120. SUEÑOS EN OTOÑO

2080 Words
Ragnar En menos de un minuto él se adueñó de la carretera, el viento golpeaba con fuerza haciéndonos volar y tal como dijo, debí sostenerme muy fuerte de su cintura, pero no solo por la velocidad a la que iba, sino porque me sentía muy bien al tenerlo de nuevo conmigo. Estuvimos recorriendo varios lugares durante una hora con el río Harlem de compañía, hasta hacer conexión con otra carretera donde esta vez fue el río Hudson quien nos dio la bienvenida junto al amanecer. Varios kilómetros después Oz hace un desvío en Manhattan, más exactamente en un parque frente al río, lugar en el que aprovechamos para estirar un poco las piernas y pedir un café en lo que seguimos viendo el amanecer, claro que la idea de desayunar en el restaurante que había ahí fue imposible al estar cerrado, pero por suerte había un hombre vendiendo bebidas calientes recordándome a Raúl años atrás. —¿Qué pasa pequeña? —pregunta Oz al notar que me quedo mirando al vendedor. —Recordaba algunas cosas. —¿Los ancianos que te acogieron? —asentí. —¿Te gustaría verlos otra vez? —No lo sé, no suelo pensar en mi vida antes de que llegaran ustedes a no ser que algo desencadene el recuerdo, pero… no sé. Un remolino de emociones se alojaba en mí dejándome muy confundida al no poder comprenderlos con exactitud. —Dale tiempo —coloca su mano en mi cabello atrayéndome a sus brazos. —poco a poco irás comprendiendo todo lo que sientes, lo importante es que no lo fuerces, sino que te dejes llevar sin perjudicarte. —¿Cómo es que siempre sabes lo que siento aun cuando no te lo diga? —Porque te conozco y al mismo tiempo aprendo de ti contigo en cada vivencia, además que he hecho ese mismo recorrido y sé reconocer muchas cosas. —Lo dudo —contesté en un melancólico murmuro. —Rag, al igual que tú, yo no tuve a alguien que me diera cariño en mi infancia y no fue sino hasta la adolescencia cuando conocí a mis hermanos y llegó una familia a mi vida, pero sé cómo te sientes porque también me sentí perdido en su momento. —¿Y cómo lidiaste con eso? —Siguiendo adelante aun cuando no sabía por qué, ocupando mi cabeza en otras cosas mientras dejaba que mi corazón sintiera lo que le daban aun cuando no era consciente de ello y aferrándome a mi hijo para no perderlo. Era evidente su dolor al recordar todo lo que vivió con Travis, lo peor de todo, es que él todavía no sabía nada de lo que debió hacer Oz para que justo hoy pudiese cumplir un año más de vida, para que llegara a ser el increíble hombre que es y que, aun cuando Trav no lo crea, se parece a su padre más de lo que imagina, solo que sin tanta demencia. —Oz… —tornó su vista a mí con el brillo del sol iluminando su azulado cielo y sentí que me perdí un instante de todo lo que había a mi alrededor al dejarme llevar por su onírica imagen. —eres mi amanecer… Pronuncié inconscientemente y al darme cuenta de lo que había dicho mi corazón golpeó con fuerza mi pecho, incluso sentí mis mejillas arder al ver su cara de sorpresa, pero más se intensificó esta sensación al sonreírme como si fuese su todo. Él parecía querer decir algo, pero en vez de eso me abrazó con fuerza ocultando mi rostro en su cuello y al removerme un poco inundándome más de su colonia, él me sorprende dejando un casto beso en mis labios. —Tú siempre serás la luna de mi anochecer, porque eres tú quien siempre iluminó mi camino con tu centellear aun en los momentos más oscuros —recitó sobre mis labios y me dejé llevar uniéndonos en otro beso que duró segundos, aunque parecieron minutos. (…) Oz Con ella en mis brazos podía acabarse el mundo y yo seguiría siendo el demente más feliz de todos, pero son sus palabras las que colocaban otro eslabón a la fuerte cadena que me sujetaba de su