3. TRES VIDAS AL FILO DE LA NAVAJA

2974 Words
Abrí mis ojos, noté que Livi y Liam seguían dormidos, Marcus se veía agotado, pero igual estaba atento a la carretera pensando en mil cosas, bajé la mirada encontrándome con ella, acaricio su rostro y noto que está un poco caliente. —Marcus, ¿hay algún pueblo cerca de aquí? —¿Qué ocurre? —Tiene fiebre y no tengo medicamento para esto, no alcancé a abastecerme. —Estamos a unos cincuenta kilómetros del siguiente pueblo, en cuanto lleguemos buscaremos una farmacia. Al cabo de media hora fue así, por suerte encontramos una gasolinera para llenar el tanque y nos dijeron dónde había una farmacia cerca, al llegar, bajé con la pequeña en mis brazos para evitar cualquier incidente contra ellos, compré bastante medicación y algunas cosas para comer que Marc me ayudó a cargar. Devuelta en el auto la acomodé sobre el asiento para revisarla e inyecté un coctel para las molestias en su cuerpo, fiebre y un poco más de anestesia por precaución. —¿Ella estará bien tío Oz? —pregunta Liam preocupado. —Sí, no te preocupes, con esto que le di podrá descansar y la fiebre bajará pronto. —Ojalá pudiera despertar para comer algo, estoy seguro que no lo hizo en todo el día. Tras ese comentario fui al baúl y busqué en mi maletín una bolsa de suero, era obvio que no podía despertarla, pero sí podía mantenerla bien con esto las siguientes horas, volví y la canalicé para que estuviera con algo en su cuerpo. A diferencia del suero convencional, este poseía una serie de sustancias que proveía al cuerpo de lo necesario en casos como el de esa pequeña, no llenaría su estómago, pero al menos la mantendría saludable. Con todo listo retomamos carretera pues aún quedaban algunas horas de viaje, organicé la bolsa para que el líquido bajara sin problema y la acomodé nuevamente en mi regazo. —Si quieres puedo llevarla para que descanses un poco. —No hay problema, mejor sigan durmiendo que el camino es largo, quien me preocupa es Marcus. —Estoy bien, tomé un café cargado y podré aguantar un poco más hasta llegar a casa. —¿Seguro? Quizás sea mejor buscar un hospedaje y dormir algunas horas. —No Livi, no quiero arriesgarme con ella, ya bastante es con tenerla así y no deseo que pase algo más, confía en mí, llegaremos a salvo. Sigo sin entender por qué esos dos nunca terminaron juntos, Liam la adora y Marcus siempre tuvo un cariño especial por ella, ahora cría a nuestros hijos y a Robert, los vio crecer, juega con ellos, es su maestra y demás, pero en fin, cada quien con lo suyo. Marcus acelera un poco más, por lo visto todo este momento lo tensionó un poco o está preocupado por la salud de la pequeña y sabe que llegar a un hospital no es una opción para nosotros, al menos no aquí. Por otra parte, me sorprende que ella apenas y se mueve de donde está, solo hace sonidos leves y pequeños movimientos con sus manos. La cambio de posición para que descanse ese lado y vuelvo a acomodarla en mi regazo dejando descansar su cabeza en mi pecho, ella se mueve un poco y vuelve a aspirar profundamente sacándome una pequeña sonrisa, de nuevo su agarre en mi camisa y se acomoda mejor como ocultando su rostro en mi cuello, su respiración es suave y profunda a la vez. —Es como si te conociera de antes —murmura Livi. —Tal vez tenía a alguien que la hizo sentir bien. —No lo tenía, ella vivía sola en las calles y antes de eso las personas que estaban con ella la golpeaban y le hacían otras cosas malas —responde Liam bastante triste sin dejar de mirarla. —¿Ella te lo dijo? —preguntó Marcus. —No exactamente, ella nunca ha hablado conmigo, pero aprendí que al hacerle preguntas de “si” y “no” me respondía con su cabeza, es así como pude saber algunas cosas de ella, sé que no tiene familia, lleva un buen tiempo viviendo en las calles y huyó del lugar donde estaba. —Entonces de pronto le gusta tu aroma, te dije que esa colonia era muy buena. Río por las palabras de Livi y vuelvo a ver el rostro de la pequeña, en verdad parece