Capitulo 5

2837 Words
El fin de semana transcurrió sin incidentes, pero el lunes apenas podía concentrarme en clase. La tensión entre la ansiedad y la euforia era irreal. Fantaseaba con que al volver a casa mi padrastro me subiera a la encimera de la cocina y me follara como la zorra cachonda que era. Pero luego tenía el miedo, mucho más realista, de llegar a casa y encontrarme con otra charla sobre lo mal que había estado la noche anterior y que ya no debía pensar en ello ni masturbarme. Por muy fuerte que fuera ese miedo, la excitación que sentía siempre ganaba. ¡Joder…! ¿Qué me pasa? Pensé cuando me salté el almuerzo ese día y corrí al otro lado de la escuela para usar el baño para discapacitados como mi estudio porno personal mientras me masturbaba hasta tener no uno, ni dos, sino tres orgasmos en media hora. Llegué tarde a la tercera hora porque estaba a gatas en el baño, limpiándome los chorros con una toalla de papel. Sabía que lo que pensaba estaba mal. Sabía que mi padrastro no tenía intención de tocarme anoche. Era un buen hombre de buen corazón, pero no había vuelta atrás. Había desatado algo dentro de mí que podía encerrarse fácilmente. A pesar de mis orgasmos, pasé toda la tarde fantaseando con mi padrastro. Durante mi última regla, tuve que taparme la cara porque tenía las mejillas sonrojadas. Cuando volví a casa, me sorprendió ver a mi padrastro llegar temprano del trabajo, aunque, por desgracia, no me llevó a la cama para follar. Le dio el día libre a la enfermera y dijo que quería pasar más tiempo con la familia. Probablemente se sentía culpable por lo de anoche. Uf… si tan solo pudiera decirle que no se sintiera culpable. ¡Que quiero más, papi! Me preparó una merienda como si fuera una niña pequeña y pasó la tarde e incluso cuidando a mamá. Estuve entrando y saliendo con mamá todo el día, pasando todo el tiempo que pude con ella, pero ella durmió la mayor parte del día. Estaba más que un poco molesta porque tan pronto como llegué a casa de la escuela quise cambiarme a esta linda blusa rosa con un sujetador rosa a juego para distraer un poco a mi padrastro, pero por mi vida, no pude encontrar ese maldito sujetador. Juraría que estaba colgado sobre mi silla en mi habitación antes de la escuela, pero busqué por todas partes. Oh, bueno. Decidí ir con una camiseta blanca sin mangas con tirantes finos. Algo que enfatizara mis grandes pechos. Sabía que a mi padrastro le encantaban por la forma en que los agarró anoche. Esa noche transcurrió terriblemente sin incidentes y me dejó de mal humor cuando fui a mi habitación esa noche. ¿Así iba a ser de ahora en adelante? ¿Solo silencio incómodo y evasión? No, mi padrastro necesitaba saber que lo de anoche no fue solo un accidente. Necesita saber que no tiene por qué abandonarme. Puedo hacer cosas como mamá. Puedo hacer que mi padrastro se sienta bien también. Era casi medianoche cuando me escabullí de mi habitación. Había estado toda la noche tumbada en la cama, desnuda, de espaldas a la puerta entreabierta, esperando a que mi padrastro viniera, pero nada. Me costó toda la fuerza de voluntad contenerme para no tocarme. La simple emoción de exponer mi trasero desnudo a una puerta abierta bastó para que mi imaginación hiciera que mi coño se me derramara por el muslo. Las gotas habían corrido hasta la cama cuando suspiré de frustración y me puse una camiseta y unas bragas (un acto inútil, ya que mis bragas se empaparon al instante). En el pasillo, me escabullí entre las sombras como un ladrón hasta que vi que la puerta de la oficina de mi padrastro también estaba entreabierta. Es extraño, normalmente la mantiene cerrada con llave cuando está allí. Me acerqué y vi la luz azul de su monitor de 34 pulgadas iluminar su habitación oscura. Relamiendo mis labios, contuve la respiración mientras acercaba mi cara al pequeño espacio entre la puerta y el marco. El corazón me latía con fuerza al darme cuenta de que el sonido que oía era la respiración agitada de mi padrastro. Mi ojo vio el monitor primero y mi estómago dio un vuelco al ver lo que vi. ¡Mi padrastro está viendo porno! Al principio me quedé boquiabierta de la sorpresa, y luego de repente me emocioné. Siempre me había sentido avergonzada cuando veía, escuchaba o leía porno a escondidas, como si fuera la única persona que lo hacía y fuera patética por hacerlo, pero ver a mi padrastro haciéndolo también… fue como si me hubieran quitado un peso de encima. Mi padrastro también es como yo. Entonces me quedé sin aliento cuando cambié de ángulo y vi a mi padrastro. Estaba sin camisa y sentado en su silla de ordenador. La parte posterior de su hombro me daba la espalda, así que podía verlo… pero podía ver cómo subía y bajaba el brazo. Observé cómo los músculos de su espalda se expandían y desinflaban con cada respiración profunda. La luz de la pantalla acentuaba la curva de sus tríceps y el ángulo marcado de sus trapecios junto al cuello. Estaba apretando mis pechos a través de mi camisa sin pensar, y antes de darme cuenta, mi mano se deslizó entre mis muslos. Dios mío. Tocar mi coño mojado nunca se sintió tan bien. Es como si estuviera drogado ahora mismo. Una droga llamada Papi. Mi padrastro llevaba auriculares, pero aun así me costaba mucho mantener la voz. Rodeando mi clítoris, mis rodillas se tensaron, y la erótica realidad que presenciaba, combinada con la fantasía de que me atrapara y convirtiera a su hijastra en su sucia zorrita, me daba ganas de gritar. Ya me flaqueaban las piernas cuando por fin tuve el valor de echar un vistazo al porno que veía mi padrastro. La chica tenía la cara pegada a un sofá mientras un hombre mayor la follaba por detrás, con bastante brusquedad, la verdad. Pero fue cuando el actor porno la agarró del pelo para levantarle la cara que me di cuenta de que la actriz no era mucho mayor que yo: quizá unos 20 o 21 años. Se parece un poco a mí, pensé. Un escalofrío me recorrió el pecho. Tiene el mismo pelo… Pechos grandes como los míos… tal vez… Mi mente se congeló, al igual que mis dedos en mi clítoris. Mi mirada volvió a centrarse en mi padrastro y fue entonces cuando lo vi llevándose algo a la cara. ¿Es una toalla? No. Es un… es un sostén. Un sostén rosa. Sentí un vuelco en el estómago que me mareé y estuve a punto de desmayarme. ¡Mi padrastro huele mi sostén mientras ve porno y se acaricia la polla! Me apoyé en el marco de la puerta con una mano mientras con la otra me frotaba el clítoris con fuerza hasta que la incesante acumulación de orgasmos llegó a su punto máximo. Abrí la boca en un grito silencioso mientras me temblaban las rodillas, pero justo cuando el orgasmo me inundaba, vi a mi padrastro girar la cabeza en mi dirección. Me habían atrapado. Intentar hacer algo mientras tengo un orgasmo es un reto. Que me pillaran espiando a mi padrastro semidesnudo, masturbándome y teniendo el orgasmo más intenso de mi vida era simplemente imposible. Mi padrastro se puso de pie de un salto, se subió los pantalones de chándal y se dirigió a la puerta a zancadas. Entrecerrando los ojos y con las piernas temblorosas, retrocedí tambaleándome para huir, pero las rodillas no me permitieron hacerlo. Para colmo de vergüenza, cuando mi padrastro abrió la puerta de golpe y me vio gimiendo y retorciéndome en el suelo, empecé a correrme justo cuando me agarró del brazo para ponerme de pie. Me metieron a rastras en su oficina, mi padrastro cerró la puerta y no pareció darse cuenta del desastre que había armado hasta que bajó la mirada y vio las salpicaduras en la alfombra. De repente, su expresión cambió de ira a preocupación, pues creo que pensó que estaba sangrando. No exactamente. —Cariño, ¿estás bien? —preguntó, extendiendo la mano hacia mí mientras me tambaleaba hacia el sofá de dos plazas contra la pared y caía en él. —Bien, estoy… eh, lo siento, yo… ay, Dios