Capítulo 15: “Decisiones Peligrosas”

1121 Words
Corríamos a través del bosque, las ramas desgarrando nuestras ropas y el sudor empapando nuestras frentes. El eco de nuestros pasos resonaba en la quietud del entorno, haciéndose más intenso a medida que la adrenalina inundaba nuestro sistema. Sabía que teníamos que escondernos, que el rastro que estábamos dejando podía llevar a nuestros perseguidores directo hacia nosotros. —No podemos permitir que nos encuentren —susurré, debilitada y tratando de mantener la calma. Cada sombra se sentía como una amenaza, y los ruidos lejanos solo intensificaban mi ansiedad. Lucas miró hacia atrás, su rostro tenso. —Sigue corriendo, Alejandra. No podemos detenernos. Ellos están en nuestro camino, y no tenemos idea de cuántos son. De repente, el sonido de un motor resonó a través del bosque: el sonido inconfundible de un camión acercándose. El pánico se apoderó de mí, y una mezcla de miedo y determinación llenó mi pecho. Sabía que si nos atrapaban, todo habría sido en vano. Nos adentramos más profundamente en el bosque, zigzagueando entre los árboles, buscando un lugar donde escondernos. Cada segundo contaba, y la presión aumentaba a cada instante. Fue en ese momento que escuchamos un grito. —¡Alto! —una voz masculina resonó entre los árboles, fuerte y clara. Instintivamente, Lucas y yo nos detuvimos. —¡Demonios! —murmuró Lucas, sus ojos se abrieron como platos. —Nos han encontrado. No teníamos tiempo para pensar. Hicimos un giro abrupto, intentando correr en dirección contraria, pero los hombres que nos perseguían ya estaban más cerca. En un abrir y cerrar de ojos, apareció una figura frente a nosotros: un hombre alto, con una mirada feroz y decidida en su expresión. —No se muevan —dijo, alzando la mano. Había una rivalidad palpable en el aire, y la tensión entre ambos bandos era casi palpable. —No estamos aquí para pelear —contestó Lucas, intentando mantener la calma. —Solo queremos salir de esto. El desconocido sonrió, sus ojos brillando con astucia. —Y yo estoy aquí para asegurar que no se interpongan en nuestro camino. ¿Qué tienen que esconder? Antes de que pudiéramos responder, Lucas se atrevió a avanzar un paso, su voz resonando con fuerza. —Es solo un cargamento. No queríamos problemas con ustedes. Aun así, el desconocido había visto más allá de nuestras palabras. —¿Cargamento? —replicó, con una chispa de interés; su atención comenzó a dirigirse hacia nosotros, evaluando la situación. Sabíamos que cualquier movimiento en falso podría desatar una pelea entre nuestras facciones. La tensión se palpaba mientras los hombres del desconocido nos rodeaban, y la enemistad desbordaba en el aire. —No debería ser fácil para ustedes estar aquí —dijo, su voz grave resonando en el aire tenso—. Esto es territorio peligroso. —No queremos problemas —respondió Lucas rápidamente, intentando sumar a la calma con su tono de voz—. Hemos tenido un contratiempo. Necesitamos cambiar la llanta y salir de aquí. El desconocido sonrió, pero no había calidez en esa sonrisa. —¿No saben con quién juegan? Tienen algo que otros quieren, y eso los hace vulnerables. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al reconocer que se refería al cargamento. Era verdad, lo que llevábamos no era cualquier cosa, y en ese momento, la realización me golpeó como un rayo. —Escuchen, esto no es un buen lugar para pelear —dijo el desconocido lentamente, poniendo una mano en el pecho. —Si terminamos con esto aquí, podría desatar una guerra con otro bando, y eso no nos conviene a ninguno de nosotros. Con una mirada de comprensión, Lucas asintió. Quizás había una forma de salir de esto sin que todo se convirtiera en violencia. —Solo queremos hacer la entrega y salir de este juego. No necesitamos más líos. El desconocido pareció pensarlo un instante. La rivalidad histórica estaba presente, pero por alguna razón, estaba dispuesto a considerar otras opciones. Finalmente, dio un paso atrás, cerrando el espacio entre nosotros. —Bien, esta vez los dejaremos ir. Solo quiero que recuerden que esto no significa que estén fuera de la mira. La próxima vez, no seré tan indulgente. Aliviada, pero aún conmocionada, observé cómo el grupo se apartaba. No podía creer que nos hubieran dejado seguir. Con el motor del camión rugiendo en la distancia, finalmente volvimos a la carretera, sintiendo que habíamos escapado por poco de una situación que podría haber terminado muy mal. Cuando llegamos al camión, una sensación inquietante me invadió. Habíamos salido con vida, pero el próximo movimiento pesaba en mi mente. —¿Qué fue todo eso? —pregunté a Lucas. Él sacudió la cabeza, aún recuperándose de la tensión. —No sé. Pero, ¿te das cuenta de lo que llevamos? Le miré, el miedo envolviendo mis pensamientos. —Teníamos que entregar un cargamento… ¿pero qué hay realmente dentro? Mi mente corría a mil por hora mientras analizaba las palabras de aquel hombre. ¿Podríamos estar en un problema aún más grande de lo que pensábamos? —Primero, debemos cambiar la llanta y asegurarnos de que este bien colocada, y después salir de aquí lo más rápido posible —dijo Lucas, su voz firme como siempre. Buscó las herramientas que necesitábamos y con precaución, trabajamos juntos para poner la nueva llanta en su lugar. Unos minutos después, finalmente logramos cambiar la llanta. Una vez que nos aseguramos de que todo estaba bien atado, Lucas miró hacia el camino con desconfianza. —Vamos. —Dijo, subiendo al camión y encendiendo el motor. El sonido retumbante nos llenó de determinación. Mientras el camión avanzaba lentamente hacia adelante, Lucas y yo intercambiamos miradas significativas, entendiendo que aunque habíamos salido de una situación crítica, la verdadera prueba estaba por venir. Poco a poco nos alejábamos del bosque, pero los ecos de la enemistad con el desconocido aún resonaban en mi mente. La revelación de que tal vez estábamos transportando algo que no esperábamos se sentía cada vez más inminente Cuando finalmente llegamos al almacén abandonado, según las indicaciones de Lucas donde se realizaría la entrega, el peso del cargamento que llevábamos, inicialmente considerado solo mercancía, se convirtió en una carga emocional abrumadora. Las paredes de ladrillo desgastadas y las ventanas rotas del edificio proyectaban una atmósfera de desolación. Cada bache en el camino aumentaba la tensión, y mis pensamientos se agitaban con preguntas: ¿qué significado oculto tenía realmente esta entrega? La incertidumbre se apoderaba de mí, y la sensación de que la verdad detrás de lo que transportábamos estaba a punto de revelarse me llenaba de ansiedad. Sabía que nuestras decisiones pasadas podrían tener consecuencias devastadoras y que, a partir de ese momento, nuestras vidas nunca volverían a ser las mismas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD