Capitulo 1
Miranda
Él toma mi brazo con demasiada fuerza; siento cómo sus dedos se entierran en mi carne y estoy a punto de derramar lágrimas de dolor. Él está con los dientes demasiado apretados, me acerca a su rostro, su aliento me golpea. Yo lo miro desafiante; si él piensa que me va a humillar, ya sufrí lo que jamás pensé en mi vida que sufriría. Pensé que mi matrimonio sería perfecto y tendría mi "vivieron felices por siempre", pero me equivoqué. Y aunque sigo amándolo con toda mi alma y dentro de mí crece un pequeño ser que amaré siempre, ya es suficiente. Ya no puedo más; aquí se acaba todo, estoy completamente decidida.
—Tienes razón, te amaba, te amaba más que a mi propia vida. Por eso dejé que me humillaras, me utilizaras, pero ya basta. Ya no puedo más, ya no te amo; ahora me amo yo. Es mi momento, así que vete, vete detrás de ella, como siempre lo has querido, y a mí déjame en paz.
Cuando él escucha mis palabras, abre los ojos sorprendido y empieza a soltar mi brazo. Él niega y me sonríe como si lo que le estuviera diciendo fuera la mejor broma que le han dicho en su vida, pero estoy hablando muy en serio, aunque en el proceso mi corazón se parta en mil pedazos. Ya no me pueden lastimar más de lo que ya lo han hecho.
—No digas tonterías, Miranda. Tú jamás podrás dejar de amarme; siempre lo has hecho y siempre lo harás, aunque yo jamás te ame.
Yo cierro los ojos y duelen esas malditas palabras, pero sonrío y lo miro decidida a cerrar este capítulo en mi vida.
—Adiós, Bastian. Deseo de todo corazón que seas feliz a su lado, que te dé todo el amor que tú le das a ella.
Yo me doy la vuelta y empiezo a caminar fuera del despacho, apretando mis manos en puños, pues de verdad esta doliendo como el maldito infierno, pero es lo mejor; ya lo he decidido. He soportado tres largos años que me diga que no me ama, que soy la culpable de todas sus desgracias, cuando sé perfectamente que no es así. Estoy por abrir la puerta principal cuando siento que toman mi mano. Yo volteo y lo miro confundida. ¿Y ahora qué es lo que quiere? Si le estoy dando lo que más ha deseado en todo este tiempo. Él está muy serio, suspira, y yo alejo mi mano de la suya.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo? Si te vas, no hay marcha atrás.
Yo lo miro con los ojos entrecerrados. ¿Qué es lo que pretende? Me ha pedido tantas veces el divorcio, ¿por qué ahora duda? Tiene la oportunidad de irse con ella, de ser feliz. ¿Ahora qué es lo que lo detiene?
—¿Qué es lo que quieres, Bastian? Creo que nos hemos hecho tanto daño todos estos años que es justo que los dos seamos felices. Estoy segura de lo que te estoy pidiendo. Mañana mandaré a mis abogados con los documentos firmados; espero que tú también los firmes. Y de verdad no te guardo ningún rencor, pues sé que cuando uno ama, hace todo lo que está en sus manos para estar con la persona amada. Así que te entiendo y te perdono de corazón, te lo digo, pero es momento de cerrar este capítulo de nuestras vidas. Gracias por los buenos momentos.
Él me mira de una forma extraña, agacha la cabeza y se da la vuelta. Yo salgo de esa enorme mansión que fue regalo de mi padre cuando nos casamos. Pensé que vivir ahí, al lado del hombre que siempre he amado, sería feliz, pero veo que me equivoqué. Cuando subo a mi coche, respiro profundo, trago el nudo de mi garganta y tomo el timón entre mis manos. Enciendo el coche y empiezo a conducir. Hace un par de años compré un departamento, pues sabía que este momento llegaría, y a pesar de que sé que mi familia me apoya en cualquier decisión que tome, no quiero que mi padre se sienta responsable de esto. Cuando llego al departamento, lo abro y sonrío. Esto es mío, lo compré con mi esfuerzo, con mi dinero; nadie tiene por qué decirme nada. Me tiro en el sillón, acaricio mi vientre y sonrío. Tampoco tiene que enterarse de que espero un hijo de él.
Abro los ojos cuando escucho el timbre de mi teléfono. Ni siquiera quiero contestarlo; me he quedado dormida en el sillón. Tomo el teléfono y veo que se trata de mi padre. Yo suspiro y me siento, tallo un poco mis ojos, pues aún se sienten pesados. Últimamente me he sentido muy cansada. Suspiro y contesto.
—Hola.
—Miranda, ¿dónde estás, hija? Hablé con Bastian y dice que te quedaste con Gema en su casa, algo de noche de chicas, pero Gema ha llegado a trabajar y tú no, cariño. ¿Sucedió algo?
Yo frunzo el ceño porque Bastian no le dijo a mi padre del divorcio. ¿Qué pretende con ocultarlo? Yo carraspeo un poco y le digo:
—Lo lamento, papi, me quedé dormida y Gema no me despertó; supongo que me vio muerta, pero dame media hora y ahí estaré.
—Está bien, hija, pero conduce con cuidado.
Yo sonrío. Les había dicho que tengo el mejor padre del mundo, pues lo tengo.
—Lo haré, papi. Te amo.
