Capítulo 2 "Otro accidente"

2434 Words
Lena – Buenos días, Lena Johnson ¿cierto? – mientras me encontraba esperando sentada en unos muebles muy cómodos, se me acerca un hombre parecido a mi amigo Theo, con la diferencia que mientras mi amigo parece tener una sonrisa permanente en la cara, este moreno parece estar pasando por una muy mala mañana. Quizás también le haga falta un desayuno, que pena que ya regalé el mío. – Sí, buenos días – normalmente acostumbro a besar la mejilla o abrazar a quien saludo, pero temo que a él ese gesto le dé más aversión a que lo acepte. – Soy Thomas Reiss, Theo me comentó de tu situación – levantándome de mi lugar, asiento con una sonrisa, intentando de alguna manera agradarle más, pero él solo sigue viéndome con sospecha. >> ¿Puedes hacer de secretaria? El jefe es estricto, si no haces las cosas a su manera serás despedida y no podré ayudarte – bueno, si él me parece alguien con mal carácter, el jefe suena como alguien peor. – Sí, aprendo y me adapto con velocidad, solo dime cuáles son sus modos de hacer las cosas – me parece aburrido y algo fastidioso saber que conviviré con alguien con un carácter que promete ser tan gruñon, pero, Betsy vale más que unos meses en una rutina que desde ya, sé que no me gustará. El moreno se me queda viendo con una mirada juzgadora, algo que no me gusta pero que sé manejar a la perfección. – ¿También es cierto que eres poliglota? – con una sonrisa grande, asiento. Después de Betsy y de todos los maravillosos lugares que he podido visitar, mi más grande orgullo es mi capacidad de saber tantos idiomas, y como soy rápida para aprenderlos. Quizás la facilidad que tengo con ellos es debido a que crecí aprendiendo tres, y según dicen, después de aprender un segundo idioma, los otros son más fáciles. – Sí, puedo hablar nueve casi a la perfección y otros cinco los puedo entender bastante bien. – Sígame por aquí por favor – su gesto se convierte en uno un poco más amable cuando confirmo su pregunta y por un momento me temo que ahora me rodee de personas del tipo que solo son amables con los que le convienen. Esas personas me desagradan por completo. Juntos, subimos al ascensor hasta el último piso, los minutos dentro se sintieron un poco pesados por el aura molesta que lleva mi acompañante, pero, cuando se abren las puertas, lo primero que pasa por mi cabeza, es que quizás mi estancia aquí no sea tan mala. El segundo fue que ahora entiendo cuando mi padre se refería a la gran manzana como una gran selva de acero, y lo tercero que quien diseñó este edificio es un artista digno de admirar. Es asombroso. – Sígueme – me saca de mi ensoñación con una sola y muy tosca palabra. En cualquier momento me escaparé a comprarle el desayuno, seguro es eso, debe ser común en este país saltarse esa comida y por eso todos tienen cara de estar oliendo algo en mal estado. Porque hasta la señorita de recepción me veía de esa forma. Pero al menos, me hace sentir mejor saber que él no será amable conmigo solo porque le conviene, de ese modo, podré ganarme su amabilidad por mi cuenta. – Este es tu lugar de trabajo, tu deber es atender llamadas, agendar citas y evitar que cualquier persona llegue de improvisto – empieza a enumerar mientras yo empiezo a apreciar lo que él llamo como “mi lugar de trabajo.” Un gran escritorio en blanco con una silla negra, computadora de igual color y ya, no adornos, no colores. Todo lo contrario, a mi amada Betsy, tan llena de color en todos lados, hermosa. – No tengo problema con hacer eso – es fácil. – El jefe solo habla alemán, inglés y algo de español, deberás acompañarlo a las reuniones con quienes hablen algún idioma que él no maneje, al menos mientras conseguimos a otra persona que se encargue de eso – se supone que debería tener un traductor, pero la verdad es que mientras más me paguen no tengo problema en ir a su casa a cocinar y hacerle la limpieza. >> La secretaria anterior hizo un desastre de su agenda y tiene varias citas a las mismas horas, acomódalas y espero que tengas los papeles listos para hoy, tiene cinco reuniones, no es de extrañar que llegue en cualquier momento corriendo para ir a otra. Pobre hombre, seguro está de muy mal humor y no tendrá nada que ver con la comida más importante del día. – Estos son los que necesitará para hoy, pon prioridad aquí – no