Capítulo 2. En el bus.

3965 Words
Nos subimos en el bus, y cada uno paga su pasaje, en el momento el sistema de transportes se paga con una tarjeta que podemos recargar en línea o en puntos específicos por toda la ciudad. De manera que pasamos el torno de acceso buscamos asiento con la mirada, desafortunadamente no hay mucho que ver, más que brazos de muchas personas colgadas de las varillas del bus, ya que ésta ruta justamente es de las más llenas. Sí, eso suele suceder cuando se vive en una de las zonas más pobladas de la ciudad, sin embargo Andrea encuentra un espacio detrás de unas sillas, y me hace señas con la mirada para que la siga. Nos ubicamos en ese espacio uno frente al otro para poder continuar con la charla, quedamos bastante cómodos para lo lleno que va el bus, sin embargo, debido a la misma llenura del bus, Andrea Baja su bolso y lo ubica detrás de sus pies, quedando prácticamente oculto y en buen resguardo. - Dame tu bolsa y tu carpeta -. Me dice ella, - Si toma, gracias Ubica mis cosas junto con su bolso de manera que quedamos libres de las manos para sostenernos bien. - Entonces, ¿Hasta donde vas? - Casi hasta el paradero, pero me bajo antes, me gusta caminar un tramo antes de llegar a mi casa. - ¡Ah bien!, ósea que nos haremos compañía un buen rato, yo también voy bastante lejos, hasta el centro comercial de la Campiña. -Si bien-. Asiento mientras aprieto mis labios con un poco de suficiencia, al darme cuenta que tenemos solo un barrio de por medio. - Y entonces, en que íbamos? - No sé, no me acuerdo. - ¿Ah? ¿Tan joven y tan olvidadizo? No señor, haber, haga memoria joven. - Hm, creo que iba a contarte un poco de mi. - Ja ja ja, si te acuerdas, conmigo no te hagas el loco que yo soy más loca, ja ja ja. Sonrío, mientras me doy cuenta que hay más personas también atentas a lo que estamos hablando, de manera que me acerco un poco más a Andrea para hablar en un tono más bajo; no es que me dé vergüenza lo que tenga que contar, pero no me agrada que todo el bus se entere de mi vida…bueno, si quizás es un poco de vergüenza. - Bueno, la cosa es que cuando estaba en el colegio tenía una novia… - ¿Qué? ¿Me vas a devolver hasta el colegio? - Hm es que es importante - Dale, no te interrumpiré más - Gracias, el asunto es que ella había sido mi amiga desde que éramos niños, crecimos juntos prácticamente, vivía a dos cuadras de mi casa y fuimos juntos al colegio, en el último año nos dimos cuenta que había una química entre nosotros y decidimos empezar, luego de un tiempo las cosas se pusieron mejor, porque probamos la parte s****l y nos fue bien. Digo esto último sin poder evitar una sonrisa que se dibuja pícaramente en mi rostro. -       La cosa es que duramos varios años juntos, para ser preciso ocho años Cuando digo esto, Andrea abre los ojos como sorprendida y con cara de querer interrumpirme, sin embargo, se limita a subir la barbilla, apretar los labios y respirar. -       Si, yo sé, mucho tiempo de novios, el asunto es que prácticamente nos faltó vivir juntos, aunque a ratos parecía que fuéramos marido y mujer. -       Okey. -       Si, bueno, todo iba bien, hasta que hace como un año conocimos en una de las rumbas a las que íbamos a un hombre; al principio parecía como cualquiera de nuestros amigos, un rockero vestido con jeans negros, chaqueta de cuero, taches, cabello largo y de filosofía muy liberal. -       Entiendo -       Si, bueno al principio fue normal, pero poco a poco fue presentándonos otros amigos que no me agradaban, y a Esmeralda tampoco, pero pensábamos que iban a ser amigos de la rumba por un tiempo, y luego simplemente desaparecerían igual que muchos otros. -       Continúa -       Entonces un día, uno de ellos nos dijo que necesitaba dinero, y que tenía planeado algo, que si lo ayudábamos o de lo contrario no éramos sus amigos. Y así le creímos como niños. -       ¿Y que pasó? -       Bueno, una noche nos reunimos en un parque cerca del bar que frecuentábamos, nos encontramos todos los del parche, y nos dijo que a donde debíamos ir era a la tienda de un comerciante, que allí íbamos a reunirnos con otro amigo que nos iba a decir que hacer. Así salimos caminando, y llegamos a la tienda de mi padre, cuando