Mi otra mano golpeó mi sexo y rodeó mi clítoris dos veces antes de que mi orgasmo liberara un chorro aún más grande de jugos que se derramó sobre mis muslos y empapó mis sábanas.
—Mmmmmmmgah—da—mmmm —gemí antes de hundir la cara en la almohada. Esperaba que mi padrastro no me oyera, pues los últimos hilos de su semen me resbalaban por la mano y caían sobre la cama.
Cuando por fin pasamos nuestros orgasmos, solté su pene a regañadientes. Mi padrastro recuperó la respiración durante varios minutos antes de inclinarse y besarme el hombro de nuevo. Estaba tan excitada por mis múltiples orgasmos que no le di importancia cuando me apartó el pelo de la cara para besar los labios de su esposa. Su reacción me indicó que finalmente se dio cuenta de que algo andaba mal.
Inmediatamente, soltó mi cabello y se alejó. Ambos nos congelamos cuando el momento de comprensión nos golpeó a ambos por diferentes razones.
¡Dios mío! ¿Qué acabo de dejar que mi padrastro hiciera? Esto estuvo muy mal.
Sin decir palabra, se puso de pie de golpe. No me atreví a moverme, esperando un sermón inusual pero severo de mi padrastro. En cambio, lo oí recoger su ropa y salir de mi habitación, rápida pero silenciosamente. Bajando las escaleras, lo escuché hasta que entró y cerró la puerta de su habitación. Fue entonces cuando por fin me permití respirar. Me incorporé en el lecho revuelto de mis fluidos y el semen de mi padrastro y empecé a hiperventilar. Un sinfín de pensamientos me asaltaron a la vez.
Tengo que despertarme en cuatro horas… Mañana hay clase. ¿Y si le cuenta a su madre? ¿Qué dirá? Tengo que cambiarme la ropa interior… ¡Tengo que esconder las sábanas!
Pero más que cualquier otro pensamiento, el que pulsaba en el frente de mi mente era: ¿qué va a hacer mi padrastro cuando lo vea mañana?
oOoOo
Me desperté sobresaltada a la mañana siguiente. De esos que te despiertas para un evento muy importante, y estás tan nerviosa que te despiertas antes de que tu alarma suene. En mi caso, me desperté cuarenta y cinco minutos antes de que sonara la alarma. El corazón me latía con fuerza en el pecho, tenía las manos sudorosas y ya me dolía el estómago. La culpa de la noche anterior y la preocupación de la mañana siguiente chocaban en mi interior, y quería morir.
El sueño me acompañó durante casi toda la noche mientras daba vueltas en la cama. Me acosté en el otro lado de la cama, que no estaba húmedo por las actividades de la noche anterior. Después de horas planeando y dándole vueltas a las posibles consecuencias del día, me quedé dormida sin querer durante lo que parecieron minutos. Ya despierta, sentí que el pánico se acumulaba y se me hacía un nudo en las entrañas que me llegaba hasta la garganta. A pesar de esa sensación, una parte de mí sentía curiosidad por el desastre que había a mi lado.
La luz de la mañana se filtraba entre mis persianas y dibujaba líneas sobre mi colchón. Al apartar las sábanas, pude ver el gran óvalo de humedad donde me había corrido. Mi mano tocó la tela y me sentí transportada a la noche anterior. El aliento caliente de mi padrastro en mi nuca, sus manos sobre mi cuerpo, los gruñidos ásperos que emitió antes de correrse… Mi palma rozó la sábana suavemente como si me estuviera tocando.
Había un par de zonas ásperas donde habían caído gotas de su semen y se habían formado costras. Recordando, metí una mano en mi ropa interior y me froté el trasero. Efectivamente, sentí las zonas pegajosas donde el semen de mi padrastro se había pegado a mi piel y se había secado.
Jadeé al sentirlo y recordar el momento. Bajando la mano por mi trasero, me mordí la comisura del labio al sentir mi v****a y la acumulación de jugos cremosos que ya se habían formado en mi raja. Deslicé dos dedos en mi sexo por detrás y jadeé. Con la mejilla apoyada en el colchón junto al charco de jugos y el trasero al aire, usé todo el brazo para meter y sacar los dedos de mi estrecho agujero.
—Ughh… sí… —gemí mientras imaginaba estar en esta posición para mi padrastro la próxima vez que se saliera con la suya. —Oh… Oh, papi…
Mi puerta estaba cerrada, y como mis hermanos ya no vivían en casa de mis padres, tenía todo el piso de arriba para mí, así que no podía gritar, pero definitivamente no tenía que controlar el volumen. Mis dedos penetraban mi agujero de 18 años cada vez con más fuerza mientras fantaseaba con mi padrastro siendo rudo con su chica. Imaginaba lo llena que me haría sentir su polla larga y gruesa… lo que sentiría su chica sucia…
—¡Mmm! Fóllame más fuerte, papi —gemí en la cama y sentí el golpeteo de mi dedo dentro de mí. Mi respiración entrecortada dejó momentos de silencio donde el único sonido en mi habitación era el suave sonido de mis dedos al entrar y salir de mi agujero.
Jadeando y gimiendo, entrecerré los ojos mientras la fantasía de placer crecía, pero algo brillante me llamó la atención. Desde el ángulo donde estaba, la luz de la mañana se reflejaba en un pequeño charco de líquido del tamaño de una moneda de veinticinco centavos a pocos centímetros de mi cara. Estaba a mi sombra antes, así que debí haberlo pasado por alto, pero era un gran charco lechoso del semen de mi padrastro. Debió de ser donde había caído la mayor parte de su semen horas antes, cuando se corrió.
Sin pensarlo ni dudarlo, mi mejilla se deslizó hacia la zona húmeda y la rodeé con mis labios. La sustancia viscosa y salada cubrió mi lengua, y emití un gemido que aumentaba en volumen y frecuencia a medida que me acercaba al orgasmo. Recuerdo el gruñido que hizo mi padrastro cuando sacudí su m*****o y solo podía soñar con mirarlo a los ojos marrones. Lo vi perder el control y descargar su carga de semen en mi boca, garganta y vientre.
—¡Oh, Dios… sí! —Gemí un poco fuerte mientras tragaba el semen de mi padrastro. Al sentirlo cerca, mis dedos salieron de mi coño y trazaron círculos desordenados en mi clítoris mientras perdía el control de mis extremidades.
Mi trasero se sacudió en el aire mientras el temblor del orgasmo descendía por mi cuerpo. Empecé a gritar y giré la cara hacia la cama para ahogar mis gritos. Los dedos de mis pies se curvaron y un fuerte chorro de jugos se escapó de mi coño, bajando por mi mano, muñeca y brazo.
—¡Dios mío, me corro! —Mi grito apagado en mi colchón hizo vibrar la cama y terminó con un poderoso acantilado cuando finalmente mi pecho se aflojó y jadeé en busca de aire mientras caía de lado.
Durante varios instantes, parpadeé con manchas negras y azules en los ojos, ya sea por el potente orgasmo o por la falta de oxígeno. Fue cuando finalmente desaparecieron y mi respiración se normalizó que oí el respetuoso golpecito en la puerta.
—¿Anna? ¿Estás despierta? —me llamó mi padrastro desde la puerta, pero algo en su tono me hizo pensar que no era la primera vez que me llamaba.
¡Dios mío!, pensé, enderezándome a toda velocidad en la cama. ¿Cuánto tiempo lleva ahí parado? ¿Qué ha oído? ¿Qué le voy a decir?