Capítulo 5

2071 Words
Diego, leyó cada una de las páginas de diario, cerraba los ojos y recordaba cada uno de los instantes que estaban ahí plasmados, era como volver a vivir, esos maravillosos momentos. Sofía, era muy explícita en cada uno de sus relatos, al grado de que él, no pudo evitar excitarse, al leer, lo que ella sentía cada vez que le hacía el amor. «Querido diario, ¿Será que me estoy volviendo loca? A veces siento que Diego no necesita ni siquiera tocarme, basta con que me mire, para que mi cuerpo arda de deseo, puedo sentir un escalofrío en mi columna vertebral cuando su mirada me recorre de los pies a la cabeza, mi centro se inflama y palpita preparándose para recibir sus caricias, Dios mío, nunca imaginé que hacer el amor, se sintiera tan intensamente» «Querido diario, hoy Diego me mostró una forma diferente de entrar en mi cuerpo, tuve miedo y sentí un intenso dolor, pero, poco a poco, comencé a disfrutarlo, me sonrojo tan solo al recordarlo, tanto, que no me atrevo ni siquiera a describirlo, solo diré, que he sido suya, por cada espacio que mi cuerpo le permite, y que me siento una mujer plena y completamente satisfecha con su hombre, no hay nada en el mundo que disfrute más, que sentirme suya» Leyó cada página, se dio placer así mismo recordándola, imaginando la delicada boca devorando su hombría y recordando la estrechez de ella presionando deliciosamente y leyendo lo que ella sentía cuando él se hundía en su centro y devoraba su intimidad. Su corazón dolió, cuando llegó a esa página, la noche que le pidió matrimonio en la cabaña en Zacatlán. «Querido diario, pasé la noche más maravillosa del mundo, Diego, mi gran amor, me pidió que fuera su esposa, él obtuvo su libertad y quiere que yo sea la compañera de su vida, fui la mujer más feliz del mundo, y él, también estaba feliz, nos olvidamos de usar preservativo, fue la primera vez que sentí el calor de su piel dentro de mí, y disfruté de su semilla caliente llenándome por dentro, tengo miedo, Cecilia, su esposa está grave en el hospital y si él se queda con ella, no quiero imaginar que será de mí, tener un hijo del gran amor de mi vida, me haría la mujer más feliz del mundo, pero tengo miedo de convertirme en una madre soltera y de que mi abuela tenga más razones para insultarnos a mi madre y a mí. Dios mío, no permitas que esté embarazada por favor» Diego recordó esa noche y efectivamente, no había usado preservativo, no lo había hecho a propósito, pero estaba tan feliz porque iba a poder casarse con ella, que lo olvidó por completo, al dejarse llevar por la pasión y por el amor que sentían el uno por el otro. Ahora más que nunca, tenía motivos para buscarla, tenía que encontrarla no sólo porque la seguía amando con locura, sino porque necesitaba saber si había tenido un hijo suyo. Bajó a la cocina y se sirvió un vaso de Whisky, a primera hora, iría al hospital para averiguar cómo seguía la abuela de Sofía, y a preguntar si ya habían llegado sus familiares, esperaba que Sofía hubiera vuelto al pueblo, al saber que su abuela estaba grave. Dio vuelta a la página, el último relato lo hizo pedazos: «Querido diario, hoy es el día más triste de mi vida, estoy de luto, mi corazón ha muerto. En esta casa viví los días más hermosos de mi vida, al lado del hombre más maravilloso del mundo, fue solo un sueño, un sueño hermoso, pero con un amargo despertar. Siempre supe que enamorarme de mi jefe, era un pecado, y Dios, se ha encargado de poner las cosas en su lugar, aunque me duela, él está donde debe estar, al lado de su esposa, que ahora lo necesita tanto, y aunque se me parta el corazón, eso me hace admirarlo y amarlo más, me habría decepcionado terriblemente, si él, hubiera