, el alcohol y la aguja. Será necesario cocer a este peladito-. Ordenó el anciano a su joven ayudante que se movió con la ligereza de la experiencia. Gato trataba de observar lo que ocurría al otro lado del escaparate, pero Vaca lo retuvo para evitar que tuviera que verlo. La sangre producía una fascinación extraña a sus ojos y se reprimió a sí mismo el impulso al caer en cuenta que se trataba de su compañero. Que se había buscado la paliza, tal vez, pero aun así era un compañero y no podía permitirse pensamientos como esos. Vaca terminó por salir de la farmacia con gato y se sentaron juntos en la acera mientras observaban el ir y venir de gente que vestía ropa elegante y abrigada. Pensaba en que tal vez algún día él podría ser como ellos e ir a un importante trabajo, no tenía idea de a qué se quería dedicar, pero se imaginaba en una oficina haciendo lo que sea que hiciera la gente en las oficinas. - ¿Crees que será muy grave? -. Preguntó Gato a su compañero sacándolo de sus propios pensamientos. -No sé, yo creo que no. La hierba mala nunca muere-. Respondió Vaca tratando de consolar a su compañero. Vaca siempre había sido un joven duro y solitario, a pesar de ello le preocupaban sus compañeros verdaderamente, y comprendía que Gato sintiera admiración por Héctor. Él, después de todo, no era más que un niño, más inocente que el resto y por cualquier cosa iba a glorificar al chico extraño y con habilidades especiales del grupo. Además, después de todo, Héctor siempre se había comportado como un hermano mayor o como una guía para Gato, era el único que jamás se había burlado de él y lo trataba como trataba a los demás. - ¿y ustedes dos qué hacen aquí, no van a ir a ver esa belleza que está atendiendo a Cruz? -. Interrumpió Gil al tiempo que se sentaba junto a ellos. -No está mal, pero normal-. Respondió Vaca al caer en cuenta que no lo había notado. - ¿Qué no está mal? -. Gil agarró a su compañero por el hombro y lo miro a los ojos. -De saber que daríamos a parar acá y que esa me iba a curar, habría sido yo quien se deje dar la paliza. -Eso solo lo dice solo porque nunca ha hablado con una niña-. Respondió Vaca con dureza. -A puesto que ni es capaz de hablarle. -Claro que soy capaz, pero es que tienen que verla. Se ve tan natural, tan joven tan…- Gil tomó su tiempo para pensar al tiempo que hacía una mueca estúpida. -No sé cómo explicarlo, pero últimamente ya estaba empezando a estrujarme el de abajo con los hábitos de las hermanas, y me sentía mal, pero ahora tendré otra cosa en mi imaginación. - ¡Cállese, estúpido, no quiero que me cuente esas cosas! -. Vaca se levantó con molestia sabiendo que incluso él hacía lo mismo. -Dele pena que la niña crea que usted es pajero. -No entiendo, de qué hablan-. Se preguntó Gato con confusión. -No es algo que tenga que saber, y es mejor que no lo sepa-. Respondió Vaca. -Vamos a ver como sigue Cruz. Al entrar de nuevo a la farmacia Héctor ya se había puesto de pie y sus heridas parecían más graves de lo que había pensado. Tenía los ojos hinchados, al igual que la boca y las gazas le daban un aspecto de momia. Vaca no pudo evitar dedicar una mirada a la adolescente que ayudaba a ponerse de pie a Héctor en medio de una cara mezcla de lastima y terror. Realmente era linda, y de no ser porque era más reservado, hubiera dedicado el mismo comentario que había hecho Gil hacía unos minutos. - ¿Cómo va nuestro boxeador favorito? -. Pregunto Vaca a Sambrano con seriedad. -Dice el señor que no fue nada tan grave. Le tuvo que poner puntos en la ceja y en la boca solo unas curas para que no quede una cicatriz tan fea. De resto son moretones, pero la saco barata por ahora-. Contestó El perro sin dejar de observar a la chica. - ¿Y cuánto nos va a cobrar? -Ni idea, aún no nos da el golpe, pero me imagino que va a salir caro-. Sambrano se desprendió del mostrador y se dirigió a la acera. Afuera se reunió de nuevo con Gil quien miraba como tonto el paseo de la gente en la calle. A su vez lo siguieron Gato y Vaca quienes mostraban expresiones más reservadas de lo que era su primera maña en libertad. -Chicos, no sé si ustedes ya lo pensaron, pero creo que deberíamos regresar al orfanato-. Propuso Sambrano mientras los miraba fijamente. -Ya hemos hecho mucho por estar acá como para echarnos para atrás-. Contestó violentamente el Gato. -Ya pasamos lo peor, podemos hacerlo. - ¡Mira cómo está Rata, le dieron una paliza tratando de salvarnos! -. Exclamó molesto El perro. -Miren, chicos, no sé si realmente estamos listos para estar en la calle. No podemos esperar que Héctor se gane más golpes por nuestra culpa. -Eso es algo que pasó solo por casualidad-. Interrumpió Gil, -Ahora tenemos dinero, solo es cuestión de conseguir trabajo. -Y dónde vamos a conseguir trabajo, quiero que me lo digas. Héctor tuvo que decir mentiras para conseguir ese dinero, y no quiero que en eso se base nuestros ingresos. - ¿pero eso que tiene de malo? No le hizo ningún daño a nadie-. Contestó Gil -No, pero no me parece que deba ser la manera. Deben ser líneas que debemos marcar, y nuestro dinero no puede depender de engaños a otros. - ¿Líneas? Adivinen quién tiene dos nuevas líneas largas en la cara-. Rata salió de negocio con su ánimo renovado. De qué están hablando. -que deberíamos volver al orfanato-. Sentenció Vaca sin darle tiempo a nadie más de usar eufemismos. - ¿Por qué? Ya estamos afuera. Yo sé que al principio las cosas son difíciles y se ven muy mal, pero son cosas que pasan-. Héctor acarició la cabeza de Gato y encaminó a sus compañeros a tomar ruta siguiendo la avenida. -Ya verán como con el paso del tiempo asimilaremos mejor los cambios. - ¿el señor de la farmacia no nos cobró nada? -. Preguntó Sambrano intentando devolverse como si algo se le hubiese olvidado. -Me dejó gratis la sutura-. Respondió Rata con una actitud extraña. -No es necesario que regreses allí. -Al menos quiero ir a decirle las gracias-. Contestó Sambrano - ¡Alguien quiere ir a ver a la hija del doctor! -. Exclamó Gil dirigiéndose hacia su compañero. -A que sí, vamos a ver si puedes probar suertes, Romeo. -Claro que no-. Las mejillas de Perro estaban ruborizadas por la vergüenza. -Bueno no importa, pero si algún día volvemos por acá quiero darle las gracias. -Mírelo de esta manera-. Afirmó Rata -Si regresamos al orfanato jamás podrás devolverte a darle las gracias y menos ver a la chica-. La risas se hicieron en el grupo Zanjando el tema del retorno, al menos de momento. Caminaron por espacio de la mañana hasta que sus tripas comenzaron a crujir. Andaban con el rumbo que Héctor les marcaba, inspirando seguridad y confianza a pesar de tener el rostro como una momia. Pronto Gil y Gato copiaron su forma de caminar y de mantenerse de pie, pues Rata lo hacía con una seguridad y libertad que les inspiraba fuerzas. Hasta después de un rato pararon en un restaurante y se dispusieron a engañar el hambre con un almuerzo haciendo las veces de desayuno y almuerzo. Luego de una comida más que merecida, continuaron caminando y las calles se hacía cada vez más feas y la gente alrededor más extraña. Nadie decía nada, pero la ciudad se veía podría, nada comparación con las grandes avenidas y los edificios residenciales que habían atravesado hacia unas horas. Era como si Héctor los estuviese guiando al infierno. Cada vez encontraban más gente tirada en el suelo pidiendo monedas, arrastrándose para desplazarse y niños hambrientos bailando junto a sus madres por unos pesos. Vaca sentía profunda lastima por aquellos desgraciados y pensó en darles algo del dinero que habían ganado en la mañana, sin embargo, Sambrano cargaba el dinero y su mirada se veía fija en ignorar aquella gente. El aire había cambiado por completo, ya no era un aire libre como el que habían experimentado en la mañana, este era sucio y putrefacto. Rata les había indicado no detenerse bajo ningún concepto y así lo hicieron, no tanto por las indicaciones de su compañero sino por el terror que les producía aquel sector. La gente que los rodeaba estaba sucia, con cabello enmarañados y una ropa vieja y olorosa. Sin darse cuenta, caminaban con una mirada baja y evitando conectar con aquellos hombres que los miraban como si se tratase de unas presas. Gil perdió por completo su buen humor y tan solo rogaba que llegaran al lugar del que tanto había hablado Héctor en los planes de huida. Al fin, después de un rato terminaron llegando a una calle oscura y llena de grandes casas viejas. Héctor se adelantó y toco el timbre dos veces, a lo que salió una mujer mayor y obesa que se limitó a mirarlos por un momento y luego adentrarse de nuevo en su ventana. - ¿qué es este lugar, Cruz? -. Preguntó Sambrano con terror. -Este será nuestro nuevo hogar, al menos de momento. La señora me conoce y es posible que nos alquile el cuarto sin ningún problema, pero necesito que me sigan la corriente cuando ella baje -Este sitio me da miedo-. Intervino Gato que trataba de mantenerse en el centro del equipo. -Todo da miedo al inicio, ya se los dije. Después van a ver como se adaptan y se moverán por acá como dioses. La corpulenta mujer abrió la puerta con desconfianza y miro a los jóvenes por un momento de arriba abajo sin pronunciar una sola palabra. Su cabello estaba enmarañado y llevaba un largo vestido que no disimulaba en absoluto unas llantas en su estómago. Su rostro era aún más aterrador, lleno de verrugas e imperfecciones. - ¿Qué quieren? Acá no damos limosna a nadie-. Profirió la mujer al tiempo que les escupía el humo de cigarrillo en la cara. -No es eso, doña, necesitamos una habitación para vivir-. Contestó Rata. -No creo tener tantas para tanta gente, y ustedes no parecen muy mayorcitos que digamos ¿De dónde me van a pagar? Pinta de ladrones tampoco tienen. -Ya verá cómo le pagamos a diario, ya buscamos trabajo y nos recibieron lavando carros en la avenida de allí abajo-. Contestó Héctor. - ¿Ah sí? Demuéstrenmelo -Conseguimos el trabajo hasta hoy, no íbamos a venir hasta aquí sin tener trabajo como cree-. Se burlo Héctor -Además solo necesitamos una habitación con un colchón, ahí nos sabremos acomodar. -Espero que lo que me estén diciendo sea verdad, si no los saco de aquí de una-. La mujer abrió la puerta y les invitó a seguir. -Héctor, más vale que no me quede mal con el dinero. Usted responde por ellos. La habitación estaba pobremente amoblada con un colchón en el suelo y un cajón tejido. La habitación tenía vista a la calle con una pequeña ventana cubierta por unas cortinas oscuras. Los chicos se sintieron incomodo al momento, pero Héctor se veía más emocionado que nunca. -Bien, este es nuestro hogar de ahora en adelante. Bienvenidos-. Rata se sentó en el suelo y los invitó a hacer lo mismo. -Esto no es como lo esperaba-. Afirmo Vaca con juicio. -Lo sé, pero en el mundo real las cosas no se consiguen con tanta facilidad como allá. Siempre hay que empezar desde abajo para luego escalar. Debemos dejar de quejarnos y descansar por ahora, mañana toca ver en que nos ocupamos. Sambrano sacó el dinero y lo esparció por el suelo. -Bien, este es el dinero que tenemos. Al menos es más que si no nos hubieran robado. Con todo respeto, Cruz. Habrá que dejar a parte lo de la habitación y lo demás destinarlo para comida. Héctor tomo el dinero, lo envolvió en un paquete y se lo regresó Al perro. -Preocupémonos por una cosa a la vez, ya veremos que hacer-. Sin siquiera molestarse por acomodarse, Héctor se durmió con una sonrisa en el rostro.                  
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