23. VIAJEROS

2694 Words
Desperté al escuchar que tocaban la puerta dando aviso del aterrizaje, ella seguía dormida a mi lado y su agarre como siempre era fuerte; pero estaba tranquila, acaricié su cabello y ella despertó fregando un poco sus ojos. —Ya vamos a aterrizar mi pequeña. —Un poco más. Se giró quedando de espaldas a mí y tomando mi brazo para que la rodeara, pegué nuestros cuerpos y dejé un beso en sus cicatrices provocando que su piel erizara, aparté un poco su cabello descubriendo su hombro y nuca y dejando dos besos más que estremecieron nuevamente su piel. —¿No me dejarás dormir más? Era hermoso cómo decía eso tratando de contener la risa. —Es hora de levantarse mi pequeña —susurré en su oído. Paseaba mis dedos por las cicatrices de su abdomen en lo que seguí provocando corrientes por los besos en su espalda, entonces llegué a una costilla que la delató y una pequeña risa se hizo presente. —Parece que encontré tu talón de Aquiles mi pequeña astuta. Presioné más esa costilla y combinada a los besos en su nuca una estruendosa risa se hizo presente alegrando mi corazón. —No Oz… ya basta… detente —decía apenas entre risas mientras se retorcía entre las sábanas. Jamás la vi así antes, lo máximo que llegué a ver fue esa gran sonrisa que me dio en la cabaña cuando le dije del viaje. Me pregunto ¿cuánto más descubriré de ella en este tiempo que estaremos solos? ¿acaso alguien conoce estas cosas de ella aparte de mí? Luego de inundar ese cuarto con nuestras risas, ella iluminó el silencio con las farolas de sus luceros, nuestras manos recorrían las mejillas y los labios del otro, era tan íntimo todo, tan prohibido, tan pecado, tan nosotros. Uní nuestras frentes sin que dejáramos esas caricias dejando un beso en su nariz. —Vamos pequeña, nuestro viaje apenas empieza. Nos vestimos para volver a nuestros asientos, preparamos algunos abrigos y una vez llegamos a tierra nos desplazamos en un auto que nos estaba esperando en el hangar, de ahí nos dirigimos a un apartamento cerca del parque Tjörnin donde dejamos nuestras maletas y salimos a almorzar. Había aprovechado este año para aprender algunos idiomas pensando en hacer este viaje después, pero ahora que es real podía movilizarme bien en toda la ciudad. Luego del almuerzo, recorrimos un poco la zona norte de la ciudad entre las calles y parques hasta encontrarnos con el Faro Grótta para el atardecer, el clima era muy frío, pero nuestra charla siempre era amena al igual que esos momentos de silencio. Al anochecer volvimos a casa para comer y descansar un poco, llamamos a la familia para avisarles que seguíamos con vida y fue al menos una hora llena de preguntas y recomendaciones por parte de Livi y Marc, por suerte teníamos el altavoz y en lo que ellos hablaban nosotros hacíamos la cena. Al día siguiente preparé el desayuno para ambos en lo que mi pequeña tomaba una ducha, atendí sus heridas y procedimos a comer para después empezar nuestro recorrido por la ciudad. Estuvimos toda la mañana visitando el museo de Saga descubriendo la historia, mitos y leyendas de estas tierras tan fascinantes. En la tarde nos fuimos a almorzar en el museo Perlan, el cual alberga un restaurante giratorio con una vista impresionante de trecientos sesenta grados gracias a su domo de vidrio. Después de almorzar nos quedamos recorriendo el museo y maravillándonos por ese recorrido donde se explicaba el origen y desarrollo de la geografía de Islandia. En medio de este recorrido vimos una recreación de un acantilado con pingüinos, una cueva de hielo perfectamente recreada; donde se podía apreciar al detalle los sonidos, formas y hasta la temperatura, para la cual no estábamos preparados puesto que se encontraba a quince grados centígrados bajo cero. Después eso disfrutamos del planetario Árora, donde a través de un espectáculo audiovisual en alta resolución fueron explicando el origen e historia de las auroras boreales en el país, pero por muy bueno que fuese; Rag y yo coincidimos en que el mejor espectáculo lo viviríamos en vivo y en directo durante el viaje. El resto de esa semana estuvimos recorriendo varias iglesias, entre estas la famosa e imponente iglesia de Hallgrímur y el órgano que albergan en esta. Aunque no somos religiosos en la familia, a excepción de Livi, era increíble visitar lugares de este estilo por su arquitectura e historia; y este no sería la excepción. Algo que disfruté demasiado fue el aprender a diferenciar más esas miradas tan profundas de ella, sus silencios, las sonrisas y sutiles gestos que hacía con su rostro y su cuerpo, ella sin lugar a duda era el mejor evento de todos. Una vez finalizamos con todo el recorrido de la ciudad, que nos tomó varios días, estuvimos tres semanas recorriendo toda la isla y disfrutando de los paisajes tan increíbles que había. Lo bueno es que los dos apoyamos la noción de hacer este trayecto en carretera para apreciar mejor cada kilómetro de naturaleza. Estábamos hipnotizados con todo lo que veíamos, los fiordos, volcanes, lagos, la fauna y flora que acompañaban las zonas y época otoñal del lugar. También, a dónde íbamos éramos bien recibidos por la gente, nos guiaban y sugerían varias cosas para hacer, no obstante, algo que le fastidiaba un poco a Rag es cuando la trataban como una niña pequeña y más de una vez terminó callando a las personas con esa forma de ser tan única. Asimismo, en el trayecto fuimos a un par de termales, pero ella no quiso entrar, decía que prefería el agua fría; aunque en realidad era por la gente, sabía que debía retirar sus prendas y aun cuando eso no era un problema para ella, no quería que los demás la vieran, señalaran o que me involucrara en algún problema a causa de sus cicatrices. —Vamos pequeña al menos inténtalo. —Oz no voy a cambiar de parecer sin importar lo que me ofrezcas, así que deja de hacer la misma petición. —Sé por qué haces esto y lo comprendo Rag, pero tengo una idea con la cual puedes sentirte cómoda, al menos dame la oportunidad —suelta el aire retenido con fastidio y voltea sus ojos. —¿En serio me acabaste de hacer eso? —pregunté algo irritado. —No sé de qué hablas. —Y adicional tienes el descaro de mentirme —ella muerde su labio con fuerza conteniendo su sonrisa. —Esa mordida es lo último que te dejaré pasar jovencita. Ella frunce sus labios, vuelve a morderlos provocándome más y sale corriendo, voy tras ella siguiéndole los talones hasta que por fin logro alcanzarla y la levanto en el aire, no la dejo decir una palabra pues ataco esa costilla sacándonos una risa a ambos. Sin que lo espere, ella logra zafarse de mi agarre y antes de que logre escapar tomo su brazo logrando que ambos caigamos en la maleza otoñal. Estábamos muy agitados por el momento y las risas de ambos no parecían tener fin, pero nuestras miradas lo eran todo, ella es mi todo. Retiré las fibras de cabello que cubría su rostro y pasé mi pulgar en sus labios rosados, colocó su mano sobre la mía y el tiempo se detuvo para los dos. —Prométeme que volveremos a hacer este viaje algún día —dice con ilusión. —Contigo recorreré el mundo si así lo deseas. La atraje a mi cuerpo perdiéndonos en un fuerte abrazo que trajo una paz absoluta, me encantaría vivir en un lugar como este con ella, seríamos tan felices, no habría tortura ni gritos, seríamos solo ella y yo. —¿Por qué lloras? Parpadeé saliendo de mi ensoñación y pasé mi rostro en su abrigo para limpiar esas lágrimas que escaparon sin permiso. —No sé de qué hablas. Ella me alejó un poco lanzándome esa mirada inquisitiva que era mucho más intimidante que la de Livi y mi corazón se desbordó en mil emociones que ella me produjo con tal acto. —¿Quieres que te haga renacer? —tragué en seco al escuchar esas palabras. No mentiré, realmente quise hacerlo, pero no más de lo que deseaba poseerla por completo. —Ya lo hiciste mi pequeña, mejor sigamos nuestro camino que quiero estar en esos termales contigo. Ella mordió su labio y acercó su rostro al mío quedando a solo milímetros, debatía su mirar entre mis ojos y mis labios al igual que yo lo hacía con ella, pero mi pequeña sonrió ligeramente regalándome un beso en la mejilla. Seguimos en carretera media hora más, llegamos a un hotel que quedaba en medio del paisaje natural y nos fuimos a la suite que había solicitado semanas atrás. Por un momento creí que algo de este estilo ocurriría con ella y es por eso que hice esta reservación, lo cual me alegra haber hecho. Pedí servicio al cuarto con la cena, una botella de Brennivín y algunos postres típicos como el snúður, tarta de skyr con arándanos y skúffukaka, llevaron todo a una zona especial de la suite y una vez Rag y yo nos dimos un baño, le vendé los ojos y la guiaba hasta ese mismo lugar. —¿Ya me dejarás ver? No entiendo cuál es tu misterio Oz, solo es una suite. —Déjate consentir y mejor disfruta de esta sorpresa. Nos detuvimos en un punto, me arrodillé detrás de ella y retiré la venda de sus ojos. —¿Qué opinas? Estaba aparentemente inexpresiva, pero la forma en que movía sus párpados me daba a entender que detallaba cada cosa en el salón. Esta parte de la suite consistía en un termal natural privado con vista a las montañas y el cielo estrellado, uno que iluminaba perfectamente la penumbra que nos rodeaba. A un lado, habían acomodado en una mesa que estaba rodeada por un sofá en forma de “u” todo lo solicitado para la cena y una caja de regalo que yacía sobre el sofá. —¿Cuándo hiciste todo esto? —Al poco tiempo de llegar a Reikiavik ¿te gusta? Ella gira logrando tropezar un poco conmigo, pero alcanzo a sostenerla antes de que caiga. En su mirada podía apreciar un brillo tan especial que cambió mi noche por completo. —Gracias, este lugar es increíble —murmuró. —Solo lo mejor para nosotros. Ven, quiero que veas tu regalo. Tomé su mano y nos dirigimos al sofá donde ese sonrojo apareció en cuanto sintió el olor del dulce, algo tan propio de ella. Rag tomó la caja y la fue abriendo hasta encontrar un kimono n***o con un bordado en hilo de oro que tiene dos dragones al frente y uno en la parte de atrás con algunas decoraciones de vegetación. —Es hermoso —lo saca de la caja para detallar mejor la prenda y frunce el ceño ligeramente. —Creo que se equivocaron con la talla, esto es para mujer. —No creerás que iba a encargar una pieza tan exquisita solo para que la usaras uno o dos años ¿o sí? —de nuevo esa exquisita mordida. —¿Me ayudas? Sonreí y tomé el kimono dejándolo a un lado, ella se levantó quedando de espaldas frente a mí y rodeé mis brazos en su cintura, acomodé mi barbilla en su hombro dejando un beso en su descubierto cuello que la hizo estremecer. Retiré el nudo de su bata e introduje mis dedos sintiendo su desnudez, bajaba la tela lentamente y dejaba más besos en su hombro y espalda, se veía provocativa con cada reacción. Una vez retiré toda la bata y la dejé a un lado, tomé el kimono y acomodé sus brazos, desplacé la seda entre sus castas cordilleras dejándome invadir de su narcótico aroma, esta noche es verbena y eucalipto. Sujeté sus dedos para darle vuelta y su sonrojo se había esparcido en sus mejillas por completo, vi