tengo ni idea de que se supone que debo hacer con ellos, pero supongo que no será difícil deducirlo – Le sacaras la cantidad de copias que hay en el post it de cada carpeta, algunos necesitarán un resumen y otros, revisión, apúrate – al menos ya no tendré que adivinar. No me agrada del todo que me hable de esa forma, pero no debo olvidar mi objetivo, Betsy, si estoy hoy aquí haciendo esto, es por pagar mis deudas y recuperar lo único que me queda. – No se preocupe ¿algo más? – no puedo evitar ser un poco sarcástica con este hombre, pero al parecer lo disimulé tan bien que ni siquiera lo captó. – Al jefe le gusta el café americano, sin azúcar y helado, tenlo listo para cuando llegue, tendrá un descanso de cinco minutos para la próxima reunión – observa su reloj de pulsera como si tuviese todas las respuestas que necesita y sin dirigirme siquiera una mirada más, se aleja hacia una de las puertas de este gran salón. ¿Cómo le preparo el café al gran jefe si ni siquiera tengo idea de en donde se supone que está la cafetera? – Supongo que primero la reunión y luego el café – me acerco a la pequeña pila de papeles que me indicó y siento algo de lastima por el pobre diablo que tiene tanto trabajo encima aun siendo el jefe. Si yo fuera él, definitivamente tendría un empleado para cada cosa y así me liberaría de lo máximo posible. Seria asombroso tener un trabajo en donde solo tienes que firmar cosas y recibir mucho dinero. Seguro mi Betsy sería una mansión sobre ruedas. Suspiro con alivio cuando noto que, para las dos primeras reuniones, son meras copias que tengo que sacar, algo que tengo hecho a los diez minutos, más lo que me toma conseguir las cosas en este piso. Apenas termino con eso, procedo con el café helado, asegurándome que sea tan amargo como seguramente es el señor, y me encamino a mi escritorio para dejar la tasa en lo que llega. Pero hubo un pequeño problema, uno minúsculo, y es que, saliendo del pequeño cuarto de descanso, me tropiezo con un desconocido, derramando el café en mi camisa, y en su traje. Gracias al cielo que al jefe le gusta frío y no el habitual café caliente, sino, me hubiese quemado entera. – Discúlpeme – quiero reír, no debería porque si él está aquí quiere decir que seguramente es alguien importante, pero su cara es muy chistosa, y todavía más cuando sube la vista a mis ojos y se da cuenta de quién soy. – Tu otra vez ¿Qué no ves por tu camino? – muerdo mis labios para evitar hacer que me echen o algo por el estilo. No permitiré ser despedida y alejada de toda oportunidad de tener a Betsy solo por un accidente. Otro accidente en el que me veo involucrada con el maleducado de ojos verdes que casi me choca más temprano. – Me temo, señor, que me fue imposible verlo ya que venía muy cerca de la pared, no tenía manera de evitar esto – hablo con el tono más político que puedo en este momento, pero aun aguantando las ganas de reír. – Sí no hubieses estado en mi camino, lo pudimos haber evitado ¿quién mierda te ha dejado entrar? ¿qué haces aquí? ¿me estás siguiendo? – podría explicarle los motivos por lo que eso sería imposible, comenzando con que él iba en carro y yo a pie. – Hoy es mi primer día, soy la nueva secretaria del señor Meyer – arruga aún más la cara antes de recorrerme con la mirada, dejándola de una manera, un poco descortés, en mis pechos. – Yo soy Meyer – ah, claro cómo no, el jefe por supuesto tenía que ser más amargado que su subordinado. Espero que al menos se haya comido el desayuno que le dejé. – Ah, un placer conocerlo, señor Meyer, soy Lena Johnson ¿desea su café? – me doy cuenta del hecho que se quedó viendo mi blusa transparentada debido al líquido. Carraspeo llamando su atención. Levanta la mirada a mis ojos y arquea la ceja, viéndose todavía enojado. – Mi café, si no me equivoco, está toda en mi ropa – suelto una pequeña risa que no puedo aguantar. – Se equivoca, está en la mía, pero no se preocupe – Parece que mis palabras lo hacen molestar más, pero me evito lo que sea que me vaya a decir, devolviéndome a la cocina y en menos de un minuto ya tengo servido otro café como el anterior. Gracias a mi curiosidad de querer probarlo, hice de más. Cabe acotar que termine odiándolo. El café, sencillamente no es lo mío. – Aquí está, espero le guste, también he terminado de sacar las copias de las dos próximas