existencia, no con el objetivo de separarme de ella, sino para asegurarse de que no pudiera escapar de sus alas. Al ver que más personas iban llegando al parque, decidí que fuésemos a otro lugar, subimos nuevamente a la moto y conduje a toda velocidad hasta mi edificio dejando parqueada la moto para después subir a mi auto. Tras llenar el tanque de combustible volví a coger carretera rumbo al aeropuerto, hice una llamada a Jhon informándole que no viniese y avisara a los demás lo que haría con Rag, después mi pequeña y yo nos quedamos en unas sillas abrazados en silencio hasta que pasaron dos horas más y dieron el anuncio que tanto esperábamos. Caminamos hasta la sala donde pasados quince minutos lo vimos salir con su maleta, él se percata de nuestra presencia quedando congelado en su lugar y esboza una enorme sonrisa con tan inocente sonrojo que me conmueve, mas son sus ojos los que me indican que el vernos juntos tomados de la mano fue el motivo de su alegría y su razón para venir corriendo hasta nosotros. Trav deja su maleta y el morral en el suelo levantando a Rag en un fuerte abrazo, llenaba de besos su cuello y mejilla y me abrazó con la misma emoción desprendiendo una fuerte calidez en todo mi cuerpo. —Este sin duda es el mejor regalo que pudieron darme. Lo escuchamos sollozar por lo bajo aferrándose más a nosotros y Rag y yo enlazamos nuestros dedos con las palmas tocando la espalda de él. Quizás, en otra vida, así como ha ocurrido a veces en mi loco imaginar, ella y yo pudimos habernos conocido años atrás a la misma edad y hoy día sería la madre de Travis convirtiéndonos los tres en una familia… o tal vez cuatro, ¿quién sabe? una niña en mi vida no caería mal y menos si es producto de nuestra unión. Volvimos los tres a mi casa en una vivaz charla donde no hacíamos más que molestarnos el uno al otro, pero cuando estaba en el ascensor recordé que llevaba mucho tiempo sin venir y no llamé a nadie para limpiar, aunque eso fue más que nada pensando en que pasaría lo peor con ella cuando nos viésemos, sin embargo, grande fue mi sorpresa al ingresar y ver todo tan reluciente, ellos siguieron como si nunca hubiese estado vacío el lugar, como si jamás me hubiese ido, pero yo no podía salir de mi desconcierto. —Espero que no te enojes, pero ninguno de los dos quería que todo se viniera abajo —se excusa Trav un poco nervioso. —¿Sabían que vendría? —No —responde Rag soltando un profundo respiro. —Después del viaje vine algunos días pensando que te encontraría, pero al ver que todo se iba empolvando decidí limpiar el lugar y desde entonces me he encargado de mantenerlo así. —Y cuando yo venía me quedaba acá con ella, en otras ocasiones Rob y Liam nos acompañaban, pero nos aseguramos de mantener todo intacto. —Bueno… casi todo —intercede ella con picardía soltando ambos una risa que me contagia. —¿Qué daño hicieron en mi casa? —pregunté sin perder el ánimo. —Digamos que debimos comprar cojines nuevos y también un televisor —responde mi pequeña. —Aunque lo bueno fue que ese día hubo una excelente promoción y compramos también un equipo de sonido. —¡El cual no tardamos en estrenar! —dicen al unísono haciéndome reír más. Esta visión de ellos parece más un sueño, el verlos tan unidos y felices me llena demasiado, y entre una vida de ellos con el cariño de hermanos que se tienen y otra, donde podrían ser madre e hijo, la verdad no sabría cuál escoger, pero sea cual sea lo más importante es seguirlos teniendo en mi vida de esta manera, unidos y felices. (…) Travis Desde que le dije a mi padre que quería tenerlo con la familia en mi cumpleaños la ansiedad se había disparado en mí, sus probabilidades siempre eran algo demasiado inciertas, pero quise creer que vendría, sin embargo, encontrarlos