Capítulo 1: Demostraciones públicas.
El amor no es algo que fácilmente puedes encontrar en cualquier lado, no se encuentra en el dinero ni en la lógica. El amor no tiene definición exacta por el simple hecho de ser magia, es algo que tenemos desde que nacemos. Algo que queremos ofrecer y que queremos que nos den. La ciencia no siempre puede explicar todo, y a veces tenemos que aprender a vivir con ello y dejarnos llevar. Yo nunca pensé que encontraría el amor hasta ese día, ese día que cambió mi vida por completo, de pies a cabeza...
Era mi primer día de escuela. Para especificar: mi último primer día de clase. Iba en mi último año de preparatoria y las clases acababan de comenzar.
Estaba ansiosa por que el año acabara para huir de mi casa y alejarme de mi doloroso pasado que día a día recordaba y me hacía sentir culpable. Y entonces retomé la rutina del año pasado ansiosa. Levantarme, darme una ducha, lavarme los dientes, pasar a cambiarme, arreglar mi cabello, entre muchas otras cosas más. Decidí facilitar mi trabajo escogiendo ropa sencilla, unos jeans oscuros, una blusa negra de mangas largas, mis Converse desgastados y un suéter para el frío. Porque a pesar de apenas estar a finales de agosto en este lugar hacía frío todos los días del año.
En mi cabello no hubo un gran cambio, pues después de usar el secador y peinarlo, este quedó como siempre queda naturalmente. Lo dejé suelto permitiendo que los tirabuzones de mi cabello cobrizo cayeran por mis hombros. Salí de mi habitación sin decir nada y continué mi camino hasta mi coche para llegar al instituto.
Al llegar luego de salir del auto no me fue difícil encontrar a mis amigos que reían entre ellos por alguna bobería que imaginé habían dicho. Eso sí, robando las miradas de muchos chicos y chicas porque mis amigos eran nada más y nada menos que los típicos populares que cada instituto tiene.
No era algo a lo que le tomaba importancia y me daba igual que fueran populares aunque eso traía como consecuencias formar parte de las mismas etiquetas. Lo más curioso de todo era que ellos empezaron a hablarme por algo muy peculiar en mí.
Mi rebeldía.
No era capaz de obedecer a los maestros y solía terminar haciendo alguna que otra estupidez, antes no tenía sus consecuencias porque... ¿Quién se atrevería a castigar a la hija del director?
Exacto. Nadie.
Claro está que mis amigos no sabían que mi padre era el director por mera ignorancia. Yo nunca les contaba nada de mi vida y a ellos no les molestaba. Y si ellos no sabían entonces era obvio que nadie en el instituto lo había descubierto. A excepción de los maestros, que después de dejarme pasar muchas que yo les hacía, el director se encargó de poner mano dura conmigo para acabar con mi rebeldía, lo que me llevaba a varias horas aburridas en detención.
Por supuesto la expulsión no estaba incluida en ello y yo no paraba de desobedecer aun sí me castigaban mil veces a diario. Y si el director, “mi padre” —y lo pongo entre comillas porque realmente no lo parece— no me había expulsado era por el simple hecho de que mis notas eran muy buenas. Mis travesuras no afectaban a mi inteligencia educativa. Y conseguía diplomas y felicitaciones por ello, menos de él.
Y la conducta era otro rollo que no me importaba.
A pesar de vivir una vida tranquila donde me daba igual lo que hacía no era una persona feliz, mi padre me complicaba todo con su gran indiferencia. Después de la muerte de mi madre el no volvió a ser el mismo y terminó rompiendo el lazo de padre e hija que teníamos. Intenté que volviera a prestarme atención, empecé a sacar buenas notas pero no funcionó, entonces tomé la oportunidad de usar la rebeldía y hablando en porcentajes un 50% había funcionado, lograba que me prestara atención, pero solo mencionaba lo decepcionado que él estaba de mí y me reclamaba diciendo que debía madurar.
No perdí más tiempo desvariando temas y caminé hacia mis amigos que parecían haber dejado las risas para pasar a tener una plática interesante que, claro, fue interrumpida por mí.
