Capítulo 4: Disculpas inesperadas.
Punto de vista de ALEX:
Luego de que mis amigas me sacaran de mi castigo con Jace, nos fuimos a comprar la ropa que usaríamos. En pocas palabras: Vestidos Yo me fui en mi auto y ellas se fueron en el de Micka.
Micka se decidió por un vestido verde oscuro corto, pegado al cuerpo, el mismo vestido de la imagen que se encontraba en mi celular. Eli se decidió por un vestido largo color salmón pegado en la parte arriba de tirantes. Yo tomé un vestido n***o, corto, tenía unas mangas largas de encaje n***o con un escote recto, y la falda era suelta.
Luego de las compras, me fui a mi casa en mi auto, pero no dejaba de pensar en Jace.
Me empezaba a cautivar.
No... No podía tener a alguien más en mi corazón.
Porque no quería perderlo.
Así como perdí a mamá.
Al día siguiente mientras caminaba, empecé a buscar a Jace. Me decía a mi misma que no lo buscara, pero inconscientemente miraba hacia mi alrededor para ver si lo encontraba en algún lado.
No lo encontré.
Luego de unas horas de clase, lo vi en la cafetería comiendo, me empecé a acercar, pero el al percatarse de mí, se levantó lo más rápido que pudo y salió despavorido de la cafetería.
¿Me estaba evitando? Pensé. Pero no tenía sentido por más que lo pensaba.
Estaba en shock, pero cuando vi a mis amigas a lo lejos hacerme señas de que estaban ahí, no lo dudé y fui con ellas.
—Bien, que les parecería ir a una fiesta ahora en la tarde —preguntó Eli mientras observaba su celular.
—No me parece mala idea —comenté, no odiaba las fiestas, de hecho me gustaban, solo que llegaba un cierto tiempo en el que la música explotaba mis oídos y prefería salir del lugar.
Micka sonrió.
—Me apunto —giró a ver a su novio— John bebé… ¿irás conmigo cierto?
—Claro que si preciosa —sonrió de lado.
—Luke me acompaña a mi —Eli lo abrazó mientras este asentía y le daba un beso en la mejilla a su novia.
Yo sonreí por lo lindas parejas que hacían.
La verdad, era que a pesar de eran populares, no eran los típicos populares de: chicas que se visten como prostitutas que resultan ser unas zorras y que los chicos son unos malditos playboys que destrozan el corazón de cualquier chica.
Eli tenía un enorme corazón, dispuesta a ayudar y a apoyarme en mis travesuras, jamás se pondría a discutir con alguien, a menos que fuera para defender a uno de sus amigos. Aunque había ciertos momentos en el que ella actuaba como una total bipolar. Como era muy amigable conseguía muchos amigos y por eso se volvió popular.
Micka tenía una adicción por el celular y la moda, pero en sus tiempos libres, prefería descansar un rato leyendo un libro.
Aunque las dos fueran parte del equipo de porristas. Pero no eran unas zorras.
Luke y John, eran sus novios, ellos juntos en una fiesta, son un desastre, una vez casi incendian la cocina de la casa de una fiesta. Pero podías contar con ellos para lo que quisieras. Lo más gracioso de todo esto, es que ellos eran tan retrasados que nunca se daban cuenta cuando una chica empezaba a coquetear con ellos.
Pero si te descuidabas un segundo de ellos, descubrías a John escribiendo increíbles poemas y a Luke sacando 10 en matemáticas. Eso fue de lo que se enamoraron estas chicas de ellos. Y no me pregunten como fue que se hicieron novios, porque cada par tiene su historia, y es una muy larga.
Yo por mi parte, una chica, hija del director, rebelde que hace travesuras por todos lados. Una chica de la cual su mismo padre está decepcionado.
Pero eso no me importaba, era lo de menos, yo tenía a mis amigos y así estaba bien.
