Capítulo 4
Decoro
Con un plan para él desembale, una chica desconocida en la cabeza y una mancha de café en mi pantalón, volví a mi oficina tranquilamente como si nada hubiese pasado, solo un joven que con toda la normalidad salió por un café y a comer algo. Llegue a mi escritorio y note con gracia que Camilo si se había tomado ese café tan asqueroso, “¿Qué tan adicto al café se debe ser para incluso tomarlo de esa forma?” me pregunte al tiempo que lo salude y me senté en mi silla. Con el ánimo más optimista y con energías repuestas comencé a trabajar de nuevo, tenía varios bocetos aún pendientes y como si fuera poco debía pasar algunos documentos para enviarlos con supuesta urgencia, pero por supuesto los había dejado para último momento, al menos tenía el tiempo suficiente pues no había usado mi hora de almuerzo y a final de cuentas no había tardado más de 20 minutos en ir por el café.
La tarde se había pasado en un solo segundo, pocos minutos faltaban para que el sol del atardecer comenzara a molestarme por su reflejo en las paredes de vidrio de la oficina, el balcón del edificio estaba perfectamente ubicado de manera que se podía observar la belleza del atardecer sobre la ciudad que a esa hora volvía a su acelerado ritmo pues todos querían de cierta forma volver a casa cuanto antes, yo era una excepción a la rutina. El sol comenzó a descender e hizo resplandecer la oficina de un bonito color naranja, todos mis compañeros, incluso Camilo comenzaron a finalizar sus tareas pues era cuestión de tiempo para que la noche llegara y las calles se volvieran más estresantes de lo que ya eran en el día, yo por mi parte tome mi tiempo para terminar esos documentos que debía haber entregado tiempo antes, los finalice luego de varios minutos y note que Camilo ya estaba alistando sus cosas para salir hacia su casa, él vivía con su novia hacía tiempo, una joven que parecía una piedra, pero que para él era toda una princesa, para mí era solo una chica normal que bajo algún embrujo lo había convencido de vivir juntos, pero que más daba, me alegraba que mi amigo estuviera bien, lucia contento pese a que viviera con el miedo eterno a los celos de su novia. Al ver que él se estaba alistando para salir, comencé a mandar los documentos a mi jefe, me apuré en esos segundos pues tenía una sutil propuesta para mi amigo.
—Bueno compañero… nos vemos mañana…—
—¿Qué va a hacer ahorita…? —le respondió de inmediato.
—Nada… ya ir a la casa a descansar… Johana está trabajando desde casa…—
—Ah… entiendo… le iba a decir que si tomábamos algo…—le propuse sutilmente.
Camilo se quedó mirándome como si le hubiera propuesto vender drogas, tal fue su mirada incómoda que supe de inmediato que diría que no.
—Hoy no puedo… quizá el viernes vamos a tomarnos un par de cervezas…—
—Ah, si el viernes que hay más tiempo…—conteste sin pensar.
Lo conocía tan bien que sabía propiamente que su mirada reflejaba más inseguridad que la que él sentía, un par de cervezas no costaban mucho, pero para él significaba llegar una hora más tarde a casa y por lo tanto dormir en el sofá bajo los regaños de la joven Johana que al parecer era algo complicada de tratar, pero yo no podía culparlo de prevenirse de esa manera, yo también había estado a ese lado del corral y había sentido ese peso de lo que era un compromiso sin confianza, quizá en su momento había también pensado de esa manera y evitado pelear por cosas sin sentido con Jessica, también había vivido esa extraña etapa en la que pasas de estar solo en casa y de repente tu baño huele a flores y en la cocina hay siempre algo preparado, recordé en ese instante lo que se sentía vivir con quien amabas, las mañanas con café caliente y en la noche el pedido de comida rápida que ya era más que una tradición, esa promesa del que llegara primero a casa debía hacer la cena, muchas veces llegue antes solo para cocinarle lo que a ella le gustaba, o si sabía que ella tendría un duro día en la universidad, en fin… “¿cuántas cosas no hice en su momento?, ¿cuántas cosas no extrañaba? “Me preguntaba en momentos así. Volví a la realidad cuando Camilo se despidió de mí, con una sonrisa me despedí de mi amigo, el tan solo tomo su maleta su chaqueta y salió de la oficina rumbo al elevador, yo me quede con cierta decepción en mi mente pues no quería en realidad ir a mi casa tan temprano, pensaba que de seguro al sentir un poco la soledad volverían esos pensamientos tan incómodos, justo los que había acabado de tener hacía unos segundos, sonreí con decepción de mi mente y ya sin ningún apuro termine de enviar los documentos a mi jefe, espere unos segundos, me acerque a la oficina de mi jefe, un hombre ya un poco mayor que se notaba de lejos que no le agradaba nadie, y a nadie le agradaba él.
—Don Raúl… acabo de enviar los documentos que me pidió, los del banco de la campaña…—
—Gracias Alejandro, pero te recomendaré que los envíes cuando te los pida, no cuando puedas…—me dijo con una mirada casi amable.
El sarcasmo voló por la oficina de Don Raúl y roso mi cabeza, por poco me golpea por suerte mi sonrisa aún más hipócrita agradeció la atención de mi jefe y me despedí con amabilidad.