Una de ellos fue la primera en verme y también la primera en saludar.
—Holaaaa —canturreó alegre atrapándome en un abrazo, el nombre de ella era Mickaela, sin embargo odiaba su nombre y prefería acortarlo para que le dijeran Micka.
Era una chica castaña muy simpática de ojos verdes que la mayoría de las veces se terminaba distrayendo de una conversación observando cualquier cosa a su alrededor que llamaba su atención.
—Amiga —habló la segunda y última en el círculo de amigas, amigas. Las otras chicas solo eran amigas que en muy pocas ocasiones compartíamos conversaciones. Ella mejor conocida como Eli, otra que había acortado su nombre. Una chica de cabello n***o como la noche pero corto por abajo de los hombros. Después del abrazo de Micka tomó su oportunidad y me atrapó en uno de sus grandes abrazos de amiga dramática.
Y para continuar con su legado de "coincidimos en todo" a sus lados tenían a sus novios mejor conocidos como John novio de Micka y Luke, novio de Eli. Así es, era la única soltera en el grupo interno de amigos. Los saludé con un abrazo a los dos, menos dramático y más tranquilo que el de mis amigas.
Sin embargo ellos también eran muy buenos amigos y las "reglas de amigas" —no te acerques a mi novio—, eran desechadas porque para mí solo eran dos amigos más y punto. Y ellas lo sabían y lo entendían.
—Estoy emocionada —chilló Eli. Fruncí el ceño divertida.
—¿Se puede saber por qué? —pregunté, Eli no siempre estaba emocionada, ni mucho menos por cualquier cosa.
—Este es nuestro último año —exageró.
—Estoy de acuerdo con Eli —Micka asintió señalándola. Y sin darnos cuenta, los 5 habíamos dejado a los demás hablando de otro tema para nosotros pasar a hablar de cualquier idiotez.
Divertido.
—Además, es nuevo año, todo es nuevo, al igual que los chicos —Comentó Eli con voz socarrona. Y como consecuencia recibió una mirada matadora de Luke y ella apretó los labios—. No lo digo por mi bebé, —se dirigió a Luke— hablo por Alex, es la única del grupo que no tiene novio. —me señaló.
Y dale con el tema. Pensé.
—¿Y eso que? prefiero estar soltera, no quisiera tener un novio celoso —aclaré.
—Con ese bombón, no creo que te interese si es celoso —Eli me miró con una sonrisa de oreja a oreja y yo giré para ver qué era lo que miraba detrás de mí.
A lo lejos un chico caminaba por el estacionamiento sin importarle el hecho de que robaba más miradas que cualquiera que lo intentara. Era sumamente guapo y sus músculos resaltaban por la camiseta que apretaba su cuerpo. Su cabello castaño despeinado le daba un toque salvaje y sexy que lo hacía lucir bien, sus ojos eran de un café común pero algo misterioso. Y sobre lo de robar miradas era más que obvio que con su rostro lo hacía. Perfección pura ingresando a este instituto, imposible no quedarse viéndolo.
***
Después de unas horas de clases, —Muy aburridas por cierto— tuvimos la hora que nos ofrecen para almorzar en la cafetería y nos fuimos a sentar a unas mesas, las mejor llamadas como: Mesas de los populares.
Los cinco nos sentamos ahí, después llegaron unas porristas y luego unos jugadores de Fútbol americano. Entre otros clichés que formaban parte de los populares, rubias oxigenadas y mujeriegos que se creían la gran cosa. Todos hablaban, y yo estaba perdida en mis pensamientos. Pero escuché algo que llamó mi atención, la plática de una de las porristas.
—Ya vieron al chico nuevo, el de ojos azules y cabello n***o, es tan ardiente —habló Merry una de las porristas—. Su nombre es James.
—Creí que era de ojos y cabello cafés —mencioné después de pasarme comida por la boca.
—No, ese era su amigo, creo que se llamaba ¿Jace?, pero si él se te hizo guapo, James se te hará mil veces más guapo... aunque, es mío. —miró hacia arriba pasando la mirada por todos— Ya lo aparté para mi chicas, búsquense a otro.
