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El juguete de papi

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Blurb

Tras la confusión de una noche de alcohol, Mark acaba en la cama de su hijastra Anna. Lo que empieza como un error se convierte en una obsesión clandestina. Mientras la madre de Anna lucha contra un cáncer terminal, ambos exploran los límites del deseo y la supervivencia emocional. Una historia cruda sobre el duelo, la soledad y los tabúes que surgen cuando el dolor busca consuelo en los lugares prohibidos. ¿Hasta dónde llegarías para no quedarte completamente solo?

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capitulo 1
Estaba dormida cuando entró en mi habitación. Tardé varios minutos en darme cuenta de lo que estaba pasando. Para entonces, mi padrastro ya se había desabrochado el cinturón, había tirado los vaqueros al suelo y se había quitado la camisa. Para cuando se metió en mi cama y se deslizó bajo las sábanas, podía oler el alcohol que emanaba de él y estaba lo suficientemente despierta como para comprender que no era un sueño. Mi padrastro acababa de quedarse en ropa interior en mi habitación y se había metido en mi cama en plena noche. No fue del todo culpa suya. Para empezar, estaba borracho. Empezó a beber más después del diagnóstico de mi madre. Al principio no fue un problema, pero luego, cuando llegaron las malas noticias después de la segunda ronda de quimioterapia, la bebida se intensificó. La segunda razón por la que no fue culpa suya fue que yo había intercambiado habitaciones con mis padres la semana anterior. El cáncer se estaba extendiendo rápidamente en mi madre y su habitación, al final de las escaleras, se estaba volviendo difícil de alcanzar. La semana pasada, mi padrastro y yo pasamos el día intercambiando la cama y las cómodas de mi habitación al pie de las escaleras con las cosas de mamá. Después de todo, yo era una mujer de 18 años, a punto de graduarme de la preparatoria y estudiante universitaria. Podía subir algunas escaleras. La decoración se mantuvo igual porque… bueno… los médicos… no creían… que se esperaba que el cambio de dormitorio fuera permanente. Y para colmo, yo estaba tumbada en la cama de espaldas a mi padrastro, así que ¿cómo podía saber en su estado que estaba en la cama equivocada? Si acaso, fue mi culpa; debí haber hablado. Debí haberle advertido. Debí haber dicho algo. Hasta el día de hoy, no sé por qué no dije nada. Quizás fue porque quería tanto a mi padrastro. Aunque no era mi padre biológico, siempre estuvo ahí para mí desde que tengo memoria. Y pronto… sería todo lo que me quedaría. Sentí que la cama se movía bajo su peso y me jalaba hacia atrás como si el colchón nos quisiera juntos. Luchando contra la gravedad, permanecí de lado mientras sentía el cálido cuerpo de mi padrastro acercándose a mí hasta convertirme en su pequeña cuchara contra su gran cuchara. Besó el omóplato de mi hombro desnudo y sentí la barba corta y bien cuidada. Mi lamparita estaba detrás de él, así que no había suficiente luz para verme. Eso y mi larga melena castaña me caía sobre el hombro y la mejilla. —Te amo, Tracy —susurró el nombre de mi madre en lo que él pensó que era el oído de su esposa. Me parecía mucho a mi madre, mi única pariente biológica. Ambas éramos más bajas, medía 1,62 m, y teníamos el pelo a juego. Aunque mi madre siempre había tenido más peso en los michelines, había adelgazado desde la quimioterapia. En mis noches más oscuras, a menudo me preguntaba qué sería de mí después de que ella… Era repugnante pensar en algo así como algo inevitable, a pesar de que los médicos lo decían. No me sentía bien. No me sentía bien. ¿Estaré sola en este mundo? Me quedaré huérfana. Al fin y al cabo, solo era un cachorro callejero que llegó a la vida de mi padrastro. Solo era una hija que mi madre tuvo de una relación anterior. ¿Qué me debe? Nada. Ahora tengo 18 años. Si mi madre se hubiera ido, podría librarse de mí. Me imaginé sola en un desierto fresco en plena noche. Los depredadores aullaban y acechaban en la distancia. La arena y la oscuridad se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Sola. Pero ya no estaba sola. El beso en mi hombro se convirtió en un beso en mi cuello. Sentí escalofríos que me recorrieron la espalda y volvieron a subir mientras su aliento caliente me jadeaba en la nuca. Mi padrastro nunca me había besado ahí. Su mano me acarició el muslo por encima de la manta y me frotó el trasero. Separé los labios al jadear. Cuando me apretó el trasero, me tensé, conteniendo la respiración. Este, junto con muchos otros momentos, habría sido un momento excelente para despertar y detener a mi padrastro, pero no lo hice. Las sábanas se movieron un poco y me di cuenta de que había deslizado el brazo por debajo. La áspera palma de mi padrastro estaba tan caliente cuando me acarició el trasero; sentía como si tuviera un horno dentro. Aunque usaba calzoncillos de niño para dormir, su mano me inundó de calor al instante. Deslizándose hacia mí, la mano de mi padrastro se abrió paso bajo mi camiseta y subió hasta mi pecho. Si no fuera por su borrachera, mi padrastro definitivamente se habría dado cuenta de que no era su esposa en ese momento. Mis pechos eran fácilmente el doble del pecho plano de mi madre. Habían crecido tanto últimamente que, de hecho, se había vuelto bastante incómodo para mí. Cambié ir al gimnasio tres veces por semana por entrenamientos en el sótano, en el gimnasio de mi padrastro. La ropa se había vuelto más gruesa y con más capas, al menos mientras estaba en la escuela. La atención de los chicos fue divertida al principio, pero la actitud arrogante de otras chicas y —amigas— la convirtió en un estorbo. Y, sin embargo, en el momento en que la mano de mi padrastro ahuecó mi pecho, ya no me importaba su tamaño ni lo que pensaran los demás. Solo pensaba en el gemido que hizo mi padrastro cuando su palma ahuecó mi pecho derecho y lo apretó. Mis ojos coquetearon con rodar hacia atrás, y un pequeño chillido escapó de mi boca. Cerrando rápidamente la boca, me congelé para ver si me había delatado, pero la mano de mi padrastro continuó frotando círculos sobre mi pecho desnudo. En segundos, mis pezones estaban duros y cortando su palma. La crudeza de la fricción constante envió pop rocks por mis venas. Intenté no moverme, pero no pude evitarlo, estaba demasiado excitada. Mis caderas se movían en círculos como si llamaran la atención. Para cuando mi padrastro estaba pellizcando mi pezón entre el pulgar y el índice, me pregunté si estaba a punto de tener mi primer orgasmo de pezón y si podría quedarme callada, pero entonces lo sentí. Lo que empezó como un chichón se convirtió en una vara dura que me pinchaba el grueso glúteo. Volví a abrir la boca al apretar el trasero contra el pene de mi padrastro, y tuve que obligarme a tragarme los gemidos. Siempre había sido una chica cachonda, pero había logrado contener mis deseos usando mi mano y varios juguetes que había adquirido con cuidado (y en secreto), pero la situación repentina en la que me encontré fue como darle heroína a un alcohólico. No estaba preparada y ya no sabía si podría controlarme. —Mmm… —murmuré. Respiraba con más fuerza por la nariz. Fue entonces cuando mi padrastro bajó la mano de mis pechos y sentí su fuerte palma rozando mi vientre mientras metía las yemas de los dedos en la cinturilla de mis bóxers. —Ohmm… Luché por mantener la boca cerrada. De verdad que sí, pero respiraba con demasiada dificultad, y la anticipación era demasiada. Su mano fue tan suave al cubrir mi entrepierna que me volvió loca. En mi mente, era una fiera, deseando que me usara como yo usaba mis propios juguetes, pero mi padrastro fue cuidadoso y lento. Su dedo corazón se hundió en el centro pegajoso de los labios de mi v****a y subió hasta mi clítoris palpitante. La yema de su dedo trazó un tierno beso alrededor de mi clítoris que amenazó con provocarme un orgasmo. —Oh Dios mío… —dije en silencio, apenas emitiendo sonido alguno. Mi padrastro deslizó su mano más abajo y me la metió entre los labios. Sentía cómo apretaba la punta de su dedo en mi estrecho y goteante agujero, y mis manos apretaban el borde del colchón. Las paredes de mi v****a apretaban con tanta fuerza el dedo corazón de mi padrastro que no podía imaginar cómo metería su duro m*****o. Lenta pero firmemente, deslizó su largo dedo dentro y fuera de mí. Me mordí los labios con tanta fuerza que me dolía la boca. Esto ahogó los gemidos que quería gritar, pero acentuó mis gemidos y las respiraciones entrecortadas que forzaba a entrar y salir por la nariz. Un temblor recorrió mis caderas y sacudió mi trasero erecto contra el pene erecto de mi padrastro, lo que solo me intensificó las cosas. Apreté los puños sobre el colchón y giré la cara hacia la almohada para silenciar mis gemidos agudos. Mi