que me conociera de siempre, se le ve muy cómoda conmigo. A los pocos minutos el silencio se apodera del auto al quedar ese par nuevamente dormidos, cada cierto tiempo reviso la temperatura de ella y demás signos vitales. Se siente tan bien esa suave y fría piel en mi mano, de alguna forma ella también me trae calma, hasta mis voces están concentradas como si vieran lo que ocurre, o más bien, a ella. Retorno la mirada a la ventana viendo unas casas acogedoras, se parecen a ese vecindario en el que estaba aquella vez, aquel donde quedó mi segunda marca en la vida. (…) Oz (13 años) Esa noche no pude dormir, después de que la mamá de Ismael me insistió en que regresara a la habitación, me quedé mirando por la ventana, pensaba en todo lo que había vivido en casa de mis padres y cómo por designios de la vida terminé en este lugar, lo peor es que no podía comprender qué era lo que me hacía quedarme cuando nada me ataba. A las seis de la mañana escuché que ese imbécil se levantó y se fue una hora después, Ismael despertó con los gritos que él dio en el desayuno, pero ninguno de los dos salió hasta que vimos el auto alejarse de la casa, después de eso nos fuimos a arreglar y bajamos a desayunar. —Buenos días mamá. —Buenos días. —Buenos días chicos —saludó ella con esa sonrisa melancólica, pero a la vez amorosa. Sirvió el desayuno para los tres, terminó de lavar algunas cosas en lo que comíamos y se sentó con nosotros, él tomó su mano dejando una caricia al notar una herida en su brazo y ella le dio un beso en su frente. Me sentí tan extraño al ver esa escena, era una sensación horrible en mi pecho y estómago, pero me concentré en comer intentando olvidarla. —Por cierto, creo que todavía no nos hemos presentado formalmente, mi nombre es Becca Friedman. —¿Es su nombre de casada? —se sorprendió un poco por la pregunta, pero igual me sonrió sin problema. —No, de soltera ¿Y tú cómo te llamas? Me quedé en silencio meditando esa pregunta, en ese momento no supe el motivo por el cual mentí, pero más adelante me di cuenta que cambié mi nombre para empezar a tener una nueva vida y de alguna forma ese fue el primer paso. —Me llamo Oz. —¿Oz? Nunca había escuchado ese nombre ¿es real o lo inventaste? Por breves segundos esquivé su mirada para después retornarla a su rostro, sentí que había sido estúpido el haber hecho eso hasta que ella presionó levemente mi mano sonriéndome con el corazón, nunca nadie me había dado esa sonrisa antes, sentí una extraña calidez en mi pecho y sonreí un poco ante ese gesto. —Un placer conocerte Oz, puedes decirme Becca. Después de eso no dijimos más y nos enfocamos en desayunar, ella preparó una merienda para nosotros y nos acompañó a la puerta pensando que también iría a la escuela con él. —Oz, ¿en dónde estudias? Porque si quieres te acompaño a tu escuela y de ahí voy a la mía —pregunta Ismael. —¿Cómo? ¿No son compañeros de clase? —No mamá, recién nos conocimos ayer en el parque. —No voy a la escuela, me quedo todo el día haciendo otras cosas —respondí sin darle un ápice de importancia al asunto. Ellos quedaron en silencio un poco conflictuados, pero no tenía ganas de escuchar reclamos de nada. —Gracias por todo, adiós. Acomodo mi maletín en el hombro y doy unos pasos cuando siento una mano posar en mi hombro, levanto mi cabeza encontrándome con los ojos de ella quien va tomada de la mano de él. —Si estás libre hoy puedes quedarte con nosotros, un poco de compañía no me caería mal. —Quédate Oz, cuando salga de clase podemos escuchar música, jugar un rato o no sé, ya veremos. Estaba demente desde que nací, pero creo que esa era la primera vez que lo reconocí al haber hecho tal acto inusual. Asentí con mi cabeza en silencio, ella tomó mi mano con cariño, acompañamos a Ismael a la parada del autobús y una vez se fue nos regresamos a casa. Al llegar, ella me indicó que llevara la ropa sucia para lavarla y si quería podía tomar algo prestado de su hijo, los dos éramos de la misma talla así que