Él cuelga la llamada. Cuando reviso mi teléfono, veo que tengo mensajes de Gema y de Bastian, los dos diciendo lo mismo: Gema preguntando dónde estoy, pues mi padre ha preguntado por mí, y Bastian exigiendo que le diga dónde estoy, pues no me quedé en casa de mi padre. A Gema solo le mando un mensaje diciendo que llego en media hora; a Bastian le mando un mensaje diciéndole que se vaya al diablo, y él solo responde que necesitamos hablar. Yo lanzo el teléfono al sillón y me pongo de pie. Voy hacia la recámara y de inmediato me meto a la ducha. Cuando salgo, me dirijo hacia el vestidor, coloco un hermoso vestido que, la verdad, durante el matrimonio con Bastian no me hubiera atrevido a usar, pero ahora soy una mujer soltera, así que puedo usar lo que se me venga en gana.
Cuando llego a la oficina de mi padre, su secretaria me recibe con una sonrisa. Mina tiene muchos años trabajando con él; es una mujer muy amable. Me mira de arriba a abajo y lanza un silbido. Yo niego; ella es única.
—Vaya, cariño, te ves muy linda el día de hoy, pero ¿no crees que a tu padre le dé un infarto si te ve de esa manera?
Yo suelto una carcajada, me acerco a ella y le susurro:
—Espero que no; ¿está en su oficina?
Ella asiente con una sonrisa en su rostro. Yo empiezo a caminar hacia su oficina. Cuando estoy por abrir la puerta, alguien me toma del brazo. Volteo a ver de quién se trata y es Bastian. Se ve molesto, pero eso a mí no me importa, así que me suelto de su agarre. Él suspira y pellizca el puente de su nariz, se acerca a mi oído y me dice:
—Necesitamos hablar. Vamos a la cafetería.
Yo niego, pero él insiste, así que suspiro resignada. Me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia la cafetería. En estos momentos no se encuentra nadie, solo la chica que despacha. Yo le sonrío y pido un café. Camino hacia una de las mesas y tomo asiento. Bastian se sienta frente a mí y me mira a los ojos. Yo espero que empiece a hablar, hasta que por fin lo hace.
—No le digas nada a tu padre del divorcio. Espera un tiempo.
Yo lo miro confundida, pues no sé qué pretendes, pero no le mentiré a mi padre.
—¿Por qué lo haría si es algo en lo que los dos estamos de acuerdo?
Él guarda silencio un momento y yo entiendo todo, así que sonrío y niego.
—Ah, ya lo entiendo. No quieres que mi padre sepa que estás enamorado de alguien más.
Él golpea la mesa y yo me asusto un poco, pero lo disimulo muy bien.
—No digas estupideces. Solo que no estoy listo para dar explicaciones. Solo haz lo que te pido.
Yo lo miro a los ojos confundida. No puede ser que la siga protegiendo. Yo me pongo de pie y él me mira a los ojos, acaricia mi mano, pero yo la alejo.
—No sé realmente lo que pretendes. Tarde que temprano mi padre se dará cuenta de todo. Solo esperaré hasta que estén firmados los papeles de divorcio y, por favor, Bastian, déjame en paz.
Me doy la vuelta y estoy a punto de caminar cuando él me detiene.
—¿Dónde te quedaste a dormir anoche? Sé que con Gema no fue.
Yo volteo y lo miro con los ojos entrecerrados. Mi sonrisa no se borra. Me acerco a él hasta quedar a unos centímetros de distancia de su rostro.
—Te lo dije por mensaje: vete al diablo.
Empiezo a caminar, pero él me grita:
—¡Miranda! Que no se te olvide que sigues siendo mi esposa, así que ten cuidado con lo que haces. ¡Miranda, te estoy hablando! ¡Miranda, mierda!
Yo camino como si nadie hablara. No le voy a prestar atención. Cuando llego a la oficina de mi padre, de inmediato ingreso. Gema se encuentra con él. Ella, muy disimuladamente, voltea y me mira con los ojos muy abiertos. Yo solo le sonrío, me acerco a mi padre y beso su mejilla. Me recargo en su escritorio y él toma mi mano entre las suyas.
—Hola, mi niña. ¿Te sientes mejor? Si necesitas descansar...
Yo niego y sonrío.
—No, papi, estoy bien. Solo que me voy a quedar con Gema algunos días. Su madre se ha ido de viaje, Bastian tiene mucho trabajo, así que la estaré acompañando, ¿cierto, Gema?
Ella empieza a asentir como loca. Definitivamente, mi amiga es muy mala mentirosa.
—Sí, sí, claro, jefe. Miranda y yo pasaremos varios días juntas. No tienes nada de qué preocuparte.
Mi padre nos sonríe. Me despido de él y voy hacia mi oficina. Gema viene detrás de mí, bombardeándome con miles de preguntas.
—¿Me quieres explicar qué diablos fue eso? ¿Quieres que le mienta a tu padre y ni siquiera me avisas? Y el estúpido de Bastian está infestando mi teléfono con mensajes. ¡Miranda, te estoy hablando!
Yo me doy la vuelta y me paro frente a ella con una sonrisa.
—Bastian y yo nos vamos a divorciar.
Ella me mira con los ojos muy abiertos y empieza a negar. Me empuja dentro de mi oficina y yo solo sonrío. Me estoy muriendo por dentro, pero tengo que demostrarles que soy mejor que ellos.