La noche había sido una tormenta de emociones, y necesitaba hablar con alguien que pudiera entenderme. Con el corazón todavía agitado por la confrontación con Alessandro, busqué en mi teléfono a Alicia. Sus dedos se movieron con rapidez, marcando su número mientras el anhelo de desahogarme se hacía cada vez más fuerte.
El tono de llamada resonó en la habitación y, después de un par de tonos, escuché su voz familiar.
—¡Hola! ¿Floria? ¿Qué pasa? Te escucho rara—
—Alicia, necesito contarte lo que pasó... —empecé, sintiendo la urgencia en mi pecho.
Mientras hablaba, conté cada detalle sobre mi encuentro con Alessandro, la tensión palpable que había flotado entre nosotros, y cómo sentía que mi mundo se desmoronaba una vez más.
—No sé si hice lo correcto al empujarlo así... —admití, sinti