eso sucedió, Esmeralda y yo nos miramos, le dije que paráramos y fuéramos con la policía, pero ella dijo que no iba a pasar nada malo, que siguiéramos y no fuera cobarde. -       ¡Ay no! -       Si, entonces el amigo del otro amigo, con los del parche, abrieron la puerta forzándola, y se metieron, cuando llegamos al fondo, se disparó la alarma, y a pesar de eso, empezaron a romper la registradora, y a coger cuantos electrodomésticos tenía la tienda. -      ¡Ay Dios mío! -       Si lo sé, la cosa es que ellos esperaban que la policía no estuviera en la zona, pero casualmente iban por la cuadra de atrás y al oír la alarma, llamaron refuerzos y se pusieron en la puerta bloqueando la salida, avisaron de salir con las manos en alto, le dije a Esmeralda que no saliéramos, que yo era prácticamente el dueño, pero ella estaba muerta de miedo, no me escuchaba ni se movía. Pero los otros muchachos se pusieron a disparar a través de las rejas y los cristales a la policía. -       ¡Ay no! ¿y qué pasó? -       Pues lo esperado, la policía le dio de baja a todos los muchachos, menos a mi y a Esmeralda que nos quedamos agachados detrás del mostrador, luego entraron los policías y al vernos, nos detuvieron. -       ¡No puede ser!. Andrea me miraba con ojos de terror, pero a la vez quería saber más, así que dijo: -       ¿Y entonces? -       Entonces les dimos nuestra versión, que yo era el hijo del dueño, que estaba con mi esposa, pero no nos creyeron mucho, sobretodo cuando se dieron cuenta que tanto Esmeralda como yo, teníamos el mismo estilo de ropa de los muchachos que ahora se desangraban en el piso de la tienda de mi papá. -       ¡Por Dios!, y ¿Qué hicieron? -       ¿Después de que nos arrestaron? -       Sí, claro. -       Pues llamaron a nuestros padres, ellos no quisieron poner cargos, así que fue la fiscalía la encargada de demostrar que nosotros éramos parte de la banda que iba a robar, y que había robado a varios comerciantes de la zona. -       Al final mi padre contrató buenos abogados y nos dejaron salir con una multa, ya que no había evidencia contundente de los cargos de los cuales nos acusaban. -      ¡Uy que bien! -       Si, pero la condición de mi familia para no presentar más cargos fue, que me separará de Esmeralda. -       ¡Ay no?, y entonces, ¿Qué sucedió? -       Pues que me separé de Esmeralda. -       No tenías de otra. -       Claro, pero ella no lo vio así, para ella solo soy un cobarde, no se da cuenta que lo hice por el bien de ella también. -       Ok, entiendo y entonces después ¿Qué sucedió? -       Pues lo que sucedió fue que mis padres me tenían en su poder, y como condición de todo, me dijeron que debía comprometerme en matrimonio con la hija de un amigo de mi padre. -       No me digas que a la antigua, te ganaste un matrimonio arreglado. -       Pues la verdad si, así protejo a Esmeralda y a mí de algo peor. -       Pero y tu nueva novia, que dice, ¿Está de acuerdo? -       Le da la misma, dice que ella hace lo que sus padres le digan, y confía en que eventualmente haya química entre nosotros. Afortunadamente, no nos llevamos mal, y cada día nos entendemos mejor, pero aun así, debemos seguirnos por las reglas de nuestros padres. Andrea se quedó callada, parecía que estaba organizando la cantidad de información  que le acababa de soltar. No pude evitar una sonrisa, ya que me la imagine con engranajes sobre la cabeza, y Andrea muy perspicaz lo vió. -       ¿Qué te causa gracia?, Esto que me cuentas es muy grave, literal eres propiedad de tus padres y ella de los suyos. Bueno y ¿Qué ganan ellos de que ustedes se casen?. -       La verdad no lo sé, supongo que es más en el afán de la sobreprotección que otra cosa, pero conociendo a mi papá, debe tener algún negocio bajo la manga con el padre de María Dolores. -      ¡Uy no!, pero muy fuerte…¡Auuu! En ese momento, el bus se siguió llenando, lo que nos hizo juntarnos más todavía, pues ahora más personas también estaban buscando el espacio que teníamos de manera que quedamos apretados uno contra el otro. Podía sentir ese aroma de su perfume, tan embriagador, un olor a durazno y a primavera, me hizo sentirme como en una nube, olía su cabello y su piel, y podía sentirle sus senos grandes y tibios contra mi pecho, sentía su respiración y el olor a fresa de su labial…La queja anterior había sido porque sin querer, debido a los empujones mi rodilla derecha le había pegado en la entrepierna. -       Perdón, está muy lleno. -       No es grave, pero me pegaste duro, y me tomaste por sorpresa. -       Perdona de verdad-. Le digo mientras siento como el calor por la vergüenza de haberle hecho daño sube por mi rostro, ¿o era el calor de otra cosa? Me mira a los ojos y me dice poniendo un poco de color en sus pómulos: -       Te va a tocar consentirme Con algo de nerviosismo, y a la vez sin dudarlo mucho, le acaricio el cabello y la frente, lo que hace que la vea directo a los ojos y ella me dice: -       Te va a tocar consentirme ahí – Dice mientras me agarra la mano derecha y la baja justo entre nosotros, haciéndome tocarla sobre su falda negra. No puedo evitarlo, mi autocontrol mantenía mi pene frenado contra mis calzoncillos, pero esto, Dios, me pone duro completamente, lo que hace que me sienta incomodo, y ella se frota su entrepierna con mi mano. Me suelto disimuladamente de su agarre, y meto mi mano en el bolsillo derecho, para acomodármelo, luego ella dice con una risita: -       Veo que no te soy indiferente. -       Si, eres una mujer realmente cautivadora. Entonces se me acerca a la oreja derecha y me susurra: -       Ya estoy húmeda, ¿Cómo estás tú? Siguiendo su ejemplo, le cojo su mano izquierda con mi mano derecha y se la paso sobre mi pantalón, asegurándome de que sienta completamente la temperatura de lo que ella ha causado. Y contrario a lo que esperaba, me mira de frente y me da un beso mientras me frota hacia arriba y abajo con un toque delicado y suave, lento, recorre toda la superficie de la bragueta de mi pantalón y hasta la costura de abajo donde se extiende entre mis piernas, lo que hace que separe un poco mi cadera de la suya. Entonces deja de besarme, sonríe, mira por encima de mi hombro y yo trato de girar mi cabeza para ambos lados, comprobando que todo lo que ha sucedido es un secreto nuestro, pues todos los que nos rodean, están de espaldas a nosotros, y ella solo tiene la pared del bus detrás. Eso me da un aire de tranquilidad y me dispongo a tocarla de nuevo cuando me dice: -       Bueno señor García, ese es tu apellido, ¿Verdad? -       Si, García, repito un poco atolondrado. -       Un gusto saber un poco más de ti, ¿Ó debería decir conocerte mejor? Ja ja ja -       Si, un gusto, Andrea… -       Gualdrón, no lo olvides por favor -       No creo que pueda. -       Como te decía, un gusto, pero debo dejarte, tengo algo que hacer ahora, sino, te vendrías conmigo, ja ja ja. -       ¿Cómo? Miro de reojo, y veo que estamos a unas cuatro cuadras del centro comercial, lo que me aterriza, y le digo: -Ah, ya veo que tienes que bajarte. -       Si, correcto, así que giramos sobre nuestro propio eje, quedando ella donde antes estaba yo, y yo donde estaba ella, se agacha, y recoge su bolso, pero mientras desciende y vuelve a ascender, se asegura de tocarme de nuevo las piernas hacia abajo, de respirarme en frente de mi bragueta, y luego asegurarme el cinturón hacia arriba. -       No te puedo juzgar por estar así, pero si te sirve de consuelo, yo también quede muy caliente-. Me dice susurrándome al oído izquierdo. -       Oye, ve saliendo mientras tanto, o te va a tocar acompañarme a mi parada. -       Ja ja ja, eso ya lo hice, pero tranquilo, está es la ruta escolar, o mejor, laboral, la mayoría se baja aquí. No acabo de entenderle su doble sentido, cuando veo que el bus se comienza a vaciar, uno a uno cada pasajero que baja, va haciendo que la carrocería suba de nivel, y mientras veo como ella me guiña un ojo y se va bajando las escaleras, reviso a mi alrededor, y me doy cuenta que por fortuna no hay forma que nadie nos hubiera visto, ya que a mi espalda tengo la pared del bus, a la izquierda el espaldar de dos sillas, y a mi derecha un panel que llega hasta la altura de la cintura y conecta dos varillas, de manera que si alguien nos vio, fue el beso que Andrea me dio. Espero que nadie lo haya visto. Continúo en el bus, y al rato, veo que efectivamente quedó casi vació, bueno, sigue lleno, pero ahora sobra una que otra silla, así que recojo mis cosas y me ubico en una de las sillas de las cuales yo estaba atrás. Y mientras llego a mi parada, me pongo a pensar en lo que acaba de pasar. No puedo creerlo, que clase de mujer es Andrea, es arrolladora, es calculadora, es picara, y es candente. Dios, que me pasa, yo tengo compromiso de matrimonio, por otro lado, yo amo a María Dolores, sí, pero como una amiga, aún no sentimos esa química, pero no puedo defraudar a mis padres. Y Sin embargo, noto que le he contado uno de mis más oscuros secretos a una mujer de la cual no sé nada. Me paso la mano por la cara, mientras respiro y trato de borrar de mi memoria las imágenes, sonidos, sensaciones y olores de lo que ha ocurrido. Por favor, que tentación de mujer, ¿Cómo podré verla mañana a la cara? Han pasado unos cinco minutos o quizás un poco más desde que Andrea se ha bajado, y veo que ya me toca irme levantando, de lo contrario el bus me pasará y me tocaría bajarme en la zona fea del barrio, la evito, ya que no es muy segura; prefiero caminar un poco más y rodear dos manzanas completas, pero evito el callejón que me conduciría en tan solo una cuadra a la casa de mis tíos, que es donde tengo el apartamento en el que vivo en arriendo, de esa manera mis padres me tienen vigilado y a la vez me dan cierta “libertad”. Me levanto y camino hasta la puerta que se encuentra diagonal del módulo donde me encontraba con Andrea, toco el timbre y espero a que el conductor se detenga en la parada correspondiente; desciendo rápidamente los escalones y noto que conmigo también se bajan varias personas. Jum, “la ruta” recuerdo lo que dijo Andrea, y no puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en el rostro. Al bajar del bus veo que aún está cayendo la tarde, hoy me ha rendido el viaje hasta mi casa, comienzo mi camino y noto que todo lo sucedido hoy me ha dejado con hambre y sed, así que paso a la panadería de la esquina, donde me conoce el dueño que a la vez es el panadero, me saluda y me dice: -       ¿Qué quieres Miguel? -       Buenas tardes señor Tapias, hoy solo quiero un vaso de avena y un pan de arequipe. -       Con gusto, ya te lo llevo Me ubico en una de las sillas de las mesas dobles que dan a la ventana, de manera que me queda un asiento libre a mi lado y dos más al frente; mientras espero que llegue el señor Tapias con mi pedido, no puedo evitar recordar todo lo que sucedió con Andrea en ese bus, y mientras miro por la ventana a ningún punto, llega el señor Tapias, me sirve mi pedido y se sienta enfrente mío. -       ¿Cómo vas Miguel? -       Bien, gracias señor Tapias. -       Miguel, quiero que sepas que tu padre está muy preocupado por ti, cada vez que puede me pregunta por ti…Dice esto mientras me mira a los ojos un señor de unos cincuenta y tantos de gran tamaño con un bigote bien peinado, y una barba de días, sentado con su delantal blanco y cubierto de harina. -       Mira Miguel, yo sé que tu eres un buen muchacho, lo que pasó hace ya varios meses aún es un run run entre los vecinos,pero por favor, no le des lata a tu papá, mira que ya le ha tocado muy duro en la vida, para que ahora su hijo venga a darle problemas también. -       Si señor- Le digo mientras tomo un sorbo de avena, el señor Tapias me sonríe y se levanta, me da una palmada en el hombro con su mano izquierda y camina detrás del mostrador a continuar con lo que sea que le interrumpí. Me tomo mi refrigerio, o mejor mi cena, no quiero comer nada más hoy. Me tomo mi tiempo mientras repito en mi mente lo sucedido con Andrea, y luego caigo en cuenta, ¿Por qué le conté todo esto?, ¿Qué va a pensar de mi?, ¿Lo podría usar en mi contra en el trabajo?, Sé que no debería estar pensando mal de una mujer que no solo me acaba de excitar, sino que además me dio un beso tan tierno y apasionado, pero conozco las mujeres de su clase, son peligrosas, así como una compañera que tuve en la universidad, la cual quería que tuviéramos algo, pero a escondidas de Esmeralda, aprovechaba los espacios en que ella y yo no coincidíamos en las mismas clases, y me invitaba a tomar, al principio solo era un café, luego fue cerveza, y en una ocasión me pidió que la besara; no miento, yo