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Atrapada en los deseos del jefe

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Blurb

Verónica siempre ha sido una mujer independiente y dedicada a su trabajo. Desde que aceptó el puesto en una de las empresas más prestigiosas de la ciudad, sabía que tendría que esforzarse el doble para demostrar su valor. Sin embargo, lo que no esperaba era que su nuevo jefe, Owen Blackwell, un hombre tan carismático como enigmático, pusiera su mundo de cabeza.

Owen no es el típico ejecutivo. Tras su fachada de hombre frío y calculador, esconde un lado oscuro y seductor que nadie parece conocer... hasta que Verónica aparece en su vida.

La atracción entre ambos es palpable desde el primer encuentro, pero mientras Verónica lucha por mantener las cosas estrictamente profesionales, Owen parece tener otros planes.

Un día, un encargo inusual la lleva directamente a su mansión, un lugar lleno de secretos que desvela un lado inesperado de su jefe. Entre miradas ardientes, encuentros furtivos y el constante juego de poder, Verónica deberá decidir si ceder a la tentación o mantener su moral intacta.

Pero ¿qué sucede cuando el deseo es más fuerte que la razón? Y, sobre todo, ¿qué ocurrirá cuando los límites entre la seducción y el peligro comiencen a desdibujarse?

En un juego donde las reglas no están claras y el premio es el poder sobre el otro, Verónica descubrirá que resistirse al encanto de su jefe es una tarea imposible.