Asentí lentamente, "Que dramática" pensé.
Ni que tuviera su nombre en la frente.
—Oye, ¿aún tienes la foto del vestido de aquella tienda? —me preguntó Micka. Hace unos días yo sola había ido a un par de tiendas que había en el pueblo. Y fue cuando había recibido una videollamada de Micka, después de contestar ni siquiera me miró a mi o me dijo un: “Amiga ¿Cómo estás?” Solo gritó como loca: “¡No puede ser! ¡Ese vestido es hermoso! ¡Dile a la dueña del lugar que me lo aparte!” pues al parecer lo primero que sus ojos captaron fue un lindo vestido que se encontraba atrás de mí. Y al final me pidió que le tomara una fotografía.
—¿Para qué quieres la foto de un vestido? —preguntó John, su novio, después puso un brazo en el hombro de Micka para abrazarla como los típicos novios hacen.
—Bueno, por si no recuerdas, todos los años, en la primera semana de escuela, el instituto se organiza para presentar la orquesta del año pasado y dar la bienvenida a los nuevos y viejos estudiantes, no quiero ir, pero estoy obligada ya que mi hermano menor está en la orquesta —dijo con desagrado— sin embargo mis dos mejores amigas y mi novio, me acompañarán.
—¿Que? —habló Eli con desagrado—. Pero...
—Nada de peros —exigió Micka y lo que Micka decía normalmente se hacía, sin excepciones— el viernes en la noche.
—¿El vestido por el que casi me dejas sorda en la videollamada? Si, tengo la fotografía —hablé con cansancio.
—Bien, préstame tu celular —mencionó y levantó la mano esperando que le diera el teléfono con la fotografía del vestido.
Asentí y me dispuse a buscar mi celular en mi mochila.
Pero no lo encontré.
Fruncí el ceño con confusión.
—Qué raro... —susurré sin entender, seguí rebuscando en la mochila pero no apareció mi celular— no lo encuentro.
—Tal vez lo dejaste en tu casillero —comentó Eli levantando y bajando los hombros.
—Tienes razón —Asentí y me levanté de la silla en la que estaba sentada, tomé mi mochila y me dirigí al pasillo en el que estaban los casilleros.
Cuando llegué, puse la combinación de mi casillero y lo abrí. Y afortunadamente encontré mi bello celular abajo de algunos libros. Lo tomé y lo apegué a mí.
—Aquí estás —dije en un puchero abrazando mi celular.
Cerré el casillero y después de unos segundos, escuché unas pisadas. Volteé hacia la derecha y no había nada. Cuando iba a voltear a la izquierda, vi a un chico demasiado cerca de mí me hizo pegar un brinco del susto pero no me dejo decir nada pues me acorraló en los casilleros haciendo que me pegara lo suficiente a ellos y él estar a solo centímetros de mí. Abrí los ojos con mucha sorpresa y no dije nada por que estaba en shock. Sus ojos eran verdaderamente llamativos, de un color azul hipnotizante.
—Te encontré... —Susurró en mi oído, yo tragué saliva y como reacción impulsiva lo empujé tomándolo desprevenido y me fui con rapidez del pasillo.
Sus ojos azules volvieron a mi mente, lo único que había podido verle.
Llegué a donde estaban los chicos y me senté en mi lugar, pensaba decirles sobre la locura que había ocurrido, pero decidí mejor no decir nada y olvidé todo. Me senté con cautela y completamente callada. Pero sentía miradas atravesándome la cabeza. Levanté la mirada y vi a Micka, a Eli y a John viéndome con una ceja en alto.
—¿Que? —pregunté. Por algún motivo sentía que me leían la mente.
—¿Me vas a mostrar la foto del vestido? —preguntó Eli ansiosa.
—A-ah, si —asentí con torpeza entendiendo todo y encendí mi celular para que Micka viera la foto. Ella tomó mi celular y le mostró el vestido a Eli y a John.
—¿Que les parece? —preguntó.
—Te vas a ver increíble —dijo Eli con una sonrisa.