Había vuelto hacia un par de segundos a mi oficina, preparaba mis cosas para salir de allí, tome mi maleta y empaque mi tabla de dibujo, junte algunas cosas y las empaque con cuidado, por último, tome mi casco de motocicleta y lo deje sobre el escritorio, me di la vuelta para tomar del gancho de la pared mi chaqueta, pero al voltear de nuevo note que alguien había entrado a la oficina.
—Oye, esto en verdad pesa… ¿Si ves algo con esa visera negra? —pregunto Sara al tiempo que se ponía mi casco.
—Si, de adentro hacia afuera se ve bien…—aclare.
—Está genial tu casco, se ve muy bien con esa visera negra…—respondió ella sonriendo.
Me entrego el casco y yo apenas estaba reaccionando, me parecía una chica en verdad muy bonita, la inocencia que por momentos mostraba hacia algo en mi mente que no podía explicar, incluso creía que era algo mucho más… provocativo quizá.
—¿Ya te vas tú también? —le pregunté.
—Si, mi jefe está un poco estresada y me pidió que me fuera antes de que la estresara más…—contesto ella con gracia.
—Yo creo que tu jefe y Don Raúl serian tal para cual…—dije yo intentando ser gracioso.
—Yo creo que algo pasa porque ambos siempre se quedan hasta tarde…—respondió ella con curiosidad.
Mire con curiosidad hacia la oficina de Don Raúl, no me parecía alarmante la respuesta de Sara, pero si sembró en mí una extraña y morbosa curiosidad, quizá ella tenía razón y pasaba algo que los demás no veían, o solo eran dos personas algo mayores que trabajaban demasiado, sin embargo, no era el día más propósito para averiguar lo que pasaba tras el telón de los jefes de la oficina. Tome mi maleta y mi casco y junto con Sara Salí de la oficina, ella lucia algo cansada, pero eso no le quitaba ninguna gracia, llegamos a elevador u juntos esperamos un momento a su llegada, ya adentro del elevador el silencio se tornó algo incómodo, se cerraron las puertas del elevador y justo en ese momento ella dejó en el suelo su bolso y se acercó a mí, me tomo del rostro y me dio un beso en la boca empujándome hacia un lado de elevador, no pude evitar que nada pasara, solté mi casco y este cayó al suelo, me deje llevar por el beso e incluso cerré mis ojos tal como ella lo hacía, me abrazo más fuerte hasta que ella misma tomo mis manos y las coloco en su trasero, ese mismo que se veía tan bien con ese traje de sastre, comencé a sentir que algo en mi pantalón pasaba aunque fuera solo su delgado cuerpo rozando el mío, en un segundo el beso ceso, pero había una mirada totalmente distinta en ella, no creo que fuera la misma mujer que en contados segundos antes lucia inocente y curiosa.
—¿Qué acaba de pasar…? —pregunte confundido.
—Algo que tú deseabas… he visto como me miras el trasero cuando me acerco a ti…—me dijo en voz baja al tiempo que rozaba sus labios con los míos.
—Como no mirarlo…—respondí apretando sus nalgas con firmeza.
Ella soltó un pequeño gemido, casi imperceptible a mi oído, pero era obvio que Sara estaba un poco editada en ese momento, y yo no podía negar que en mi entrepierna algo se había despertado en ese momento. Sara de nuevo me beso, pero más tiernamente, me deje llevar y aferre su cuerpo contra el mío, lo hice con más fuerza cuando sentí su lengua rozar mis labios, por un momento creí que era todo producto de mi imaginación y en realidad nada estaba pasando en ese asesor, pero el sonido de la puerta al llegar al primer piso paro todo en seco, ella se apartó de inmediato y con apuro se incorporó, acomodo su traje y recogió su bolso del suelo justo antes de que la puerta se abriera, yo aún estaba a un lado del ascensor procesando lo que acababa de pasar, pero ella salió como si nada del ascensor.
—Mañana nos vemos Alejandro, ve con cuidado y que descanses—dijo la condenada.
Me quede congelado, estupefacto antes lo que había sucedido en ese asesor, las puertas se cerraron de nuevo y continúo bajando, tan solo recogí mi casco del suelo, siquiera lo revise para cerciorarme de que no se hubiera roto, estaba tan confundido y a la vez excitado en ese momento que por poco no reacciono para salir del elevador. Una vez en el sótano caminé hasta mi motocicleta y enseguida la encendí, el ruido del motor no cayó para nada lo que por mi mente sucedía, ese trasero que veía a diario desde que Sara había entrado a trabajar estuvo en mis manos por un segundo, sus labios habían rozado los míos y su cuerpo había estado casi sobre el mío, no tenía claro lo que había pasado, pero sin duda alguna me sentí el campeón del mundo en ese momento, no podía negarme que mi cuerpo estaba bien, pero nunca antes había percibido que inspiraba tal deseo, menos en una mujer tan hermosa y sensual. Sonreí como un idiota, estaba tan nervioso que incluso deje caer mi maleta al suelo, la tome y me coloque el casco para al fin irme hacia mi apartamento, pero mi mente se había quedado trabada en el momento en que ella dejó salir de sus hermosos labios ese sutil y tan provocativo gemido, ese que por un segundo me había hecho olvida todo el decoro que por ella tenía. Finalmente, y aun con una sonrisa en mi rostro me monte en mi motocicleta y Salí del sótano del edificio, una vez en la calle hice a todos saber que mi moto era deportiva, acelere a fondo y el sonido del motor retumbo por toda la calle que a esa hora estaba llena de gente, pero que me importaba lo que pensaran, me habían acabado de alegrar por completo el día.