Capítulo 2: No sabía que esa noche te iba a costar todo
Martín no contestó ni uno ,ni tres ,ni diez mensajes, no volvió a casa esa noche.
Después de la cena con los inversores extranjeros, se quedó un rato más en el restaurante bebiendo.
No podía evitar sentirse así. Necesitaba recuperar fuerzas.
Sentía un alivio. No era felicidad,ni estaba orgullo de ese contrato.
Solo alivio,como quien evita una muerte lenta en el último segundo.
La reunión había salido mejor de lo esperado. Solo faltaba una firma de un minuto y tuvo que estar como tres o cuatro horas ahí dentro .
El trato preliminar estaba cerrado desde hacía unas semanas.
Todo fue una locura.
La transferencia de dinero iba a tardar un par de días, pero ya tenía lo que necesitaba para remontar su empresa: liquidez.
Algo de aire para poder respirar, al fin, después de todo el desastre que venía arrastrando desde hacía más de un año.
Una posibilidad real de volver a levantar lo que se estaba cayendo a pedazos solo por su culpa.
—Por lo menos la cena de esta noche sirvió —murmuró, mientras se tomaba una copa más. Quería olvidar todo.
Una. Después otra. Solo lo suficiente como para dormir sin pensar todo lo que vive en el día a día .
Julieta Medina estuvo intensa ,se había pasado de la raya.
Casi la frenó ahí mismo, en seco, pero uno de los inversores lo miró, y supo que si armaba una escena, arruinaba todo.
Ella había intentado besarlo delante de todos… y lo logró.
Se comportó como si fueran una pareja real. Como si él le perteneciera a ella y como si supiera que Clara nunca iba a enterarse nada.
Y sí… fue un idiota por no frenarla en público.
Por vergüenza.
Por cobarde o por miedo a estallar y perder el dinero que necesitaba.
Pero cuando salieron del hotel, la enfrentó.
—Esto no va más.Crei que teníamos claro las cosas .Está vez te pasaste de la raya.
Nunca te permití algo parecido.
No necesitás volver a aparecer frente a mí.
Te agradezco la gestión legal, pero no te confundas.
No vuelvas nunca más.
Ella intentó justificarse, hablar, explicarse.
Él no la dejó.
Le cerró la puerta del auto en la cara y se fue.
A las dos de la madrugada llegó al pequeño local donde había reinstalado su empresa.
No era lo que soñaba ,ni lo que había perdido.
Ya no tenía oficinas vidriadas, ni empleados a cargo, ni camiones de la empresa estacionados en fila. Era un alquiler apretado, con olor a humedad y dos o tres sillas plegables que chirriaban.
Pero era algo.
Era suyo.
Era un nuevo comienzo.
Se tiró en el sillón viejo, aflojó la corbata y respiró hondo.
Mañana iba a contarle todo a Clara.
Total, ella todavía estaba ahí.
Esperándolo como hace 7 años o eso pensaba.
Llegó a casa a las 8:12 de la mañana exactamente .
El silencio le pegó en la cara como un golpe helado.
La puerta no tenía la llave puesta. Eso nunca pasaba.
Todo estaba…tan raro.
Se preocupó. ¿Clara había dormido con la puerta abierta? ¿Y si entraba alguien a robar?
No se escuchaban voces por ningún sitio.
No estaban los dibujos animados en la tele.
Ni pasos apurados de nenes.
Ni la cafetera encendida que Clara siempre tenía lista para él.
Nada.
—¿Clara? —llamó, con la voz ronca—. ¿Martina? ¿Benjamín? ¿Familia, dónde están?
Clara no pudo haberse enojado porque no llegue a dormir anoche. Nunca le reprochaba sus ausencias. Ni siquiera todas esas otras noches de este año en que no llegó a dormir.
Subió las escaleras de madera paso a paso, escalón por escalón, que sonaban como truenos en una tormenta.
Corriendo.
Desesperado.
Los cuartos estaban vacíos.
Cuando entró al dormitorio principal, lo supo: la cama estaban tendidas. Faltaba ropa de los placares.
—¡No, no, no!
No tardó en notarlo. Lo que faltaba para confirmarlo:
Las valijas no estaban.
El peluche de Marti —ese que él mismo le había regalado— tampoco.
Ni los pañales de Benjamín.
Ni la mochila de la escuela.
Se habían ido.
Lo abandonaron.