no había problema. Toda la mañana me la pasé ayudándole con los quehaceres de la casa, ella me explicaba cómo hacerlo, la manera en que debía cuidar las cosas y la importancia de tener limpio un hogar. —Tu hogar es tu refugio y es el único lugar en donde debes ser más cuidadoso y pulcro, porque no importa cuántas cosas malas pasen en tu vida, si tu hogar está bien, entonces tú te sentirás bien en él. —Y si tu hogar está limpio pero no te sientes bien en él, ¿qué haces? Ella me miró reviviendo esas dolorosas experiencias, sus ojos se cristalizaron hasta que no pudo soportarlo más y lloró. Me dolía verla sufrir, no quise lastimarla ni mucho menos hacerle recordar la vida que llevaba junto a ese sujeto, pero tampoco podía comprender cómo podía decir eso si era infeliz, si no se sentía a salvo en su propia casa. Di un profundo respiro y me senté junto a ella tomando su mano, no había palabras que consolara nuestro sufrimiento, no comprendía la razón de mantenerse en ese lugar, quise irme de inmediato, pero su dolor me hizo aferrarme a ella, algo me decía que debía quedarme con ellos y así lo hice. Los siguientes días fueron la misma rutina, desayunar los tres, despachar a Isma a la escuela, le ayudaba en los quehaceres de la casa, aprendí a cocinar muchas cosas gracias a ella, me regaló algo de ropa y una campera que era de su hermano, era bastante grande, pero dijo que en unos años me quedaría perfecta. En horas de la tarde me quedaba con Isma aprendiendo de música, comíamos algún postre que ella preparaba mientras hablábamos los tres en el comedor, la sala o el jardín y un día ella nos enseñó a bailar, me sentí ridículo haciendo eso, pero el verla sonreír de forma genuina me hacía feliz, ella se volvió en lo único bueno que había tenido en mi vida. Lo malo ocurría cuando llegaban las ocho de la noche, a esa hora ya habíamos cenado, debíamos arreglarnos y encerrarnos en la habitación de Isma, a las nueve en punto el estruendo de la puerta era el aviso del comienzo de la pesadilla, él llegaba gritando, la golpeaba, rompía cosas y la violaba, ella intentaba callar su voz para que Ismael no la escuchara, pero era imposible, él la lastimaba demasiado y yo lo sabía, era el único que lo sabía al detalle. Todas esas noches me llenaba de odio al saber cuánto sufría, con los rayos del sol ese mismo odio se solidificaba al ver los golpes en su cuerpo y el dolor reflejado en su rostro. Al tercer día que pasé con ellos, Isma y yo la abrazábamos muy fuerte dándole esa fortaleza que necesitaba, no era más un apretón de manos, sino que ese abrazo era nuestro refugio y lo que nos hacía sentirnos mejor nuevamente. No obstante, por mucho que en el día fuésemos felices no soportaba más ese ritmo, necesitaba irme de ese lugar, así como me fui de casa, pero tampoco quería dejarla a ella ni a Ismael en manos de ese malnacido, había soportado una tortuosa semana con ellos, pero también una en la que fui feliz. Esa última noche creí que sería como las demás, pensaba irme a la mañana siguiente después del desayuno para no volver y si ellos accedían podíamos escapar los tres a otra ciudad, una propuesta que les haría en el desayuno, sin embargo, esta vez las cosas se pondrían mucho peor a comparación de las otras veces. Su esposo llegó más temprano esa noche, estaba eufórico y arrojó todas las cosas a las paredes, le reclamaba porque, según él, ella había coqueteado con el carnicero y la llamaba zorra desagradecida. Nosotros estábamos en la escalera escuchando todo, vimos cuando la tomó del cuello llevándola al comedor donde empezó a golpearla y algo dentro de mí emergió como lava al ver la escena. Corrí hacia ellos, Ismael trató de detenerme, pero lo esquivé con éxito y empujé al sujeto con furia alcanzando a golpearlo contra la pared. —¿¡Quién mierda es este idiota!? —grita con furia. —¡Te juro que si la vuelves a tocar te mataré maldito infeliz! Jamás protegí a alguien como lo hice esa noche y aun así ahí estaba entre ellos, ella