sido capaz de abandonarla en estas circunstancias, sé que me ama, no tengo ninguna duda de su amor y sé que debe estar sufriendo tanto, o más que yo en este momento, por eso me voy, porque no quiero lastimarlo más con mi presencia, ni darle el dolor de tener que terminar con nuestra relación. Hoy es la última vez que te escribo, porque a partir de mañana, comenzaré una nueva historia.» Tomó el vaso que tenía en la mano y lo lanzó con toda su fuerza contra el ventanal que daba a la terraza y los vidrios cayeron al piso, el dolor era tan intenso, que no sabía cómo lograba mantenerse en pie, no lograba explicarse, cómo era posible, que, amándola tanto, le hubiera hecho tanto daño. Se sentía totalmente miserable, no sabía cómo, pero iba a encontrarla y la iba a recuperar, o se dejaría de llamar Diego Ferrer. Dejó el diario sobre la mesa y fue a la cocina por una escoba para recoger los vidrios, pero la cabeza le daba vueltas, había bebido más de la cuenta, así que la dejó caer al piso, tomó la libreta roja y volvió a la habitación. Se dejó caer en la cama y se durmió abrazado al diario, esa noche soñó con Sofía, la vio caminando por la acera, llevando a un pequeño con ella, caminaban unos pasos adelante de él, pero por más que se esforzaba, no lograba alcanzarla, la llamaba gritándole por su nombre, pero ella nunca volteó a mirarlo. Despertó sudoroso, había sido una pesadilla espantosa, tenía un horrible dolor de cabeza y una resaca moral que lo carcomía por dentro. Se duchó y se dispuso a salir rumbo al hospital, tomó el diario para guardarlo en un lugar seguro, no quería que nadie nunca lo viera, ese era su mayor tesoro, porque al leer, era volver a vivir su felicidad junto a ella. Iba a meterlo dentro de una gaveta, pero un impulso extraño, lo llevó a abrir la pasta posterior de la libreta, sus ojos no podían creer lo que estaba escrito ahí, ese texto, no era parte del diario, era una carta de despedida. «Amor mío: Sí, te llamo amor mío, porque a pesar de las circunstancias, yo sé que tu amor me pertenece. Tomé la decisión de irme, porque yo comprendo y acepto, que tú tienes la obligación moral de quedarte a su lado. No sufras por mí, yo voy a estar bien, por supuesto que me duele alejarme de ti, pero es lo mejor, yo nunca te pondría en el predicamento de tener que decidirte entre ella y yo, y nunca podría ser feliz, construyendo mi vida, sobre la desgracia de ella. Quiero que sepas que me voy, pero mi corazón, se queda aquí contigo, en esta casa, que fue durante un tiempo, demasiado breve, nuestro nido de amor. Te dejo mi diario, porque en él, están plasmadas todas las sensaciones que me hiciste sentir, con cada beso y con cada caricia, si alguna vez lo lees, te darás cuenta de lo importante que fuiste y serás siempre en mi vida, yo, me llevo tus besos y tus caricias tatuadas en mi piel, de donde nunca nadie, podrá borrarlas. No olvides que te amo, y que te voy a amar siempre, pase lo que pase, no te pido que me busques, ni te prometo esperarte, solo Dios sabe, si alguna vez volveremos a vernos, tal vez algún día nuestros caminos vuelvan a cruzarse, quizás él, nos permita volver a coincidir en la vida, pero si eso no pasara, recuerda que, en algún lugar del mundo, hay una mujer sin alma, porque la ha dejado aquí, entre las páginas de este diario, contigo. Siempre tuya…Sofía». —¡No, no, no! Me niego a dejarlo a la voluntad de Dios, te voy a encontrar mi amor, así sea lo último que haga en la vida. Guardó el diario bajo llave y salió rumbo al hospital, tenía que saber que había pasado con doña Catalina y muy probablemente, podría saber algo de Sofía, quizá incluso, ella podría estar allí. Subió a su auto y se percató que tenía apagado