—¿Por qué? Grito desesperado.
Sintió que el corazón se le salía del pecho.
Bajó rápido, tropezando en los escalones. Entró al despacho creyendo que podían estar ahí.
Y ahí las vio.
La carta, escrita con la letra perfecta de su esposa.
Las fotos impresas.
Todo sobre la mesa.
Esperándolo.
Como una bomba a punto de explotar. Una que él mismo había armado.
Primero, las imágenes.
Una por una.
Él está entrando al hotel.
Julieta colgada de su brazo.
Esa cara que ahora, en perspectiva, se veía arrogante. Cómoda. Sin culpa.
Otra en el restaurante.
Las copas.
Ella riendo.
Él relajado,siempre sonriendo.
La puerta del ascensor está abierta.
El número 814.
Ella sola pero clara la insinuación.
Y las siguientes…
Una peor que la otra.
Hasta que vio la del beso.
Sintió cómo el estómago se le cerraba de golpe.
Y entonces, leyó la carta que no se olvidaría jamás.
Martín:
Jamás pensé en mi vida que iba a escribirte algo así.
Nunca creí esto de vos,ni siquiera al principio de nuestra relación que no te conocía pero ahora ,se que no te conozco en absoluto.
Me estuviste viendo la cara de estúpida durante meses.
Me mentiste con cada palabra, con cada “llego tarde”, con cada “estoy trabajando”, con cada noche que te encerraste en este despacho de mierda mientras yo me partía el alma por sostener a esta familia.
Hoy vi la realidad. Al final me sacaron la venda de los ojos.
Debés tener muchos enemigos, o tu amante ya se aburrió de ser la otra.
Las fotos te las dejo para que no te olvides de cómo destruiste a tu familia.
No necesitás explicarme nada.
Te vi entrar a un hotel con una mujer colgada de tu brazo.
Te vi comer con ella como si fuera tu esposa.
Te vi salir sin culpa.
Te vi besarla
Pero la traición no terminó ahí.
Hoy fui a la empresa, esa donde según vos estaban haciendo remodelaciones.
¿Sabés qué encontré?
Un edificio clausurado.
Cerrado y vacío
Como tu conciencia sucia .
Y todavía más. Entré a las cuentas.
bancarias.
¿Dónde carajo está el dinero de mi herencia, Martín?
Lo que mis padres me dejaron.
Lo único que tenía. Que era mío.
No te lo presté.
¡Era de mis hijos!
No te lo regalé, y vos lo usaste como si fuera tuyo.
No solo me engañaste como mujer.
Me robaste.
A mí y a tus hijos.
Yo te elegí para formar una familia.
Vos me devolviste traición, manipulación y mentiras.
No quiero volver a verte en mi vida.
No quiero escucharte nunca más.
No quiero un solo mensaje tuyo.
Así como hoy no respondiste a los míos.
Así como te chupó un huevo lo que podía estar pasando con tus hijos.
Y si algún día querés recuperar algo de dignidad que ahora no tenés , empezá por devolverle a tus hijos lo que les robaste.
No te odio.
Pero me das asco.
Clara>>
Martín se quedó parado, leyendo su perfecta descripción.
No se atrevió a llorar.
No gritó.
No dijo nada.
Solo miraba la hoja como si no pudiera creer que alguien fuera capaz de escribir algo tan exacto de él.
Tan verdadero porque tenía razón.
Ella tenía toda la razón.
Él les había fallado.
En todo y ella ya no estaba.
Ni su esposa
Ni sus hijos.
Ni su lugar en el mundo.
Nada.
Solo él.Solo y un escritorio lleno de pruebas.
En ese momento, el teléfono vibró, con el mínimo de batería que le quedaba.
Martín no quería mirar.
Pero no pudo evitarlo.
Era su madre.
> —¿Qué hiciste, hijo?
El sudor se le acumuló en la espalda. Sintió el peso de todo.
El vacío absoluto
Era la misma pregunta que él se hacía en su cabeza.
Solo que ahora venía con el reproche de una madre.
> —¿Qué hiciste, hijo?
Nada que no fuera exactamente lo que había planeado.
Lo que siempre fue y había escondido.
Lo que había matado en él para que Clara no lo viera hacer lo que hizo.
Y entonces, con las manos temblorosas, vio las llamadas perdidas de Clara.
¿Cómo podía pedirle perdón después de todo?