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Capítulo 1
Entré a la casa y de inmediato me quité los zapatos y me tiré en el sofá con un fuerte gemido. — ¿Y qué tal? —preguntó Sam, saliendo de la cocina con un trapo en la mano. —No conseguí ese trabajo —suspiré, mirando a mi amiga con una mirada compasiva—. Si esto sigue así, nos mudaremos de este apartamento más rápido de lo planeado — dije fingiendo un llanto. —No exageres, mira que yo sigo trabajando —dijo Sam. —Pero tus ingresos no son suficientes para pagar el alquiler, la comida, y tus caprichos. Por eso, necesito encontrar un trabajo para mí rápidamente. —Conseguirás algo, ya verás, además todavía tienes un poco de tiempo —dijo mi amiga. —Tengo veintidós años y no tengo trabajo —me quejé, apoyando la cabeza en los suaves cojines. —Si no fuera por ese idiota, todavía estarías trabajando como niñera —gruñó mi amiga, sentándose en la silla junto a mí. —No es su culpa, Sam. Se mudaron y ya no necesitaban niñera — dije. —Pero admítelo, te encariñaste con ese niña. —Un montón —dije observando a Sam—. Era un buena niña, Pero como se mudaron, significa que ya no la veré. —Y el sueldo era considerable —dijo ella, y yo le lancé un cojín. —Tú solo piensas en el dinero —bufé, y ella se rio. — ¿Y tú acaso no trabajabas por dinero? — preguntó alzando sus cejas maquilladas. —De alguna forma —admití—. Pero también porque me encariñé con la niña y me gustaba cuidarla. Por eso ahora necesito encontrar otro trabajo rápido y empezaré a buscar mañana. Hoy esta entrevista me dejó exhausta. —Solo fuiste a preguntar por un trabajo en la cafetería al final de la calle —dijo Sam frunciendo el ceño. —Pero ese estrés me drenó toda la energía positiva —suspiré, a lo que Sam se río. —Oh, Verónica. Eres una perezosa. ¿Quién te contrataría para algún trabajo? —No soy perezosa —protesté—. Al final, fui yo quien corrió tras la niña durante un año, le cambió los pañales y le inventó juegos. Tengo derecho a descansar. —Bien. Como quieras —Sam se encogió de hombros. Era mi mejor amiga desde la infancia y llevamos dos años viviendo juntas. Tiene el pelo cobrizo largo hasta el trasero, ojos verdes hipnotizantes, labios llenos y una nariz pequeña. Se maquilla un poco demasiado, pero dice que le gusta, así que no se lo impido, su figura es de toda una modelo, piernas perfectas y… sus encantos que aprovecha en cada oportunidad. El ideal de la feminidad. Yo tampoco puedo decir que sea fea. Tampoco guapa. Soy normal. Mi cabello es rubio y también largo, pero no tanto como el de Sam. Tengo los ojos marrones, lo cual no me gusta para nada y estoy pensando en usar lentes de contacto. Una nariz y labios pequeños, pero bonitos. Soy delgada, gracias a la dieta, correr y el gimnasio. No puedo quejarme de mis pechos y trasero, aunque no son tan grandes como los de mi amiga. —Tian viene hoy a verme —dijo la rubia—. Así que, por si acaso... ya sabes... —Lo sé, lo sé —rodé los ojos—. Pero protéjanse. No quiero ser tía. —Siempre lo hacemos —se rio la chica de veintiún años, lanzándome un cojín—. Tú también podrías traer a algún chico aquí. Hace tiempo que no estás con ninguno. —No tengo tiempo para chicos ahora, Sam —respondí. —No reconozco a la vieja Verónica. Otra vez sola. Solías traer chicos aquí, ¿y ahora no? Ohm... ¿no te falta sexo? —Tal vez un poco. Hace tiempo que no lo hago, pero estoy esperando al indicado. Y ahora, perdona, pero voy a darme una ducha —me levanté del sofá y fui a bañarme. Las gotas de agua caliente me revitalizaron al instante. Me sequé el cabello y me puse ropa cómoda, luego fui al salón, pero me quedé helada al ver lo que estaba pasando. Sam estaba en el sofá debajo de su novio. Ambos estaban medio desnudos y se besaban apasionadamente. En realidad, no sé si se besaban o se devoraban. Cuando el chico quiso quitarse los bóxer, grité: — ¡Oigan, si van a hacerlo, que no sea en la sala, ¿vale?! Sam cayó al suelo con un golpe, y Tian la ayudó a levantarse. —Lo siento, Verónica —dijo la rubia sonrojada—. Nosotros... em... nos vamos a nuestra habitación. Tiró de su novio hacia arriba, y yo me senté en el sofá poniéndome los auriculares y subiendo el volumen al máximo. No quiero escuchar sus gemidos. Al día siguiente, con una taza de café en la mano, me senté en el salón y encendí la laptop en busca de cualquier trabajo. Cocinera, limpiadora, peluquera, maquilladora... ¡nada era para mí! Busqué durante una hora y lo único que encontré fue un puesto de bibliotecaria. —Esto no tiene sentido —gruñí, dejando la taza de café sobre la mesa de cristal—. Tiene que haber algún trabajo ideal para mí. — ¿Por qué te levantaste tan temprano? —preguntó Sam, bajando las escaleras mientras se rascaba la cabeza. Incluso recién levantada parece salida de la portada de una revista. No como yo. —Estoy buscando trabajo —dije, mirando la pantalla de la laptop—. ¿Dónde está Tian? —Aún duerme —se encogió de hombros y tomó un sorbo de mi taza de café. —La próxima vez, háganlo más bajo. Sus gemidos se escucharon en la otra mitad del mundo. —Lo siento —sonrió encantadoramente y miró por encima de mi hombro a la pantalla de la laptop—. ¿Encontraste algo? —Nada de nada — gruñí cerrando la laptop de golpe —. ¿Cómo voy a encontrar un trabajo para mí? —Ya se te ocurrirá algo. Muchas personas buscan empleadas ahora. Podrías preguntar por ahí. — ¿Crees que no lo he intentado? Busco y busco, pero nada —levanté las manos al cielo justo cuando el chico de Sam bajaba las escaleras en calzoncillos. Era un rubio alto y musculoso, perfecto para mi amiga. La rodeó con sus brazos y la besó en los labios susurrándole algo al oído. — ¿Por qué tan enfadada? — me preguntó mientras yo estaba molesta en el sofá. —Verónica está buscando trabajo —respondió Sam por mí—. Pero... no le está yendo muy bien. — ¿Qué tipo de trabajo buscas? —preguntó el rubio, observándome con los ojos entrecerrados. —Cualquiera, siempre y cuando sea adecuado para mí —dije, ligeramente irritada con el mundo entero—. Pero por ahora no he encontrado ninguna oferta interesante. —Podría ayudarte un poco —se rascó la barbilla pensativo—. Mi amigo me dijo hace poco que trabaja en una oficina y están buscando una asistente. — ¿Tu amigo es el jefe? —pregunté, a lo que el rubio se río. —No, pero podría ser algo más para ti. — dijo elevando sus cejas — de todas formas, creo que es un trabajo perfecto para ti. — ¿Y por qué estás tan seguro? —pregunté con calma. —Hacer café, trabajo de papeleo... esas cosas. Y tú ya has trabajado en algo similar antes, mi amigo dijo que el jefe es muy amable, pero parece un poco intimidante. — ¿Qué pasa? ¿Tiene sesenta años, barba, una gran barriga y apenas cabe detrás del escritorio? —bromeé. —Te sorprenderías —dijo Tian abrazando a su novia—. Entonces, ¿quieres intentarlo? —En realidad, ¿qué de malo puede haber en ordenar papeles, hacer café y correr a comprar comida? Vale, acepto. ¿Con quién tengo que hablar para una entrevista? —Lo mejor es que le envíes un correo electrónico al jefe. Al parecer no le gusta dar su número de teléfono. Solo email. —De acuerdo —suspiré—. ¿Tienes el email? Me gustaría escribirle y acabar con esto. Volví a encender la laptop, y Tian me dictó el correo del jefe. Prefería trabajar en una oficina que no hacer nada, y un trabajo con un viejecito no podría ser tan difícil, ¿no? Mientras Tian y Sam se iban a vestir, yo empecé a escribirle a un tal Owen. “Buenos días. Soy Verónica Garcés. Me gustaría saber si la oferta de trabajo como asistente sigue disponible. Estoy interesada y, si fuera tan amable, me gustaría conocer algunos detalles.” Cerré la laptop y puse algún programa en la televisión. Es probable que el mensaje no llegue pronto, así que tendré que esperar. Me preparé el desayuno, me hice otra taza de café (porque Sam se bebió la anterior) y volví a sentarme frente a la laptop. Al ver que había un nuevo mensaje en mi correo, emocionada, lo abrí rápidamente y leí el contenido. “Buenos días. Si está interesada en el trabajo de asistente, es perfecto. Buscamos a alguien responsable, relativamente ordenado y trabajador. No es un trabajo fácil, pero si usted puede con ello, la espero mañana a las 15:30 para una entrevista en el edificio the Palm. Allí, la recepcionista le dará toda la información. Saludos.” Casi de inmediato respondí con una gran sonrisa en la cara. Tal vez, finalmente tenga algo de suerte. ¿Tal vez consiga este trabajo con el señor gordito? “Estoy muy emocionada. Por supuesto, mañana llegaré puntualmente a la entrevista. Saludos también.”

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