tomaba mi brazo para que me alejara de él mientras el imbécil se reía igual que mi padre, lo que me provocó más rabia, los dos son la misma mierda en este mundo. —Solo eres un mocoso, así que lárgate de aquí o seré yo el que te mate por meterte con la zorra de mi mujer. —¡No te atrevas a llamarla así! Me fui contra él a los golpes, era más robusto, pero mi rabia era demasiada y el impacto de nuestros puños eran iguales, Ismael se acercó a su madre, de reojo veía cómo la alejaba de nosotros, entonces corrió a la cocina y luego volvió con un cuchillo. —Déjalo en paz, aléjate de mi amigo. Los dos lo miramos, él reía al ver a su hijo temblar con cuchillo en mano, sabía infundirles miedo, pero a mí no, esta noche sería diferente para todos. —No eres más que un cobarde bueno para nada, maricón de mierda. Todo pasó tan rápido, que ese día aprendí que un segundo es lo que se necesita para cambiar la vida de alguien. Lo empujé contra la pared y golpeé su estómago por decir eso, el imbécil se repuso rápidamente y me empujó hacia donde estaba Ismael, caímos al suelo y su madre regreso de la sala viendo la escena, creo que llamó a la policía, pero no estoy seguro. Vemos el cuchillo un poco apartado, él logra alcanzarlo antes que yo e intenta atacarme logrando un corte superficial en mi pecho. Me voy contra él sin importarme nada y ella se mete entre nosotros recibiendo un golpe en su rostro, la alejo rápidamente para que él no vuelva a lastimarla y le propino un golpe a él tratando de quitarle el cuchillo, pero me empuja y es cuando viene hacia mí dispuesto a matarme... Ahí ocurrió la primera punzada en mi corazón… Ella se atravesó recibiendo el impacto que venía directo hacia mí, el cuchillo quedó en su espalda mientras me veía llorando, sonrió y cayó de rodillas, alcancé a sostenerla a tiempo y mi corazón se detuvo al tener su cabeza en mi hombro como la primera noche, entonces la acomodé con cuidado entre mis brazos mientras ambos caíamos al suelo. —¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? —pregunté asustado. —Tú y mi hijo son lo más bello que tengo en mi vida... y eso que solo te conozco desde hace unos días —mis lágrimas brotaron por vez primera a nombre de otra persona. —Yo no valgo nada, no tenías por qué hacerlo. —Gracias por hacerme sonreír otra vez, deberías hacerlo también porque tienes una hermosa sonrisa Oz. —Vas a estar bien, te prometo que estarás bien —ella sonríe débil en lo que sus ojos se cierran. —¿Becca? —pregunté conflictuado. —Becca despierta… —murmuré con el pánico a flor de piel. —Por favor Becca no nos hagas esto… Becca —digo su nombre entre lágrimas sin recibir respuesta. Isma la toma en brazos y me levanto enseguida para llamar una ambulancia, pero ese infeliz llama mi atención al dejar caer algo, al verlo con sus manos ensangrentadas siento tanta rabia que todo se vuelve oscuro para mí. Voy hacia él golpeándolo nuevamente, terminamos en la cocina y arrojo una de las sillas provocando que caiga, el cajón de los cuchillos está abierto, tomo uno rápidamente y me arrodillo sobre él apuñalando su pecho, no sé cuántas veces, no sé con cuánta fuerza, solo sé que estaba furioso y dolido por lo que le hizo a ella, a Ismael y de alguna forma también a mí. Su sangre me salpicaba, pero mis brazos continuaron hasta que alguien me apartó de él, grité con dolor y rabia, me esposaron mientras veía cómo los paramédicos la atendían, salimos todos de la casa e Isma fue con los policías diciéndoles que me soltaran, que yo era inocente y los había defendido. —Te prometo que te ayudaré Oz, te lo juro, eres inocente, ella estará bien, tú estarás bien. Él me abraza antes de que puedan meterme a la patrulla y un dolor se hace intenso en mi cuerpo, es extraño, hace unos minutos no sentía nada. —Isma, tengo frío. —¿Qué? —se aleja mirándome entre extrañado y preocupado —¿Oz? Lo vi por última vez y caí de rodillas perdiendo el conocimiento.
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