reuniones, pero no sé a dónde debo llevarlas, Reiss no me dio esa información – me dirijo a mi nuevo escritorio sintiendo como me sigue. También siento su mirada en mi cuerpo. – ¿Y todo lo demás? – con el café en una mano, revisa los documentos con la otra, y supongo que lo hice bien si dejó de arrugar su frente tanto como lo hacía antes. – Pensé en dar prioridad a su café, seguro viene estresado – espero que tenga otra camisa y saco en su oficina o habrá problemas, no puede presentarse así en las próximas reuniones. – Si, tuve una reunión a primera hora, luego casi atropello a alguien que no tuvo la decencia de ver a los lados y obtuve un desayuno gratis – volteo un poco, dándole una mirada de soslayo y sonreír al darme cuenta que me estaba viendo fijamente – Estresado, es poco – me da una sonrisa falsa. Mis labios tiemblan un poco. Él parece en serio furioso, pero, me recuerdo que debo mantener mi sonrisa. – Eh, claro ¿tiene alguna camisa limpia en su oficina? – tomo los papeles que me faltan y le doy un vistazo de soslayo al jefe sin poder evitarlo. Supongo que no habrá problema si él ha estado haciendo lo mismo conmigo desde hace rato. Es una pena que, siendo tan amargado, sea tan atractivo. Quizás en lugar de café, le falte sexo. No hay nada que un orgasmo no pueda aliviar. – ¿Qué? – cuando vuelvo la vista completamente hacia él, me consigo con que ahora su mirada está nuevamente en mis pechos. A veces, los hombres son muy básicos, no importa que tan odioso sea. Pero, aun así, no puedo evitar sentirme alagada al saber que le resulto atractiva a un hombre como él, que seguro es bastante solicitado por damas de su clase social, mujeres hermosas, adineradas y elegantes. – Su camisa, no creo que sea apropiado que vaya a sus reuniones de esa forma – quiero reír otra vez, pero temo que, si lo hago, reciba una mala respuesta de su parte. – Sí, claro – baja la mirada a su cuerpo, escucho como chasquea la lengua y suelta una maldición en alemán – ­También debería buscar algo con lo que cubrirse – nuevamente, fija su mirada en mi camisa. – No tengo otra cosa, pero no se preocupe, no me molesta la camisa húmeda, se secará en un rato – he pasado por infinidad de lagos, caídas de agua y ríos en los que no he podido evitar lanzarme con bañador, camiseta o simplemente desnuda. Una camisa mojada no me causa molestia y para la hora del almuerzo, estoy segura que estará seca. Así que, lo único que podría causarme la camisa húmeda, es un problema por infringir el código de vestimenta. – Transparenta – bajo la mirada confirmando sus palabras. Sí, se puede ver a la perfección mi sostén amarillo. – No hay problema, en unos minutos se secará y dejará de hacerlo – me encojo de hombros porque en realidad no me importa que lo haga. – Thomas, otras personas y yo te veremos de esa forma, no es adecuado – vuelvo a encogerme de hombros. – No importa que lo hagan – creo que nunca me ha importado mucho eso de si me ven o no en ropa interior o incluso desnuda. Las playas nudistas son muy hermosas y no por pudor voy a dejar de vivir esa experiencia. En tal caso, lo que podría perjudicarme es la mancha que quedará, seguro que no es acorde a las políticas de vestimenta del lugar. >> En tal caso, esto podría ser inadecuado para la imagen de la empresa, por lo que le pido disculpas y que por favor no me vaya a reñir por esto. Así que, al final, no es que me incomode, sino que me puede traer problemas con el jefe. Pero yo no puedo hacer nada más al respecto, queda en él aceptar que también tuvo culpa o ser injusto. Él parece sorprenderse por mi afirmación, justo antes de pasar a la molestia y terminando yéndose a la puerta junto a la que se metió Thomas antes. – ¿Llegó el jefe? – apenas cierra su puerta, la de al lado se abre y el moreno saca medio cuerpo. Asiento, pero de inmediato se vuelve a abrir la otra y aparece el jefe, con una gran camisa blanca que me extiende. – Sí, sí importa que lo hagan, ve al baño y haces lo que puedas, que te veas presentable. – Pero los documentos, la reunión es en… – comienzo muy confundida por su reacción. – Ve al baño, es una orden – suelto un suspiro cansado y obedezco sin seguir insistiendo. Confirmo, el jefe es un cara de culo y un amargado, pero uno muy atractivo, ah, que lastima.
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