padrastro aceleró el ritmo con sus dedos, pero solo un poco. Cuando me corrí, quería más, más fuerte y más rápido, pero sus embestidas metódicas se mantuvieron constantes y prolongaron mi orgasmo. La parte interior de mis muslos se volvió resbaladiza y oí el crujido de la mano de mi padrastro tocando mi estrecho agujero virgen. Esa fue la primera vez que me di cuenta de que estaba eyaculando, algo que nunca antes había hecho. Si el placer no hubiera sido tan intenso, habría entrado en pánico, pero no pude. Mi cerebro rebosaba de placer mientras mi sexo se apretaba y pulsaba alrededor del dedo de mi padrastro. —Mmmmmmgahhmm… —grité contra la almohada. Mis dientes rasgaron el acolchado como un animal. La cama se sacudió mientras mi cuerpo temblaba. El temblor solo empeoró cuando el pulgar de mi padrastro rozó mi clítoris de arriba abajo como si fueran cuerdas de guitarra. En cuestión de segundos, me llevó a un segundo orgasmo que me hizo encoger los dedos de los pies. Gemí por mi padrastro, pero la almohada silenció mis palabras, convirtiéndolas en un gemido apagado. Si no hubiera dejado de tocarme la v****a con tanta perfección, creo que me habría corrido toda la noche con las caricias de mi padrastro. Por suerte, cedió y me permitió recuperar el aliento y despejar la mente después del segundo orgasmo. Jadeé, delirante y borracha por el momento. Su mano se retiró a mis caderas y me frotó el muslo mientras se inclinaba para besarme el hombro de nuevo. Por lo cariñoso que fue conmigo, supe que no pensaba usar su pene para nada esta noche. Puede que estuviera duro y me pinchara el trasero, pero era demasiado bueno como para intentar acostarse con mi madre cuando estaba enferma. Solo intentaba darle un poco de placer, y yo quería dárselo a cambio. Moviéndome por primera vez conscientemente, extendí la mano hacia atrás y le acaricié la entrepierna. Se quedó paralizado, probablemente sorprendido por el deseo de mi —madre—. La tela estaba estirada hasta el límite. Su pobre pene se vio obligado a doblarse y arquearse mientras intentaba desesperadamente escapar de sus confines. No ayudé a la situación frotando mi mano sobre sus bóxers varias veces. Cuando intenté liberar su polla, no había suficiente espacio en su cintura para pasarla por encima de la cabeza. Después de fallar dos veces, mi padrastro me bajó los bóxers y al instante sentí que me mojaba de nuevo. Imaginar su polla dura desnuda detrás de mi trasero desnudo fue casi lo suficientemente tentador como para darme la vuelta, pero por suerte tuve la fortaleza mental para detenerme. Agarrando su m*****o, palpé su longitud y grosor desde la base hasta la punta, jadeando todo el tiempo. Mi padrastro era mucho más grande de lo que hubiera imaginado. Mi mano se sentía diminuta comparada con él, y apenas cabía en ella. Las primeras caricias que le di a su pene por detrás de mi espalda fueron juguetonas, mientras me deslizaba hacia atrás para sujetarlo mejor. Las venas de su m*****o se hincharon y se flexionó en mi palma. Mi lengua recorrió la primera fila de mis dientes mientras jadeaba con cada caricia de la dura vara de mi padrastro. Cuando mi padrastro empezó a respirar con fuerza sobre mi espalda y cuello, me recosté contra él. Enterró sus labios en el hueco de mi cuello como un vampiro a punto de darse un festín, y me perdí en un limbo entre el placer y el orgasmo. Escuchar a mi padrastro gemir en mi oído solo me hizo acariciar su m*****o con más fuerza y rapidez. Gotas de su presemen se derramaron por mis dedos, y tuve que tragar la saliva que salivaba. La mano de mi padrastro regresó a mi pecho, ahuecándome un seno y pellizcando mi pezón. Sentía sus caderas embistiendo contra mi mano, y mis caderas se mecían mientras fantaseaba con el pene desnudo de mi padrastro entrando en mi v****a. —Ugh, cariño… —gruñó mi padrastro en mi garganta, y sentí que llegaba al precipicio de otro orgasmo mientras él me pellizcaba los pezones. De repente, mi padrastro me agarró con más fuerza y su respiración se aceleró. Su pene se convirtió en una vara de hierro en mi delicada mano, y sentí que se agarrotaba y que mi espalda baja se salpicaba con su semen cálido y lechoso. Apreté la cabeza contra su pecho mientras yo también me corría. En ese momento, no quise soltar su pene. Quería que estuviera dentro de mí para siempre. Quiero la semilla de mi padrastro dentro de mí…

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