el móvil, se había descargado la batería y no se había dado cuenta, así que lo conectó para escuchar sus mensajes, el primero, era de Mauricio: —Diego, me quedé esperándote en el club, no me llamaste, ojalá podamos vernos mañana (hoy) el martes me voy a Nueva York, me invitaron a participar en la semana de la moda, voy a llevar algunos diseños y son hechos con tus telas, así que, si me quieres acompañar, estaría genial, esta vez voy solo, mi mujer se queda porque su madre está enferma, y podríamos pasar unas buenas vacaciones de solteros. —“Marcar a Mauricio” — dijo en voz alta, para activar el marcado automático. —¡Vaya! Hasta que se reporta el señor, me dejaste como novia de pueblo, vestido y alborotado cabrón, mínimo llama para avisar que no vas a venir. —Lo siento brother, tuve que llevar al hospital a una mujer de la iglesia que se puso mal en mi casa, le dio un derrame cerebral justo cuando estaba en mi casa. —¿Una mujer de la iglesia? ¿Ya te volviste hermanito de la caridad? —Le regalé a mi suegra toda la ropa que ya no uso y ella estaba ahí con una mujer para llevar todo al orfanato. —¡Qué buena idea! Le voy a decir a Leticia, que cuando limpie los closets la llame, ella siempre tira todo a la basura y muchas veces es hasta ropa nueva. —Sí, hay muchas formas de ayudar, solo es cuestión de tener la voluntad de hacerlo, bueno, te decía, la mujer se puso muy mal y mi suegra y yo la llevamos al hospital, y justamente voy hacia allá, para preguntar si lograron localizar a los familiares, cuando salga del hospital te alcanzo en el club. —¡Vale, te espero! Pero no me dejes plantado wey, al menos me avisas si decides no venir. Llegó al hospital y se acercó a la recepcionista, no era la misma que estaba el día anterior, y que había quedado en llamarle cuando llegaran los familiares. —Buenos días señorita, ayer traje a una mujer a urgencias, Catalina Ballesteros, ¿Sabe si ya llegaron sus familiares? —Sí señor, ya se encuentra aquí su hija, es esa señora que está ahí —le señaló con el dedo hacia la sala de espera. El corazón le dio un vuelco, la mujer, era casi idéntica a Sofía, solo que, con el cabello n***o, no era como ella la imaginaba, era una mujer muy distinguida y elegante, ahora sabía a quién le había heredado ese porte tan fino, y era muy joven, de unos cuarenta años más o menos, ya Sofía le había contado que la tuvo muy jovencita. Caminó hacia ella, pero se detuvo detrás de una jardinera, ya que la mujer hablaba con alguien por el teléfono móvil. —¿Martita? ¿Mi hija Sofía ya se fue al trabajo? Ah okey, entonces ¿Me puedes comunicar con el señor Austin? Diego sonrió ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Sofía no conocía a nadie cuando trabajaba para él y en alguna ocasión, Austin le había ofrecido trabajo de modelo, eso quería decir que estaba en Nueva York con él, pero… ¿Por qué deberían estar en la misma casa? ¿Acaso vivían juntos? No se atrevió a acercarse a Lucía, se dio la vuelta y salió del hospital con la cabeza hecha un manojo de preguntas, Austin, era un hombre soltero, hasta donde sabía, nunca se había casado porque era un mujeriego, le sobraban las modelos para divertirse y debía tener aproximadamente cuarenta y ocho años o máximo cincuenta. Tenía que salir de dudas, ya una vez, había cometido el error de especular y por no cerciorarse, había arruinado su vida y la de las dos mujeres que lo amaban, esta vez, no le iba a pasar lo mismo. Subió a su camioneta y comenzó a conducir. —“Marcar a Mauricio” —Brother ya salí del hospital, pero no voy a poder ir al club, voy a la fábrica a organizar unos pendientes, el martes, me voy contigo a Nueva York…
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