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Solía encontrarlo todas las noches esperando por mí con una sonrisa en los labios, con esa sonrisa que hacía que todas mis barreras cayeran y por un largo instante me sintiera feliz. Podía verlo, tocarlo sin decir nada, sin hacer nada más que tomar su mano con la mía y sentirme seguro, sentir que esa noche no volvería a perderme o estar solo.
Juntos pasábamos la mayor parte del tiempo en la oscuridad, incluso hasta el amanecer. Nuestras noches en silencio habían quedado grabadas en mi piel, ahora parecían desaparecer en el viento, desaparecer demasiado rápido, consumirse sin dejar un rastro.
Aún lo buscaba.
Aún me pasaba las noches llorando para que regresara.
Dolió, dolió demasiado.
Se había acabado. Se había acabado.
Ahora todo estaba escrito entre mis recuerdos y esas noches de lágrimas, cuando buscaba desesperadamente su mano en la oscuridad para tomarla con la mía, cuando anhelaba escuchar su voz susurrando mi nombre en el silencio de una habitación que durante mucho tiempo nos escuchó murmurar nuestros sueños y deseos, esos que jamás se harían realidad, no para mí.
Todo había comenzado a doler a sangrar, a llevarse otra parte de mí, la parte que Aki había dejado conmigo, esa parte que trataba de sobrevivir todos los días, que no huía o lloraba en un rincón como lo hacía yo.
Y aunque el tiempo pasaba, no sabía nada de él, no llamó. No me buscó más, durante mucho tiempo y desee morir por fin y descasar absurdamente en otro lugar, descansar después de todo ese ruido molesto en mi vida, descansar y escapar por fin de esos días sin color, de esos días que empezaban a fragmentarse en cristales que se adherían a mi piel.
Desee haber sabido que eso ocurriría, desearía no haber hablado con él aquella noche, en ocasiones hubiese querido no haberlo conocido porque ahora su recuerdo me dolía. Y ya no quería cargar con el amor que sentía por él, ese absurdo amor.
No me despedí.
No lo vi marcharse, solo sentí la soledad que su ausencia me dejo; el vacío que mi corazón sintió cuando su sonrisa estaba solo en mis recuerdos. No quería amarlo, ya no quería sentir aquello por él, solo quería que parara de causarme daño, quería que volviera… Que volviera y mi vida significara algo…
No lo vi irse.
No lo vi irse, ¿Qué más daba?
El tiempo comenzaba a pasar.
El tiempo comenzaba a llevarse nuestras memorias juntos.
En ocasiones despertaba llorando, gritando su nombre en la oscuridad, en el silencio de mi habitación fría. Él no contestaba. Él ya no estaba.
Yo, continué.
Traté al menos de hacerlo. Traté con fuerza, pero, ya no podía, ya no podía. El asco. El horror de lo que mi cuerpo estaba pasando se convirtió por primera vez después de tantos años de negarlo, en una tortura de verdad. Una tortura que estaba acabando conmigo lentamente, y comenzaba a doler.
Traté, juro que traté de seguir, de levantarme todos los días y olvidar que me había abandonado, que él no había dicho que le gustaba y luego simplemente desapareció. Intente ser fuerte, salir adelante aun cuando mi padre comenzó a venderme con más personas… hombres… mujeres…
No escapé como deseaba hacerlo en algún momento, porque aún creía que él volvería, porque tenía miedo de olvidarlo y eso, eso terminaría conmigo.
Hubieron días en los que yo… yo quería poder olvidarlo pero, simplemente no podía tirar a la basura todo lo que viví a su lado, lo mucho que él me ayudó para superar los días grises, aunque jamás le conté la verdad de lo que me ocurría en casa; no podía, dejar atrás esas noches en las que conversaba conmigo de lo que haría cuando fuera mayor, de adonde iríamos juntos, aunque sabía que yo no podría ir muy lejos me reconfortaba saber que Aki pensaba en mí. Quizá era absurdo y ahora, lo sé, era absurdo, fue codicioso de mi parte, pero, no había algo más para alguien como yo, solo soñar… soñar con algo mejor, con una vida mejor… una vida a su lado. Al final no podía dejar que esos recuerdos, que esos fragmentos de nuestra corta convivencia juntos se escaparan de mis manos, no.
Podía estar loco.
Podía estar enloqueciendo mientras los días pasaban y los meses se hacían cada vez más largos, más fríos, mas solitarios.
Tal vez, sí. Tal vez, una parte de mí, murió y se rompió en pedazos todos los días desde que me dejo. Desde que no importé más en su vida.
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…Mi madre se suicidó…
Fue una tarde fría, fue una noche típica de otoño.
Esa noche, ella terminó por abandonarme por completo.
Por fin pudo escapar de aquello que se había convertido en su continua pesadilla.
La envidié.
La envidié por desprenderse de esa manera tan rápida de su vida, por preocuparse solo en ella. Aunque jamás se había preocupado por nadie más, me dolió.
Yo tenía 16 años, cuando mi madre terminó con su vida en una fría noche de otoño.
Aki no estuvo conmigo cuando eso ocurrió, llevaba algunos años desde que se había marchado, yo aun pensaba en él, en el vacío que su sonrisa había dejado en mi mente. Mi padre, tampoco estuvo ahí, pero, eso no me importaba. Él no importaba.
Lo recuerdo, hacia demasiado frío y las personas me abrazaban, aunque yo jamás pedí su compasión o su compañía.
Mi madre no tenía amigos que pudieran venir a despedirla, yo tampoco.