Cuando las clases terminaron, encontré a Jace caminando por entre la multitud de gente que se amontonaba en los casilleros. Cansada de tanto misterio, lo tomé de la chaqueta y lo arrastré al mismo cuarto del conserje al que él me arrastró.
Luego de cerrar la puerta, hablé.
—¿Qué demonios te pasa? —fui directo al punto.
—Yo... perdón —el bajó la mirada, dando un paso atrás como si fuera un niño al que acababan de regañar por comerse un caramelo antes de almorzar, quité mis manos de sus hombros y lo miré interrogativa.
—Jace... —suspiré— no te entiendo, hasta hace unos días me perseguías, y ahora solo te... Alejas.
—No puedo... Perdón Luna.
—¿Cómo me llamaste? —inquirí confundida.
—Quiero decir... —se puso nervioso— perdón Alex.
No dijo más y salió.
¿Luna? Me pregunté con confusión. Pero decidí ignorarlo.
En la tarde, mis amigas aparecieron en mi casa dispuestas a ir a una fiesta conmigo, después de arreglarnos, fuimos a la fiesta para encontrarnos con los chicos. Una vez allá, bailamos un rato y bebimos, y como siempre, salí un rato antes de que mis oídos explotaran del dolor. Mientras caminaba, pude sentir que alguien me observaba, miré a todos lados, pero no había nadie, solo había demasiados autos por todos lados.
Lo más obvio era que el alcohol ya había hecho efecto en mí.
Deseando que mis piernas no se pusieran como gelatina, empecé a caminar hacia la fiesta.
El día siguiente pasó tan rápido que no lo pensé hasta que llegué a casa después de la escuela, mi padre se encontraba ya en casa, lo cual me pareció demasiado extraño, ya que siempre llegaba mínimo dos horas después que yo.
—Alex, —me detuve con confusión— que bueno que llegas, tengo que hablar contigo —se veía nervioso.
—... ¿Si? "Director" —marqué la palabra director mientras subía y bajaba los dedos índice y del medio de mis manos— ¿qué sucede?
—¿Tienes unos minutos?, quiero hablar contigo —ignoró lo que había hecho.
—La verdad tengo mucha tarea —me excusé con mentiras— y no creo que...
—Por favor —interrumpió mi estúpida excusa, se veía totalmente diferente, no lo comprendía, hasta por un segundo creí que estaba ebrio, pero no lo parecía. Así que guardé silencio por unos segundos y al final asentí.
—Ven —me llevó a la sala, él se sentó en uno de los sillones y yo lo imité guardando una gran distancia pues no quería estar cerca, lo consideraba como un desconocido y estaba muy molesta con él.
El me miró y lo soltó tan rápido que me impresionó.
—Quiero disculparme.
¿Qué?
—¿Qué? —levanté una ceja. Primero creí que se estaba burlando, pero su rostro no demostraba ningún signo de gracia.
—Lamento el haber tenido esta actitud contigo, a pesar de tus travesuras, me di cuenta de que yo fui el más infantil en este problema. La forma en la que te he tratado no ha sido la mejor, jamás vuelvas a llamarme director, soy tu papá y es así como me deberías decir. Me di cuenta de que al perder a... Verónica, me sentía perdido, totalmente desorientado, y no presté atención a mi hija, lo cual empeoró la situación, porque sin pensarlo también te estaba perdiendo a ti.
Aunque no lo quería aceptar, yo me encontraba igual que él, con lágrimas en mis mejillas, no sabía que decir, pues no me esperaba esto, mucho menos verlo llorar.
Me lastimaba mucho la actitud que él tenía conmigo, pero a pesar de eso... Todos merecíamos una segunda oportunidad... ¿No?
En su rostro demostraba lo arrepentido que realmente estaba, que hasta me dolió verlo así. Tomé todo el valor que tenía y me levanté del sillón y fui directo hacia el para abrazarlo.
No necesitaba decir nada, porque en este momento, ese abrazo decía más que mil palabras.