2. FAROS EN EL CAMINO

2392 Words
Vamos camino a Nueva York, debimos hacer el viaje por carretera para evitar preguntas de parte de nadie, Marcus conducía, Livi iba atrás abrazando a Liam quien cayó dormido en su pecho luego de tanto llorar y yo llevaba en mis brazos a la pequeña. Ellos me dijeron que la encadenara, pero no quería hacerlo, en sus muñecas, tobillos y cuello se apreciaban marcas que evidenciaban haberle hecho eso por mucho tiempo, así que prefería que durmiera de esa forma, igual en mis brazos estaría a salvo. Tomé una manta y se la extendí con cuidado a Livi y Liam para que no tuvieran frío durante el viaje, ella apenas y me vio con una tenue sonrisa antes de volver a dormir, luego tomé otra para cubrirnos a la pequeña y a mí, no me importaba sentir frío, es algo con lo que crecí y hasta le tengo gusto, pero no quería que estuviera incómoda. Se veía hermosa durmiendo tan tranquila, su cabeza se movió un poco en mi pecho y escuché cómo inhalaba profundamente mi aroma, es un encanto, una de sus manos tomó mi camisa con fuerza, lastimó un poco mi piel, pero se sentía muy bien ese gesto porque es como si confiara en mí, o al menos así quiero creerlo. La abracé como si pudiera tenerla más cerca y una de mis manos acarició su espalda sintiendo esas cicatrices que estremecían todo mi ser, toda ella es placentera. Sentí la mirada de Marcus a través del espejo retrovisor y levanté mi vista encontrándome con la suya, entonces vinieron esos recuerdos del pasado, es como si los dos pensáramos no solo en lo que estábamos viviendo actualmente con ella, sino también en lo que vivimos desde que nos conocimos, cada locura, cada problema, cada dolor. Él volvió su mirada a la carretera y yo lo hice hacia la ventana viendo los faros iluminar nuestro camino, pero al mismo tiempo me transportaban a mi infancia, vi la silueta negra de la luna igual que aquella noche y mis voces hicieron eco, no con ánimo de atormentarme como siempre, sino que sufrían conmigo en el pozo de los recuerdos. (…) Estado de Nueva Jersey - 27 años atrás El primer recuerdo más nítido que tengo de mi niñez es de cuando tenía cinco años, vivía en un barrio clase media, mi madre era una adicta a cualquier frasco que se le atravesara en el camino y mi padre la golpeaba cada que quería, suponiendo que no la follara sin importarle si yo los veía o no, de hecho, hasta diría que se excitaba más si yo estaba presente. Sus gritos, insultos, golpes y demás eran las muestras de afecto con las que crecí, pero eso no es lo único que me acompañaba, sino que también empecé a tener amigos imaginarios y hablaba solo con frecuencia, puesto que no tenía amigos ni había ido jamás a la escuela. Ese infeliz siempre se burlaba de mí cuando lo hacía y ella lo permitía, un día le dijo que me llevaría al médico para que me examinaran, pero él le gritaba que no lo hiciera porque yo tenía el gen de los locos en la familia, igual que su padre y su abuelo, hasta él lo poseía, pero eso es algo que descubriría un tiempo después. No obstante, el muy maldito tenía razón al decir eso, el médico le dijo a mi madre que sí tenía algunos problemas que nunca llegaron a decirme con exactitud, pero que si hacía un buen tratamiento podía llegar a tener una vida más normal, así que me enviaron con un terapeuta, un psiquiatra y una larga lista de medicamentos, eso para empezar mi calvario, además de que le dijeron que debía ir a la escuela para distraer mi mente de esos pensamientos incoherentes que tenía. Fue bajo ese ritmo de vida que pasaron otros cinco años de maltratos no solo en casa, sino también en la escuela, anexo a la medicación y las terapias que no servían de nada porque yo seguía escuchando voces y seguía hablándole a la nada ganándome la burla de todos. Así que dime mi querida Luna ¿qué puede hacer un niño de entre cinco y diez años bajo todo ese estrés y vivencias? Simple, desatar su locura contra aquellos que eran más débiles que él, golpear a los bravucones, también leía textos más oscuros y llenos de mucha información valiosa para mí, comencé a entrenarme viendo a las personas en el gimnasio replicando algunos ejercicios, todo con tal de obtener técnicas para defenderme, pero especialmente, para no pasar tiempo en casa siendo el bosque el único lugar donde podía sentirme a salvo y