su corazón latir en el cuello desesperado por salir y ensanché mi sonrisa enamorándome más de ese cuadro frente a mí. Introduje un par de dedos en la tela rozando desde sus hombros hasta su pecho y muriendo en su ombligo, la quería perfecta para ella. Cerré el kimono con un nudo en su cintura y la aprecié de pies a cabeza sin omitir un solo detalle de su cuerpo. —Supongo que no se ve tan bien por la talla. —Te ves perfecta Ragnar y en unos años se verá aún mejor, confía en mí. —Siempre lo hago. Nuestras voces marcaban un compás secreto, prohibido, íntimo. —Oz. —Dime. —Gracias por el regalo y por este lugar, pero más por estar conmigo. —No Ragnar, soy yo quien está agradecido por dejarme estar en tu vida. Inclinó su cuerpo hacia el mío, sus manos empujaron suavemente mi pecho hasta chocar con el espaldar del sofá y subió quedando a horcajadas sobre mí, se veía tan majestuosa que por poco olvido la realidad de nuestras vidas. Ella me observaba con intriga, fuego, duda… éxtasis. Tomé su cintura cortando la distancia y ella rodeó mi cuello sin cortar el contacto visual. —Quiero que la próxima vez que regresemos a este lugar me beses con todo el deseo que veo reflejado en tus ojos —mi agarre se hizo más fuerte al igual que mi respiración se agitó. Maldigo al tiempo con todas mis fuerzas, maldigo a los dioses por obligarnos a estar tan cerca y a la vez tan lejos. —No solo te besaré Ragnar, sino que te haré mía, completamente mía. —No olvides que desde que me tuviste en tus brazos por primera vez soy tuya Oz, siempre seré tuya. Pegué nuestras frentes odiando tantas cosas en mi vida, pero también amándola más de lo que alguna vez creí que amaría a alguien, cerré mis ojos moviendo lentamente mi rostro, ella danzaba conmigo este vals y acariciamos nuestras narices con ternura sintiendo la respiración del otro. Ella hizo una sutil inclinación y el clandestino desliz de nuestros labios revivió el deseo que resguardaba cada átomo de piel. Un movimiento, una acción, solo una y la cordura y la locura envolverían lo impensable de la sociedad resquebrajando el sello que resguardaba la caja de Pandora del infierno que nos había creado. —Serás mío Oz… serás mío. —Ya lo soy mi pequeña, siempre lo he sido y siempre lo seré. Tal vez podía evitar ese beso entre nosotros, pero no podía calmar todo esto que me abrumaba si no obtenía algo de ella, por eso, oculté mi rostro en su cuello, una mano quedó en su cintura y la otra tomó su nuca sintiendo su agrietada piel. Ella inclina su cuello abriéndome paso y delineé ese fragmento con mis labios, era suave, pero fue un movimiento que nos hizo estremecer por completo. Su mano presionó mi cabeza como si quisiera que tomara esa parte de su cuerpo y su aroma me enganchó hasta el punto en que abrí mi boca. Sentirla de esa manera era único, mis labios se desplazaban como si tocase los suyos y un sutil gemido emergió de ella recordándome que no debía hacerlo, no podía, no ahora. Me alejé lentamente, pero no sin antes dejar otro beso y cerré mis ojos acomodando mi cabeza en su pecho, tomaba grandes bocanadas de aire para controlar este anhelo por ella, pero nada calmaba mi ser, mi alma o a mis voces. —¿Por qué quieres esto Rag? ¿por qué me permites tanto? —pregunto sin levantar mi rostro. —No sabría explicarlo, solo sé que así lo quiero… que te quiero. —Vamos a comer, no quiero que te acuestes con el estómago vacío —cambié de tema para no abrumarme más con esto. Nos separamos lo suficiente, ella se acomoda mejor en mi regazo y nos enfocamos en comer y conversar sobre el próximo destino, uno que nos llevaría al sur del país y por consiguiente a nuevas aventuras.
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