mío… —jadeé. Tenía la cara tan roja y caliente que parecía que salía vapor. Mi corazón latía más rápido que un redoble de tambor y los espasmos del orgasmo me impedían quedarme quieta. Fue por entonces cuando creo que mi padrastro se dio cuenta de lo que había pasado y se dio cuenta de que no era el único al que habían pillado esa noche. Se frotó la cara con la mano y suspiró. Conozco ese sentimiento. —Me viste —dijo decidido. —Lo siento —volví a gemir. —Solo vine porque tenía una pregunta y la puerta estaba entreabierta y creí oír algo… Por favor, no fue mi intención —solté mi mentira, y la abrumadora ansiedad me obligó a llorar. —Por favor, no te enfades. —¡Oye, oye, oye, oye! —Mi padrastro parpadeó y la frustración en su rostro se transformó en culpa. —Nadie está enojado. No hiciste nada malo —susurró mientras se sentaba en el sofá a mi lado. Su mano, rozándome la espalda, me giró hacia él y rápidamente hundí mis ojos llorosos en su pecho musculoso. No era fisicoculturista, pero tenía el pecho duro y podía sentir las líneas entre sus músculos. —Shhh shhh SHhhhhhhh… está bien, cariño. No hiciste nada malo. —¿Estás… seguro? —pregunté, levantando la vista del pecho de mi padrastro. —Estoy seguro —sonrió, y su pulgar me secó una lágrima de la mejilla. Mis emociones siguieron a mis pensamientos cuando me di cuenta de que acababa de usar esa misma mano para acariciar su polla erecta. Al soltarme de su abrazo, también noté que la polla de mi padrastro seguía erecta en sus pantalones de chándal grises. Fingí no darme cuenta, pero mi padrastro se tiró de los pantalones, aunque no podía hacer mucho para ocultar su enorme bulto. —Cariño, todo esto fue culpa mía —empezó, negando con la cabeza—. Es que he estado muy estresado y… bueno, cometí algunos errores… errores graves. Y no quería confundirte ni hacerte daño, pero… —¡No! —exclamé, y mi padrastro pareció tan sorprendido como yo. Parpadeé y continué con voz mucho más suave: —No me confundiste ni me lastimaste, papi. Yo… vine a tu habitación a preguntar si podíamos hacer algo más. —No, eh, cariño, no, no creo que sea buena idea. Mira, fue un accidente y… y no es… no estuvo bien hacerlo y… —Pero hizo que todo se sintiera mejor. Por un momento, toda mi depresión desapareció y, bueno, solo pensaba en ti, papi. ¿Por qué sería malo que me sintiera mejor aquí? —pregunté, llevándome la palma de la mano al corazón. —Eh, cariño, no lo sé. —¿Te gustó…? —Dudé, mi voz se sentía débil—, ¿Te gustó? —No, cariño, yo… —empezó a mentir, pero miró mi sostén rosa, que seguía colgado en la silla del ordenador. Suspiró y bajó la cabeza. Hubo una larga pausa que me resultó incómoda y me mató, pero luché por callarme. —Sí, cariño, me gustó —admitió mi padrastro. Hubo otro instante de silencio antes de que hiciera algo valiente, algo que nunca hago. Extendí la mano, tomé la de mi padrastro y la puse sobre mi muslo desnudo, cerca de él. Su mano permaneció inmóvil sobre mi muslo desnudo un rato, mucho rato. Demasiado. Tanto que mi ansiedad me imploraba que corriera a mi habitación y cerrara la puerta con llave hasta el día de mi muerte. Pero entonces sucedió. Al principio, fue un suave apretón. Sus dedos de mi padrastro se deslizaron por la cara interna de mi muslo y tuve que abrir la boca para jadear. Sus cálidos dedos se arremolinaron lentamente alrededor de la delicada y sensible piel de mi cara interna, a pocos centímetros de mi sexo. Lentamente, separé las piernas, invitándolo a acercarse más. Papi era demasiado bueno; no quería que pensara que estaba equivocado. No quería que se alejara. Cuando abrí las piernas, su mano se acercó un poco más hasta que sus dedos rozaron mis bragas empapadas, que tenía pintadas en la entrepierna. Me miró por encima del hombro mientras sus dedos rozaban mi entrepierna de arriba abajo. Me miró con aprensión, y yo lo miré con lujuria. Me mordí el labio; mis grandes y firmes pechos subían y bajaban bajo la camisa con cada respiración profunda. Cada roce de sus dedos sobre mi clítoris me enviaba electricidad por todo el cuerpo. Su tacto no era como cuando estaba en mi cama la otra noche; era mejor. Mi padrastro ya no pensaba que yo era mamá; sabía que estaba tocando a su hijastra. Me miraba fijamente mientras lo hacía. —Mmm… —un gemido escapó de mis labios mientras empezaba a retorcerme ante la repetitiva y magnífica caricia. El toque de mi padrastro se retiró. Dudó. Temiendo que se retrajera por completo, lo agarré del brazo, apoyando mi mejilla en su hombro y mis dedos se aferraron a su brazo grueso y musculoso. Sus dedos continuaron su provocación. —Ohmmm… Papi… —murmuré contra su brazo. Mi padrastro me besó la coronilla y sentí su aliento caliente calentarme el cuero cabelludo. Al percibir su aroma familiar, mi mente se sumergió en las profundidades del placer mientras mi hombre favorito del mundo me acariciaba el coño de 18 años. Su mano ahuecó mi mejilla y lo miré, y entonces sucedió. De repente, en cuanto nuestras miradas se cruzaron, mi padrastro cedió a los deseos de su corazón y presionó sus labios contra los míos. Solté un gemido de sorpresa y excitación cuando me apretó contra el cojín del sofá, con los labios de papi sobre los míos. Instintivamente, le abrí mi cuerpo como una flor cuando su lengua se deslizó en mi boca. Sus anchos hombros y su imponente tamaño me encapsularon contra el mullido sofá. Nunca me habían besado así, ni ninguno de mis novios ocasionales, ni siquiera en mis fantasías. Mi cuerpo se retorció, atrapado bajo la fuerza de papi. Jadeando y sollozando en su boca, pensé que me correría solo por el sabor de su lengua. Su mano fuerte se deslizó por mi pecho, rozando brevemente mis pezones doloridos a través de la camisa, y luego desapareció entre mis muslos. Si la lengua de mi padrastro no hubiera estado contra la mía, habría protestado. No porque no quisiera que me tocara, sino porque estaba tan sobreestimulada en ese momento que sentía como si se me salieran los ojos de la piel. Pensé que me iba a dar un infarto de lo excitada que estaba. Por desgracia, no lo hice, pero la boca de mi padrastro apenas logró acallar mis gemidos mientras sus dedos rozaban mis bragas empapadas. Podía sentir lo sucia que estaba cuando mis piernas temblaban sin control. La mano de mi padrastro me frotaba el coño con fuerza mientras mis dedos arañaban sus hombros y cuello. Lo apretó contra mí, aunque fue él quien me inmovilizó contra el sofá. Ninguno de los dos permitió que el otro se escapara. —¡Mmm… Mmmmmmm! —grité mientras mi padrastro me acariciaba el clítoris hasta el límite. Cuando mi cuerpo empezó a convulsionar como nunca antes, mi padrastro emitió un gruñido sensual que persistió y se transformó en un gemido mientras mis muslos vibraban y se cerraban de golpe. —¡Mmmmahhhmmmmm! —gemí mientras ponía los ojos en blanco y arqueaba la espalda. El orgasmo fue de una euforia agonizante mientras le entregaba el control de mi cuerpo a mi padrastro y al placer que me inducía. Pensé que me estaba volviendo loca mientras las olas de gratificación me azotaban sin cesar. Sentí el chorro empapando mis bragas empapadas y goteando entre mis piernas mientras el mundo se desmoronaba y yo vivía en éxtasis por un tiempo indeterminado. Cuando recuperé la vista, estaba borrosa, como si hubiera estado mirando al sol demasiado tiempo y estuviera en brazos de mi padrastro. Me acunó la cabeza y susurró: —Shhh, shhh, shhhhh… no pasa nada… Papi está aquí —dijo, y me dio un beso en la frente. Una sacudida de placer recorrió mi cuerpo y me reí cuando mi padrastro me sonrió. —No pasa nada, estoy aquí —dijo y me dio otro beso, esta vez en los labios. Fue suave y revitalizante, y sentí que mi corazón se calmaba al sentirme a gusto en el abrazo seguro de mi padrastro. —Estoy aquí… No me voy a ninguna parte…
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