—Te vas a ver sexy... —le susurró en el oído John a Micka, pero yo lo alcancé a oír. Después se dieron un beso que duró más de 15 segundos.
—¡Hey! —dijo Eli en un aplauso— sin demostraciones públicas, mejor váyanse al cuarto del conserje.
Me reí y Micka rodó los ojos. John dejó de besar a su novia pero dejó su brazo alrededor de sus hombros. Era gracioso que Eli les dijera eso porque ella y Luke eran iguales.
El timbre sonó y nos fuimos a nuestros salones. Casi siempre nos tocaba en el mismo salón pero esa hora no me tocó con ninguno de los cuatro. La clase era de Química, los asientos eran para dos personas, entré al salón y había unas cuantas personas, me fui hasta el final en una mesa que estaba sola, porque realmente no quería hablar con nadie. Y si alguien se quería sentar a mi lado pensaba decirle que estaba ocupado o si no que solo se largue y me deje estar sola.
Me senté en la silla, recosté mi cabeza en mis brazos sobre la mesa y cerré mis ojos. Escuché el movimiento de la silla de al lado mío moverse. Alguien se sentó. No levanté la cabeza, solo hablé.
—Ese lugar está ocupado —dije directamente con molestia sin importarme quien estuviera al lado mío.
—Pues yo no veo a nadie —dijo una voz masculina.
—Pues tal vez no quiero... —estaba hablando algo enojada, pero levanté la cabeza para enfrentar al idiota que me estaba molestando, y fue entonces que me quedé sin palabras al ver quien era.
Era el chico de ojos cafés, que había visto en la mañana. El roba miradas. El que al parecer se llamaba Jace. Según las porristas.
"Mierda…" pensé.
Apreté la boca y desvié la mirada. Yo era mala para sostener la mirada ante un chico así. Y este no era la excepción.
—Soy Jace. —comentó con una sonrisa de lado.
Casi decía "Ya lo sé", pero me detuve al obviar que sonaría como una acosadora. Hice un gesto con el rostro fingiendo que no le tomaba importancia, me acomodé con la vista al frente sosteniendo mi cabeza con la mano y apoyando el codo en la mesa.
—¿Y tú eres...? —alargó la pregunta para que la completara con una respuesta.
—Alex —comenté secamente, esperando que no siguiera hablándome. El maestro llegó y empezó a dar la clase así que decidí prestarle atención.
—¿Y qué te gusta hacer? —Giré mi cabeza en dirección al chico que me estaba hablando.
—¿Que? — arrugué el entrecejo sin entender lo que acababa de decir.
—Pasatiempos, ¿Cuáles son tus pasatiempos?
Me pregunté a mí misma por qué me hacía esa clase de preguntas pero solo solté un suspiro.
—Muchas cosas —dije cortante girando mi cabeza para poder seguir prestando atención a la clase que acababa de comenzar.
—¿Cómo qué? —volvió a preguntar. Eso se estaba volviendo molesto. Era un estúpido y molesto juego. Así que inhalé y exhalé aire para tranquilizarme y no explotar.
—Escuchar música, leer, etcétera. —contesté con la esperanza de que no continuara.
Volví a prestarle atención al maestro, aunque... de hecho nada más lo miraba mover la boca porque no le había prestado atención desde el principio, así que, era solo fingir prestarle atención.
—¿Cuál es tu apellido? —Apreté los labios exasperada.
—El de mi padre.
—¿Y cómo se apellida tu...?
—¡De alguna manera que a ti no te interesa! —exploté en un susurro.
—Señorita Black, podría guardar silencio y prestar atención por favor —comentó el maestro. Me disculpé en un susurro y me quedé callada sin hacer alguna estupidez, estaba cansada y no tenía ganas de hacer nada. Pero el chico en cambio toda la clase me molestó con preguntas estúpidas que no me molesté en contestarle.
Lo ignoraba, pero él seguía insistiendo y molestando. Cuando salí de clases, ya no lo volví a ver gracias al cielo, así que me fui a casa agradeciendo que el primer día de clases acabara.