liberar todo lo que sentía por dentro sin que nadie dijese nada. También creaba muchas trampas y hacía experimentos, aprendí a desarrollar mis sentidos en cualquier momento del día y la noche en ese lugar e incluso tenía mi propio escondite secreto. Para el treceavo verano de mi vida me arriesgué a ir más allá de ese vecindario, quise saber cómo vivían otras familias de mejores zonas siendo el bosque el lugar que nos unía y a la vez nos separaba, además de la carretera. Estuve paseando varios días por la zona, tenía comida suficiente y en casa sabía que me esperaría una paliza por parte de ese imbécil, así que no tenía ánimo de volver. Me encontraba en un parque sentado, había conocido bastante de la gente en este lugar, aprendí sus costumbres e imitaba sus maneras de hablar y socializar, me agradaba la forma en que lo hacían, se veía muy elegante, pero también era fastidioso ver la hipocresía y la mentira en la cual vivían tantos de ellos, en solo una semana descubrí quiénes eran los infieles, los que tenían secretos oscuros, los que golpeaban a sus familias y demás cosas. —¿Qué haces? Me levanté rápidamente al escuchar esa voz encontrando a un niño de mi edad mirándome raro, bueno, creo que cualquiera lo haría si ven a un niño solo en un parque haciendo poses nada comunes. —Eso no te importa —respondí a la defensiva. —Es que llevas un rato haciendo eso y hablando solo. —¿Tienes algún problema con eso? —Supongo que no, solo me pareció curioso ya que nadie hace esas cosas por aquí, de hecho, es raro ver a un niño en este parque. —Se supone que para eso están los parques. —Sí, pero no los de aquí, los niños de este vecindario solo van a donde sus padres le digan y ninguno lo envía a este lugar —¿Y qué haces aquí? —Me gusta porque es tranquilo y no hay nadie aquí —estiró su mano hacia mí con una gran sonrisa. —Soy Ismael ¿Cómo te llamas? —Eso no te importa, mejor me largo de aquí —tomé mis cosas y me fui con dirección al bosque, qué fastidio ese idiota. Había alcanzado a alejarme varios metros cuando escucho a alguien correr detrás de mí y toman mi hombro haciéndome girar sobre mis talones. —Se te quedó esto. Veo su brazo cargando mi diario y lo tomo rápidamente alcanzando a lastimar un poco su mano con una saliente que había en este. —¿Lo leíste? —pregunté un poco eufórico, pero no hizo falta que contestara, su mirada lo dijo todo. —So…solo un poco, lo siento, no sabía que era un diario y tampoco que te sentías tan mal —sentí algo muy extraño dentro de mí, era rabia y algo más. Solté mis cosas para tomar su camiseta con fuerza endureciendo mi mirada y como era de esperarse, él se asustó bastante por mi reacción. —No tienes por qué saber una mierda de mí. —Yo… lo siento, en verdad no quería, pero… —No te quiero volver a ver cerca de mí, eres igual que todos esos bastardos mentirosos que viven aquí, se creen la gran cosa, pero no son diferentes a los pobres excepto por el dinero, pero están tan podridos como ellos. Lo empujé haciéndolo caer hacia atrás y tomé rápido mis cosas para alejarme. —Lo sé —me detuve en seco en lo que él continuó. —Sé que son unos hipócritas y mentirosos. Volteé, él seguía en el suelo, pero tenía una mirada triste y perdida como si recordara algo malo, parpadeó un poco para luego pararse y limpiarse la ropa. —Lamento molestarte, no quería hacerlo y también disculpa haber leído tu cuaderno. Permaneció cabizbajo y se fue sin decir nada más, me sentí un poco extraño por eso último, miré donde había caído y noté unas llaves tiradas, posiblemente las de su casa, pero no lo llamé, solo lo seguí con la mirada para saber a dónde se dirigía y fui tras él manteniendo buena distancia. No sé qué me pasa o lo que le ocurre, pero ahora tengo curiosidad. Llegué a la casa de ese niño y vi que estaba sentado afuera, al parecer no había nadie que le abriera, por un momento pensé en irme, pero recordé que al menos él me había devuelto mi cuaderno. Ya un poco fastidiado por todo eso, opté por llegar hasta donde estaba él quien me ve sorprendido y quizás también un poco asustado, mi mirada era muy seria, pero igual debía hacerlo o al menos eso sentía, extendí mi mano hacia él, dejé caer un poco las llaves sin llegar a soltarlas del todo, entonces él las recibió muy sorprendido. —Ya quedamos a mano. —Gracias, oye ¿quieres