Después de despedirme de Mar en el pueblo, caminaba por el sendero de vuelta al Pazo, absorta en mis pensamientos. No podía dejar de darle vueltas a si debería aceptar la invitación de Víctor para pasar una noche más en su casa o quedarme en el Pazo. Lo último que quería era parecer necesitada, pero entre el polvo, las telarañas y el frío del lugar, la idea de una cama decente y una ducha caliente se hacía cada vez más tentadora. Quizá solo una noche más no estaría mal... ¿o sí? Estaba tan absorta en mi debate mental que no vi lo que se me venía encima. Un cacareo estridente me sacó de golpe de mis pensamientos. Antes de que pudiera reaccionar, una gallina salió disparada hacia mí, con las plumas alborotadas como si acabara de escapar de un tornado. —¡Ahhh! —grité, intentando esquivarla,

