El plan estaba en marcha. Mientras caminaba hacia la casa de Víctor, sosteniendo a la gallina bajo el brazo, me repetía una y otra vez que todo esto tenía sentido. Claro que sí. Rescaté a un animal en apuros, lo más lógico era buscar ayuda de alguien con más experiencia en la vida rural, un veterinario, ¿no? No estaba yendo a la casa de Víctor porque no podía resistir la tentación de estar cerca de él, no, claro que no. Era por la gallina. —Ya verás —le dije al animal, que me observaba con sus ojos inexpresivos mientras cacareaba suavemente—. Esto será muy bueno para ti. Solo una pequeña conversación y nuestro futuro, por lo menos para esta noche, será arreglado. El sonido de mis pasos resonaba en el sendero de grava que llevaba hasta la casa de Víctor. Mi mente jugaba con distintos esce

