—¿Y qué tal? ¿Cómo te fue? ¿Qué te dijeron? — Sam me atacó con unas preguntas tan pronto como entré a la casa.
—Conseguí el trabajo fijo — dije emocionada, y la cobriza me abrazó gritando.
—¡Eso es maravilloso, Verónica! ¡Estoy tan feliz!
—Yo también — reí abrazándola.
—La pregunta es si te dieron ese trabajo porque te esforzaste y todo, o porque llevas faldas y tiene una vista perfecta de tu trasero.
Me reí y le di un golpe en el brazo.
—Eres tonta — respondí divertida. — Obviamente, fue porque me esforcé.
—No estoy tan segura. Pero bueno, como quieras. Felicidades otra vez, y ahora disculpa, pero dejé a Tian solo en mi habitación — me guiñó un ojo y desapareció escaleras arriba. Rodé los ojos y tenía la intención de ir a mi cuarto, pero recibí un mensaje de texto.
Adrián: “Hola, guapa. ¿Qué te parece salir a tomar un café o algo?”
Sonreí al leer el mensaje. Hace una semana salí con Adrián a tomar un café y fue agradable. Resultó que teníamos muchos intereses en común, así que tuvimos mucho de qué hablar.
Yo: “Claro, me parece bien.”
Adrián: “¡Genial! Mándame la dirección y paso por ti, así que prepárate.”
Le envié a Adrián la dirección de mi casa y fui a cambiarme de ropa. Ya estaba harta de los vestidos y tacones, así que decidí vestirme casual. Me puse unos jeans blancos y una camiseta negra, encima un suéter verde. Me olvidé de los tacones y me puse zapatos con cuña, y el cabello suelto lo recogí en un moño alto.
Salí de casa llevando un bolso n***o. Adrián me estaba esperando apoyado en su coche deportivo rojo.
—Wow, te ves preciosa — se acercó y me dio un beso en la mejilla, y yo me ruboricé. — No te reconocí sin los vestidos y los tacones.
—Así es como voy al trabajo — dije mientras Adrián me abría la puerta, así que me subí al coche y luego él también se subió, encendiendo el motor.
—Te diré algo, no importa cómo te vistas, siempre te ves impresionante.
—Gracias — murmuré. — ¿A dónde vamos?
—Conozco una cafetería bastante buena cerca de aquí. ¿Te parece?
—Si tienen buen café, sí. No he tomado nada hoy.
—No te preocupes por eso — me guiñó un ojo y luego se concentró en la carretera. — El café allí es perfecto.
Tardamos unos cinco minutos en llegar. En cuanto nos detuvimos, Adrián, como un caballero, rodeó el coche y me abrió la puerta, a lo que le di las gracias en voz baja. Entramos, y de inmediato sentí el aroma del café recién molido. Nos sentamos en una mesa libre y tomamos el menú.
—¿Qué te apetece? — preguntó Adrián.
—Hum... creo que un latte — dije, dejando el menú justo cuando el camarero se acercó a nuestra mesa.
—¿Puedo tomar su pedido?
—Sí — asintió Adrián. — Una latte, un café n***o y dos tartas de manzana con helado, por favor.
El camarero tomó nota y se fue a poner nuestro pedido.
—No pedí tarta de manzana — respondí.
—Confía en mí — me guiñó un ojo. — Sirven las mejores tartas de manzana aquí.
Seguimos conversando hasta que el camarero trajo nuestro pedido. Tomé un sorbo del café, que estaba delicioso, y luego probé la tarta con el tenedor.
—Deliciosa — dije metiéndome helado en la boca.
—¿Verdad? Vengo aquí a menudo, el ambiente es agradable. ¿Cómo va lo del trabajo? — se recostó cómodamente sobre la mesa. — ¿Lo conseguiste?
—Sí — murmuré mientras bebía café. — El jefe dijo que soy trabajadora y responsable, así que tengo el trabajo.
—Felicidades. El trabajo es duro, pero uno se acostumbra.
—Sí, al principio estaba nerviosa, pero me acostumbré rápido.
—Si necesitas algo, mi oficina está en el piso doce, casi al final del pasillo. Verás mi nombre en la puerta. Si necesitas cualquier cosa, toca. Estoy a tu disposición.
—Gracias — respondí metiendo el tenedor en la tarta aún caliente. — Por ahora, me las arreglo, pero lo tendré en cuenta.
—Si alguna vez te pierdes o quieres salir, dejaré el trabajo para mostrarte los alrededores.
—¿Te sacrificarías así? — pregunté y ambos reímos.
—Por ti, cualquier cosa — respondió, y bajé la mirada, ruborizada. — Eres adorable cuando te sonrojas.
—Hum... gracias — susurré. Estoy segura de que mi cara parecía un tomate maduro. — De verdad, la tarta está deliciosa. Y el café también — traté de cambiar de tema.
—Por supuesto. No te traería a cualquier lugar. Aquí el ambiente es genial, y la comida es buena. ¿Te pido algo más?
—Gracias. Estoy llena — dejé el tenedor en el plato vacío y terminé mi café.
—Yo también — respondió recostándose cómodamente en la silla. — Verónica, dime la verdad — dijo después de un momento, y levanté la mirada hacia él. — ¿Te gusta el jefe, igual que a todas en la oficina?
—Hum... — ¿y qué debía decir? ¿Mentir o no? Tal vez... ¿decir parte de la verdad? Sí, eso parecía lo mejor. — Es atractivo — respondí después de pensarlo un poco. — Muy atractivo, pero en realidad, es mi jefe. No siento nada por él más allá de que es atractivo.
—Eso está bien — en los ojos del hombre vi una chispa extraña.
—¿Y por qué preguntas? — fruncí el ceño.
—Por nada. Es que todas las mujeres en la oficina se derriten por él. ¿Te puedo decir algo? — se inclinó sobre la mesa, y yo asentí. — Ten cuidado con él. Es un seductor. Creo que ha tenido algo con todas las chicas de la oficina. Y probablemente está esperando hacer lo mismo contigo.
—No soy una cualquiera. Me respeto.
—Lo sé y lo aprecio — se recostó de nuevo en la silla frente a mí. — Ha estado muchas veces con Martha. La de recepción. Creo que se acuestan todos los días. Pero bueno... me alegra que te respetes y no vayas a la cama con él — se levantó de la mesa, dejando el dinero. — ¿Regresamos? Te llevaré a casa, aún tengo algunas cosas que hacer.
—Sí, claro — me levanté de la silla y juntos salimos de la cafetería.