La despedí en silencio, porque a pesar de todo, dolía quedarme solo en el mundo, en esa pesadilla que también era mía, pero, no tenía el coraje para dejarla ir todavía. No lloré por ella, lloré por mí, por no decirle lo que pensaba… por no tener el coraje de acercarme y recordarle que existía, que a pesar de todo éramos lo único que teníamos en el mundo, solo nosotros dos. Lloré, pero eso no la regreso conmigo y tampoco me regreso a Aki, llorar al final jamás me había servido de nada.
Ese fue el único día que hubo flores en la casa.
Flores.
Hermosas flores de colores.
La gente murmuraba sobre mí, ¿Qué rayos me iba a pasar conmigo ahora? Sus miradas, sus dolorosas y continuas miradas sobre mí, sus críticas a lo que había pasado, la forma en que me juzgaban a pesar de que no me conocían, la manera en que los múltiples abrazos no habían significado nada para mí.
Estaba asustado, estaba muy asustado cuando eso ocurrió, cuando fui consciente que mi madre ya no estaba más, que mi madre había escapado dejándome en un lugar horrible, con un hombre horrible… entendí que, era verdad, yo jamás fui amado por ella.
Ella simplemente me dejó atrás también.
Después de un tiempo eso no importó mucho tampoco. El recuerdo de ella sonriendo y siendo amable comenzó a desvanecerse en mi mente, no hice nada para que se quedara conmigo, solo la dejé ir también. La solté y estuvo bien.
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Desperté lentamente, la luz se filtraba por la alta ventana y las cortinas blancas ondulaban con la suave brisa que entraba, el olor a cigarro inundó mis sentidos con fuerza, una arcada sacudió mi cuerpo, pero la contuve.
Me levanté con dificultad, mi ropa estaba tirada en el suelo de madera, bajé con pesadez de la amplia cama y tomé mis cosas, me vestí en silencio, las lagrimas cayeron de mis ojos, con impaciencia las limpié con el dorso de mi mano, eso ya no ayudaba. Observe la habitación, estaba en silencio, el único sonido era el del reloj que colgaba en la pared gris, el constante tic – tac que me aturdía aún más. Me sentía mareado, sabía que me habían drogado en algún punto, pero no importaba más.
Vi la sangre sobre mi antebrazo izquierdo, el dolor en mi labio se hizo presente también. Terminé de vestirme y caminé hacia el baño, las baldosas blancas y negras hicieron que las náuseas volvieran a sacudirme, me detuve frente al espejo del baño y me observé, el golpe en mi labio ya no sangraba, pero, estaba adquiriendo un extraño color purpura que me asqueo, me lavé la cara con cuidado y me sequé con una de las toallas blancas que había sobre la cómoda de madera. Volví a observarme, mis ojos grises con esas horribles marcas oscuras bajo ellas me devolvieron la mirada con tristeza, con dolor. Mi piel pálida, salpicada de algunos moretones que comenzaban a desvanecerse casi por completo. Mi cabello n***o había comenzado a estar demasiado largo de nuevo, mi padre decía que le recordaba a cuando era más joven, sonreí… ¿más joven? Una imagen vino a mi mente en ese momento, una piel pálida, cabello rubio y una sonrisa de lado… Aki. Sonreí, hacia casi 4 años que no sabía nada de él. Hacía 4 años que me había abandonado y yo aún seguía ahí, esperando por él, por mi vida a su lado. Las lágrimas corrieron de nuevo por mis mejillas, las deje correr ahora.
Salí de la habitación después de unos minutos, sin ser visto por nadie en ese elegante hotel, de cualquier manera, mi padre debía haber recibido el dinero por mí desde hacía mucho tiempo atrás. Caminé a casa, con su hermoso rostro entre mis recuerdos… Aki.
Hacía tiempo que había tratado de alejar su nombre, su rostro, todo de él, sin embargo, había días como esos en los que su esencia me perseguía, en los que sentía que todo aquello estaba mal, ¿en qué momento esa vida me había comenzado a parecer normal? ¿en qué momento? ¿después de que me abandonara? ¿después de perderlo?
Dolía aún. Dolía, pero…
Sonreí a la nada.
Ya no quería sentirme así, aun cuando los años pasaban odiaba amarlo, odiaba sentirme triste y acabado, esperando por alguien que quizá ya no volvería, por una llamada que jamás llegaría. No quería esperar más por un amor que probablemente jamás empezó y jamás terminó. Ahora, probablemente era muy tarde para los dos, tal vez siempre lo fue.
Me senté en el parque, en ese parque que una tarde de invierno nos vio acercarnos, nos escuchó hablar por primera vez, ese parque que una noche cualquiera nos vio alejarnos y no volver más.
Las lágrimas cayeron de mis mejillas.
- Cuatro años, han pasado cuatro años, sin embargo, sigues igual que antes… sigues siendo la misma persona que dejé atrás esa noche… sigues siendo el chico del que me enamoré, Vitya – susurró, mi corazón… los pequeños fragmentos de mi corazón, dolieron, dolieron demasiado al escucharlo.
Él estaba ahí.
- … Aki – murmuré, lo escuché reír detrás de mí, se sentó a mí lado y tomó mi mano con la suya con suavidad, la llevó a sus labios y la besó, su sonrisa de lado me hizo estremecer, sus manos se movieron a mi cabello tomando los largos mechos oscuros con sus dedos y alejándolos de mis ojos, alzó una ceja y su sonrisa se volvió un poco más amplia.
- Vitya…
Sonreí, aun cuando las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas.
Lo había amado por demasiados años. Y había odiaba amarlo. Solo quería… solo quería que él, que Aki, se hubiera enamorado de mí y le dolería, le doliera demasiado como a mí. Y tal vez… tal vez algún día con el tiempo, con el paso de los años y de los fríos inviernos sería suficiente, lo sería.