a los dos en el aeropuerto esperando por mí fue una imagen que jamás olvidaré y el que estemos ahora en casa juntos preparando el desayuno lo hacía todo mejor, especialmente al verlos tan felices, lo más irónico es que a diferencia de pasadas ocasiones cuando venía no me sentía desplazado, sino que me sentía parte de esta locura, de su locura. —¿Qué tanto piensas pervertido? —pregunta Rag inquisitiva mientras bate los huevos sentada sobre el mesón. —Pienso que sería bueno tener una salida en la noche los tres. Tomé la crema batida acomodándome entre sus piernas, coloqué un poco en su mejilla y le di un beso limpiando la crema de su rostro. —Siempre dije que eras un pervertido, definitivamente eres un Oz en todo su esplendor —pronuncia con un cariño tan indescriptible como la sonrisa que se dibuja en ella. Miré a mi padre quien sonreía igual que yo y deja una caricia en mi cabello como cuando era un niño. —Él siempre será un Oz, con locura o sin ella —hubo tanto sentimiento en sus palabras que me conmovió por completo. —Si quieren me voy y los dejo solos para que puedan seguir con su romanticismo incestuoso. —Mira quién habla —contraataqué. —¿Te recuerdo las veces que me hiciste dormir desnudo contigo? Incluso hiciste que Rob y Liam también se desnudaran para que te acompañáramos en las noches. —No sé de lo que hablas —responde haciéndose la desentendida. —Creo que los huevos ya están bien batidos. Le arrebaté el tazón entregándoselo a mi padre y la acomodé sobre mi hombro, nosotros no hacíamos más que reír al escucharla decirme que la bajara, pero en vez de eso la sostuve fuerte de las piernas dejando algunas nalgadas y mordidas en sus glúteos y ella más carcajeaba al igual que mi padre quien termina de preparar el desayuno. —¡Ya basta Travis, bájame de inmediato! —¡Olvídalo! —¡Oz dile que me baje! —ordenó sin borrar la felicidad de su faz. Él apagó el fuego tras estar listos los huevos y tomó el rostro de ella con cierta malicia viéndola como su todo. —Me encantaría ayudarte, pero creo que hoy sería excelente que fuésemos dos contra uno. Aunque fue de reojo, vi cómo dejaba un beso en su mejilla, pero creo que en realidad fue en la comisura de sus labios. Esto definitivamente sería escandaloso para cualquiera excepto para mí, pues conozco bien el sentimiento que se tienen y jamás los apartaría el uno del otro sin importar lo que pase. —Ayuden a servir y vamos al jacuzzi —ordenó mi padre. Sin bajar a Rag de mi hombro fuimos sirviendo todo, entre ellos llevaban las cosas mientras yo la llevaba a ella quien seguía recriminando porque la bajase y al llegar al jacuzzi dejamos las bandejas en una mesa que había al lado de este, abrí la llave dejando correr el agua, mi padre agregó una de sus mezclas ambientando rápidamente todo el lugar y nos desvestimos ingresando al agua una vez estuvo lista. En medio de la comida y la charla me quedé pensando en el día que la conocí, incluso cuando la vi desnuda por primera vez y el cómo ha cambiado mi vida con el paso de los años, no solo desde su llegada, sino también antes de ella, puesto que fueron quince años llenos de recuerdos muy felices, dolorosos, con miedo, peligro, abandono, pero comprendí que pese a todo eso negativo él realmente estuvo conmigo, aun cuando me alejó de su vida seguía al pendiente de mí, nunca faltaba cuando llegaba al aeropuerto o debía irme y aun si no quería verlo él estaba ahí, a la distancia… igual que una sombra. No sé qué tanto me oculte, pero hoy tengo la completa seguridad que aun si llega a ser muy doloroso para mí, no quiero que esta visión de los tres se borre, no quiero perder a esta pequeña familia que hemos formado tan locamente fascinante.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD