El regreso de mi padre

1344 Words
Alexa Mi nombre es Alexa Ruiz Blanco, pero solo uso el apellido Blanco, porque no quiero absolutamente nada de mi padre. He decidido cortar todo lazo que me una a él, tanto emocional como formalmente, y eso incluye su apellido. Pertenezco a una de las familias más importantes del país en el sector de la publicidad. Mis padres manejan una empresa muy influyente aquí en Estados Unidos, en una de las zonas más prestigiosas y exclusivas. Mi abuelo, sin duda, es una de las figuras más poderosas de este país. Para él, el poder y el control son lo más importante, y siempre obtiene lo que quiere. Su lema es "el fin justifica los medios", y no duda en aplicar esta filosofía en cada aspecto de su vida, sobre todo en los negocios y la familia. Para él, la familia y las apariencias son todo, y me ha inculcado esa misma mentalidad desde que tengo memoria. Nuestras empresas son símbolo de prestigio, y por eso, debemos cuidar nuestra imagen como si fuera nuestra vida. Cualquier error podría costarnos caro, y él no está dispuesto a permitírselo a nadie, mucho menos a mí, su nieta mayor y, como suele recordarme, su favorita. Me ha formado prácticamente a su imagen y semejanza, y soy el reflejo de sus ambiciones. No hay margen para equivocaciones. Esta mañana me desperté de muy buen humor. Después de arreglarme cuidadosamente, como siempre, tomé mi carro y conduje rumbo al colegio. El próximo año entraré a la universidad, y todo tiene que estar perfectamente calculado. En ocho meses cumpliré dieciocho años, y debo estar preparada para lo que viene, sin margen para la improvisación. Al llegar a la cafetería, me encontré con Fabiola, una de mis mejores amigas. Claro, con ella hice una especie de caridad cuando decidí que sería parte de mi círculo. Fabiola es becada, y yo no suelo mezclarme con personas que están en una posición inferior a la mía. Sin embargo, hice una excepción con ella, y más de una vez le recuerdo que sin mí, no sería nadie. —¿Estás bien? Hace días te noto distraída —le pregunté, observando su expresión. —Nada que ver, Alex —ella negó con la cabeza, evitando mi mirada. —Si no quieres, no me lo digas. Tus problemas no son mi asunto —respondí, encogiéndome de hombros. Fuimos interrumpidas cuando Iván se acercó a nosotras. Nos saludó a ambas con un beso en la mejilla y se sentó a nuestro lado. —¡Al fin te acuerdas que tienes novia! —le recriminó Fabiola, con una sonrisa juguetona. Iván es uno de los muchachos más guapos del colegio. Su cabello oscuro y sus ojos cafés me cautivaron; sin embargo, no siento absolutamente nada por él, ni siquiera lo considero una persona inteligente. Es fácil de manipular, y a mí me encanta tener a los hombres a mis pies. Únicamente es un adorno que se ve bonito a mi lado. —He estado ocupado, nena —depositó un beso en mis labios, con esa confianza que a veces me irrita. —Los dejo, tengo asuntos que atender —se despidió Fabiola antes de alejarse, lanzando una mirada curiosa hacia nosotros. —Está muy extraña —le comenté a Iván, frunciendo el ceño, y él rodeó los ojos. —Siempre ha sido extraña. Tengo la casa sola —anunció, una chispa traviesa en su mirada. —Solo piensas en eso —rodé los ojos, sintiendo que sus intenciones eran evidentes. —Somos adultos, Alex. Con Diego seguramente ya lo hiciste y conmigo te haces del rogar —me recriminó, cruzando los brazos. Diego fue mi primer novio, pero terminamos hace años y Iván es su mejor amigo. —Diego es Diego, tú eres tú. A él lo amaba y por ti no siento nada —le respondí con sinceridad, dándome cuenta de que él se había enfadado. Su expresión cambió, y pude ver el descontento en su rostro. Iván está muy acomplejado con Diego. Nos conocimos cuando yo era novia de Diego y él su mejor amigo. Siempre ha deseado todo lo que tiene Diego, y eso me incluye a mí. A veces creo que no se da cuenta de que lo noto. Ambos únicamente nos usamos; a mí me conviene que él sea mi novio, y a él le conviene que yo sea su novia. Pero nunca pasaré el límite con él. Nunca permitiré que me toque. Jamás le entregaré mi virtud a un imbécil como él; solo es mi novio por aburrimiento. Además, tiene motivos para estar celoso. Nunca olvidaré a Diego, y creo que nunca lo haré. —No me quieres lo suficiente —me recrimina, con un puchero que me resulta ridículo. Reí fuerte. —¿Acaso estás sordo? No te quiero y nunca lo haré. Por favor, no evidencies tu falta de inteligencia y no me repitas la típica frase de "si no te acuestas conmigo, no me quieres". Somos adultos. Él, por supuesto, se enfadó y se marchó, dejando tras de sí un aire de incomprensión. No me interesan en lo más mínimo sus sentimientos. Su reacción solo reafirma que estoy en el lugar correcto: a su lado, pero sin compromisos. [...] Mi madre ha estado muy extraña hace meses; no entiendo qué le ocurre. Ella siempre ha sido una mujer muy inestable. Mi padre la dejó hace años, cuando yo tenía catorce, y desde entonces ella entró en una depresión terrible. Jamás volvió a ser la misma. Mamá no entiende que a los hombres jamás se les entrega el corazón; solo hay que usarlos y desecharlos. Ella se enamoró de papá, dejó su trabajo por él, le dio dos hermosas hijas, y ¿qué consiguió? Que se marchara con una mujer mucho más joven, dejándola en un estado lamentable. Mi mamá es todo lo que yo no quiero ser: una mujer débil que cae ante las primeras palabras de amor. Porque el amor solo debilita, le da poder a la otra persona para destrozarte, y yo jamás seré débil. —Tengo una noticia que informarles —anuncia mamá mientras cenamos, su voz temblorosa. No pude formular ninguna palabra cuando él llegó, con su mirada altiva y su falsa sonrisa, luciendo un impecable traje. Por lo visto, en cuatro años no ha cambiado absolutamente nada. —¿Cómo están mis princesas? —saluda a Lucía, mi hermana menor, con un beso en la mejilla. Cuando intenta acercarse a mí, lo empujé. No quiero llorar; no se lo merece, ni él ni ningún otro hombre se merece una sola de mis lágrimas. Pero me repugna verlo y recordar lo mucho que mi madre sufrió por él, lo mucho que lloré cuando lo vi marcharse y cuando vi aquellas fotografías de él en la cama con esa mujer. Fuimos la burla en los medios. Se filtró una fotografía de él con una mujer en la cama; sin embargo, jamás se vio el rostro de aquella puta. Siempre he pensado que fue su secretaria, por su cabello rubio. Me destrozó el corazón. Él era mi mejor amigo, mi apoyo y mi ejemplo a seguir, pero me decepcionó profundamente. —¿Qué hace este señor acá? —grité molesta, sintiendo que la rabia me invadía. —Decidimos darnos otra oportunidad —me informa mamá con una sonrisa en su rostro, mientras une sus labios a los de él. —¡Esto no es posible! ¡Mamá, no puedes tener tan poca dignidad! —Alexa, soy tu padre y no te permito que le hables de ese modo a tu madre. —No, soy huérfana hace años —sentencié antes de marcharme—. Tú dejaste de ser mi padre cuando tenía catorce años y no te importó nada. Te marchaste con tu amante, nos dejaste solas. Lucía era una niña, y mamá entró en depresión. Fui yo quien le secó las lágrimas, quien estuvo con ella todo el tiempo, mientras tú te revolcabas con tu amante. Mi padre murió hace cuatro años. Tú solo eres un fantasma.
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