pasar? —¿Para qué? —Prepararé algo de comer, si quieres puedes comer conmigo. —No creo que sea buena idea, mejor me voy. —¿Entonces puedes acompañarme? Solo serán unos minutos. Fruncí mi ceño ante tal petición tan descabellada, pero él tenía algo en su mirada que me daba un mal presentimiento, hasta el día de hoy no sé por qué accedí a esa petición, pero fue la mejor decisión de mi vida o al menos hasta ese momento. Terminé quedándome a comer en casa de él, su mamá llegó cerca de las cinco de la tarde encontrándonos en la sala mientras él me enseñaba algunos discos y me instruía sobre música. Recuerdo que ella era una mujer muy hermosa, cabello castaño claro tirando a rubio, rasgos muy delicados, cuerpo armonioso y una voz dulce, pero más la caracterizaba esa amabilidad combinada con melancolía, procuraba sonreírnos, pero su mirada estaba apagada. Ella me invitó a cenar, pero Ismael le pidió que me dejara pasar la noche, no entendí el motivo, tampoco contradije, aunque ella aceptó con la advertencia de que no hiciéramos ruido después de las nueve de la noche. Las cosas iban muy bien, estaba en el cuarto de Ismael escuchando mil tonterías que no me importaban, ya nos habíamos duchado y preparábamos la cama para dormir, entonces se escuchó un ruido muy fuerte en el primer piso, él se asustó y sus manos temblaron un poco, el miedo lo invadía mientras veía a la puerta como si esperara que algo malo la atravesara, tomé su hombro para hacerlo reaccionar y él me miró como si me suplicara algo en silencio, pero no lograba entender lo que quería. —¿Por qué me pediste que me quedara? —lo veo tragar saliva con dificultad, está muy asustado y no sabe bien cómo responderme. —Porque tengo miedo en las noches. —¿Qué pasa en las noches? El sonido de unos platos romperse invadían el lugar, entonces comprobé mi sospecha, él pasaba por lo mismo que yo o al menos en parte, la diferencia es que su madre es una buena mujer y se preocupaba por él. Ismael cerró la puerta con seguro y apagó las luces, tomó mi mano para llevarme a la cama donde nos quedamos sentados, él cubría sus oídos para no escuchar lo que pasaba, pero yo escuchaba todo y sabía lo que ocurría aun sin verlo. Después de unas horas de estar llorando se quedó dormido, el ruido había cesado y salí del cuarto en silencio, escuché una televisión apagarse en uno de los dormitorios, me oculté un momento antes de bajar las escaleras y ella salió con una bata rumbo al primer piso, salí de mi escondite para alcanzarla y al llegar a la entrada de la cocina se giró un poco asustada con sus lágrimas bañando su rostro. —Deberías estar durmiendo. —Y usted debería estar sonriendo. Tomé su mano dirigiéndonos a la mesa que había en la cocina, corrí la silla para que ella se sentara y tomé algunas cosas para limpiar sus heridas, pues tenía el labio partido y un hilo de sangre en su ceja, además de los moretones en su cuerpo. Ella movió sus labios tratando de decir algo, aunque no sabía por dónde empezar. —No tiene que explicarme nada, sé lo que vive porque también lo vivo en casa... aunque al menos sé que usted no lo merece, mi madre en cambio parece vivir mejor de esa manera —conté amargamente. Sus lágrimas brotaron más, éramos dos personas compartiendo un mismo dolor y entonces su pena se convirtió en la mía por ese instante. Nunca sentí la necesidad de proteger a nadie, pero ella no merecía vivir en ese calvario siendo una mujer tan buena. Tomé su mano con cuidado dejando leves caricias y ella lloraba sin soltarla, había confort para ambos en ese gesto, entonces la lluvia comenzó a caer ahogando más el sonido de su llanto. —Tiene que acabar pronto con esto y alejarse o él la matará cualquier día. —No tengo trabajo ni a dónde ir y tampoco puedo dejar a Isma con él. —Entonces váyanse juntos a otra parte, es una mujer hermosa y puede conseguir trabajo en algún lugar, pero si se queda, lo único que conseguirá será extender ese calvario y seguirá arrastrando a su hijo a esta vida. Ella se encorvó más hacia mí empeorando su llanto, me incliné un poco hacia ella dejando que su cabeza reposara en mi hombro, nunca hice eso con nadie, me sentía extraño, pero al mismo tiempo era relajante su aroma, nunca supe qué fragancia era, así como tampoco la olvidé.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD