2. Pánico

1133 Words
En el pasillo de la casa, Rudá miró a Rayra, la amaba, pero las pesadillas recurrentes... las malditas pesadillas. Y por más que exorcizara los demonios en el sótano del condominio, ellos insistían en cobrar vida dentro de él. Rudá todavía podía sentir el olor de cada momento, recordaba detalladamente cada pesadilla que había vivido despierto, y eran muchas.  Las imágenes, cada escena presenciada.  El olor... El olor... No entendía cómo todavía podía percibir el olor de aquellos momentos, cómo los recuerdos regresaban con fuerza, no debían regresar, pero volvían y las sensaciones revividas hacían que olvidara todo a su alrededor. Era como si el pasado lo persiguiera, a pesar de ser adulto, y temía que el horror que llevaba dentro lo afectara la delicadeza e inocencia de Rayra. —Es tarde... No es el mejor momento. —Si no me dejas entrar... para que podamos hablar, nunca más me acerco Rudá. Esta es la última vez, si no dejas al menos una oportunidad para que intente... No hay manera de que pueda entrar. Rayra se calló. —Princesa... —No... Me gusta cuando me llamas princesa, también monstruita, pero no soy una princesa de cuentos de hadas, me convertí en una mujer. Y quiero ser tu mujer. Me estás haciendo pensar que no me amas como dijiste. Tu plazo se cumplió hace una semana... —Yo... —¿Vas a dejarme entrar? —En la hamaca afuera... Ahí conversamos, no en el cuarto. En el cuarto no... ¡Por favor! Rudá siempre huía de ella. —No te acompañaré hasta allá afuera. Nunca entré a tu habitación y prometiste que no huirías más... —Lo prometí. Fue la promesa más difícil y dolorosa que hizo.  —¿Qué sucedió antes de llegar a casa? Rudá fue criado por Estefano y Helena, pero el chico llegó a la casa a los 12 años, al menos eso fue lo que Rayra creció escuchando. Solo Estefano, padre de Rayra y subjefe de la mafia americana, sabía lo que le había sucedido antes de los doce años, y Estefano guardaba silencio al respecto. Rayra observó a Rudá abrir la puerta, la llave estaba en una cadena alrededor de su cuello, la puerta siempre cerrada era su forma de evitar que ella entrara.  Rudá estaba tenso... Cuando cruzó el umbral de la puerta, Rayra cerró los ojos, era como un mundo nuevo, un mundo donde podía acercarse a Rudá, intentar conocerlo realmente y entender su negativa a ser tocado, ni siquiera podía darle un abrazo. El olor del ambiente la invadió, era su olor.  Observó. La habitación estaba ordenada, cómoda y parecía ser él, cálida, masculina y llena de secretos. Durante años, ella sólo había vislumbrado pequeños fragmentos de aquel ambiente, cuando él abría y cerraba la puerta, pero nunca había podido entrar. Rayra pasó la mano por la cama, perfectamente hecha, parecía que él ni siquiera se acostaba allí. —¿Cuándo fue la última vez que te acostaste en ella, Rudá? —No sé. No puedo. Duermo en la hamaca afuera o en la esterilla... También dormía en la cama de sus tíos, pero no en su propia cama. Rayra tomó una camiseta doblada en el escritorio. Olió la prenda. Rudá dio unos pasos hacia atrás, como si se protegiera de ella. Un hombre de casi 1.80 metros de altura, con miedo de ella. El ejecutor de la mafia, temido por los demás soldados, le tenía miedo, tenía miedo de ser tocado por ella. Rayra abrió el armario, ella había escogido la mayoría de las prendas, cada vez que iba de compras le traía algo. Acarició algunas camisetas, la camisa azul que le encantaba verle puesta. Rudá se acercó a la ventana, como si tuviera ganas de saltar. Cuando Rayra se detuvo a mirar el baño que era suyo, Rudá tomó una camiseta, se la puso rápidamente, Rayra supo que se escondía de sus ojos, podía contar con los dedos de una mano las veces que lo había visto sin camiseta, nunca lo había visto en traje de baño. Y en las últimas semanas la chica esperaba una oportunidad para eso, poder verlo al menos en calzoncillos, sentía una intensa necesidad de conocer sus secretos, pero también su cuerpo, y él huía como si el contacto femenino le causara dolor. —También me prometiste un abrazo, Rudá. —No hagas esto conmigo, princesa. No puedo. Él volvió a la ventana, como siempre, huyendo de ella, ocultando lo que había sucedido en su pasado, pero si quería que fuera su esposo, tendría que presionarlo, hacerle hablar. Si Rayra quería al ejecutor de la mafia americana, tendría que ser lo suficientemente fuerte como para enfrentar la tormenta que veía en sus ojos. —Tu tiempo se acabó. O dices que me quieres como esposa o le digo a mi padre que acepto casarme con otro. —No te casarás con otro, Rayra. Mataré a cualquier pretendiente que cruce esa puerta. —¿Te casarás conmigo, Rudá? Silencio. Rayra se preparó para salir. —Princesa… —¿Qué sientes por mí? —Te amo. Lo juro. Dejaré de huir. —¿Por qué no soportas ser tocado?  —Yo... no lo contaré. —¿Por qué? —Porque si sabes lo que ocurrió dejarás de amarme y sentirás asco de mí. —No lo haré, Rudá. Te amo. —Es tarde... —Saldré, pero debes prometer que mañana irás a la fiesta en la casa de Pedro conmigo. —Te acompaño. —No. Quiero que estés a mi lado, como una pareja.   —Rayra, la tía... —Ella sabe que te amo, mi padre también lo sabe. De hecho, cada residente del condominio sabe que quiero ser tu esposa. Creo que cada residente incluso sabe que deseo entregarme a ti. Se sentó en la ventana —¿Vas a saltar por la ventana para escapar de mí? Terminarás rompiéndote una pierna, necesitarás ayuda para bañarte... En ese momento ella vio una película de terror pasar por sus ojos, fuerte, llena de pánico y tremendamente violenta. —¡Rudá! —¡Por favor! Prometo lo que quieras, pero vuelve a tu habitación. ¡Por favor! —¿Qué pasó? Él agarró la ventana, era una pieza de madera que se abría en dos partes, Rayra vio la bisagra soltarse debido a la presión que él ejerció y la fuerza. —¡Por favor! Princesa, afuera. Ella salió, escuchó que él cerraba la puerta, pero Rayra sabía que tenía que ser fuerte o no tendría al esposo que quería, pero el ejecutor de la mafia era suyo, incluso si tenía que arrancar cada momento de pánico de él y convertir el horror del toque físico que Rudá sentía en deseo. Su deseo era fuerte, solo tenía que encender el suyo.
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