quería, pero con ella y yo sobrios, no quería ser solo el producto de la fascinación por los tragos, de manera que no accedí, y ella obviamente se indignó; fue tanto que al día siguiente fue corriendo a decirle a Esmeralda que yo la estaba seduciendo, lo que obviamente me causó problemas con Esmeralda, a quien después de una buena discusión, un par de días sin hablarme y un concierto de metal, me perdonó. Bueno, ya me había perdonado antes pero ella quería ir al concierto de metal, así que le funcionó como excusa para chantajearme, y pues se dio cuenta que mi compañera no tenía evidencias de lo que me acusaba y mi novia entonces me decía que era evidente que las mujeres quisieran acercarse a mi, según ella yo era bien guapo, ja ja ja, lo que hace el amor, yo en definitiva no me puedo considerar de los atractivos de este mundo, no soy feo, pero no alcanzo la categoría de apuesto, soy solo yo, un hombre de veinticuatro años, piel blanca, delgado, cabello n***o liso y ojos color café claro, un tipo común y corriente, bueno, por lo flaco se me ven los músculos un poco, pero nada diferente de cualquier otro hombre, ni siquiera soy alto, apenas tengo 1,75 metros de altura, lo que no me hace ni alto ni enano, soy el tipo más casual que se pueda encontrar, y sin embargo, no me puedo quejar, siempre he contado con la satisfacción de atraer a ratos una que otra mirada de alguna chica que se cruza en mi camino. En fin, el asunto es que Andrea tiene ese estilo de una mujer que sabe lo que quiere y lo conseguirá del modo que sea necesario, tengo que tener cuidado cuando esté con ella, no quiero quedarme sin empleo el segundo día de trabajo. Por otra parte, aunque no se meta  con mi trabajo, no quiero fallarle a mi familia y a María Dolores, no somos realmente una pareja, pero tiene más reversa un avión en pleno vuelo que mi matrimonio con ella, y lo único que puede hacer terminar eso, sería evidenciar la infidelidad por parte de alguno de los dos, por parte de ella lo dudo, es muy estricta y juiciosa con lo que sus padres dictan, por mi parte, si no logro controlarme, me veré en graves aprietos, sin mencionar que mis padres se decepcionarán nuevamente de mí, y quien sabe a dónde me lleve eso. Decido no pensar más, sin querer he terminado mi merienda, me levanto, le pago a la cajera, y salgo de la panadería, continúo caminando las dos cuadras que me faltan para llegar a la entrada de la casa de mis tíos, me toma unos quince minutos llegar hasta allá, saco las llaves del bolsillo de mi pantalón, y abro la reja externa, entro y cierro detrás de mí, aseguro la puerta y camino hasta las escaleras que me llevan a mi puerta, abro la otra puerta y entro a mi recinto y cierro también ésta puerta. Al fín en casa, un día un poco extraño, me quito pronto los zapatos, el saco y la corbata, me quito la camisa, y me quedo en camisilla, dejo mi camisa en la cesta de la ropa sucia, y cuelgo el saco, también me quito el pantalón y lo dejo extendido en un sofá como mi madre me enseño para que se pueda volver a usar, me voy al baño en chanclas, camiseta y calzoncillos, me lavo las manos, y me lavo de paso la cara, me cepillo los dientes y regreso a la sala a recoger el paquete con los uniformes que usaré a partir de ahora, tendré que completarlos con dos camisas blancas mías mientras logro comprarme un par más sólo con ese fin. Una vez que pongo la alarma, llamo a mi madre y le cuento el día, mi padre escucha y me felicita de nuevo por mi trabajo, al final suelta una frase como: “buen trabajo mijo”, cuelgo y llamo a María Dolores, quien me dice que aún está en la oficina, pero que ya va saliendo para su casa, de manera que me dice que no le cuelgue mientras se sube al carro, y pone el altavoz para continuar mientras conduce a su casa y así no sentirse sola. Y es que sí, si bien es cierto, aún no tenemos esa chispa, estamos tan comprometidos en hacer las cosas bien, que pactamos hablar todos los días al menos treinta minutos de franca charla, y al final debemos decirnos que nos amamos, quizás, eso hará que salte la chispa. Y aunque parezca difícil de creer, me he dado cuenta que cada vez es más fácil, más natural.
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